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lunes, 31 de marzo de 2008

A CÉSAR CALVO AGRADECIÉNDOLE QUE ESTÉ AQUÍ, Manuel Scorza


En el principio el hombre abandonaba a sus muertos.
Hace cincuenta mil años comenzó a cavar tumbas.
En la piel de las cavernas cinceló sus miedos bellísimos:
Descubrió la poesía.
Por eso estamos aquí,
Aventando palabras contra el cielo indiferente.

Cecilia, mi hija, juega con sus años:
Cuatro guijarros de colores.
La vida pasa tan rápido, César, que una tarde
La miraremos salir para el parque
Y regresar hermosísima mujer.
Así es, César, la vida huye tan rápido
Que uno de estos días deberíamos tratar de decir la verdad.
Por favor, qué ocurrencia.
¡El mayordomo tiene órdenes estrictas
De tirarle la puerta al pasado!

Porque jóvenes áureos,
En las breñas del horror de América combatían entonces
Por un mundo más bello.
Mortalmente heridos caían
Más que por la metralla llagados por sus sueños.
Hermosos nacían a la muerte.
Mientras nosotros tatuábamos poemas olvidados
En cuerpos olvidados de mujeres olvidadas.
En chinganas de mala muerte cauterizábamos nuestra melancolía
Bebiendo aguardiente que no era Agua Ardiente.

Lenín no apreciaba a los poetas:
Cortó groseramente un poema de Maicovski.
Vladimir Maicovski se mató.
Pero Lenín se equivocaba: el Che llevaba en su mochila
Acribillados versos de León Felipe
Y Javier Heraud llevaba una carta tuya en su chaqueta.
El impiadoso río Madre de Dios arrastró su cuerpo,
Tu cuerpo, mi cuerpo, nuestra acribillada juventud, todo.
Pero la vida fluye más rápido que el río Madre de Dios.
¡Imposible erigir un mundo nuevo
Sin desembarcar en las Indias entrevistas en nuestros sueños!
Una revolución que sólo es una revolución no es una revolución.
¡Hay que volcarlo todo, hay que quemarlo todo, hay que arrancarlo todo!
No permitir que vuelva a retornar jamás la misma realidad,
La misma familia, la misma agua, los mismos padres, la misma
Luz, la misma patria, el mismo futuro, la misma tristeza, la
Misma
religión, el mismo sol!

¿Quién se atrevería a absolvernos?
Un inmortal poema nos absolvería.
Pero los años han pasado y no hemos mencionado la Palabra Ígnea.

La vida es tan fugaz, César, que una de estas tardes
Saldrás a comprar cigarros
Y regresarás a contar chistes en nuestros velorios.
Y ahora sí te acepto un pisco.
Porque a pesar de esta tristeza, la vida vale la pena:
Estoy alegre, estoy árbol, estoy exaltado, estoy
Con mis amigos, estoy relámpago, estoy luz.
Porque el hombre que está más cerca de su muerte
Que de su nacimiento
Necesita urgentemente ser feliz.

Hace cincuenta mil años, en la piel de las cavernas,
Comencé a grabar este poema.
Por eso estoy aquí aventando palabras contra el cielo indiferente.

Manuel Scorza,

Perú

(Texto proporcionado por la imprescindible Maga Rosina Valcárcel).



domingo, 30 de marzo de 2008

SOLILOQUIO DEL INDIVIDUO, Nicanor Parra

Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar leña.
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata.
Yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca.
Allí grabé figuras,
Grabé un río, búfalos.
Yo soy el Individuo.
Pero no.
Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más.
Yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
Allí encontré lo que necesitaba,
Encontré un pueblo salvaje,
Una tribu,
Yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
Figuras grababan en las rocas,
Hacían fuego, ¡también hacían fuego!
Yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
Contesté que no, que de ahí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
Y empecé a trabajar con ella,
Empecé a pulirla,
De ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar.
Buscaba peces,
Buscaba diferentes cosas.
(Yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
Los truenos los relámpagos,
Yo soy el Individuo.
Bien.
Me puse a pensar un poco.
Preguntas estúpidas se me venían a la cabeza,
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol.
Llegué a una fuente,
A una fosa en que se veían algunas ratas,
Aquí vengo yo, dije entonces.
¿Habéis visto por aquí una tribu,
Un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
Acompañado por otros seres,
O más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
Yo soy el Individuo.
Formas veía en la oscuridad,
Nubes tal vez,
Tal vez veía nubes, veía relámpagos,
A todo esto habían pasado ya varios días,
Yo me sentía morir;
Inventé unas máquinas,
Construí relojes,
Armas, vehículos,
Yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
Apenas tenía tiempo para sembrar,
Yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
Unas formas,
Crucé las fronteras
Y permanecí fijo en una especie de nicho,
En una barca que navegó cuarenta días,
Cuarenta noches,
Yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
Vinieron unas guerras,
Tipos de color entraron al valle,
Pero yo debía seguir adelante,
Debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras.
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me hinchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡Árboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
Muebles, útiles de escritorio,
Yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
Rutas,
Instituciones religiosas pasaron de moda,
Buscaban dicha, buscaban felicidad,
Yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
A practicar, a practicar idiomas,
Idiomas.
Yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
Sí, miré, qué digo, miré,
Para salir de la duda miré,
Detrás de unas cortinas,
Yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.

Nicanor Parra,
Chile


sábado, 29 de marzo de 2008

NO HAY NINGÚN AMOR FELIZ, Louis Aragon



El hombre nada adquiere jamás Ni su ternura
Ni su amor ni su fuerza Y cuando abre los brazos
La sombra que proyecta es una luz oscura
Y si abraza su dicha la destroza en pedazos
Su vida es una extraña y espantable locura
No hay ningún amor feliz

Su vida se parece a un inerme soldado
Que para otra estrategia ha sido preparado
Que madruga y de noche sufre de hambre y de sed
Y que en la tarde tiembla deshecho y desarmado
Decid “mi pobre vida” y el llanto contened
No hay ningún amor feliz


Mi bello amor mi dulce amor mi amor perdido
Dentro de mí te llevo como un pájaro yerto
Y aquellos que de lejos nos vieron no han sabido
Que mis propios poemas tras de mí han repetido
Y que ya por tus ojos varias veces han muerto
No hay ningún amor feliz

El tiempo de aprender a vivir ya ha pasado
Que lloren en la noche nuestros dos corazones
Por el dolor que esconde cada recuerdo amado
Las tragedias que nutren el éxtasis soñado
Los sollozos que impregnan las menores canciones
No hay ningún amor feliz

No hay amor que no aflija al par que desespera
No hay amor que no se halle mezclado a su dolor
No hay amor que no espante No hay amor que no hiera
No hay amor que no viva de lágrimas y espera
Y el amor de la patria lo mismo que tu amor
No hay ningún amor feliz
Pero este es nuestro amor

Louis Aragon,
Francia


viernes, 28 de marzo de 2008

MANUAL DEL PERFECTO CUENTISTA, Horacio Quiroga


Una larga frecuentación de personas dedicadas entre nosotros a escribir cuentos, y alguna experiencia personal al respecto, me han sugerido más de una vez la sospecha de si no hay, en el arte de escribir cuentos, algunos trucos de oficio, algunas recetas de cómodo uso y efecto seguro, y si no podrían ellos ser formulados para pasatiempo de las muchas personas cuyas ocupaciones serias no les permiten perfeccionarse en una profesión mal retribuida por lo general y no siempre bien vista.

Esta frecuentación de los cuentistas, los comentarios oídos, el haber sido confidente de sus luchas, inquietudes y desesperanzas, han traído a mi ánimo la convicción de que, salvo contadas excepciones en que un cuento sale bien sin recurso alguno, todos los restantes se realizan por medio de recetas o trucos de procedimiento al alcance de todos, siempre, claro está, que se conozcan su ubicación y su fin.

Varios amigos me han alentado a emprender este trabajo, que podríamos llamar de divulgación literaria, si lo de literario no fuera un término muy avanzado para una anagnosia elemental.

Un día, pues, emprenderé esta obra altruista, por cualquiera de sus lados, y piadosa, desde otros puntos de vista.

Hoy apuntaré algunos de los trucos que me han parecido hallarse más a flor de ojo. Hubiera sido mi deseo citar los cuentos nacionales cuyos párrafos extracto más adelante. Otra vez será. Contentémonos por ahora con exponer tres o cuatro recetas de las más usuales y seguras, convencidos de que ellas facilitarán la práctica cómoda y casera de lo que se ha venido a llamar el más difícil de los géneros literarios.

Comenzaremos por el final. Me he convencido de que, del mismo modo que en el soneto, el cuento empieza por el fin. Nada en el mundo parecería más fácil que hallar la frase final para una historia que, precisamente, acaba de concluir. Nada, sin embargo, es más dificil.

Encontré una vez a un amigo mío, excelente cuentista, llorando, de codos sobre un cuento que no podía terminar. Faltábale sólo la frase final. Pero no la veía, sollozaba, sin lograr verla así tampoco.

He observado que el llanto sirve por lo general en literatura para vivir el cuento, al modo ruso; pero no para escribirlo. Podría asegurarse a ojos cerrados que toda historia que hace sollozar a su autor al escribirla, admite matemáticamente esta frase final:

“¡Estaba muerta!”

Por no recordarla a tiempo su autor, hemos visto fracasar más de un cuento de gran fuerza. El artista muy sensible debe tener siempre listos, cómo lágrimas en la punta de su lápiz, los admirativos.

Las frases breves son indispensables para finalizar los cuentos de emoción recóndita o contenida. Una de ellas es:

“Nunca volvieron a verse”.

Puede ser más contenida aun:

“Sólo ella volvió el rostro”.

Y cuando la amargura y un cierto desdén superior priman en el autor, cabe esta sencilla frase:

“Y así continuaron viviendo”.

Otra frase de espíritu semejante a la anterior, aunque más cortante de estilo:

“Fue lo que hicieron”.

Y ésta, por fin, que por demostrar gran dominio de sí e irónica suficiencia en el género, no recomendaría a los principiantes:

“El cuento concluye aquí. Lo demás, apenas si tiene importancia para los personajes”.

Esto no obstante, existe un truco para finalizar un cuento, que no es precisamente final, de gran efecto siempre y muy grato a los prosistas que escriben también en verso. Es este el truco del “leit-motiv”.

Final: “Allá a lo lejos, tras el negro páramo calcinado, el fuego apagaba sus últimas llamas...”

Comienzo del cuento: “Silbando entre las pajas, el fuego invadía el campo, levantando grandes llamaradas. La criatura dormía...”

De mis muchas y prolijas observaciones, he deducido que el comienzo del cuento no es, como muchos desean creerlo, una tarea elemental. “Todo es comenzar”. Nada más cierto, pero hay que hacerlo. Para comenzar se necesita, en el noventa y nueve por ciento de los casos, saber a dónde se va. “La primera palabra de un cuento —se ha dicho— debe ya estar escrita con miras al final”.

De acuerdo con este canon, he notado que el comienzo exabrupto, como si ya el lector conociera parte de la historia que le vamos a narrar, proporciona al cuento insólito vigor. Y he notado asimismo que la iniciación con oraciones complementarias favorece grandemente estos comienzos. Un ejemplo:

“Como Elena no estaba dispuesta a concederlo, él, después de observarla fríamente, fue a coger su sombrero. Ella, por todo comentario, se encogió de hombros”.

Yo tuve siempre la impresión de que un cuento comenzado así tiene grandes posibilidades de triunfar. ¿Quién era Elena? Y él, ¿cómo se llamaba? ¿Qué cosa no le concedió Elena? ¿Qué motivos tenía él para pedírselo? ¿Y por qué observó fríamente a Elena, en vez de hacerlo furiosamente, como era lógico de esperar?

Véase todo lo que del cuento se ignora. Nadie lo sabe. Pero la atención del lector ya ha sido cogida por sorpresa, y esto constituye un desideratum, en el arte de contar.

He anotado algunas variantes a este truco de las frases secundarias. De óptimo efecto suele ser el comienzo condicional:

“De haberla conocido a tiempo, el diputado hubiera ganado un saludo, y la reelección. Pero perdió ambas cosas”.

A semejanza del ejemplo anterior, nada sabemos de estos personajes presentados como ya conocidos nuestros, ni de quién fuera tan influyente dama a quien el diputado no reconoció. El truco del interés está, precisamente en ello.

“Como acababa de llover, el agua goteaba aún por los cristales. Y el seguir las líneas con el dedo fue la diversión mayor que desde su matrimonio hubiera tenido la recién casada”.

Nadie supone que la luna de miel pueda mostrarse tan parca de dulzura al punto de hallarla por fin a lo largo de un vidrio en una tarde de lluvia.

De estas pequeñas diabluras está constituido el arte de contar. En un tiempo se acudió a menudo, como a un procedimiento eficacísimo, al comienzo del cuento en diálogo. Hoy el misterio del diálogo se ha desvanecido del todo. Tal vez dos o tres frases agudas arrastren todavía; pero si pasan de cuatro el lector salta en seguida. “No cansar”. Tal es, a mi modo de ver, el apotegma inicial del perfecto cuentista. El tiempo es demasiado breve en esta miserable vida para perdérselo de un modo más miserable aun.

De acuerdo con mis impresiones tomadas aquí y allá, deduzco que el truco más eficaz (o eficiente, como se dice en la Escuela Normal), se lo halla en el uso de dos viejas fórmulas abandonadas, y a las que en un tiempo, sin embargo, se entregaron con toda su buena fe los viejos cuentistas. Ellas son:

“Era una hermosa noche de primavera” y “Había una vez...”

¿Qué intriga nos anuncian estos comienzos? ¿Qué evocaciones más insípidas, a fuerza de ingenuas, que las que despiertan estas dos sencillas y calmas frases? Nada en nuestro interior se violenta con ellas. Nada prometen ni nada sugieren a nuestro instinto adivinatorio. Puédese, sin embargo, confiar en su éxito... si el resto vale. Después de meditarlo mucho, no he hallado a ambas recetas más que un inconveniente: el de despertar terriblemente la malicia de los cultores del cuento. Esta malicia profesional es la misma con que se acogería el anuncio de un hombre al que se dispusiera a revelar la belleza de una dama vulgarmente encubierta: “¡Cuidado! ¡Es hermosísima!”

Existe un truco singular, poco practicado, y, sin embargo, lleno de frescura cuando se lo usa con mala fe.

Este truco es el del lugar común. Nadie ignora lo que es en literatura el lugar común. “Pálido como la muerte” y “Dar la mano derecha por obtener algo” son dos bien característicos.

Llamamos lugar común de buena fe al que se comete arrastrado inconscientemente por el más puro sentimiento artístico; esta pureza de arte que nos lleva a loar en verso el encanto de las grietas de los ladrillos del andén de la estación del pueblecito de Cucullú, y la impresión sufrida por estos mismos ladrillos el día que la novia de nuestro amigo, a la que sólo conocíamos de vista, por casualidad los pisó.

Esta es la buena fe. La mala fe se reconoce en la falta de correlación entre la frase hecha y el sentimiento o circunstancia que la inspiran.

Ponerse pálido como la muerte ante el cadáver de la novia es un lugar común. Deja de serlo cuando al ver perfectamente viva a la novia de nuestro amigo, palidecemos hasta la muerte.

“Yo insistía en quitarle el lodo de los zapatos. Ella, riendo se negaba. Y, con un breve saludo, saltó al tren, enfangada hasta el tobillo. Era la primera vez que yo la veía; no me había seducido, ni interesado, ni he vuelto más a verla. Pero lo que ella ignora es que, en aquel momento, yo hubiera dado con gusto la mano derecha por quitarle el barro de los zapatos”.

Es natural y propio de un varón perder su mano por un amor, una vida o un beso. No lo es ya tanto darla por ver de cerca los zapatos de una desconocida. Sorprende la frase fuera de su ubicación psicológica habitual; y aquí está la mala fe.

El tiempo es breve. No son pocos los trucos que quedan por examinar. Creo firmemente que si añadimos a los ya estudiados el truco de la contraposición de adjetivos, el del color local, el truco de las ciencias técnicas, el del estilista sobrio, el del folklore, y algunos más que no escapan a la malicia de los colegas, facilitarán todos ellos en gran medida la confección casera, rápida y sin fallas, de nuestros mejores cuentos nacionales...

Horacio Quiroga,

Uruguay

jueves, 27 de marzo de 2008

¿TODO CUENTO ES UN CUENTO CHINO?, Gabriel García Márquez


Señor don Gabriel García Márquez: ¿Qué son para usted los cuentos? Unas veces uno piensa que en su caso son un tiempo de refresco entre una novela y la siguiente. O, como ocurre con algunos escritores, un género de práctica para el género mayor, que es la novela. No escondo más la verdadera pregunta: ¿Sus lectores podemos esperar un nuevo libro de cuentos?

Adalberto Valdez. San Juan, Puerto Rico.

Escribir una novela es pegar ladrillos. Escribir un cuento es vaciar en concreto. No sé de quién es esa frase certera. La he escuchado y repetido desde hace tanto tiempo sin que nadie la reclame, que a lo mejor termine creyendo que es mía. Hay otra comparación que es pariente pobre de la anterior: el cuento es una flecha en el centro del blanco y la novela es cazar conejos. En todo caso esta pregunta del lector ofrece una buena ocasión para dar vueltas una vez más, como siempre, sobre las diferencias de dos géneros literarios distintos y sin embargo confundibles. Una razón de eso puede ser el despiste de atribuirle las diferencias a la longitud del texto, con distinciones de géneros entre cuento corto y cuento largo. La diferencia es válida entre un cuento y otro, pero no entre cuento y novela.

El cuento más corto que conozco es del guatemalteco Augusto Monterroso, reciente premio Ortega y Gasset. Dice así: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.

Nada más. Hay otro de Las Mil y una Noches, cuyo texto no tengo a la mano y que me produce retortijones de envidia. Es el cuento de un pescador que le pide prestado un plomo para su red a la mujer de otro pescador, con la promesa de regalarle a cambio el primer pescado que saque, y cuando ella lo recibe y lo abre para freírlo le encuentra en el estómago un diamante del tamaño de una almendra.

Más que el cuento mismo alucinante por su sencillez, éste me interesa ahora porque plantea otro de los misterios del género: si la que presta el plomo no fuera una mujer sino otro hombre, el cuento perdería su encanto: no existiría. ¿Por qué? ¡Quién sabe! Un misterio más de un género misterioso por excelencia.

Las Novelas Ejemplares de Cervantes son de veras ejemplares, pero algunas no son novelas. En cambio Joseph Conrad escribió Los Duelistas, un cuento también ejemplar con más de ciento veinte páginas, que suele confundirse con una novela por su longitud. El director Ridley Scott lo convirtió en una película excelente sin alterar su identidad de cuento. Lo tonto a estas alturas sería preguntarnos si a Conrad le habría importado un pito que lo confundieran.

La intensidad y la unidad interna son esenciales en un cuento y no tanto en la novela, que por fortuna tiene otros recursos para convencer. Por lo mismo, cuando uno acaba de leer un cuento puede imaginarse lo que se le ocurra del antes y el después, y todo eso seguirá siendo parte de la materia y la magia de lo que leyó. La novela, en cambio, debe llevar todo dentro. Podría decirse, sin tirar la toalla, que la diferencia en última instancia podría ser tan subjetiva como tantas bellezas de la vida real.

Buenos ejemplos de cuentos compactos e intensos son dos joyas del género: «La Pata de Mono», de W.W. Jacobs, y «El Hombre en la Calle», de Georges Simenon. El cuento policíaco, en su mundo aparte, sobrevive sin ser invitado porque la mayoría de sus adictos se interesan más en la trama que en el misterio. Salvo en el muy antiguo y nunca superado Edipo Rey, de Sófocles, un drama griego que tiene la unidad y la tensión de un cuento, en el cual el detective descubre que él mismo es el asesino de su padre.

El cuento parecer ser el género natural de la humanidad por su incorporación espontánea a la vida cotidiana. Tal vez lo inventó sin saberlo el primer hombre de las cavernas que salió a cazar una tarde y no regresó hasta el día siguiente con la excusa de haber librado un combate a muerte con una fiera enloquecida por el hambre. En cambio, lo que hizo su mujer cuando se dio cuenta de que el heroísmo de su hombre no era más que un cuento chino pudo ser la primera y quizás la novela más larga del siglo de piedra.

No sé qué decir sobre la suposición de que el cuento sea una pausa de refresco entre dos novelas, pero podría ser una especulación teórica que nada tiene que ver con mis experiencias de escritor. Tanteando en las tinieblas me atrevería a pensar que no son pocos los escritores que han intentado los dos géneros al mismo tiempo y no muchas veces con la misma fortuna en ambos. Es el caso de William Somersed Maugham, cuyas obras —como las de Hemingway— son más conocidas por el cine. Entre sus cuentos numerosos no se puede olvidar P & O —siglas de la compañía de navegación Pacific and Orient— que es el drama terrible y patético de un rico colono inglés que muere de un hipo implacable en mitad del océano Índico.

Ernest Hemingway es un caso similar. Tan conocido por el cine como por sus libros, podría quedarse en la historia de la literatura sólo por algunos cuentos magistrales. Estudiando su vida se piensa que su vocación y su talento verdaderos fueron para el cuento corto. Los mejores, para mi gusto, no son los más apreciados ni los más largos. Al contrario, dos de ellos son de los más cortos —«Un canario para regalo» y «Un gato bajo la lluvia»— y el tercero, largo y consagratorio, «La breve vida feliz de Francis Macomber».

Sobre la otra suposición de que el cuento puede ser un género de práctica para emprender una novela, confieso que lo hice y no me fue mal para aprender a escribir El Otoño del Patriarca. Tenía la mente atascada en la fórmula tradicional de Cien Años de Soledad, en la que había trabajado sin levantar cabeza durante dos años. Todo lo que trataba de escribir me salía igual y no lograba evolucionar para un libro distinto. Sin embargo, el mundo del dictador eterno, resuelto y escrito con el estilo juicioso de los libros anteriores, habrían sido no menos de dos mil páginas de rollos indigestos e inútiles. Así que decidí buscar a cualquier riesgo una prosa comprimida que me sacara de la trampa académica para invitar al lector a una aventura nueva.

Creí haber encontrado la solución a través de una serie de apuntes e ideas de cuentos aplazados, que sometí sin el menor pudor a toda clase de arbitrariedades formales hasta encontrar la que buscaba para el nuevo libro. Son cuentos experimentales que trabajé más de un año y se publicaron después con vida propia en el libro de La Cándida Eréndira: «Blacamán el bueno vendedor de milagros», «El último viaje del buque fantasma», que es una sola frase sin más puntuación que las mínimas comas para respirar, y otros que no pasaron el examen y duermen el sueño de los justos en el cajón de la basura. Así encontré el embrión de El Otoño, que es una ensalada rusa de experimentos copiados de otros escritores malos o buenos del siglo pasado. Frases que habrían exigido decenas de páginas están resueltas en dos o tres para decir lo mismo, saltando matones, mediante la violación consciente de los códigos parsimoniosos y la gramática dictatorial de las academias.

El libro, de salida, fue un desastre comercial. Muchos lectores fieles de Cien Años se sintieron defraudados y pretendían que el librero les devolviera la plata. Para colmo de peras en el lomo la edición española se desbarataba en las manos por un defecto de fábrica, y un amigo me consoló con un buen chiste: “Leí el otoño hoja por hoja”. Muchos persistieron en la lectura, otros la lograron a medias y con el tiempo quedaron suficientes cautivos para que no me diera pena seguir en el oficio. Hoy es mi libro más escudriñado en universidades de diversos países, y las nuevas generaciones pueden leerlo como si fuera el crepúsculo de un Tarzán de doscientos años. Si alguien protesta y lo tira por la ventana es porque no le gusta pero no porque no lo entienda. Y a veces, por fortuna, no ha faltado alguien que lo recoja del suelo.

P.D. Sobre su verdadera pregunta —como usted dice— no sé si los lectores podrán esperar, pero yo sí pienso publicar otro libro de cuentos. Son tres de unas cincuenta páginas cada uno. Me falta todavía una revisión a fondo de dos terminados y acabar de escribir el tercero. Todavía no tengo un título para el libro, ni pienso publicarlo antes del primer tomo de mis memorias. Que por cierto no terminé de escribirlo hoy por el grato compromiso de contestar estas preguntas. Qué vaina, ¿no?

Gabriel García Márquez,
Colombia

miércoles, 26 de marzo de 2008

BAJO EL CIELO NACIDO TRAS LA LLUVIA, Jorge Teillier


"Bajo el cielo nacido tras la lluvia
escucho un leve deslizarse de remos en el agua,
mientras pienso que la felicidad
no es sino un leve deslizarse de remos en el agua.
O quizás no sea sino la luz de un pequeño barco,
esa luz que aparece y desaparece
en el oscuro oleaje de los años
lentos como una cena tras un entierro.

O la luz de una casa hallada tras la colina
cuando ya creíamos que no quedaba sino andar y andar.

O el espacio del silencio
entre mi voz y la voz de alguien
revelándome el verdadero nombre de las cosas
con sólo nombrarlas: "álamos", "tejados".
La distancia entre el tintineo del cencerro
en el cuello de la oveja al amanecer
y el ruido de una puerta cerrándose tras una fiesta.
El espacio entre el grito del ave herida en el pantano,
y las alas plegadas de una mariposa
sobre la cumbre de la loma barrida por el viento.

Eso fue la felicidad:
dibujar en la escarcha figuras sin sentido
sabiendo que no durarían nada,
cortar una rama de pino
para escribir un instante nuestro nombre en la tierra húmeda,
atrapar una plumilla de cardo
para detener la huída de toda una estación.

Así era la felicidad:
breve como el sueño del aromo derribado,
o el baile de la solterona loca frente al espejo roto.
Pero no importa que los días felices sean breves
como el viaje de la estrella desprendida del cielo,
pues siempre podremos reunir sus recuerdos,
así como el niño castigado en el patio
encuentra guijarros para formar brillantes ejércitos.
Pues siempre podremos estar en un día que no ayer ni mañana,
mirando el cielo nacido tras la lluvia
y escuchando a lo lejos
un leve deslizarse de remos en el agua."


Jorge Teillier,
Chile


(Poema proporcionado por el gran bucanero Juan Cristóbal).


martes, 25 de marzo de 2008

EL DESAFÍO DE LA CREACIÓN, Juan Rulfo


Desgraciadamente yo no tuve quién me contara cuentos; en nuestro pueblo la gente es cerrada, sí, completamente, uno es un extranjero allí.

Están ellos platicando; se sientan en sus equipajes en las tardes a contarse historias y esas cosas; pero en cuanto uno llega, se quedan callados o empiezan a hablar del tiempo: "hoy parece que por ahí vienen las nubes..." En fin, yo no tuve esa fortuna de oír a los mayores contar historias: por ello me vi obligado a inventarlas y creo yo que, precisamente, uno de los principios de la creación literaria es la invención, la imaginación. Somos mentirosos; todo escritor que crea es un mentiroso, la literatura es mentira; pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación.

Considero que hay tres pasos: el primero de ellos es crear el personaje, el segundo crear el ambiente donde ese personaje se va a mover y el tercero es cómo va a hablar ese personaje, cómo se va a expresar. Esos tres puntos de apoyo son todo lo que se requiere para contar una historia: ahora, yo le tengo temor a la hoja en blanco, y sobre todo al lápiz, porque yo escribo a mano; pero quiero decir, más o menos, cuáles son mis procedimientos en una forma muy personal. Cuando yo empiezo a escribir no creo en la inspiración, jamás he creído en la inspiración, el asunto de escribir es un asunto de trabajo; ponerse a escribir a ver qué sale y llenar páginas y páginas, para que de pronto aparezca una palabra que nos dé la clave de lo que hay que hacer, de lo que va a ser aquello. A veces resulta que escribo cinco, seis o diez páginas y no aparece el personaje que yo quería que apareciera, aquél personaje vivo que tiene que moverse por sí mismo. De pronto, aparece y surge, uno lo va siguiendo, uno va tras él. En la medida en que el personaje adquiere vida, uno puede, por caminos que uno desconoce pero que, estando vivo, lo conducen a uno a una realidad, o a una irrealidad, si se quiere. Al mismo tiempo, se logra crear lo que se puede decir, lo que, al final, parece que sucedió, o pudo haber sucedido, o pudo suceder pero nunca ha sucedido. Entonces, creo yo que en esta cuestión de la creación es fundamental pensar qué sabe uno, qué mentiras va a decir; pensar que si uno entra en la verdad, en la realidad de las cosas conocidas, en lo que uno ha visto o ha oído, está haciendo historia, reportaje. A mí me han criticado mucho mis paisanos que cuento mentiras, que no hago historia, o que todo lo que platico o escribo, dicen, nunca ha sucedido y es así. Para mí lo primero es la imaginación; dentro de esos tres puntos de apoyo de que hablábamos antes está la imaginación circulando; la imaginación es infinita, no tiene límites, y hay que romper donde cierra el círculo; hay una puerta, puede haber una puerta de escape y por esa puerta hay que desembocar, hay que irse. Así aparece otra cosa que se llama intuición: la intuición lo lleva a uno a pensar algo que no ha sucedido, pero que está sucediendo en la escritura.

Concretando, se trabaja con: imaginación, intuición y una aparente verdad. Cuando esto se consigue, entonces se logra la historia que uno quiere dar a conocer: el trabajo es solitario, no se puede concebir el trabajo colectivo en la literatura, y esa soledad lo lleva a uno a convertirse en una especie de médium de cosas que uno mismo desconoce, pero sin saber que solamente el inconsciente o la intuición lo llevan a uno a crear y seguir creando.

Creo que eso es, en principio, la base de todo cuento, de toda historia que se quiere contar. Ahora, hay otro elemento, otra cosa muy importante también que es el querer contar algo sobre ciertos temas; sabemos perfectamente que no existen más que tres temas básicos: el amor, la vida y la muerte. No hay más, no hay más temas, así es que para captar su desarrollo normal, hay que saber cómo tratarlos, qué forma darles; no repetir lo que han dicho otros. Entonces, el tratamiento que se le da a un cuento nos lleva, aunque el tema se haya tratado infinitamente, a decir las cosas de otro modo; estamos contando lo mismo que han contado desde Virgilio hasta no sé quienes más, los chinos o quien sea. Mas hay que buscar el fundamento, la forma de tratar el tema, y creo que dentro de la creación literaria, la forma -la llaman la forma literaria- es la que rige, la que provoca que una historia tenga interés y llame la atención a los demás.

Conforme se publica un cuento o un libro, ese libro está muerto; el autor no vuelve a pensar en él. Antes, en cambio, si no está completamente terminado, aquello le da vueltas en la cabeza constantemente: el tema sigue rondando hasta que uno se da cuenta, por experiencia propia, de que no está concluido, de que algo se ha quedado dentro; entonces hay que volver a iniciar la historia, hay que ver dónde está la falla, hay que ver cuál es el personaje que no se movió por sí mismo. En mi caso personal, tengo la característica de eliminarme de la historia, nunca cuento un cuento en que haya experiencias personales o que haya algo autobiográfico o que yo haya visto u oído, siempre tengo que imaginarlo o recrearlo, si acaso hay un punto de apoyo. Ése es el misterio, la creación literaria es misteriosa, y uno llega a la conclusión de que si el personaje no funciona, y el autor tiene que ayudarle a sobrevivir; entonces falla inmediatamente. Estoy hablando de cosas elementales, ustedes deben perdonarme, pero mis experiencias han sido éstas, nunca he relatado nada que haya sucedido; mis bases son la intuición y, dentro de eso, ha surgido lo que es ajeno al autor.

El problema, como les decía antes, es encontrar el tema, el personaje y qué va a decir y qué va a hacer ese personaje, cómo va a adquirir vida. En cuanto el personaje es forzado por el autor, inmediatamente se mete en un callejón sin salida. Una de las cosas más difíciles que me ha tocado hacer, precisamente, es la eliminación del autor, eliminarme a mí mismo. Yo dejo que aquellos personajes funcionen por sí y no con mi inclusión, porque entonces entro en la divagación del ensayo, en la elucubración; llega uno hasta a meter sus propias ideas, se siente filósofo, en fin, y uno trata de hacer creer hasta en la ideología que tiene uno, su manera de pensar sobre la vida, o sobre el mundo, sobre los seres humanos, cuál es el principio que movía las acciones del hombre. Cuando sucede eso, se vuelve uno ensayista. Conocemos muchas novelas-ensayo, mucha obra literaria que es novela-ensayo; pero, por regla general, el género que se presta menos a eso es el cuento. Para mí el cuento es un género realmente más importante que la novela porque hay que concentrarse en unas cuantas páginas para decir muchas cosas, hay que sintetizar, hay que frenarse; en eso el cuentista se parece un poco al poeta, al buen poeta. El poeta tiene que ir frenando el caballo y no desbocarse; si se desboca y escribe por escribir, le salen las palabras una tras otra y, entonces, simplemente fracasa. Lo esencial es precisamente contenerse, no desbocarse, no vaciarse; el cuento tiene esa particularidad; yo precisamente prefiero el cuento, sobre todo, sobre la novela, porque la novela se presta mucho a esas divagaciones. La novela, dicen, es un género que abarca todo, es un saco donde cabe todo, caben cuentos, teatro o acción, ensayos filosóficos o no filosóficos, una serie de temas con los cuales se va a llenar aquel saco; en cambio, en el cuento tiene uno que reducirse, sintetizarse y, en unas cuantas palabras, decir o contar una historia que otros cuentan en doscientas páginas; ésa es, más o menos, la idea que yo tengo sobre la creación, sobre el principio de la creación literaria; claro que no es una exposición brillante la que les estoy haciendo, sino que les estoy hablando de una forma muy elemental, porque yo les tengo mucho miedo a los intelectuales, por eso trato de evitarlos; cuando veo a un intelectual, le saco la vuelta, y considero que el escritor debe ser el menos intelectual de todos los pensadores, porque sus ideas y sus pensamientos son cosas muy personales que no tienen por qué influir en los demás ni hacer lo que él quiere que hagan los demás; cuando se llega a esa conclusión, cuando se llega a ese sitio, o llamémosle final, entonces siente uno que algo se ha logrado.

Como todos ustedes saben, no hay ningún escritor que escriba todo lo que piensa, es muy difícil trasladar el pensamiento a la escritura, creo que nadie lo hace, nadie lo ha hecho, sino que, simplemente, hay muchísimas cosas que al ser desarrolladas se pierden.

Juan Rulfo,

México

lunes, 24 de marzo de 2008

LUGAR, Franca Jarach


El 24 de marzo de 1976, en Argentina, se dio lo que iba a ser uno de los golpes de estado más sangrientos de los muchos perpetrados en Nuestra (sufrida pero heroica) América. En homenaje a los caídos, BOSQUE DE PALABRAS publica este poema de Franca Jarach:


A la mañana paso
Cerca de un sitio rodeado de muros
Altos, grises, tristes, sucios
De carteles, de vote lista azul.


Un día miro adentro
Es una villa miseria.

Gente
Más gente.
Vestida de tela barata
Desnuda de felicidad.

Una chica me ofrece limones
"Cien la docena, cómpreme".
Tiene trece años, más o menos
Mi edad.

Un almacén ruinoso,
Con ratas, con suciedad,
Con microbios funestos.

Es un sitio rodeado de muros
Sucios de crímenes humanos
Que son sólo los nuestros.


Franca Jarach,

Argentina


(Franca Jarach nació en 1957, secuestrada el 25 de junio de 1976 y desaparecida desde entonces. Poema y noticia proporcionados por Voz Entrerriana).


domingo, 23 de marzo de 2008

PROHIBIDO FIJAR CARTELES, Jorge Adoum



Despiertas casi cadáver cuando el reloj lo ordena,
El día no te espera, hay tanto capataz que mide
El milímetro del centavo que se atrasa por ti,
Bebes el café que te quedó de ayer y sales
Consuetudinario PROHIBIDO VOLTEAR A LA IZQUIERDA
Y casi PROHIBIDO PISAR EL CÉSPED pisas el césped
Porque ibas a caerte, luego avanzas, ciudadano
Y durable, PROHIBIDO CRUZAR sin saber para qué lado ir ni para qué
PROHIBIDO ESTACIONARSE porque no puedes
Parar la maquinaria infatigable con tu dedo
Sólo porque te entró una astilla en el alma,
OBEDEZCA AL POLICÍA así es más fácil, saluda,
Di que sí, que bueno PROHIBIDO HABLAR CON EL CONDUCTOR
Y quitándote dócilmente el sombrero estupefacto
PÓNGASE EN LA COLA anuncia tu hereje necesidad
De trabajar en lo que fuese NO HAY VACANTES,
Tal vez el año próximo por la tarde, pero no te dejan
Dejar para mañana y volverás cuando te llamen
PROHIBIDO USAR EL ASCENSOR PARA BAJAR con tus piernas, para eso
Las tienes gratis desde el último accidente
NO SE ACEPTAN RECLAMOS para que vayas a la guerra
En guerra con tu himno nacional SONRÍA, tu banderita,
La patria a la que le debes tanto, como todos,
Pero ten cuidado, imbécil: por ir pensando en tu metafísica
Descosida ibas a entrar en el parque público
PROHIBIDA LA ENTRADA, zona estratégica, tú, negro
Humano, perro cívico, civil, SILENCIO, y tú sabes
Que no debes PROHIBIDO PORTAR ARMAS, eso también
Se sabe y tampoco los proyectos de amor, los aromas
Futuros, no suena todavía la sirena de las seis
PROHIBIDAS LAS HUELGAS que es cuando puedes pensar
LEA SELECCIONES TOME COCA COLA PROHIBIDO ESCUPIR
Hombre libre de este país libre del mundo libre,
Y acatas las yuntas formidables de los diarios
Y agradeces: otros piensan por ti y les cuesta
Para que sigas libre, no te llames PROHIBIDO
USAR EL TELÉFONO sólo para tener quién pregunte
Por ti PROHIBIDAS LAS VISITAS EN LAS HABITACIONES
Vaya a creer que estás enfermo. PROHIBIDO FORMAR GRUPOS,
Porque tú, individuo, aislado, alicaído, con el vientre
Pegado al paladar que te sabe a medalla, eres inofensivo;
Mejor apágate la luz, deja para algún día los rencores,
Ponte en toque de queda, métete en ti, prolóngate
Durmiendo para que vuelvas a amanecer, heroico
De puro testarudo, a leer las nuevas instrucciones
Para hoy como un estado de sitio: prohibido tener
Libros de Marx y otros libros prohibidos llevar los cabellos
Como te dé la gana, prohibido ir a China, prohibido
Besarse en los parques, prohibido tener fotografías
Del Che, nombrar al Che, leer al Che y otros autores,
Prohibidas las faldas cortas, las películas suecas,
Las canciones de Bob Dylan, los dibujos de Siné,
Prohibido hablar mal del gobierno, prohibida
La información sobre los grupos subversivos, prohibidas
Todas las manifestaciones, queda prohibida la lucha
De clases ha dicho el Presidente, y sigues, aguantón
Y cobarde, sólo porque el instinto, él también,
Quién lo creyera, te colgó su letrero: SE PROHIBE MORIR.

Jorge Adoum,
Ecuador


sábado, 22 de marzo de 2008

FLOTANDO EN EL VIENTO, Bob Dylan



¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre
Antes de que le consideréis un hombre?
Sí, ¿cuántos mares debe surcar una paloma blanca
Antes de que ella duerma sobre la arena?
Sí, ¿cuántas veces deben las balas del cañón volar
Antes de que sean prohibidas para siempre?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
La respuesta está flotando en el viento.

¿Cuántas veces debe un hombre alzar la vista
Antes de que pueda ver el cielo?
Si, ¿cuántas orejas debe tener un hombre
Antes de que pueda oír gritar a la gente?
Sí, ¿cuántas muertes serán necesarias hasta que él comprenda
Que ya ha muerto demasiada gente?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
La respuesta está flotando en el viento.

¿Cuántos años puede una montaña existir
Antes de que sea arrastrada al mar?
Si, ¿y cuántos años pueden algunas personas existir
Antes de que se les permita ser libres?
Sí, ¿y cuantas veces puede un hombre volver su cabeza,
Fingiendo simplemente que no ve?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
La respuesta está flotando en el viento.

Bob Dylan,
EE. UU.

(Texto proporcionado por mi güey Adolfo Venegas Jara).

viernes, 21 de marzo de 2008

LO INEFABLE, Delmira Agustini



Yo muero extrañamente... No me mata la Vida,

No me mata la Muerte, no me mata el Amor;
Muero de un pensamiento mudo como una herida...
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor

De un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,
Devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida,
Que os abrazaba enteros y no daba fulgor?

¡Cumbre de los martirios!... ¡Llevar eternamente,
Desgarradora y árida, la trágica simiente
Clavada en las entrañas como un diente feroz!...

Para arrancarla un día en una flor que abriera
Milagrosa, inviolable... ¡Ah, más grande no fuera
Tener entre las manos la cabeza de Dios!

Delmira Agustini,
Uruguay

jueves, 20 de marzo de 2008

POEMA 5 DE "XENIA" II, Eugenio Montale


Del brazo tuyo he bajado por lo menos un millón de escaleras,
Y ahora que no estás cada escalón es un vacío.
También así de breve fue nuestro largo viaje.
El mío aún continúa, más ya no necesito
Los trasbordos, los asientos reservados,
Las trampas, los oprobios de quien cree
Que lo que vemos es la realidad.
He bajado millones de escaleras dándote el brazo
Y no porque cuatro ojos puedan ver más que dos.
Contigo las bajé porque sabía que de ambos
Las únicas pupilas verdaderas, aunque muy empañadas,
Eran las tuyas.

Eugenio Montale,
Italia

Texto proporcionado por "La Maga": Rosina Valcárcel



miércoles, 19 de marzo de 2008

CUANDO ENTRE HIERROS ME PUSIERON, Pompeyo del Valle



Cuando entre hierros me pusieron
Los carceleros de mi patria
Para que no cantara tu hermosura,
Oh, virgen combatiente,
Sonora estrella, luminosa
Palabra de los libres,
Yo soñaba contigo;
Yo besaba uno a uno
Tus pétalos dispersos
De rosa elemental;
yo despertaba
A cada amanecer con la memoria
De tu luz en el alma.

Yo soñaba contigo
Recordando
Muchos nombres queridos
De seres y comarcas.

De noche, en el silencio de mi celda,
Cuando sólo se oían
Los pasos del guardián
Como golpes de cuero
Rebotando en los muros,
Confiaba en tus banderas
Y todo en mi interior resplandecía.

Porque no hay fuerza en el mundo
Capaz de detenerte,
Ni piedra ni puñal que te aniquilen;
Porque tu mano, ¡oh, virgen!
Dadora de esperanza,
¡Capitana!
Fertiliza los campos y alimenta
El fuego matinal cuyo mensaje
Atravesó las rejas de mi celda
Cuando entre hierros me pusieron
Los carceleros de mi patria.

Pompeyo del Valle,
Honduras

martes, 18 de marzo de 2008

DOS SONETOS, Alcides Spelucín



I: "La hora de la desolación"


La cortina del cuarto tiene frío y tirita.
El viento entra con pasos capciosos de ladrón.
La luna es una concha llena de agua bendita,
Y mi alma ya no sabe de la santiguación.

Es tarde. Aún no duermo. ¡Hay algo que me incita
A no dormir en esta paterna habitación!
¡Yo no sé! Esta noche, en mí se han dado cita
Tantos viejos recuerdos, ¡que ya no hay extensión!

¡Y en esta alcoba muda que huele a cirio y rosa,
Hay aleteos de alma! Y una voz temblorosa,
-¡Quizá el silencio mismo!- arrastra una oración.

¡La vida que sonríe, al umbral se detiene!
¡Y hasta el oro fragante de la mañana tiene
Color de labios muertos en esta habitación!

II: "La hora penúltima"

Serás, en esa tarde, como una puerta abierta,
Y a niños y a mancebos prometerás la entrada;
Pero huirán, como huyen de la vetusta rada
Los tiernos bergantines de arboladura experta.

Será un distante anhelo de lumbre tu mirada,
Y tus ojos opacas lagunas de agua muerta.
¡Tendrás la enjuta mueca de una casa desierta,
Y el viento del olvido te dirá su balada!

Será la hora maga en que los aposentos
Se embadurnan de sombra; en que pasan los vientos
Como esas largas colas de las abuelas muertas...

¡Todo tendrá un semblante presagioso de espera,
Y se oirá, por último, la palabra agorera
De ese algo sombrío que hay detrás de las puertas!

Alcides Spelucín,
Perú


domingo, 16 de marzo de 2008

VOLVER A LOS DIECISIETE, Violeta Parra




Volver a los diecisiete
después de vivir un siglo
es como descifrar signos
sin ser sabio competente,
volver a ser de repente
tan frágil como un segundo,
volver a sentir profundo
como un niño frente a Dios,
eso es lo que siento yo
en este instante fecundo.

Se va enredando, enredando,
como en el muro la hiedra,
y va brotando, brotando,
como el musguito en la piedra.
Ay si si si

Mi paso retrocedido
cuando el de ustedes avanza,
el arco de las alianzas
ha penetrado en mi nido,
con todo su colorido
se ha paseado por mis venas
y hasta las duras cadenas
con que nos ata el destino
es como un diamante fino
que alumbra mi alma serena.

Lo que puede el sentimiento
no lo ha podido el saber,
ni el mas claro proceder
ni el más ancho pensamiento,
todo lo cambia el momento
cual mago condescendiente,
nos aleja dulcemente
de rencores y violencias,
sólo el amor con su ciencia
nos vuelve tan inocentes.

El amor es torbellino
de pureza original,
hasta el feroz animal
susurra su dulce trino,
detiene a los peregrinos,
libera a los prisioneros,
el amor con sus esmeros
al viejo lo vuelve niño
y al malo solo el cariño
lo vuelve puro y sincero.

De par en par la ventana
se abrió como por encanto,
entró el amor con su manto
como una tibia mañana,
al son de su bella diana
hizo brotar el jazmín,
volando cual serafín
al cielo le puso aretes
y mis años en diecisiete
los convirtió el querubín.

Violeta Parra,

Chile

sábado, 15 de marzo de 2008

De: VIVIR ADREDE, Mario Benedetti


64. Aleluya

Aleluya. El tiempo pasa y yo sigo viviendo, con los dolores y las ausencias de siempre pero sigo viviendo. Con la suerte y la muerte a la vista, con las golondrinas y los buitres, con el alma en pena y la cordura casi loca, con las cenizas del olvido y el pan duro de las promesas. Pero sigo viviendo.

Aleluya. En alguna rara ocasión mi soledad se llena de prójimas y mis brazos abrazan y abrasan. Mi memoria viaja de noche en noche; mis jardines, de amanecer en amanecer.

De todos los puentes cruzo el más frágil: el que une tu desolación con mi consuelo, y mi consuelo con tu desolación, Acaricio los pinos antes de que en el próximo vendaval besen el suelo.

Aleluya. Cuando encuentre la verdad aún estaré a tiempo para llevar mi infancia conmigo y clavarla luego como un afiche en la pared de la cocina. Nos vamos para volver; volvemos para irnos de nuevo. El tiempo es un viaje de escalas infinitas donde aprendemos y enseñamos algo.

Aleluya. Piso tantos umbrales que los pies desnudos me arden. Desde esos umbrales imagino el infierno, pero de pronto recuerdo (aleluya x 2) que soy ateo, tanto de Dios como del diablo.

Vivir aquí, en los arrabales del universo, no está tan mal. Dos por tres vienen pájaros curiosos, con su experiencia del espacio, y acaban colgándose en un crepúsculo de árboles. Crecimos en un exilio de la esperanza, sin advertir que era un exilio de la nada.

Aleluya. La nada también puede ser todo y los otros también pueden ser nosotros. Si la tristeza nos empapa con su lluvia, digamos aleluya aleluya, primero despacito y luego en alarido, para que al fin nos encierren, así sea medio por az

Adrede

1. Todo es adrede

De todos los tiempos, los viejos y los nuevos, quedan virutas de la vida. A pesar de las tropas invasoras, de las religiones que bendicen las guerras, de los profesionales de la tortura, de los imperios del asco, de los amos del petróleo, del fanatismo con los misiles. A pesar de todo, van quedando las virutas de la vida. A ellas nos abrazamos y encomendamos, con ellas nos nutrimos nuestra endeble conciencia y alimentamos sueños y ensoñaciones.

Todo es adrede, bien lo sabemos. Desde el maleficio de las drogas hasta el desmantelamiento de la juventud. Todo está destinado a que no creamos en nosotros mismos y menos aún en el prójimo indefenso.

Nos obligan a vender por peniques el patrimonio virgen, y en el mercado de cambio compran sentimientos con promesas. Todo es adrede: los celos y el recelo, sospechas y codicias, odios en desmesura, el rencor y la pugna. La consigna es someternos, mentirnos el futuro, reconocernos en nada.

Todo es adrede y por eso construyen ideologías/basura donde intentan moler las virutas de la vida. De la vida. La nuestra. Ah, pero no podrán. También nosotros creamos nuestro adrede. Aposta lo gastamos. Y adrede ya sabemos cómo sobrevivir.

De cachivaches

13

Los médicos cubanos han curado tantas cataratas, que deberían ocuparse de las del Niágara.

15

Se dice que aquellos pontífices que bendecían cañones, padecían insomnios evangélicos.

21

Los pordioseros piden por Dios y por Eros.

51

En los perdones, siempre hay una pizca de hipocresía.

78

Los ascensores suben al décimo piso y luego vuelven a planta baja, pero nadie los llama descensores.

Mario Benedetti,

Uruguay

viernes, 14 de marzo de 2008

FRASES DE ENTRETIEMPO, Jorge Teillier


-Vivo en el campo a riesgo de convertirme en un vegetal.

-Voy a publicar mi autobiografía, porque así puedo contar mentiras.

-La sociedad considera como leprosa a la poesía, entonces mata la imaginación y la inspiración queda relegada al desván de los muebles viejos.

-Los ecólogos son tramposos, deberían, como los indios, vivir alejados de la urbe.

-Si hay guerra, voy a comandar el batallón de los desertores.

-Los pueblos hambrientos siempre ganan la guerra, van al saqueo y lo último que pueden perder es la vida estúpida que llevan.

-A los 50 sólo me queda la andrajosa melancolía de envejecer y ser mal ejemplo para la juventud. Y eso me gusta.

-Ese poeta es demasiado perfecto, es un poeta de computadora.

-Las mesas de madera son muy importantes, porque los árboles están con uno.

-Cuando uno escoge la poesía deja el ser físico, y la inteligencia apuesta por la muerte y el asombro.

.Me gustaría ser famoso, pero sólo mirándome al espejo.

Sobre el beber y los bares

-Bebo para combatir el tiempo y los temibles pasos de la realidad.

-Bebo porque es aburrido ver la realidad.

-Con el alcohol uno se pone siútico, sin problemas con el tiempo.

-Con el vino soportas a la gente, pero la gente no te soporta.

-Beber te ayuda a estar vivo en un país de idiotas.

-Algunos son abstemios por problemas de salud. Otros, son de nacimiento y eso los hace poco humanos. Otros, son alcohólicos arrepentidos.

-En los bares nadie se molesta por las letras que tienes que pagar, por el tiempo que pasa, por los cheques a plazo.

-El bar es un punto de encuentro de fracasados. Los triunfadores son aburridos porque siempre tienen que ganar y tienen miedo a perder sin pena ni gloria.

-Estoy escribiendo un libro que le enseñe a la gente a vivir con los alcohólicos.

Jorge Teillier,

Chile


Texto proporcionado por Juan Cristóbal (igual que el de Facundo Cabral).


jueves, 13 de marzo de 2008

VIVIENDO SE APRENDE A VIVIR, Facundo Cabral


Como los budistas, sé que la palabra no es el hecho, si digo “manzana” no es la maravilla innombrable que enamora el verano. Si digo “árbol”, apenas me acerco a lo que saben las aves; el caballo siempre fue y será lo que es sin saber que así lo nombro.


Sé que la palabra no es el hecho, pero sí se que un día mi padre bajó de la montaña y dijo unas palabras al oído de mi madre, y la incendió de tal manera que hasta aquí he llegado yo, continuando el poema que mi padre comenzó con algunas palabras.


Nacemos para encontrarnos (la vida es el arte del encuentro), encontrarnos para confirmar que la humanidad es una sola familia y que habitamos un país llamado Tierra. Somos hijos del amor, por lo tanto nacemos para la felicidad (fuera de la felicidad son todos pretextos), y debemos ser felices también por nuestros hijos, porque no hay nada mejor que recordar padres felices.


Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la Tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Además, el universo siempre está dispuesto a complacernos, por eso estamos rodeados de buenas noticias. Cada mañana es una buena noticia. Cada niño que nace es una buena noticia, cada cantor es una buena noticia, porque cada cantor es un soldado menos, por eso hay que cuidarse del que no canta porque algo esconde.


Eso lo aprendí de mi madre que fue la primera buena noticia que conocí.


Se llamaba Sara y nunca pudo ser inteligente porque cada vez que estaba por aprender algo llegaba la felicidad y la distraía, nunca usó agenda porque sólo hacía lo que amaba, y eso se lo recordaba el corazón. Se dedicó a vivir y no le quedaba tiempo para hacer otra cosa.


De mi madre también aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo, ahora mismo, le puedes decir basta a la mujer (o al hombre) que ya no amas, al trabajo que odias, a las cosas que te encadenan a la tarjeta de crédito, a los noticieros que te envenenan desde la mañana, a los que quieren dirigir tu vida, ahora mismo le puedes decir “basta” al miedo que heredaste, porque la vida es aquí y ahora mismo.


Me he transformado en un hombre libre (como debe ser), es decir que mi vida se ha transformado en una fiesta que vivo, en todo el mundo, desde la austeridad del frío patagónico a la lujuria del Caribe, desde la lúcida locura de Manhattan al misterio que enriquece a la India, donde la Madre Teresa sabe que debemos dar hasta que duela.


Caminando comprobé que nos vamos encontrando con el otro, lenta, misteriosa, sensualmente, porque lo que teje esta red revolucionaria es la poesía. Ella nos lleva de la mano y debajo de la luna, hasta los últimos rincones del mundo, donde nos espera el compinche, uno más, el que continúa la línea que será un círculo que abarcará el planeta. Esta es la revolución fundamental, el revolucionarse instantáneamente para armonizar con la vida, que es cambio permanente, por eso nos vamos encontrando fatalmente para iluminar cada rincón.


Que nada te distraiga de ti mismo, debes estar atento porque todavía no gozaste la más grande alegría ni sufriste el más grande dolor. Vacía la copa cada noche para que Dios te la llene de agua nueva en el nuevo día.


Vive de instante en instante porque eso es la vida. Me costó 57 años llegar hasta aquí, ¿cómo no gozar y respetar este momento? Se gana y se pierde, se sube y se baja, se nace y se muere. Y si la historia es tan simple, ¿por qué te preocupas tanto?


No te sientas aparte y olvidado, todos somos la sal de la Tierra. En la tranquilidad hay salud, como plenitud dentro de uno. Perdónate, acéptate, reconócete y ámate, recuerda que tienes que vivir contigo mismo por la eternidad, borra el pasado para no repetirlo, para no abandonar como tu padre, para no desanimarte como tu madre, para no tratarte como te trataron ellos, pero no los culpes porque nadie puede enseñar lo que no sabe, perdónalos y te liberarás de esas cadenas.


Si estás atento al presente, el pasado no te distraerá, entonces serás siempre nuevo. Tienes el poder para ser libre en este mismo momento, el poder está siempre en el presente porque toda la vida está en cada instante, pero no digas “no puedo” ni en broma porque el inconsciente no tiene sentido de humor, lo tomará en serio y te lo recordará cada vez que lo intentes.


Si quieres recuperar la salud abandona la crítica, el resentimiento y la culpa, responsables de nuestras enfermedades.


Perdona a todos y perdónate, no hay liberación más grande que el perdón, no hay nada como vivir sin enemigos. Nada peor para la cabeza y por lo tanto para el cuerpo, que el miedo, la culpa, el resentimiento y la crítica que te hace juez (agotadora y vana tarea) y cómplice de lo que te disgusta.


Culpar a los demás es no aceptar la responsabilidad de nuestra vida, es distraerse de ella.


El bien y el mal viven dentro de ti, alimenta más al bien para que sea el vencedor cada vez que tengan que enfrentarse. Lo que llamamos problemas son lecciones, por eso nada de lo que nos sucede es en vano.


No te quejes, recuerda que naciste desnudo, entonces ese pantalón y esa camisa que llevas ya son ganancia. Cuida el presente porque en él vivirás el resto de tu vida. Libérate de la ansiedad, piensa que lo que debe ser será, y sucederá naturalmente.


Facundo Cabral,

Argentina