Visítenos ahora en

Visítenos ahora en www.juliocarmona.com

lunes, 28 de abril de 2008

DE LA DUDA, Bertolt Brecht




Loada sea la duda! Os aconsejo que saludéis

Serenamente y con respeto

A aquel que pesa vuestra palabra como una moneda falsa.

Quisiera que fueseis avisados y no dierais

Vuestra palabra demasiado confiadamente.


Leed la historia. Ved

A ejércitos invencibles en fuga enloquecida.

Por todas partes

Se derrumban fortalezas indestructibles,

Y de aquella Armada innumerable al zarpar

Podían contarse

Las naves que volvieron.


Así fue como un hombre ascendió un día a la cima inaccesible,

Y un barco logró llegar

Al confín del mar infinito.

¡Oh hermoso gesto de sacudir la cabeza

Ante la indiscutible verdad!

¡Oh valeroso médico que cura

Al enfermo ya desahuciado!


Pero la más hermosa de todas las dudas

Es cuando los débiles y desalentados levantan su cabeza

Y dejan de creer

En la fuerza de sus opresores.


¡Cuánto esfuerzo hasta alcanzar el principio!

¡Cuántas víctimas costó!

¡Qué difícil fue ver

Que aquello era así y no de otra forma!


Suspirando de alivio, un hombre lo escribió un día en el

Libro del saber.


Quizá siga escrito en él mucho tiempo y generación tras generación
De él se alimenten juzgándolo eterna verdad.

Quizá los sabios desprecien a quien no lo conozca.

Pero puede ocurrir que surja una sospecha, que nuevas experiencias
Hagan conmoverse al principio. Que la duda se despierte.


Y que, otro día, un hombre, gravemente,

Tache el principio del libro del saber.

Instruido
Por impacientes maestros, el pobre oye

Que es éste el mejor de los mundos, y que la gotera

Del techo de su cuarto fue prevista por Dios en persona.

Verdaderamente, le es difícil

Dudar de este mundo.

Bañado en sudor, se curva el hombre construyendo la casa

En que no ha de vivir.


Pero también suda a mares el hombre que construye su
Propia casa.

Son los irreflexivos los que nunca dudan.

Su digestión es espléndida, su juicio infalible.

No creen en los hechos, sólo creen en sí mismos. Si llega el caso,
Son los hechos los que tienen que creer en ellos. Tienen

Ilimitada paciencia consigo mismos. Los argumentos

Los escuchan con oídos de espía.


Frente a los irreflexivos, que nunca dudan,

Están los reflexivos, que nunca actúan.

No dudan para llegar a la decisión, sino

Para eludir la decisión. Las cabezas

Sólo las utilizan para sacudirlas. Con aire grave

Advierten contra el agua a los pasajeros de naves hundiéndose.

Bajo el hacha del asesino,

Se preguntan si acaso el asesino no es un hombre también.

Tras observar, refunfuñando,

Que el asunto no está del todo claro, se van a la cama.

Su actividad consiste en vacilar.

Su frase favorita es: «No está listo para sentencia.»

Por eso, si alabáis la duda,

No alabéis, naturalmente,

La duda que es desesperación.


¿De qué le sirve poder dudar

A quien no puede decidirse?

Puede actuar equivocadamente

Quien se contente con razones demasiado escasas,

Pero quedará inactivo ante el peligro

Quien necesite demasiadas.

Tú, que eres un dirigente, no olvides

Que lo eres porque has dudado de los dirigentes.

Permite, por lo tanto, a los dirigidos

Dudar.

Bertolt Brecht,
Alemania



domingo, 27 de abril de 2008

POEMA EN BLANCO Y NEGRO, Fernando Lamberg


Un error de muchos años sigue siendo un error.

Llamar blanca a la inocencia y negra a la perfidia

Sigue una tradición pero no una verdad.

El blanco puede ser señal de la traición

Y el negro ser la huella de la lealtad.

Una simbología obsoleta va par malos caminos.

En el ajedrez la dama negra sobre la casilla negra

Puede darte la victoria

Y la dama blanca sobre la casilla blanca

Hundirte en la derrota.

Negro es el color de un científico ante el microscopio

Y blanco el color de un asesino con una metralleta.

Negro es el carbón que mueve las máquinas

Y blanca la nieve que las paraliza.

Negra es la sartén familiar

Y blanca la mesa sin sopa y sin pan.

Negro es el color de la letra que enseña

Y blanca la página que no tiene letras.

Blanco es el fósforo que quema a los niños

Y negra la noche que los protege.

Negro es el vestido de las viudas heroicas

Y blancos los colmillos del lobo carnicero.

Durante el siglo XX

Y a comienzos del siglo XXI

Una Casa Blanca en el norte de América

Representa el símbolo de la mayor infamia.

Por eso propongo

Que con un puño de poderoso amor

Derribemos ese castillo de la perfidia

Y en su lugar levantemos la Casa Negra de la hermandad,

La Casa Negra de la paz, la Casa Negra de la alegría.

FERNANDO LAMBERG,

Chile


sábado, 26 de abril de 2008

LA CREACIÓN DEL MUNDO, Thiago de Mello


No desfloré a nadie.
La primera mujer que vi desnuda
(era adulta de alma y de cabellos)
Fue la primera que me mostró los astros,
Pero no fui el primero a quien se los mostró.

Vi el resplandor de sus nalgas
De espaldas a mí: era morena,
Mas al darse vuelta fue dorada.

Sonrió porque sus pechos me asombraron,
Por mi mirada de adolescente no acostumbrado
A la gloria de la belleza corporal.
Era de mañana en la selva, pero nacían
Estrellas de sus brazos y resbalaban
Por el cuello, lo recuerdo, era el cuello
Lo que me enseñaba a deletrear secretos
Guardados en la clavícula. Pedía,
Ya echada de bruces y llamándome,
Que posara mis labios por los pétalos
Con rocío de la nuca, eran lilas;
Que alisara, levemente, con las yemas
Las espaldas de espumas y esmeraldas;
Quería que mi mano recorriera,
Yendo y viniendo, el valle de la columna,
Trés doucement, porque me cuidaba.
Ella inauguró en mí la alegría
Inefable de dar felicidad.
Tanto conocimiento no podía
Ser sino innato, pienso ahora.
Pero no.
Era un saber hecho de experiencia,
Más que ingenio para transmitirlo.
Ella era de otras aguas, una fuente
De treinta años, que vino desde el Sena
Con el destino de darme de beber
—En la aurora de sus ojos, en sus pechos,
En la boca musical, en el mar del vientre,
En la risa de azucena, en la voz densa,
En las cejas y en el vértice de las piernas—
La miel antigua de la sabiduría,
De saber que el deseo crece cuando entiende
Que la chispa se enciende en la ternura,
Que las antesalas se prolongan
Hasta que uno esté listo para entrar en el cielo.


Thiago de Mello,
Brasil


(Texto proporcionado por Christina Castello).


viernes, 25 de abril de 2008

SUPERVIVENCIA, Aimé Cesaire



(Hace pocos días nos fue comunicada la infausta noticia del fallecimiento de Aimé Cesaire, poeta de la Martinica, en las Antillas Francesas. Le rendimos homenaje. Los compiladores).


Te evoco

Bananero patético que agitas mi desnudo corazón

En el día salmodiante

Te evoco
Viejo hechicero de las montañas sordas por la noche

Justamente la noche que precede a la última
Y sus redobles de tedio golpeando en la poterna loca de las ciudades
Enterradas

Pero no es sino el preludio de las selvas en marcha sobre el cuello
Sangrante del mundo
Es mi odio singular

Llevando a la deriva sus témpanos de hielo en el aliento de las verdaderas llamas
Dadme
Ah dadme el ojo inmortal del ámbar

Y sombras y tumbas de granito cuadriculado
Pues la barrera ideal de los planos húmedos y de las hierbas acuáticas

Escucharán en las zonas verdes
Los intérpretes del olvido anudándose y desanudándose
Y las raíces de la montaña

Exaltando la estirpe real de los almendros de la esperanza
Florecerán por los senderos de la carne
(La penuria de vivir pasando como una tempestad)
Mientras que bajo el cuartel del cielo

Un fuego de oro sonreirá
Al canto ardiente de las llamas de mi cuerpo

Aimé Cesaire,
La Martinica

(Texto tomado del libro de Balmes Lozano, Poemas de amor y rebeldía social: Poetas del mundo, antiguos y contemporáneos).

jueves, 24 de abril de 2008

ASPECTOS DEL CUENTO, Julio Cortázar



(Segunda Parte)

A mí me parece que el tema del que saldrá un buen cuento es siempre excepcional, pero no quiero decir con esto que un tema deba de ser extraordinario, fuera de lo común, misterioso o insólito. Muy al contrario, puede tratarse de una anécdota perfectamente trivial y cotidiana. Lo excepcional reside en una cualidad parecida a la del imán; un buen tema atrae todo un sistema de relaciones conexas, coagula en el autor, y más tarde en el lector, una inmensa cantidad de nociones, entrevisiones, sentimientos y hasta ideas que flotan virtualmente en su memoria o su sensibilidad; un buen tema es como un sol, un astro en torno al cual gira un sistema planetario del que muchas veces no se tenía conciencia hasta que el cuentista, astrónomo de palabras, nos revela su existencia. O bien, para ser más modestos y más actuales a la vez, un buen tema tiene algo de sistema atómico, de núcleo en torno al cual giran los electrones; y todo eso, al fin y al cabo, ¿no es ya como una proposición de vida, una dinámica que nos insta a salir de nosotros mismos y a entrar en un sistema de relaciones más complejo y hermosos?

Muchas veces me he preguntado cuál es la virtud de ciertos cuentos inolvidables. En el momento los leímos junto con muchos otros, que incluso podían ser de los mismos autores. Y he aquí que los años han pasado, y hemos vivido y olvidado tanto. Pero esos pequeños, insignificantes cuentos, esos granos de arena en el inmenso mar de la literatura, siguen ahí, latiendo en nosotros. ¿No es verdad que cada uno tiene su colección de cuentos? Yo tengo la mía, y podría dar algunos nombres. Tengo "William Wilson" de Edgar A. Poe; tengo "Bola de sebo" de Guy de Maupassant. Los pequeños planetas giran y giran: ahí está "Un recuerdo de Navidad" de Truman Capote; "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" de Jorge Luis Borges; "Un sueño realizado" de Juan Carlos Onetti; La muerte de Iván Ilich, de Tolstoi; "Cincuenta de los grandes", de Hemingway; "Los soñadores", de Izak Dinesen, y así podría seguir y seguir... Ya habrán advertido ustedes que no todos esos cuentos son obligatoriamente de antología. ¿Por qué perduran en la memoria? Piensen en los cuentos que no han podido olvidar y verán que todos ellos tienen la misma característica: son aglutinantes de una realidad infinitamente más vasta que la de su mera anécdota, y por eso han influido en nosotros con una fuerza que no haría sospechar la modestia de su contenido aparente, la brevedad de su texto. Y ese hombre que en un determinado momento elige un tema y hace con él un cuento será un gran cuentista si su elección contiene -a veces sin que él lo sepa conscientemente- esa fabulosa apertura de lo pequeño hacia lo grande, de lo individual y circunscrito a la esencia misma de la condición humana. Todo cuento perdurable es como la semilla donde está durmiendo el árbol gigantesco. Ese árbol crecerá en nosotros, dará su sombra en nuestra memoria.

Sin embargo, hay que aclarar mejor esta noción de temas significativos. Un mismo tema puede ser profundamente significativo para un escritor, y anodino para otro; un mismo tema despertará enormes resonancias en un lector, y dejará indiferente a otro. En suma, puede decirse que no hay temas absolutamente significativos o absolutamente insignificantes. Lo que hay es una alianza misteriosa y compleja entre cierto escritor y cierto tema en un momento dado, así como la misma alianza podrá darse luego entre ciertos cuentos y ciertos lectores. Por eso, cuando decimos que un tema es significativo, como en el caso de los cuentos de Chejov, esa significación se ve determinada en cierta medida por algo que está fuera del tema en sí, por algo que está antes y después del tema. Lo que está antes es el escritor, con su carga de valores humanos y literarios, con su voluntad de hacer una obra que tenga un sentido; lo que está después es el tratamiento literario del tema, la forma en que el cuentista, frente a su tema, lo ataca y sitúa verbal y estilísticamente, lo estructura en forma de cuento, y lo proyecta en último término hacia algo que excede el cuento mismo. Aquí me parece oportuno mencionar un hecho que me ocurre con frecuencia, y que otros cuentistas amigos conocen tan bien como yo. Es habitual que en el curso de una conversación, alguien cuente un episodio divertido o conmovedor o extraño, y que dirigiéndose luego al cuentista presente le diga: "Ahí tienes un tema formidable para un cuento; te lo regalo." A mí me han reglado en esa forma montones de temas, y siempre he contestado amablemente: "Muchas gracias", y jamás he escrito un cuento con ninguno de ellos. Sin embargo, cierta vez una amiga me contó distraídamente las aventuras de una criada suya en París. Mientras escuchaba su relato, sentí que eso podía llegar a ser un cuento. Para ella esos episodios no eran más que anécdotas curiosas; para mí, bruscamente, se cargaban de un sentido que iba mucho más allá de su simple y hasta vulgar contenido. Por eso, toda vez que me he preguntado: ¿cómo distinguir entre un tema insignificante, por más divertido o emocionante que pueda ser, y otro significativo?, he respondido que el escritor es el primero en sufrir ese efecto indefinible pero avasallador de ciertos temas, y que precisamente por eso es un escritor. Así como para Marcel Proust el sabor de una magdalena mojada en el té abría bruscamente un inmenso abanico de recuerdos aparentemente olvidados, de manera análoga el escritor reacciona ante ciertos temas en la misma forma en que su cuento, más tarde, hará reaccionar al lector. Todo cuento está así predeterminado por el aura, por la fascinación irresistible que el tema crea en su creador.

Llegamos así al fin de esta primera etapa del nacimiento de un cuento, y tocamos el umbral de su creación propiamente dicha. He aquí al cuentista, que ha escogido un tema valiéndose de esas sutiles antenas que le permiten reconocer los elementos que luego habrán de convertirse en obra de arte. El cuentista está frente a su tema, frente a ese embrión que ya es vida, pero que no ha adquirido todavía su forma definitiva. Para él ese tema tiene sentido, tiene significación. Pero si todo se redujera a eso, de poco serviría; ahora, como último término del proceso, como juez implacable, está esperando al lector, el eslabón final del proceso creador, el cumplimiento o fracaso del ciclo. Y es entonces que el cuento tiene que nacer puente, tiene que nacer pasaje, tiene que dar el salto que proyecte la significación inicial, descubierta por el autor, a ese extremo más pasivo y menos vigilante y muchas veces hasta indiferente que se llama lector.

Los cuentistas inexpertos suelen caer en la ilusión de imaginar que les basta escribir lisa y llanamente un tema que los ha conmovido, para conmover a su turno a los lectores. Incurren en la ingenuidad de aquel que encuentra bellísimo a su hijo, y da por supuesto que todos los demás lo ven igualmente bello. Con el tiempo, con los fracasos, el cuentista capaz de superar esa primera etapa ingenua, aprende que en la literatura no bastan las buenas intenciones. Descubre que para volver a crear en el lector esa conmoción que lo llevó a él a escribir el cuento, es necesario un oficio de escritor, y que ese oficio consiste, entre muchas otras cosas, en lograr ese clima propio de todo gran cuento, que obliga a seguir leyendo, que atrapa la atención, que aísla al lector de todo lo que lo rodea para después, terminado el cuento, volver a conectarlo con sus circunstancias de una manera nueva, enriquecida, más honda o más hermosa. Y la única forma en que puede conseguirse este secuestro momentáneo del lector es mediante un estilo basado en la intensidad y en la tensión, un estilo en el que los elementos formales y expresivos se ajusten, sin la menor concesión, a la índole del tema, le den su forma visual y auditiva más penetrante y original, lo vuelvan único, inolvidable, lo fijen para siempre en su tiempo y en su ambiente y en su sentido más primordial. Lo que llamo intensidad en un cuento consiste en la eliminación de todas las ideas o situaciones intermedias, de todos los rellenos o fases de transición que la novela permite e incluso exige. Ninguno de ustedes habrá olvidado "El barril de amontillado", de Edgar A. Poe. Lo extraordinario de este cuento es la brusca prescindencia de toda descripción de ambiente. A la tercera o cuarta frase estamos en el corazón del drama, asistiendo al cumplimiento implacable de una venganza. "Los asesinos", de Hemingway, es otro ejemplo de intensidad obtenida mediante la eliminación de todo lo que no converja esencialmente al drama. Pero pensemos ahora en los cuentos de Joseph Conrad, de D. H. Lawrence, de Kafka. En ellos, con modalidades típicas de cada uno, la intensidad es de otro orden, y yo prefiero darle el nombre de tensión. Es una intensidad que se ejerce en la manera con que el autor nos va acercando lentamente a lo contado. Todavía estamos muy lejos de saber lo que va a ocurrir en el cuento, y sin embargo no podemos sustraernos a su atmósfera. En el caso de "El barril de amontillado y de Los asesinos, los hechos despojados de toda preparación saltan sobre nosotros y nos atrapan; en cambio, en un relato demorado y caudaloso de Henry James -La lección del maestro, por ejemplo- se siente de inmediato que los hechos en sí carecen de importancia, que todo está en las fuerzas que los desencadenaron, en la malla sutil que los precedió y los acompaña. Pero tanto la intensidad de la acción como la tensión interna del relato son el producto de lo que antes llamé el oficio de escritor, y es aquí donde nos vamos acercando al final de este paseo por el cuento.

Julio Cortázar,
Argentina

miércoles, 23 de abril de 2008

ASPECTOS DEL CUENTO, Julio Cortázar



Puesto que voy a ocuparme de algunos aspectos del cuento como género literario, y es posible que algunas de mis ideas sorprendan o choquen a quienes las lean, me parece de una elemental honradez definir el tipo de narración que me interesa, señalando mi especial manera de entender el mundo.

Casi todos los cuentos que he escrito pertenecen al género llamado fantástico por falta de mejor nombre, y se oponen a ese falso realismo que consiste en creer que todas las cosas pueden describirse y explicarse como lo daba por sentado el optimismo filosófico y científico del siglo XVIII, es decir, dentro de un mundo regido más o menos armoniosamente por un sistema de leyes, de principios, de relaciones de causa y efecto, de psicologías definidas, de geografía bien cartografiadas. En mi caso, la sospecha de otro orden más secreto y menos comunicable, y el fecundo descubrimiento de Alfred Jarry, para quien el verdadero estudio de la realidad no residía en las leyes sino en las excepciones a esas leyes, han sido algunos de los principios orientadores de mi búsqueda personal de una literatura al margen de todo realismo demasiado ingenuo. Por eso, si en las ideas que siguen encuentran ustedes una predilección por todo lo que en el cuento es excepcional, trátese de los temas o incluso de las formas expresivas, creo que esta presentación de mi propia manera de entender el mundo explicará mi toma de posición y mi enfoque del problema. En último extremo podrá decirse que solo he hablado del cuento tal y como yo lo practico. Y sin embargo, no creo que sea así. Tengo la certidumbre de que existen ciertas constantes, ciertos valores que se aplican a todos los cuentos, fantásticos o realistas, dramáticos o humorísticos. Y pienso que tal vez sea posible mostrar aquí esos elementos invariables que dan a un buen cuento su atmósfera peculiar y su calidad de obra de arte.

La oportunidad de cambiar ideas acerca del cuento me interesa por diversas razones. Vivo en un país -Francia- donde este género tiene poca vigencia, aunque en los últimos años se nota entre escritores y lectores un interés creciente por esa forma de expresión. De todos modos, mientras los críticos siguen acumulando teorías y manteniendo enconadas polémicas acerca de la novela, casi nadie se interesa por la problemática del cuento. Vivir como cuentista en un país donde esta forma expresiva es un producto casi exótico, obliga forzosamente a buscar en otras literaturas el alimento que allí falta. Poco a poco, en sus textos originales o mediante traducciones, uno va acumulando casi rencorosamente una enorme cantidad de cuentos del pasado y del presente, y llega el día en que puede hacer un balance, intentar una aproximación valorativa a ese género de tan difícil definición, tan huidizo en sus múltiples y antagónicos aspectos, y en última instancia tan secreto y replegado en sí mismo, caracol del lenguaje, hermano misterioso de la poesía en otra dimensión del tiempo literario.

Pero además de ese alto en el camino que todo escritor debe hacer en algún momento de su labor, hablar del cuento tiene un interés especial para nosotros, puesto que casi todos los países americanos de lengua española le están dando al cuento una importancia excepcional, que jamás había tenido en otros países latinos como Francia o España. Entre nosotros, como es natural en las literaturas jóvenes, la creación espontánea precede casi siempre al examen crítico, y está bien que así sea. Nadie puede pretender que los cuentos sólo deban escribirse luego de conocer sus leyes. En primer lugar, no hay tales leyes; a lo sumo cabe hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan poco encasillable; en segundo lugar los teóricos y los críticos no tienen por qué ser los cuentistas mismos, y es natural que aquellos sólo entren en escena cuando exista ya un acervo, un acopio de literatura que permita indagar y esclarecer su desarrollo y sus cualidades.

En América, tanto en Cuba como en México o Chile o Argentina, una gran cantidad de cuentistas trabaja desde comienzos de siglo, sin conocerse entre sí, descubriéndose a veces de manera casi póstuma. Frente a ese panorama sin coherencia suficiente, en el que pocos conocen a fondo la labor de los demás, creo que es útil hablar del cuento por encima de las particularidades nacionales e internacionales, porque es un género que entre nosotros tiene una importancia y una vitalidad que crecen de día en día. Alguna vez se harán las antologías definitivas -como las hacen los países anglosajones, por ejemplo- y se sabrá hasta dónde hemos sido capaces de llegar. Por el momento no me parece inútil hablar del cuento en abstracto, como género literario. Si nos hacemos una idea convincente de esa forma de expresión literaria, ella podrá contribuir a establecer una escala de valores para esa antología ideal que está por hacerse. Hay demasiada confusión, demasiados malentendidos en este terreno. Mientras los cuentistas siguen adelante su tarea, ya es tiempo de hablar de esa tarea en sí misma, al margen de las personas y de las nacionalidades. Es preciso llegar a tener una idea viva de lo que es el cuento, y eso es siempre difícil en la medida en que las ideas tienden a lo abstracto, a desvitalizar su contenido, mientras que a su vez la vida rechaza angustiada ese lazo que quiere echarle la conceptualización para fijarla y categorizarla. Pero si no tenemos una idea viva de lo que es el cuento habremos perdido el tiempo, porque un cuento, en última instancia, se mueve en ese plano del hombre donde la vida y la expresión escrita de esa vida libran una batalla fraternal, si se me permite el término; y el resultado de esa batalla es el cuento mismo, una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia. Sólo con imágenes se puede trasmitir esa alquimia secreta que explica la profunda resonancia que un gran cuento tiene entre nosotros, y que explica también por qué hay muchos cuentos verdaderamente grandes.

Para entender el carácter peculiar del cuento se le suele comparar con la novela, género mucho más popular y sobre el cual abundan las preceptivas. Se señala, por ejemplo, que la novela se desarrolla en el papel, y por lo tanto en el tiempo de la lectura, sin otro límite que el agotamiento de la materia novelada; por su parte, el cuento parte de la noción de límite, y en primer término de límite físico, al punto que en Francia, cuando un cuento excede las veinte páginas, toma ya el nombre de nouvelle, género a caballo entre el cuento y la novela propiamente dicha. En ese sentido, la novela y el cuento se dejan comparar analógicamente con el cine y la fotografía, en la medida en que una película es en principio un "orden abierto", novelesco, mientras que una fotografía lograda presupone una ceñida limitación previa, impuesta en parte por el reducido campo que abarca la cámara y por la forma en que el fotógrafo utiliza estéticamente esa limitación. No sé si ustedes han oído hablar de su arte a un fotógrafo profesional; a mí siempre me ha sorprendido el que se exprese tal como podría hacerlo un cuentista en muchos aspectos. Fotógrafos de la calidad de un Cartier-Bresson o de un Brasai definen su arte como una aparente paradoja: la de recortar un fragmento de la realidad, fijándole determinados límites, pero de manera tal que ese recorte actúe como una explosión que abre de par en par una realidad mucho más amplia, como una visión dinámica que trasciende espiritualmente el campo abarcado por la cámara. Mientras en el cine, como en la novela, la captación de esa realidad más amplia y multiforme se logra mediante el desarrollo de elementos parciales, acumulativos, que no excluyen, por supuesto, una síntesis que dé el "clímax" de la obra, en una fotografía o en un cuento de gran calidad se procede inversamente, es decir que el fotógrafo o el cuentista se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un acaecimiento que sean significativos, que no solamente valgan por sí mismos, sino que sean capaces de actuar en el espectador o en el lector como una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucha más allá de la anécdota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento. Un escritor argentino, muy amigo del boxeo, me decía que en ese combate que se entabla entre un texto apasionante y su lector, la novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out. Es cierto, en la medida en que la novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases. No se entienda esto demasiado literalmente, porque el buen cuentista es un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando ya las resistencias más sólidas del adversario. Tomen ustedes cualquier gran cuento que prefieran, y analicen su primera página. Me sorprendería que encontraran elementos gratuitos, meramente decorativos. El cuentista sabe que no puede proceder acumulativamente, que no tiene por aliado al tiempo; su único recurso es trabajar en profundidad, verticalmente, sea hacia arriba o hacia abajo del espacio literario. Y esto, que así expresado parece una metáfora, expresa sin embargo lo esencial del método. El tiempo del cuento y el espacio del cuento tienen que estar como condenados, sometidos a una alta presión espiritual y formal para provocar esa "apertura" a que me refería antes. Basta preguntarse por qué un determinado cuento es malo. No es malo por el tema, porque en literatura no hay temas buenos ni temas malos, solamente hay un buen o un mal tratamiento del tema. Tampoco es malo porque los personajes carecen de interés, ya que hasta una piedra es interesante cuando de ella se ocupan un Henry James o un Franz Kafka. Un cuento es malo cuando se lo escribe sin esa tensión que debe manifestarse desde las primeras palabras o las primeras escenas. Y así podemos adelantar ya que las nociones de significación, de intensidad y de tensión han de permitirnos, como se verá, acercarnos mejor a la estructura misma del cuento. Decíamos que el cuentista trabaja con un material que calificamos de significativo. El elemento significativo del cuento parecería residir principalmente en su tema, en el hecho de escoger un acaecimiento real o fingido que posea esa misteriosa propiedad de irradiar algo más allá de sí mismo, al punto que un vulgar episodio doméstico, como ocurre en tantos admirables relatos de una Katherine Mansfield o un Sherwood Anderson, se convierta en el resumen implacable de una cierta condición humana, o en el símbolo quemante de un orden social o histórico. Un cuento es significativo cuando quiebra sus propios límites con esa explosión de energía espiritual que ilumina bruscamente algo que va mucho más allá de la pequeña y a veces miserable anécdota que cuenta. Pienso, por ejemplo, en el tema de la mayoría de los admirables relatos de Anton Chejov. ¿Qué hay allí que no sea tristemente cotidiano, mediocre, muchas veces conformista o inútilmente rebelde? Lo que se cuenta en esos relatos es casi lo que de niños, en las aburridas tertulias que debíamos compartir con los mayores, escuchábamos contar a los abuelos o a las tías; la pequeña, insignificante crónica familiar de ambiciones frustradas, de modestos dramas locales, de angustias a la medida de una sala, de un piano, de un té con dulces. Y, sin embargo, los cuentos de Katherine Mansfield, de Chejov, son significativos, algo estalla en ellos mientras los leemos y nos proponen una especie de ruptura de lo cotidiano que va mucho más allá de la anécdota reseñada.

Ustedes se han dado ya cuenta de que esa significación misteriosa no reside solamente en el tema del cuento, porque en verdad la mayoría de los malos cuentos que todos hemos leído contienen episodios similares a los que tratan los autores nombrados. La idea de significación no puede tener sentido si no la relacionamos con las de intensidad y de tensión, que ya no se refieren solamente al tema sino al tratamiento literario de ese tema, a la técnica empleada para desarrollar el tema. Y es aquí donde, bruscamente, se produce el deslinde entre el buen y el mal cuentista. Por eso habremos de detenernos con todo el cuidado posible en esta encrucijada, para tratar de entender un poco más esa extraña forma de vida que es un cuento logrado, y ver por qué está vivo mientras otros, que aparentemente se le parecen, no son más que tinta sobre papel, alimento para el olvido.

Miremos la cosa desde el ángulo del cuentista y en este caso, obligadamente, desde mi propia versión del asunto. Un cuentista es un hombre que de pronto, rodeado de la inmensa algarabía del mundo, comprometido en mayor o en menor grado con la realidad histórica que lo contiene, escoge un determinado tema y hace con él un cuento. Este escoger un tema no tan es sencillo. A veces el cuentista escoge, y otras veces siente como si el tema se le impusiera irresistiblemente, lo empujara a escribirlo. En mi caso, la gran mayoría de mis cuentos fueron escritos -cómo decirlo- al margen de mi voluntad, por encima o por debajo de mi conciencia razonante, como si yo no fuera más que un médium por el cual pasaba y se manifestaba una fuerza ajena. Pero eso, que puede depender del temperamento de cada uno, no altera el hecho esencial, y es que en un momento dado hay tema, ya sea inventado o escogido voluntariamente, o extrañamente impuesto desde un plano donde nada es definible. Hay tema, repito, y ese tema va a volverse cuento. Antes que ello ocurra, ¿qué podemos decir del tema en sí? ¿Por qué ese tema y no otro? ¿Qué razones mueven consciente o inconscientemente al cuentista a escoger un determinado tema?

(Continuará…)

Julio Cortázar,
Argentina


lunes, 21 de abril de 2008

VEINTE POEMAS DE AMOR, Pablo Neruda



POEMA 8

Abeja blanca zumbas —ebria de miel— en mi alma

Y te tuerces en lentas espirales de humo.

Soy el desesperado, la palabra sin ecos,

El que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.

Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.

En mi tierra desierta eres la última rosa.
Ah silenciosa!

Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.

Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.

Tienes ojos profundos donde la noche alea.

Frescos brazos de flor y regazo de rosa.

Se parecen tus senos a los caracoles blancs.

Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra.
Ah silenciosa!

He aquí la soledad de donde estás ausente.

Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.

El agua anda descalza por las calles mojadas.

De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.

Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.

Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
Ah silenciosa!

Pablo Neruda,

Chile

(Texto proporcionado por Manuel Mosquera).

domingo, 20 de abril de 2008

VOZ DE ORDEN, Juan Gonzalo Rose




Vamos al campo, pronto, vamos todos.
Vamos al campo, todos, vamos pronto.
Esta es la orden general del viento.

Pero no vamos a ir a sembrar
Campanas ni a aplaudir la vuelta de los gorriones
Ni a sentarnos al borde del arroyo
A ver cómo se pudre de amor la primavera.

Vamos al campo, todos, ven conmigo.
Vamos al campo pronto, ven contigo.
Vamos al campo abierto de la guerra
A buscarle la muerte al enemigo.

Basta ya de mentiras
Que nos tienen con los huesos hinchados.
Basta ya de verdades
Que nos tienen colgados de los suelos.
Basta de andarse con el tronco ardiendo
Y por fuera sólo haciendo versos.

Vamos al campo, todos, vamos pronto,
Para enseñarle al malo lo que es bueno,
Ahora cuando todo está claro, muy claro.

Aquel que anda buscando cuatro patas al gato,
Hace más de cien años que nos cuentan el cuento
Mientras cada cien días asesinan al pueblo.

Maldito el que me diga que me calle la boca
Mientras se va cantando ¡Viva la América libre y serena!

Algunos me dirán que no es cristiano
Cantar de esta manera
Yo les pregunto a todos los cristianos:
¿Es cristiana la guerra?
¿Es cristiano que venga el extranjero
A quitarnos las uñas de la tierra?
¿Es el hambre cristiano?
¿Son cristianos los mocos
De los niños tullidos de inocencia
Sin que sus pies descalzos correteen
En el patio de la tibia primavera?
¿Es cristiano el pan cuando es ajeno el trigo?
Yo les pregunto a todos los cristianos
¿Son cristianos todos los cristianos?

Aquél que entre vosotros esté libre de culpa
Que lo diga ya y que les devuelva la dicha a mis hermanos .

Juan Gonzalo Rose,
Perú


(Texto proporcionado por Gustavo Pérez Hinojosa).



sábado, 19 de abril de 2008

LOS POETAS, Alexander Blok


En las afueras de la ciudad crece solitario un barrio
Sobre una tierra movediza y pantanosa.
Allí viven los poetas y se saludan
Unos a otros con una sonrisa arrogante.

El día se levanta inútil y radiante
Sobre este triste pantano:
Sus habitantes lo dedican al vino
Y al trabajo arduo y persistente.

Cuando se emborrachan se juran amistad,
Conversan cínica y despiadadamente
Hasta el amanecer. Luego, entregados a su pasión
Trabajan cual necios sin remedio.

De pronto, salen a rastras de sus buhardillas
Para mirar cómo arde el mar entre la tarde:
Con los ojos abiertos quedan cautivados
Por las trenzas doradas de las muchachas que pasan.

Enternecidos sueñan el Siglo de Oro,

Amigablemente riñen a sus editores
Y lloran con amargura sobre una florecilla
O sobre alguna nubecilla perlada.

¡Así viven los poetas, amigo lector!
Quizás tú pienses que todo esto sea peor
Que tus diarios débiles y vanos esfuerzos,
Que tu charco pequeño burgués.

No, querido lector, mi crítico ciego,
Por lo menos los poetas tienen
Sus musas, sus nubecillas, su Siglo de Oro,
¡Todo lo que para ti es inaccesible...!

Tú estás a gusto contigo mismo, con tu esposa,
Con tu vida reducida,
Pero los poetas sufren de dipsomanía mundial
Y para ellos es poco una vida así.

No importa que mueran, como perros, tras la valla
O que la vida los haya enlodado.
Creen que algún Dios los trajo aquí
Para que besaran la ventisca y la nieve...

Alexander Blok,
Rusia

(Traducción de Jorge Bustamante García).

(Texto proporcionado por Jesús Ricse Villar
).

viernes, 18 de abril de 2008

AMIGOS, Julio Carmona



No me canso de leer
A este Vallejo
Con sus huesos humanos
Doliéndome en el verbo.

No me canso de hundir
Mi lengua en los múltiples
Ojos de Neruda
Y su última voz
Sonándome en la dicha.

No me detengo y tomo
Desde su amplio corazón
A Eluard y sus pulmones
Llenos de mundo y
“odio
al reino de los burgueses
al reino de los policías y los curas”.

No por eso mis demás
Amigos,
Compañeros del sueño
Y la vigilia,
Llegan a escarbarme menos:
Mis amigos
Me palpan con su amor
Mis asperezas.

Mis amigos,
Junto a Paul, Pablo y César,
Me exprimen la tenaz
Filantropía de la muerte
En este vacío de amor
Que me enardece.

Julio Carmona,
Perú


jueves, 17 de abril de 2008

A CÉSAR VALLEJO, Gustavo Valcárcel


a David y Jorge Turner



ESTOY sufriendo
Cuánto debiste haber sufrido
A espaldas del amor
De bruces sobre el mundo
Oliendo oliendo la tristeza ajena.


Qué valiente manera de sufrir
Por la pierna de los cojos
Por el verbo de los mudos
O la alondra de los ciegos.


Poesía heroica, coronación del sufrimiento,
Camarada, camarada,
En qué tarde te nació la pena
Sobre qué a llegaste a la sufriente zeta.


Cuando escríbote estas cartas
Pienso en piedra, hablo en roca,
Gimo en Ande, para llegar
Donde tú sufres las palabras
De puro tierno que eres.


Te encuentro en el crucero de la vida
Partida en muchas sílabas el alma
Prometiendo traerle a la consonante una vocal
Y un verso a la palabra huérfana.


Mucho debiste haber sufrido
En noches parecidas, en días innombrables,
Cuando se deben tantas cosas
Y no hay nada que cobrar.


Pero más debiste haber sufrido
Al ver por la misma calle regresar
Al niño sin la golosina
A la joven sin el vestido nuevo
Al estudiante sin la nota buena
Al poeta sin su libro
Al obrero sin trabajo
Y a ti mismo en medio de lo horrendo.


Pero aún más debiste haber sufrido
Por Pedro y Pablo, por Juana y Carmen,
Por el Perú y España, por todo el universo
Y el camarada aquél del catafalco ensangrentado.


Y con el dolor al frente y a la izquierda
Con la pena arriba, abajo, a la derecha,
Con la tristeza en ti, atrás de todos,
En medio de tanto sufrimiento
Sólo el comunismo te fue alegre.


Gustavo Valcárcel,

Perú


(Texto tomado del blog COSAS QUE (ME) PASAN)




miércoles, 16 de abril de 2008

PIEDRA NEGRA SOBRE PIEDRA ROJA, Juan Gonzalo Rose


Ya no le tenéis miedo
A César el Vallejo,

Ya no guerrea,
Ya no suda,
Ya no canta,
Hundís vuestra cabeza en su boca tremenda,
Ya no muerde,
Hasta le amáis ahora
Vosotros mercaderes
Polizontes
Profesionales del hacerse el sueco.

Habéis dicho que venga
Ahora que está muerto ¡así qué gracia!
Hasta podéis ponerlo en vuestras mesas
Y usar de ceniceros sus alvéolos,
Colgar de su esqueleto una campana
Para la cita con que el Directorio
(Un toro calvo y otros cuatro gatos)
Iluminan la sala respetable
Con curvas-secretarias y alegatos.

¿Y para qué traerlo?
¿Queréis estar seguros de que ha muerto?
¿Queréis poner el dedo en esa llaga?
Él no la tiene, mártir, al costado:
Su llaga está en la tierra,
Está en la tierra y se llama España.

O lo que queréis acaso con vosotros, por temor
A que todos rodeemos su cadáver
Y le digamos: ¡César levántate y combate!
Y entonces él, usando otra vez su vos llorada,
Repita como entonces: la harina es de los pobres
Y los demás se pelan ¡camarada!,
O lo queréis
Para decirle Juanito: toca no hace nada
Para decirle a Yohnny: hinca, no hace nada
(Se toca y no se lee: ¡peruanada!

Casi os comprendo, casi:
Estando en vuestras manos
Lo pondréis en museos
A él, que como nadie
Llevaba tan Vallejos sus huesos por las calles,
Casi os comprendo, claro,
Le aplicaréis domados psicoanálisis
Para explicar por qué llegado un día
Él se fue a la España guerrillera, con su voz
Con su cholo y su manera...
(No faltará pintor iluminado
-Señor de rentas pulcro y afeitado
De esos que pintan muy de cuando en cuando-
Que le haga un cuadro donde se le vea
Vestido de sargento y comulgando).

Ya no le tenéis miedo
A César el Vallejo,
Ya no guerrea,
Ya no suda,
Ya no canta,
Ya no os dice aquello:
No quiero ver yo piedra sobre piedra
De ese Perú de sedas y de cuarzo
¡Pero temblad!: su poesía vive
Y anda por la tierra reclutando
Los guerrilleros que vendrán en Marzo.

Juan Gonzalo Rose,
Perú

martes, 15 de abril de 2008

ESPAÑA APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ , César Vallejo


Masa


Al fin de la batalla,
Y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
Y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”.
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:

“No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
Clamando: “Tanto amor y no poder nada contra la muerte”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
Con un ruego común: “¡Quédate hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
Le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
Incorporóse lentamente,
Abrazó al primer hombre; echóse a andar…


Mass

When the battle over,
And the fighter dead, a man came towards him
And said to him, “Don’t die, I love you so much!”
Butt he corpse, alas, went on dying.

Two men approached him and said again,
“Don’t leave us ¡Courage! Come back to life!”
Butt he corpse, alas, went on dying.

Twenty, a hundread, a thousand, five-hundread thousand
Came up to him, crying: “So much love and to be unable to overcome death!”
Butt he corpse, alas, went on dying.

Millions of individuals sorrounded him;
With a common request: “Brother, stay!”
Butt he corpse, alas, went on dying.

Then all the menof the Earth surrounded him;
Deeply moved, the sad corpse saw them;
He got up slowly, Embraced the first man, started to walk…

(Traducido al inglés por Ronald Hopper).


Masse

A la fin de la bataille
Et mort le combattant, un home vers lui s’avança
Et lui dit: “Ne meurs pas; je t’aime tant!”
Mais le cadáver, hélas! continua de mourir.

Deux autres vinrent à lui, lui répétant:
“Ne nous quitte pas! Courage! Reviens à la vie”
Mais le cadáver, hélas! continua de mourir.

Vingt, cent, mille, et cinq cent mille autres accoururent,
Clamant: “Tant d’amour, et ne rien pouvoir contre la mort!”
Mais le cadáver, hélas! continua de mourir.

Des millions d’hommes s’unirent
Dans une commune prière: “Reste-nous, frère!”
Mais le cadáver, hélas! continua de mourir.

Alors, tous les hommes de la terre l’entourèrent;
Le cadáver les vit, triste,èmotionné;
Lentement se dressa,
Prit le premier homme dans ses bras; se mit à marcher…

(Traducido al francés por: Georgette de Vallejo).

Masa

Auja majanacuy puchucaytam,
Majanacuj huañucun chayri, huc runa paypa casjanman chayaycuspan:
“¡Ama huañullaychu, nirajtam cuyayqui”, niycurja.
Ayañataj ¡huay! huiñaychacuspanri huañucuycuchcarja.

Iscay runaña asuycuspan musujmanta rimapayaycurjacu:
“¡Ama sajehuaycuchu! ¡Jalinchacuy! ¡Causayman cutirimuy!”, rispancu.
Ayañataj ¡huay! huiñaychacuspanri huañucuycuchcarja.

Hinaman payman chayaycurjacu iscay chunca, pachac,
Huaranja, pichja pachac huaranja runa
Japarillahuanña: “¡Hucnananaj cuyacuy imaynamá manaja
Atipanchu huañuypa callpanta!”, nispancu.
Ayañataj ¡huay! huiñaychacuspanri huañucuycuchcarja.

Huara-huaranjampiña huñunacuncu muyuriynimpi ruracuna
Huc simillapiña mañacuspancu: “¡Jeparicuy ñojaycuhuan huaujellay!”
Ayañataj ¡huay! huiñaychacuspanri huañucuycuchcarja.

Hinaptin tejsi muyuntinmanta runacunaña
Chaupicharjuncu; ayari chayña jahuarirjon paycunata llaquisja
Sonjon chaspisja;
Hinaman allichallamanta hatarirjuspan
Marjaricuycurja jayllampi caj runata; chaymantari puriyta jallaycurja …

(Traducido al quechua por Teodoro Meneses ).

(Textos proporcionados por Fransiles Gallardo).

Масса

В Конец сражения,
V
konets srabrrenia
И умершего боец, пришел человек

Y umershego boets, prishol chelavek
к нему .Y сказал ему:
k
ñemú . Y skazal yemú
"не умирай, любил тебя настолько! "

ne umerai, liuvil tibia nastolka
Но труп вздох! он продолжил умирать.

No trup vzdoj¡ on prodalrril umerat
К нему приблизились два и они повторили:

K ñemú priblizilis dva y oñi pavtarili
"не оставляй нас! Стоимость! Возвращайся в жизнь",

Ne
octabliai nas! Ctoimas! Basbrashaisia v rrizni
но труп вздох! он продолжил умирать.

No
trup vzdoj! on prodalrril umerat
Обратились к нему двадцать, сто, тысяча,
Obratilis
k nemú dbadsat, sto, tiisicha
пятьсот тысячи, Взывая:
piatsot
tiisicha, Vziibaya
"Настолько любовь и совсем не мочь против смерти ",

Nastolka lliubov y cavsiem ne moch protiv smerti
но труп вздох! он продолжил умирать.
No trup vzdoj! on prodalrril umerat
Его окружили миллионы индивидов,
cобщая просьба:
Yegvo akrurrili millioni indibidov
"Оставайся братом! ", но труп

Astavaicia Bratám!, no trup
Тогда, все мужчины земли окружили Его;

Tagda, vsie murrchinii zemlí akrurrili Egvo
их увидел грустный, взволнованный труп;
ij uvidel grustniei, vzvolnovanniei trup,
он присоединился медленно , Обнял первого человека;

on prisaediñilsia medlenna, Abñial pervovgva chelaveka
начал передвигаться в хождение
nachal peredvgatsia v jarrdenie


(Traducido al ruso por Jesús Ricse Villar, texto proporcionado por él mismo).

Massa

Finita la battaglia
E morto il combattente, a lui venne un uomo

E disse: "Non morire. Ti amo tanto."

Ahi, ma il cadavere seguitò a morire.

In due si avvicinarono e insistevano:
"Non lasciarci. Coraggio. Torna in vita."

Ahi, ma il cadavere seguitò a morire.

Accorsero venti, cento, mille, cinquecentomila,
Gridando: "Tanto amore, e nulla si può contro la morte".

Ahi, ma il cadavere seguitò a morire.

Lo circondarono milioni d'individui
Con preghiera comune: "Resat, fratello!"

Ahi, ma il cadavere seguitò a morire.

Allora tutti gli uomini della terra
Lo circondarono; li vide il cadavere triste, emozionato;

Si drizzò lentamente,

Abbracciò il primo uomo, si avviò.

(Traducido al italiano por Roberto Paoli. Texto Proporcionado por Sonia Castillo).