Tengo en el alma una baranda en sombras.
A ella diariamente me asomo, matutino,
A preguntar si no ha llegado carta;
Y cuántas veces
La tristeza celebra con mi rostro
Sus óperas de nada.
Una carta.
Que me escriba una carta quien me hizo
Los ojos negros y la letra gótica,
Que me escriba una carta aquella amiga
Analfabeta de pasión cristiana;
Duraznos de mi tierra: que me escriban,
Vientos los de mi rambla: que me escriban,
Y redacte una carta pequeñita
Mi hermana abecedaria y pensativa.
Muertos los de mi infancia
Que se fueron
Dormidos entre el humo de las flores,
Novias que se marcharon
Bajo un farol diciendo eternidades,
Amigos hasta el vino torturado:
¿No hay una carta para Juan Gonzalo?
Si no fuera poeta, expresidiario,
Extranjero hasta el colmo de la gracia,
Descubridor de calles en la noche,
Coleccionista de apellidos pálidos:
Quisiera ser cartero de los tristes
Para que ellos bendigan mis zapatos.
El día que me muera ¿en una piedra?
El día que navegue ¿en una cama?
Desgarren mi camisa y en el pecho
¡Manos sobrevivientes que me amaron!
Entierren una carta.
Juan Gonzalo Rose,
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