Visítenos ahora en

Visítenos ahora en www.juliocarmona.com

viernes, 29 de febrero de 2008

LA CARTA, Violeta Parra



Me mandaron una carta
Por el correo temprano,
En esa carta me dicen
Que cayó preso mi hermano,
Y sin compasión, con grillos,
Por la calle lo arrastraron, sí.

La carta dice el motivo
De haber prendido a Roberto
Haber apoyado el paro
Que ya se había resuelto.
Si acaso esto es un motivo
Presa voy también, sargento, si.

Yo que me encuentro tan lejos
Esperando una noticia,
Me viene a decir la carta
Que en mi patria no hay justicia,
Los hambrientos piden pan,
Plomo les da la milicia, sí.

De esta manera pomposa
Quieren conservar su asiento
Los de abanico y de frac,
Sin tener merecimiento,
Van y vienen de la iglesia
Y olvidan los mandamientos, sí.

Habrase visto insolencia,
Barbarie y alevosía,
De presentar el trabuco
Y matar a sangre fría
A quien defensa no tiene
Con las dos manos vacías, si.

La carta que he recibido
Me pide contestación,
Yo pido que se propale
Por toda la población,
Que el «león» es un sanguinario
En toda generación, sí.

Por suerte tengo guitarra
Para llorar mi dolor,
También tengo nueve hermanos
Fuera del que se engrilló,
Los nueve son comunistas
Con el favor de mi Dios, sí.

Violeta Parra,
Chile

jueves, 28 de febrero de 2008

CANTIGA DE CLARIDAD, Thiago de Mello


Campesino, plantas el grano
En lo oscuro — y nace un albor.
Quiero llamarte hermano.

De noche, comiendo el pan
Siento el gusto de esa aurora
Que te despunta en la mano.

Haces de sombras un haz
De luz para multitudes.
Un compañero tan claro
Que vive en la oscuridad.

Y mientras no llegue el día
En que la tierra sea un reino
De trabajo y de alegría,
Cantando juntos alcemos
Armas de amor en acción.
La rosa ya se hace llama
Al hilo del corazón.

Campesino, plantas el grano
En el oscuro y ya nace el agua.
Un día serás el dueño
Del sueño verde del campo.
Nunca vi verde tan verde
Como el de tu corazón.


Thiago de Mello,
Brasil


miércoles, 27 de febrero de 2008

GRACIAS A LA VIDA, Violeta Parra




Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
Perfecto distingo lo negro del blanco,
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes el hombre que yo amo.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
Graba noche y día grillos y canarios;
Martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
Y la voz tan tierna de mi bien amado.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
Con él las palabras que pienso y declaro:
Madre, amigo, hermano, y luz alumbrando
La ruta del alma del que estoy amando.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
Con ellos anduve ciudades y charcos,
Playas y desiertos, montañas y llanos,
Y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio el corazón que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano;
Cuando miro el bueno tan lejos del malo,
Cuando miro el fondo de tus ojos claros.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
Los dos materiales que forman mi canto,
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos, que es mi propio canto.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.

Violeta Parra,
Chile


martes, 26 de febrero de 2008

ALABANZA DEL REVOLUCIONARIO, Bertolt Brecht


Cuando la opresión va a más
Muchos se desmoralizan,
Pero su valor crece.
Él es quien organiza su lucha
Por ese centavo del salario, por el agua del té
Y por el poder dentro del Estado.
Le pregunta a la propiedad:
¿Dé dónde eres?
Le pregunta a las ideas:
¿A quién sirven ustedes?

Allá donde reine el silencio
Hablará él.
Y donde impere la opresión y se hable del destino
Dirá él los nombres.

Allá donde él se siente a la mesa
Se sienta también el descontento.
La comida sabe mal
Y se reconoce que el cuarto es estrecho.

Allá donde lo persigan
Allá irá la rebelión y allá donde lo echen
Quedará la intranquilidad.

Bertolt Brecht,
Alemania

Texto proporcionado por Gustavo Pérez Hinojoza.

lunes, 25 de febrero de 2008

SI HEMOS DE MORIR, Claude McKay



Si hemos de morir, que no sea como cerdos
Cazados y acorralados en punto no glorioso,
Rodeados por la loca y hambrienta jauría,
Que se burla de nuestra maldición.

Si hemos de morir, que sea con nobleza,
Para que no se derrame nuestra preciosa sangre
En vano; que aun los monstruos que desafiamos
Tengan que honrarnos ya muertos.

¡Oh, hermanos! ¡Combatiremos el mismo enemigo!
Aunque menos, seremos valientes
Y contra sus mil golpes daremos uno de muerte.

¿Qué importa si tenemos el sepulcro abierto?
Como hombres frente a la asesina y cobarde jauría,
Contra la pared, muriendo, lucharemos.

Claude McKay

Jamaica

Versión castellana de Mónica Mansou.

Texto proporcionado por Christina Castello.



domingo, 24 de febrero de 2008

CONFIESA, Carlos Meneses


Dime cuántas veces has amado el recuerdo de Vallejo y Borges
En tus desabridas oraciones de verano tropical
En tus versos fútiles de tiempo sin fe y ambiciones sin sustento
Cuántas veces has caído de rodillas ante el retrato del viejo Walt orlado de blancas barbas
Convencido de que hay que lanzar lilas a los ataúdes de los desconocidos
Cuántas veces has deseado conocer a Vladimir pero no vivo
Ejecutado ya por su propia mano para poderle preguntar:
¿Por qué? ¿decepción? ¿miedo a la responsabilidad? ¿a sí mismo?
Y enfrentarte a Eliot para inquirirle por qué reposa blandamente su nejilla en la suave mano de poeta mientras la muerte por inanición llena los cementerios
Y si es cierto que soñó fuera de los límites del tiempo con ser el dueño absoluto de los jardines de rosas
Dime si alguna vez te ha asaltado el deseo de tener el don de poder robar
Por ejemplo la emoción de William Blake el espíritu de César Vallejo la voz para leer sus poemas de Pablo Neruda
Los evanescentes sueños de Paul Valery
Si alguna vez has rogado porque el tiempo te obedezca y te reúna en un fabuloso ayer Con Jean Moreas en su café preferido
O para desgañitarte discutiendo con Rimbuad mientras ruge la selva africana
Y su bella etiope comprada con la mitad de sus ahorros te sonríe con coquetería
Dime si al menos has intentado conocer y envidas a Burroughs, Kerouac o Ferlinghetti Si has amado alguna actitud de las muchísimas y muy válidas del viejo y glorioso Ezra Dime qué has hecho con tu tiempo
Qué has hecho contigo mismo.

Carlos Meneses,
Perú


sábado, 23 de febrero de 2008

YARAVÍ vi, Mariano Melgar


Sin ver tus ojos
Mandas que viva
Mi pecho triste;
Pero el no verte
Y tener vida
Es imposible.

Las largas horas
Que sin ti paso
Son insufribles,
Vivo violento,
Nada me gusta,
Todo me aflige.

El sol me envía
Para alegrarme
Luz apacible;
Mas si no trae
Tu imagen bella,
¿De qué me sirve?

En mi retiro
Aguardo solo
Hasta que viste
De negro luto
El orbe entero
La noche horrible.

Mientras los astros
Van silenciosos
Al mar a hundirse,
Yo revolviendo
Estoy las penas
Que el pecho oprimen.

En mi desvelo
Mi amor y pena
Suelo decirte:
Pero estás lejos,
No oyes mi llanto,
Ni por mí gimes.

Por largas horas
Mi amarga pena
Mi alma repite,
Hasta que el cielo
Para mal mío
De luz se viste.

Entonces veo
Ser todavía
Más infelice,
Porque el desahogo
Que me da el llanto
La luz me impide.

¡Ay! así vivo
Dando a mi pena
Giros terribles;
Y así muriera
Si eterna fuese
La ausencia triste.

Hacer tú puedes
¡Ay vida mía!
Que yo respire,
Amando fina
A quien tan sólo
De tu amor vive.

Mariano Melgar,
Perú

viernes, 22 de febrero de 2008

LAS CARTAS SECUESTRADAS, Juan Gonzalo Rose


Tengo en el alma una baranda en sombras.
A ella diariamente me asomo, matutino,
A preguntar si no ha llegado carta;
Y cuántas veces
La tristeza celebra con mi rostro
Sus óperas de nada.

Una carta.

Que me escriba una carta quien me hizo
Los ojos negros y la letra gótica,
Que me escriba una carta aquella amiga
Analfabeta de pasión cristiana;
Duraznos de mi tierra: que me escriban,
Vientos los de mi rambla: que me escriban,
Y redacte una carta pequeñita
Mi hermana abecedaria y pensativa.

Muertos los de mi infancia
Que se fueron
Dormidos entre el humo de las flores,
Novias que se marcharon
Bajo un farol diciendo eternidades,
Amigos hasta el vino torturado:
¿No hay una carta para Juan Gonzalo?

Si no fuera poeta, expresidiario,
Extranjero hasta el colmo de la gracia,
Descubridor de calles en la noche,
Coleccionista de apellidos pálidos:
Quisiera ser cartero de los tristes
Para que ellos bendigan mis zapatos.

El día que me muera ¿en una piedra?
El día que navegue ¿en una cama?
Desgarren mi camisa y en el pecho
¡Manos sobrevivientes que me amaron!
Entierren una carta.

Juan Gonzalo Rose,

Perú


jueves, 21 de febrero de 2008

POEMAS, Marcos Ana



Autobiografía

Mi pecado es terrible;
Quise llenar de estrellas
El corazón del hombre.
Por eso, aquí, entre rejas,
En veintidós inviernos
Perdí mis primaveras.
Preso desde mi infancia
Y a muerte mi condena,
Mis ojos van secando
Su luz contra las piedras.
Mas no hay sombra vengadora
Corriendo por mis venas.
¡España! es sólo el grito
De mi dolor que sueña…


Voy soñando


Soñar, siempre soñar,

Con banderas y besos;

La libertad y el aire

Soplando en mi cabello.

Campo y aire sin fin

-Oh, luz-, sin otro cerco

Que el amor de unos brazos

Enlazando mi cuello.

Soñar, siempre soñar,

Con los ojos sin sueño,

Que soy un hombre vivo…

Siendo tan sólo un preso.

Hay árboles y un río

Fijos en mi recuerdo;

Una infancia salvaje,

Un dulce amor ingenuo,

Y dos nombres grabados

En el chopo más viejo.

El cielo aquella tarde

Era como un espejo.

El choperal tendía,

Para el amor, senderos.

Todo era luz. La gloria

De mayo iba en mi pecho…

… … … … … … …

Un vilano de plata

Se enredó en sus cabellos;

Acudí tembloroso

Y con mis dedos trémulos…

Sus ojos me invadieron

De aromas y de sol.

El viento,

Inmóvil, nos miraba:

Fue aquél mi primer beso.

Soñar, siempre soñar,

Que vuelvo a todo aquello,

Lo que dejé y ya nunca

Lo encontraré al regreso.



Marcos Ana,
España

Estos poemas del legendario poeta español nos han sido proporcionados por la no menos legendaria poeta e invalorable amiga Rosina Valcárcel.


miércoles, 20 de febrero de 2008

LA ÚLTIMA NOCHE DEL MUNDO, Ray Bradbury


-¿Qué harías si supieras que ésta es la última noche del mundo?

-¿Qué haría? ¿Lo dices en serio?

-Sí, en serio.

-No sé. No lo he pensado.

El hombre se sirvió un poco más de café. En el fondo del vestíbulo las niñas jugaban sobre la alfombra con unos cubos de madera, bajo la luz de las lámparas verdes. En el aire de la tarde había un suave y limpio olor a café torrado.

-Bueno, será mejor que empieces a pensarlo.

-¡No lo dirás en serio!

El hombre, asintió.

-¿Una guerra?

El hombre sacudió la cabeza.

-¿No? ¿La bomba atómica, o la bomba de hidrógeno?

-No.

-¿Una guerra bacteriológica?

-Nada de eso -dijo el hombre, revolviendo suavemente el café-. Sólo, digamos, un libro que se cierra.

-Me parece que no entiendo.

-No. Y yo tampoco, realmente. Sólo es un presentimiento. A veces me asusta. A veces no siento ningún miedo, y sólo una cierta paz. -Miró a las niñas y los cabellos amarillos que brillaban a la luz de la lámpara-. No te lo he dicho. Ocurrió por vez primera hace cuatro noches.

-¿Qué?

-Un sueño. Soñé que todo iba a terminar Me lo decía una voz. Una voz irreconocible, pero una voz de todos modos. Y me decía que todo iba a detenerse en la Tierra. No pensé mucho en ese sueño al día siguiente, pero fui a la oficina y a media tarde sorprendí a Stan Willis mirando por la ventana, y le pregunté: ¿Qué piensas Stan?, y él me dijo: Tuve un sueño anoche. Antes de que me lo contara yo ya sabía qué sueño era ése. Podía habérselo dicho. Pero dejé que me lo contara.

-¿Era el mismo sueño?

-Idéntico. Le dije a Stan que yo había soñado lo mismo. No pareció sorprenderse. Al contrario, se tranquilizó. Luego nos pusimos a pasear por la oficina, sin darnos cuenta. No concertamos nada. Nos pusimos a caminar, simplemente, cada uno por su lado, y en todas partes vimos gentes con los ojos clavados en los escritorios, o que se observaban las manos, o que miraban la calle. Hablé con algunos. Stan hizo lo mismo.

-¿Y todos habían soñado?

-Todos. El mismo sueño, exactamente.

-¿Crees que será cierto?

-Sí, nunca estuve más seguro.

-¿Y cuándo terminará? El mundo, quiero decir

-Para nosotros, en cierto momento de la noche. Y a medida que la noche vaya moviéndose alrededor del mundo, llegará el fin. Tardará veinticuatro horas en total.

Durante unos instantes no tocaron el café. Luego levantaron lentamente las tazas y bebieron mirándose a los ojos.

-¿Merecemos esto? -preguntó la mujer

-No se trata de merecerlo o no. Es así, simplemente. Tú misma no has tratado de negarlo. ¿Por qué?

-Creo tener una razón.

-¿La que tenían todos en la oficina?

La Mujer asintió.

-No quise decirte nada. Fue anoche. Y hoy las vecinas hablaban de eso entre ellas. Todas soñaron lo mismo. Pensé que era sólo una coincidencia. -La mujer levantó de la mesa el diario de la tarde-. Los periódicos no dicen nada.

-Todo el mundo lo sabe. No es necesario. -El hombre se reclinó en su silla mirándola-. ¿Tienes miedo?

-No. Siempre pensé que tendría mucho miedo, pero no.

-¿Dónde está ese instinto de autoconservación del que tanto se habla?

-No lo sé. Nadie se excita demasiado cuando todo es lógico. Y esto es lógico. De acuerdo con nuestras vidas, no podía pasar otra cosa.

-No hemos sido tan malos, ¿no es cierto?

-No, pero tampoco demasiado buenos. Me parece que es eso. No hemos sido nada, mientras que casi todos los demás han sido muchas cosas, muchas cosas abominables.

En el vestíbulo las niñas se reían.

-Siempre pensé que cuando esto ocurriera la gente se pondría a gritar en las calles.

-Pues no. La gente no grita ante la realidad de las cosas.

-¿Sabes?, te perderé a ti y a las chicas. Nunca me gustó la ciudad, ni mi trabajo, ni nada, excepto vosotras tres. No me faltará nada más. Salvo, quizá, los cambios del tiempo, y un vaso de agua helada cuando hace calor, y el sueño. ¡Cómo podemos estar aquí, sentados, hablando de este modo?

-No se puede hacer otra cosa.

-Claro, eso es; pues si no estaríamos haciéndolo. Me imagino que hoy, por primera vez en la historia del mundo, todos saben qué van a hacer de noche.

-Me pregunto, sin embargo, qué harán los otros, esta tarde, y durante las próximas horas.

-Ir al teatro, escuchar la radio, mirar la televisión, jugar a las cartas, acostar a los niños, acostarse. Como siempre.

-En cierto modo, podemos estar orgullosos de eso... como siempre.

El hombre permaneció inmóvil durante un rato, y al fin se sirvió otro café.

-¿Por qué crees que será esta noche?

-Porque sí.

-¿Por qué no alguna otra noche del siglo pasado, o de hace cinco siglos o diez?

-Quizá porque nunca fue 19 de octubre de 1969, y ahora sí. Quizá porque esa fecha significa más que ninguna otra. Quizá porque este año las cosas son como son, en todo el mundo, y por eso es el fin.

-Hay bombarderos que esta noche estarán cumpliendo su vuelo de ida y vuelta a través del océano, y que nunca llegarán a tierra.

-Eso también lo explica, en parte.

-Bueno -dijo el hombre incorporándose-, ¿qué hacemos ahora? ¿Lavamos los platos?

Lavaron los platos, y los apilaron con un cuidado especial, A las ocho y media, acostaron a las niñas y les dieron el beso de buenas noches y apagaron las luces del cuarto y entornaron la puerta.

-No sé... -dijo el marido al salir del dormitorio, mirando hacia atrás, con la pipa entre los labios.

-¿Qué?

-¿Cerraremos la puerta del todo, o la dejaremos así, entornada, para que entre un poco de luz?

-¿Lo sabrán también las chicas?

-No, naturalmente que no.

El hombre y la mujer se sentaron y leyeron los periódicos y hablaron y escucharon un poco de música, y luego observaron, juntos, las brasas de la chimenea mientras el reloj daba las diez y media y las once y las once y media. Pensaron en las otras gentes del mundo, que también habían pasado la velada, cada uno a su modo.

-Bueno -dijo el hombre al fin.

Besó a su mujer durante un rato.

-Nos hemos llevado bien, después de todo -dijo la mujer

-¿Tienes ganas de llorar?- le preguntó el hombre.

-Creo que no.

Recorrieron la casa y apagaron las luces y entraron en el dormitorio. Se desvistieron en la fresca oscuridad de la noche, y retiraron las colchas.

-Las sábanas son tan limpias y frescas...

-Estoy cansada.

-Todos estamos cansados.

Se metieron en la cama.

-Un momento -dijo la mujer

El hombre oyó que su mujer se levantaba y entraba en la cocina. Un momento después estaba de vuelta.

-Me había olvidado de cerrar los grifos.

Había ahí algo tan cómico que el hombre tuvo que reírse.

La mujer también se rió. Sí, lo que había hecho era cómico de veras. Al fin dejaron de reírse, y se tendieron inmóviles en el fresco lecho nocturno, tomados de la mano y con las cabezas muy juntas.

-Buenas noches -dijo el hombre después de un rato.

-Buenas noches -dijo la mujer.

Ray Bradbury,
EE. UU.

martes, 19 de febrero de 2008

A LA MADRE DE UN MÁRTIR, Elsie Alvarado de Ricord


Un pañuelo a la madre, dadle un pañuelo blanco,
Que el llanto de una madre puede anegar el mundo.
Sólo quien es mujer y quien es madre
podrá asomarse a tu desgarramiento
Mujer que reconoces el cadáver de tu hijo,
Recoge de él su aliento para que no sucumba:
Ese aliento de lucha que superó al instinto
Al desangrar la vida por todos los que sufren.
Tú que eres invencible e inmortal, por fecunda,
Llora sobre sus ojos inmolados
Y clava en tu retina la razón de su muerte.

Vacia toda tu angustia, madre, porque algún día
Te exigirá la vida un corazón enorme
Para el valor supremo.

Tu vientre que ha alumbrado la humanidad, no cumple
Un castigo, comprende: cumple un adiestramiento.
Tus brazos que acunaron al niño tiernamente
Hoy se endurecen y alzan el cadáver del hijo.
Ni en la naturaleza ni en lo que el hombre ha creado
Hay una fuerza viva comparable a tus brazos:
Suaves, y a la vez férreos, y devotos, y enérgicos,
A través de los siglos se han hecho omnipotentes:
¡Las mujeres de Esparta los miran asombradas.

Todo el dolor humano, como a un mar, va a tu pecho:
La angustia de las clases explotadas,
El dolor de las razas sometidas,
El terror de las víctimas de las inquisiciones,
Se agrietan en tu pecho.
Y tu pecho lactando, fuente inexhausta, madre:
Te derramas de amor para salvar la especie.

Madre, qué singular transmutación ejerce
La historia sobre ti:
Por un fusil habrás de trocar tu pañuelo,
Tu rosario por una cartuchera
y tu canción de cuna por un himno guerrero.
Sólo tú que conoces lo que es el amor pleno,
Sólo tú eres capaz de ese gran crecimiento.

Qué indefinible esfuerzo desplegarás un día
Para guardar la nota de tu canción de cuna,
Para dejar una tiempo las rosas de Afrodita,
Su belleza y su aroma,
Por el sudor y el grito del amor colectivo.

Madre, el ser más perfecto de la naturaleza,
Tus brazos harán falta para librar al hombre.
Dale desde tus senos, con la vida, el arrojo;
Y en la miel de tus besos, la fuerza que precisa.

Un pañuelo a la madre del mártir, un pañuelo
Cuya inútil blancura, propicia para el llanto,
Se encenderá al contacto con la sangre del héroe,
Y será una bandera
En las manos inmensas de otros hijos del pueblo.

Elsie Alvarado de Ricord,
Panamá

lunes, 18 de febrero de 2008

CORRESPONSAL DE GUERRA, Manuel Jesús Orbegoso


Como una mosca impávida

Anduve alrededor

De varias guerras mundiales,

Mis amigos me llaman Corresponsal de Guerra.

Pero no lo soy ni lo he sido.

Apenas testimonié pasajes de esas guerras.


En Vietnam,

Frescos dibujos en las paredes de una escuelita

De párvulos luego de ser bombardeada

Por los norteamericanos.

Las cabecitas de los párvulos reventaron

Y sus masas encefálicas dibujaron en las paredes

Pequeños mapas como réplicas

De los países cómplices de la guerra.


En una tarde de pólvora y malos presentimientos,

El coronel levantó sus manos

Para darnos la bienvenida y nosotros avanzamos en el jeep.

Una bomba cayó a sus pies como una flor

Y solamente vimos la caída, no lo demás.

La bomba hizo volar en pedazos

Al coronel nigeriano

Y yo no pude decirle ni siquiera adiós.


En la frontera con Israel, un fedayín

Estaba por cruzar en pos de su tierra palestina

Y de pronto, vimos que se dobló y cayó al suelo.

Sus intestinos hicieron un dibujo abstracto

En una breve área del desierto extranjero.

Volteó los ojos en busca de amigos

O enemigos

No había nadie. Nosotros lo vimos

Morir despedazado,

Las alimañas lo miraban desde el cielo.


He recorrido calles manchadas de sangre

He visto nubarrones amenazantes

Y cielos muy tristes.

He visto rostros fieros,

Ciudades rencorosas y también lujuriosas.

El mundo es un burdel de rondas exquisitas

Y hombres indiferentes.


Pol Pot era culpado de genocidio.

Lo culpaban de más de un millón de muertos

Pol Pot no tenía los pómulos salientes

Como los asiáticos

Y más bien una sonrisa franca

Como los franceses.

Horas después de mi entrevista,

Vietnam lo arrojó del poder como a un perro.

Lo apresaron años después y lo exhibieron

A la prensa como a un mendigo.

Entonces, su corazón lo mató

De un solo disparo.


Las guerras son como un juego de pelota vasca

O un partido de futbol

Donde unos ganan y otros pierden.

Los niños en los alrededores juegan a la muerte,

Los viejos agónicos fuman cigarrillos simulados

Y las mujeres lloran al que mataron hace una hora.


Las guerras se dan por intereses creados o abusos de poder.

Las Malvinas no son de Inglaterra,

Pero Inglaterra tiene más poder que Argentina.

Los golpes de estado en el África son un juego.

Los negros del Tchad siempre como los de Ghana

Ordenan toques de queda a las 9 de la noche,

Nadie se mueve ni los que van en los tanques.

En tres meses más, el golpe le tocará darlo

Al otro equipo.


La guerra es como un juego de pelota vasca

O de futbol,

El que puede más, gana.

A veces ganan los que no deben ganar

Como pasó en Vietnam o pasará en Irak.

Entonces, la humanidad

Saldrá ganando.


Manuel Jesús Orbegoso,

Perú



domingo, 17 de febrero de 2008

DEL DOLOR COTIDIANO, Oswaldo Escobar Velado



Voy a cantar lo que nos duele cotidianamente
Y cae como una gota amarga
al corazón.

Voy a cantar los lunes que amanecen esperando
Agazapados mientras se abren las puertas
De las casas de préstamos
Para pasar por ellas.

Voy a cantar lo que otros poetas callan.

El dolor de los pobres es más bello
Porque es dolor exacto,
Recio,
Definitivo.

Pero el dolor de los pobres se canta a mi manera
Y yo canto gritando.

Una muchacha linda me saluda
Desde un Cadillac último modelo.
Yo la miro pasar, mientras un niño
Que habla con los ojos
Abre la golondrina de su mano.

Estas cosas amargas, cotidianas,
Se deben de cantar para abultarlas:
Porque ya no es posible que transcurran
Y que caigan.

¿Por qué no canta el pueblo alegremente?

NO me preguntes cosas tan estúpidas.
¿Cómo puede cantar el hombre que le falta
La estrella de la leche en la mañana?

¿Cómo puede cantar amaneciendo
Como un perro nocturno
Que tuvo que dormir en los portales?

¿Cómo puede cantar si no hay justicia,
Si sobran demagogos en la esquina,
Si todo es negro,
La noche, la mañana, el mes, hasta el vestido?

¡Y en medio de todo esto pensar que todavía
El poeta se pone una flor en la solapa!

Oswaldo Escobar Velado,
El Salvador


sábado, 16 de febrero de 2008

EPÍSTOLA A LOS POETAS QUE VENDRÁN, Manuel Scorza



Tal vez mañana los poetas pregunten
Por qué no celebramos la gracia de las muchachas;
Tal vez mañana los poetas pregunten
Por qué nuestros poemas
Eran largas avenidas
Por donde venía la ardiente cólera.

Yo respondo:
Por todas partes oíamos el llanto,
Por todas partes nos sitiaba un muro de olas negras.
¿Iba a ser la Poesía
Una solitaria columna de rocío?
Tenía que ser un relámpago perpetuo.

Mientras alguien padezca,
La rosa no podrá ser bella;
Mientras alguien mire al pan con envidia,
El trigo no podrá dormir;
Mientras llueva sobre el pecho de los mendigos,
Mi corazón no sonreirá.

Matad la tristeza, poetas.
Matemos a la tristeza con un palo.
No digáis el romance de los lirios.
Hay cosas más altas
Que llorar amores perdidos:
El rumor de un pueblo que despierta
¡Es más bello que el rocío!
El metal resplandeciente de su cólera
¡Es más bello que la espuma!
Un Hombre Libre
¡Es más puro que el diamante!

El poeta libertará al fuego
De su cárcel de ceniza.
El poeta encenderá la hoguera
Donde se queme este mundo sombrío.

Manuel Scorza,
Perú

viernes, 15 de febrero de 2008

CARTA A VIOLETA, Gustavo Válcarcel



Te escribo desde tu propio hogar

Ciudad de México, 19 de noviembre,
Enfermo como estoy en nuestra cama vieja
Sintiendo despeñárseme la sangre
En pos de ti, río inacabable.

Sobre la almohada, a mi lado
Tibio yace tu último sueño
Ahora en cambio la ciudad acoge
Tu vehemencia de ola, tu vigilia de amor,
Recorriendo el pan nuestro
Que hoy día te lo debemos todos.

Antes yo te escribía desde mi juventud
Convertida en un gran reloj de cárcel
En romance de piedra, en pasto policial,
En tristeza y tristeza de mis ojos proscritos.
Incomunicado, entonces te escribía
Desde una celda o cueva
Donde tu nombre era lo único viviente.

Luego seguí escribiéndote
Desde Antofagasta, frente al Mar Pacífico,
Desde Puerto Barrios, frente al Mar Atlántico,
Desde Oaxaca, frente al tiempo,
Desde ti, frente al cielo, en la orilla del mundo.

Y aun cuando te miran mis hijos fijamente
Me parece que son frases sus miradas

De un alfabeto que fui incapaz de escribir.

Después de tantos meses de silencio
Sentí esta mañana el deseo de escribirte
De escribirte una cosa muy sencilla:
Para tanto amor, hemos sufrido poco,
Para tanto amor, hemos hablado poco,
Para tanto amor, no hemos vivido nada.

Vivir -¿me oyes?- vivir un día nuevo
En el que nadie nos persiga
Ni nadie nos embargue
Ni se nos corte la luz por unos pesos
Ni se nos acuse de extranjeros.

Vivir un día nuevo
En el que trabajemos sin lágrimas ni odios
Pudiendo sentirnos camaradas de todos
Y en el que por fin nos sea devuelto
El Perú de nuestras entrañas, nuestro Perú del llanto.

Vivir -¿me oyes?- vivir un día nuevo
En el que la vergüenza no nos astille el ojo
Como cuando se enteran nuestros hijos
De esta paternal orfandad de dos monedas.

Vivir un nuevo día. Un día, en suma,
En el que podamos cantar todos los hombres
Después de sentarnos en la yerba
A jugar a la comidita
-Como dice nuestra hija-
Sin que a nadie le falte de comer.

Sobre esta nueva vida deseaba escribirte
Ahora que marchaste temprano a rescatar
Nuestros libros del camarada Lenin
Nuestros cuadros de Flores y Gutiérrez
Y tu reloj y mi reloj embargados por los mercaderes.

Desde la calle me llega
El gorjeo de nuestros pequeños peregrinos
La sinfonía de la clase obrera
El clamor del mundo.

Estoy enfermo, solo, y este quinto piso
Parece un subterráneo sin ustedes.

¿No demorarás?
Sobre la almohada, a mi lado,
Tibio yace tu último sueño.
Encargo a mis versos una rosa para él
Pero hasta flor de la palabra
Cuando quedo solo
No puedo olvidar la espina
Del tiempo que sufrí.

Ven pronto, cielo junto al cielo,
Surca calles, vuela plazas,
Sube corriendo los pisos de nuestra altísima pobreza.

Aquí te espero, en esta cama vieja,
Que tanto tiene de mí,
De tus sueños cercanos, de tus cartas lejanas,
De nuestros desvelos por los compañeros
Los presos del Perú y el mundo
Los perseguidos del Perú y el mundo
Los explotados del Perú y el mundo.

Ven pronto, estrella y mar, música terrestre
Aquí te espero y mientras llegas
Empezaré a amar el porvenir
Hecho luz entre tus ojos
Pan en las manos de los niños
Leche en tus senos, ala en tu voz,
Verso en tu cuerpo, rayo en tus labios
Eternidad en tu grito de gran madre
Rosa roja en tu pasión de comunista
Y alba en todo lo tuyo que me estoy llevando al sueño.

Escribiéndote duermo, camarada,
Seguro de que, al despertarme, juntos
Gozaremos el resto de la lucha
Tomados de la mano hasta que caiga yo
Hasta que quepan mis huesos en la tierra nuestra
Hasta que mi sangre se despeñe en ti
Río inacabable, vida, vida...

Gustavo Valcárcel,
Perú

jueves, 14 de febrero de 2008

ELOGIO DE LA INFANCIA, Juan Ojeda



Porque será la tierra en sus dones primeros:
Herbajes fecundos, el ruido del tordo en los riscos,
Y agua sonando, sonando. Vivimos
Esperando un objeto de presagios, la razón
De una edad nueva, el tiempo de las vides tiernas,
No tierra árida, no oscuros promontorios.

¿Quiénes murmuran allí, en esos huesos blancos?

Hendimos las raíces en un desierto de osamentas,
Mansiones recamadas de ámbar, pedrería
En las escalinatas, dorado acanto
Sobre los capiteles. Oh ciudades, éstas son las ruinas.

Construiremos, niño, la nave fuerte
Y desde allí, descendiendo a las breñas:
Las ramas plateadas sobre la fuente,
El musgo en luminosa profusión, la escarcha
Brillando en cada hoja violeta, el polen rosado. Pero mira:
Comerciantes obesos, cabritilla y vestimenta olorosa a espliego,
La charla a mediodía bajo los pórticos tallados,
Devaneo y miseria. Nosotros esperamos otra tierra.

¿Qué presente o pasado nos conduce
A nutrir el tiempo futuro? La delectación en la carne,
El café a medianoche después de una agotadora lectura.
¡Conocimientos! ¡Conocimientos! La sonrisa aparente.
Noche (como si el tiempo fuera la noche), a dónde caminamos?

“Por aquí permanecemos durante el verano, de día
Comemos langostas y en la tarde hacemos el amor.
Estas son las ruinas, hijo mío; no andes con prevaricadores,
Recibe consejo y prudencia que serán caminos en la noche.
Mira estas manos, bésalas
Y participa en el reino de la muerte, hijo mío.
No bebas agua impura; nuestros antepasados
Bebían en vajilla de plata, nosotros erramos
Con el candelabro quebrado, las manos quebradas,
La impostura útil. ¿Ves estos vestidos? La orla
Está gastada, el resplandor de otros tiempos
Gastado y nuestros cráneos vacíos”.

¡Oh infancia de futuros siglos, ya se escucha
La humana muchedumbre, se insinúan
Los tiempos de un orden nuevo!

Porque la tierra, niño, te cobijará
En sus dones eternos, porque ya se avecina
La edad de una historia fecunda: mira, mira estas ruinas.
Luego caminemos hacia los montes fértiles.

Juan Ojeda,
Perú


miércoles, 13 de febrero de 2008

POEMAS, Víctor Mazzi Trujillo



Poética

¿Quién ha traído esa luz
Que desciende hasta el corazón del agua
Donde los peces sueñan un secreto velamen?

¿Quién soltó esa flecha
Que aún vuela a través del bosque
Llevando un oscuro designio sin nombre?

¿Quién hizo esa melodía
Que llega cautelosa y descalza
Redactando azules mandatos de lluvia?
¿Quién, corazón, mío, quién?


Diario vivir

Tus ojos, mis manos, las voces
Erigen un árbol de aurirosados frutos,
Inclinan un rayo, tienden mil pájaros
Y salvan al dios del esfuerzo
Que transpira en la tierra.
Somos la presencia de la flor y la abeja,
El zumo de la sangre.
De nuestro amor crece la hiedra,
Se levanta la melodía nupcial del fuego,
Nácenle cifras azules al tiempo.
No hay obras ni edificios
Que no sepan de nuestro hondo misterio.
Somos el palpitante latido del mundo,
La clara verdad de la vida.


Canción a golpe de vida

Sin otro instrumento
Que una lata cualquiera
Me he puesto a cantar.

Golpeo la lata y canto,
Canto y golpeo la lata
(Un golpe de quebranto
Y otro de percusión).

Golpe a golpe va creciendo
El ritmo de mi canción.
No tengo otro medio
De lograr comunicación.

De este modo, claro está,
Muchas veces me equivoco,
Golpeo el canto y lato
Dentro de mi preocupación.

Víctor Mazzi Trujillo,
Perú

martes, 12 de febrero de 2008

EL ABRAZO QUE NO MUERE, Bartolomeo Vanzetti



He hablado tanto de mí mismo
que casi olvido mencionar a Sacco.
Sacco es también un obrero,
desde su niñez un experto obrero,
amante del trabajo,
con buen empleo y una buena paga,
una cuenta de banco, una esposa buena y amable,
dos lindos hijos y un hogar pequeño y limpio
a la orilla del bosque, cerca de un arroyo.

Sacco es un corazón, una fe, un carácter, un hombre;
un hombre amante de la naturaleza, de la humanidad;
un hombre que lo dio todo, que sacrificó todo
a la causa de la libertad y su amor al hombre:
dinero, descanso, ambición terrena,
su propia esposa, sus hijos, él mismo
y su propia vida.

Sacco no ha soñado nunca robar, asesinar.
Ni él ni yo nos hemos llevado jamás a la boca
un pedazo de pan, desde nuestra niñez al día de hoy,
que no hayamos ganado con el sudor
de nuestra frente. Nunca.

Oh, sí, como alguien lo ha dicho
yo puedo ser más ingenioso que él;
mejor conversador, pero muchas, muchas veces
al escuchar su voz cordial resonando con fe sublime,
al considerar su sacrificio supremo, al recordar su heroísmo
me sentí pequeño ante su grandeza
y me encontré a mí mismo luchando por contener
las lágrimas de mis ojos,
y calmar mi corazón
impidiendo a mi garganta sollozar frente a él:
este hombre llamado ladrón y asesino y sentenciado a muerte.

Pero el nombre de Sacco vivirá
en el corazón de la gente y en su gratitud
cuando los huesos de Katzmann
y los vuestros hayan sido dispersados por el tiempo;
cuando vuestro nombre,
vuestras leyes e instituciones
y vuestro falso dios
sean apenas un borroso recuerdo
de un pasado maldito en que el hombre
era lobo del hombre.

[...]

Si no hubiera sido por esto

yo podría haber gastado mi vida
hablando en las esquinas a gente burlona.
Podría haber muerto inadvertido, ignorado, un fracaso.
Ahora no somos un fracaso.
Ésta es nuestra carrera y nuestro triunfo. Nunca
en toda nuestra vida pudimos esperar hacer tal trabajo
por la tolerancia, por la justicia, por la comprensión
del hombre por el hombre
como ahora lo hacemos por accidente.
Nuestras palabras, nuestras vidas,
nuestros dolores... ¡nada!
La toma de nuestras vidas
-vidas de un buen zapatero y un pobre
vendedor ambulante de pescado- ¡todo!
Ese último momento nos pertenece:

esa agonía es nuestro triunfo.

Bartolomeo Vanzetti,
EE. UU.


(Último Discurso en la Corte; puesto en verso inglés por Selden Rodman, traducido por Augusto Monterroso).


lunes, 11 de febrero de 2008

ASÍ SON, José Agustín Goytisolo


Su profesión se sabe es muy antigua
Y ha perdurado hasta ahora sin variar
A través de los siglos y civilizaciones.

No conocen vergüenza ni reposo
Se emperran en su oficio a pesar de las críticas
Unas veces cantando
Otras sufriendo el odio y la persecución
Mas casi siempre bajo tolerancia.

Platón no les dio sitio en su República.

Creen en el amor
A pesar de sus muchas corrupciones y vicios
Suelen mitificar bastante la niñez
Y poseen medallones o retratos
Que miran en silencio cuando se ponen tristes.

Ah curiosas personas que en ocasiones yacen
En lechos lujosísimos y enormes
Pero que no desdeñan revolcarse
En los sucios jergones de la concupiscencia
Sólo por un capricho.

Le piden a la vida más de lo que ésta ofrece.

Difícilmente llegan a reunir dinero
La previsión no es su característica
Y se van marchitando poco a poco
De un modo algo ridículo
Si antes no les dan muerte por quién sabe qué cosas.

Así son pues los poetas
Las viejas prostitutas de la Historia.

José Agustín Goytisolo,
Barcelona


domingo, 10 de febrero de 2008

ME QUEDO, Carlos Luis Saénz



Yo me quedo -viniendo-
Con los versos
Claros y humildes, casi franciscanos,
De la rosa es la rosa y su milagro,
O, esta mañana el viento
Ha engendrado la espiga
Útil y bella como la amapola.
Con ellos
En la tierra me quedo.
Este es el reino innumerable
En donde, a cada instante,
El milagro infinito se renueva para el canto.
Froto mi lámpara y lo miro.
Y en la propia palabra lo consigno
Con algo de su luz
Para quien quiera oírmelo y cantarlo.
Aquí hay cimas y abismos.
Sin embargo, amo el verso sencillo:
El apretón de manos con toda la amistad
Del pecho conmovido; decirte:
“Eres hermosa”. Decir: “Anímate,
No estás solo,
Pobre negrito de Little Rock”.
Encontrarme en los otros
Lo mejor de la vida,
Como el agua de lluvia
En las hojuelas de las yerbecillas.
Hacer el bien, sentirlo y proclamarlo
De alba en alba,
Con la belleza noble
Y perdurable
Que yo logre poner en mi palabra.

Carlos Luis Sáenz,
Costa Rica


sábado, 9 de febrero de 2008

RECUERDO DE INFANCIA, Félix grande



Hoy el periódico traía sangre igual que de costumbre
Venía chorreando como la tráquea de un ternero sacrificado
He visto chotos cabras vacas durante su degüello
Bajo el agujero del cuello una orza se va llenando de sangre
Los animales se contraen en sacudidas cada vez más nimias
De pronto ya no respiran por la nariz ni por la boca
Sino por la abertura que la navaja hizo en la tráquea
En la cual aparecen burbujas a cada nueva respiración
A menudo parece que están completamente muertos
Y no obstante se agitan una o dos veces suavemente
Ahora sus ojos ya no miran tienen como una niebla
Un colorcillo de color indeterminado que recuerda al ceniza
Entonces el carnicero se incorpora con las manos manchadas
Y procede a desollar y trocear al animal cadáver
Para después pesarlo venderlo en porciones hacer su negocio

Hoy el periódico traía sangre lo mismo que otros días
Acaso unos cuantos estertores más que de hábito
Pero cómo saberlo hay países que no especifican
Por ejemplo el departamento de estado no da las cifras de sus bajas
Únicamente les agrega apellidos
Bajas insignificantes bajas ligeras bajas moderadas

Hoy el periódico traía sangre en volumen considerable
Y mientras leo pacientemente civilizadamente el intento
De justificación de esos destrozos escrito de sutil manera
Recuerdo vacas cabras chotos la gran orza en el suelo
Y recuerdo imagino pienso que unos cuantos carniceros
Continúan desollado troceando pesando en sus básculas
Haciendo su negocio mediante esos pobres animales sacrificados.

Félix Grande,
Mérida (Badajoz)

viernes, 8 de febrero de 2008

MADRE, Juan Cristóbal



No puedo decir que eres la más dulce o la más bella de la tierra

O que tus manos vuelan como pájaros heridos en el alba
Pero sí que eres para mí como la última batalla perdida de la iglesia
Como el primer resplandor maravilloso del otoño
Como el mejor ciruelo caído en los atardeceres del camino
Como esa postal inédita escondida por la abuela antes de morir
Entre las hojas apacibles del invierno
No puedo decir que tus sueños o desvelos nada significan
Frente a todas las avaricias y adversidades manchadas del planeta
Pero sí que sigues trabajando como antes en la cocina
Sin levantar la cabeza o tus musitadas esperanzas podridas en la arena
En estas circunstancias cómo decir que eres la más dulce
O la más bella de la tierra
O que tus manos vienen como pájaros heridos en el alba
No por cierto para recitar otra vez
Las eternas mentiras de un poema aprendido en el colegio
O hacer un álbum lleno de luceros y hortalizas y entregártelo en la mañana
Como un corazón de oro atravesado por infamias
O emborracharse (como una luna llena por los bosques
Después de darte un beso en la mejilla) con los amigos en la tarde
Al pie de un árbol sepultado por la nieve tenaz de las estrellas
O bailar como un tonto en los salones pálidos y sucios de la burocracia
O invitar a los parientes nietos tíos o sobrinos
Para que digan que eres la más dulce o la más bella de la tierra
Y que tus manos vienen como pájaros heridos en el alba
Y después la fotografía el pajarito la cervecita helada
Y al cabo de diez o veinte años de casada como hoy en las mareas
Y en tu vieja mecedora al pie de tu puerta apolillada
Decir orgullosa "allí estoy"
Como si nada hubiese transcurrido.

Juan Cristóbal,
Perú

jueves, 7 de febrero de 2008

LOS PENSAMIENTOS PUROS, Washington Delgado



Señor rentista, señor funcionario,

Señor terrateniente,
Señor coronel de artillería,
El hombre es inmortal:
Vosotros sois mortales.
Es curioso cómo la podredumbre
Se adelanta a veces al cadáver.
Soportad vuestro olor, mostradlo
Si queréis, poquito a poco.
Pero no habléis.
Señores, enseñad el trasero
Pero no lloréis nunca,
Cierta decencia es necesaria
Aun entre las bestias.
Pensad en el cielo, también,
En las alas blancas
Y en la música de las arpas
Dulcemente tocadas
Por vuestras dulces manos.
Pensad en vuestros libros de lectura, en las viudas
Tísicas y abandonadas que ayudaréis con una
trompeta de oro.
Pensad en vuestros billetes, en los veranos junto al mar, en la mucama rubia, en el amante moreno, en los pobres que besaréis en la otra vida, en las distancias terrestres, en los cielos de almíbar.
Pensad en todo,
Vuestros días sobre la tierra no serán numerosos.

Washington Delgado,
Perú

martes, 5 de febrero de 2008

EL APELLIDO, Nicolás Guillén


I

Desde la escuela

Y aún antes… Desde el alba, cuando apenas

Era una brizna yo de sueño y llanto,

Desde entonces,

Me dijeron mi nombre. Un santo y seña

Para poder hablar con las estrellas.

Tú te llamas, te llamarás…

Y luego me entregaron

Esto que veis escrito en mi tarjeta,

Esto que pongo al pie de mis poemas:

Las trece letras

Que llevo a cuestas por la calle,

Que siempre van conmigo a todas partes.

¿Es mi nombre, estáis ciertos?

¿Tenéis todas mis señas?

¿Ya conocéis mi sangre navegable,

Mi geografía llena de oscuros montes,

De hondos y amargos valles

Que no están en los mapas?

¿Acaso visitasteis mis abismos,

Mis galerías subterráneas

Con grandes piedras húmedas,

Islas sobresaliendo en negras charcas

Y donde un puro chorro

Siento de antiguas aguas

Caer desde mi alto corazón

Con fresco y hondo estrépito

En un lugar lleno de ardientes árboles,

Monos equilibristas,

Loros legisladores y culebras?

¿Toda mi piel (debí decir),

Toda mi piel viene de aquella estatua

De mármol español? ¿También mi voz de espanto,

El duro grito de mi garganta? ¿Vienen de allá

Todos mis huesos? ¿Mis raíces y las raíces

De mis raíces y además

Estas ramas oscuras movidas por los sueños

Y estas flores abiertas en mi frente

Y esta savia que amarga mi corteza?

¿Estáis seguros?

¿No hay nada más que eso que habéis escrito,

Que eso que habéis sellado

Con un sello de cólera?

(¡Oh, debí haber preguntado!)

Y bien, ahora os pregunto:

¿No veis estos tambores en mis ojos?

¿No veis estos tambores tensos y golpeados

Con dos lágrimas secas?

¿No tengo acaso

Un abuelo nocturno

Con una gran marca negra

(Más negra todavía que la piel),

Una gran marca hecha de un latigazo?

¿No tengo pues

Un abuelo mandinga, congo, dahomeyano?

¿Cómo se llama? ¡Oh, sí, decidmelo!

¿Andrés? ¿Francisco? ¿Amable?

¿Cómo decís Andrés en Congo?

¿Cómo habéis dicho siempre

Francisco en dahomeyano?

En mandiga ¿cómo se dice Amable?

¿O no? ¿Eran, pues, otros nombres?

¡El apellido, entonces?

¿Sabéis mi otro apellido, el que me viene

De aquella tierra enorme, el apellido

Sangriento y capturado, que pasó sobre el mar

Entre cadenas, que pasó entre cadenas sobre el mar?

¡Ah, no podéis recordarlo!

Lo habéis disuelto en tinta inmemorial.

Lo habéis robado a un pobre negro indefenso.

Lo escondisteis, creyendo

Que iba a bajar los ojos yo de la vergüenza.

¡Gracias!

¡Os lo agradezco!

¡Gentiles gentes, thank you!

Merci!

Merci bien!

Merci beaucoup!

Pero no… ¿Podéis creerlo? No.

Yo estoy limpio.

Brilla mi voz como un metal recién pulido.

Mirad mi escudo: tiene un baobab,

Tiene un rinoceronte y una lanza.

Yo soy también el nieto,

Biznieto,

Tataranieto de un esclavo.

(Que se avergüence el amo)

¿Seré Yelofe?

¿Nicolás Yelofe, acaso?

¿O Nicolás Bakongo?

¿Tal vez Guillén Banguila?

¿O Kumbá?

¿Quizá Guillén Kumbá?

¿O kongué?

¿Pudiera ser Guillén Kongué?

¡Oh, quién lo sabe!

¡Qué enigma entre las aguas!

II

Siento la noche inmensa gravitar

Sobre profundas bestias,

Sobre inocentes almas castigadas;

Pero también sobre voces en punta,

Que despojan al cielo de sus soles,

Los más duros,

Para condecorar la sangre combatiente.

De algún país ardiente, perforado

Por la gran flecha ecuatorial,

Sé que vendrán lejanos primos,

Remota angustia mía disparada en el viento;

Sé que vendrán pedazos de mis venas,

Sangre remota mía,

Con duro pie aplastando las hierbas asustadas;

Sé que vendrán hombres de vidas verdes,

Remota selva mía,

Con su dolor abierto en cruz y el pecho en llamas.

Sin conocernos nos reconoceremos en el hambre,

En la tuberculosis y en la sífilis,

En el sudor comprado en bolsa negra,

En los fragmentos de cadenas

Adheridos todavía a la piel;

Sin conocernos nos reconoceremos

En los ojos cargados de sueños

Y hasta en los insultos como piedras

Que nos escupen cada día

Los cuadrumanos de la tinta y el papel.

¿Qué ha de importar entonces

(¡Qué ha de importar ahora!)

¡Ay! mi pequeño nombre

De trece letras blancas?

¡Ni el mandinga, bantú,

Yoruba, dahomeyano

Nombre del triste abuelo ahogado

En tinta de notario?

¿Qué importa, amigos puros?

¡Oh, sí, puros amigos,

Venid a ver mi nombre!

Mi nombre interminable,

Hecho de interminables nombres;

El nombre mío, ajeno,

Libre y mío, ajeno y vuestro,

Ajeno y libre como el aire.



Nicolás Guillén,

Cuba