Visítenos ahora en

Visítenos ahora en www.juliocarmona.com

jueves, 29 de mayo de 2008

BREVE ANTOLOGÍA, Alejandro Romualdo



PERÚ EN ALTO

Según mi modo de sentir el fuego
Soy del amor: sencillamente ardiendo.
Según mi modo de sufrir el mundo,
Soy del Perú, sencillamente siendo.

Tierra del sol, marcada al negro vivo,
Llorando sangre por los poros, sombra
A media luz del bien, a media noche
Del día por venir. Yo estoy contigo.

Golpe, furia, Perú: ¡todo es lo mismo!
Saber, a ciencia incierta, lo que somos,
Buscando a media luz, otro destino,
Con todo el cielo encima de los hombros.

Por eso quiero alzarte, recibirte
Con los besos abiertos,
Junto a la luz,
Ardiendo de alegría.


SOBRE LA INFANCIA


La infancia nos llena la cabeza de luciérnagas,
De polvo las rodillas y los ojos nos cubre
Dulcemente. La infancia nos llena las manos
De globos y limosnas; la boca de pitos y azucenas
Y nos cobre las espaldas con sus plumas de cigüeña.
En la infancia son monarcas los ratones y los dientes.
¡Oh la infancia, la hora blanca del reloj,
El tierno silabario, el bonete de los ángeles y el duende!
Uno se siente nuevo, herido por un corcho,
Muerto heroicamente sobre un caballo de madera:
Amo mi infancia, mi corazón en pantalones cortos.



EL CUERPO QUE TÚ ILUMINAS


Porque eres como el sol de los ciegos, Poesía,
Profunda y terrible luz que adoro diariamente.
Mis ojos se queman como los ojos de las estatuas
Mi corazón padece como un vaso de vino en un armario.

Tú eres un puente de agonía, un mar animado
De agua viva y palpitante. Tú te alzas y brillas:
Yo giro alrededor de ti; alta y pura te miro
Como los perros a la luna, como un semáforo para morir.

¡Oh Poesía incesante, mi buitre cotidiano,
Me tocó servirte en el reparto de sufrimientos:
Como un niño exploraba las tierras pálidas del sol.

¡Oh Poderosa! Yo soy para ti uno de los miembros
De esta numerosa familia sideral
Compuesta de padres e hijos milenarios.
Yo soy para ti la noche: Tú me enciendes,
Ardo en el vientre universal,
Rabio con las olas y las nubes,
Escribo al girasol que me ama diariamente deslumbrado.

Yo te devuelvo, amor mío, como un espejo desierto
En cuyas entrañas están las cenizas de donde Tú renaces.
Yo te devuelvo amor, mi vientre se renueva sin cesar.
Tú te ocultas y muerdes, entonces, como una ola gloriosa, llena de dulzura y vigor.

¡Oh Poesía, mi rayo divino y cruel, clava tu pico,
Devora el fuego que me abate, apaga esta zarza inmortal!

He aquí mi cuerpo, roído por las estrellas,
Pálido y silencioso como un dios que ha cesado
Y que Tú arrastras, borrándolo, como el mar o la muerte.



SI ME QUITARAN TOTALMENTE TODO


Si me quitaran totalmente todo
Si, por ejemplo, me quitaran el saludo
De los pájaros, o los buenos días
Del sol sobre la tierra,
Me quedaría
Aún
Una palabra. Aún me quedaría una palabra
Donde apoyar la voz.

Si me quitaran las palabras,
O la lengua,
Hablaría con el corazón
En la mano,
O con las manos en el corazón.

Si me quitaran una pierna
Bailaría en un pie.
Si me quitaran un ojo
Lloraría en un ojo.
Si me quitaran un brazo
Me quedaría el otro,
Para saludar a mis hermanos,
Para sembrar los surcos de la tierra,
Para escribir todas las playas del mundo, con tu nombre, amor mío.



RESPONSO POR UN PAYASO NEGRO


Aquí yace Sam Brown. Aquí descansa su rueda pálida,
La que hacía girar sencillamente bajo sus pies como
Un planeta o una ola.
Lejos de su infancia silvestre, de la fiebre sexual, del
Tambor y de la danza hirviente.
Lejos. Dejó su infancia de leopardos y grullas y flores exóticas.
Aquí yace, más frío que la luna, más triste que el vino,
Derramado y oscuro como un vaso de miel para todas las
Moscas de la destrucción.
Una familia de arlequines le reza. Los astros del circo lloran
Y se apagan:
La muerte es una rueda muy traicionera, un jaguar silencioso
Que cae desde lo alto -desde cualquier hora-
Como un fruto encendido cae desde cualquier estación.
Aquí yace Sam Brown, más pálido que un espejo bajo la
Hierba mortal.
Su último traje ya no se arruga, el traje de la función final
En la cual tenía que caer junto con el telón
De la vida y la rueda.

Pidamos que la muerte no nos deje decir nada.
Pidamos que la muerte nos separe, nos desgaje suavemente.
Pidamos que nos haga desaparecer como un ilusionista.
Roguemos porque la muerte llegue como el extraño que nos pregunta por la hora.
Porque Sam Brown ya no se mueve.
Porque aquí yace Sam Brown como un girasol ciego.


Alejandro Romualdo,

Perú




miércoles, 28 de mayo de 2008

ALEJANDRO ROMUALDO: EL CONSTRUCTOR DE SUEÑOS, Juan Cristóbal



El pueblo peruano y su poesía están de duelo. Acaba de apagarse la voz de uno de sus más grandes exponentes: Alejandro Romualdo. En momento tan duro, BOSQUE DE PALABRAS, se suma a ese dolor. Y, a manera de homenaje, publicamos la siguiente semblanza, que firma el poeta Juan Cristóbal.



Alejandro Romualdo, (Trujillo, 1926) Premio Nacional de Poesía 1945, ilumina con sus sueños y poemas las llagas cotidianas de nuestra patria. “De esta sociedad no puedo esperar nada”, repite mientras nos revela el mundo con las brasas y ternuras de sus libros, siempre tan rebeldes y apasionantes como su creador.


Autor de libros importantes: La Torre de los Alucinados (1951), Mar de Fondo (1951), España Elemental (1952), Como Dios Manda (1967), Cuarto Mundo (1970), El Movimiento y el Sueño (1971) y también polémicos, como Edición Extraordinaria (1958), que hizo decir a Vargas Llosa y al crítico José Miguel Oviedo, en tono feroz, que ese “no era un libro de poesía sino de política”, a pesar de que en esa obra está uno de los mejores poemas de la literatura hispanoamericana, “Canto Coral a Túpac Amaru, que es la libertad”, que aquí reproduzco:


CANTO CORAL A TÚPAC AMARU QUE ES LA LIBERTAD


“Yo ya no tengo paciencia para aguantar todo esto”

Micaela Bastidas


Lo harán volar
Con dinamita. En masa
Lo cargarán, lo arrastrarán. A golpes
Le llenarán de pólvora la boca.
Lo volarán:

¡Y no podrán matarlo!


Lo pondrán de cabeza. Arrancarán
Sus deseos, sus dientes y sus gritos.
Lo patearán a toda furia. Luego
Lo sangrarán:

¡Y no podrán matarlo!


Coronarán con sangre su cabeza;
Sus pómulos, con golpes. Y con clavos
Sus costillas. Le harán morder el polvo.
Lo golpearán.

¡Y no podrán matarlo!


Le sacarán los sueños y los ojos.
Querrán descuartizarlo grito a grito.
Lo escupirán. Y a golpe de matanza
Lo clavarán.

¡Y no podrán matarlo!


Lo pondrán en el centro de la plaza,
Boca arriba, mirando al infinito.
Le amarrarán los miembros. A la mala
Tirarán.

¡Y no podrán matarlo!


Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.


Querrán descuartizarlo, triturarlo,
Mancharlo, pisotearlo, desalmarlo.
Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.


Al tercer día de los sufrimientos,
Cuando se crea todo consumado,
Gritando: ¡Libertad! Sobre la tierra,
Ha de volver.

¡Y no podrán matarlo!


La vida de Romualdo ha sido una violenta ráfaga de hostigamientos, incomprensiones, persecuciones -políticas y literarias-, sin embargo siempre estuvo en primera fila defendiendo las causas más nobles de los pobres del país. Obviamente, el estado no ha comprendido su grandeza literaria. De esto da fe su experiencia militante y su fe siempre permanente en el socialismo. A pesar del reconocimiento unánime, y no sólo a nivel continental, el poeta jamás pidió nada, sino al contrario, dio todo para ayudar a construir las esperanzas y los sueños, a pesar de haber sido señalado por la derecha más cavernaria del país, en épocas no tan remotas, como incitador a la violencia, al robo, al crimen y sabotaje.


Después de atravesar la soledad densa de las injurias, se le ve siempre sonriente, entre sus tantos viajes por el mundo, cual un ángel moderno de cuello robusto y ojos parecidos al color de los vinos andaluces, levantando su “cabeza de minotauro” y abrazando, como en el poema de Vallejo, a todos los hombres de la tierra y echándose a andar por las trincheras inagotables de los pobres.


Porque Alejandro, hombre de un solo norte, sigue construyendo, día a día, rebelde y dolorosamente, los sueños lejanos, al parecer tan inalcanzables, de la patria. Incluso, dentro del marco de otra zona artística: la pintura. Porque también dibuja y pinta.


Y cómo no habría de ser, si sus poemas se parecen al canto y a la primavera torrencial de los Andes, ya que no transita entre luciérnagas miserables ni cantos interplanetarios y menos es el blasfemador de las “dulces cachetadas”, pues su lugar es el corazón clamante de la tierra, los vientos y recuerdos generosos de la hoguera. Romualdo parece escribir desde el momento preciso en que se origina el alba, entre madreselvas y lluvias, tocando el rocío callado y áspero de las maderas y la sal de los ríos sangrientos, llamando con su voz encolerizada a las flores (“Mi Rosa no es la de Martín“), después de mirar con sus sustanciales ojos las grandes cargas humanas que tienen el olor de los graneros.


Conocido proverbialmente por su esencia polémica y profunda ironía, de él podemos decir lo que alguna vez dijera de Arguedas: “Cuando su obra estalle no hará boom, sino será una obra de muchos megatones”.


Romualdo y la polémica Generación del 50


El poeta pertenece a la llamada Generación del 50 (que fue siempre dividida entre poetas puros y sociales) y su visión es como él, polémica. Escuchémoslo. En esta entrevista realizada hace algunos años:


“La cuestión generacional es polémica. ¿Quiénes conforman esa generación? ¿Cuáles son los denominadores comunes? ¿Qué actitud tienen frente a determinados hechos históricos y artísticos que les sirven de referente y cómo reaccionan hasta convertirse en otra alternativa, en otra propuesta? Si convenimos en que la llamada Generación del 50 tiene un marco histórico y una alternativa que engloba a determinados artistas, políticos, historiadores, podríamos hablar en términos generacionales.”


(¿Y cuáles podrían ser esos términos?): “Durante mucho tiempo tal generación fue satanizada, colmada de invectivas. Nadie quería formar parte de ella. Hoy en día todo el mundo quiere integrarla por su significación histórica, artística, política. Por eso creo que es necesario establecer el marco histórico y las respuestas comunes, ciertas pautas menos subjetivas y más concretas, porque algunos profesores de literatura, muy respetables, hacen demarcaciones demasiado generosas, y, por simpatía, predilección o afinidades, incluyen en esta Generación a quienes en realidad no tienen un denominador común con ella”.


(¿Cuál sería ese marco histórico para ti?): “En el plano local, la lucha antidictatorial contra el gobierno de Odría y el macartismo de Eudocio Ravines. En el plano internacional, la guerra de Corea y la defensa de la revolución cubana”.


(¿Y las propuestas?): “La vuelta a la realidad nacional, al Perú y sus problemas, y en el campo artístico, la propuesta de un NUEVO REALISMO”.


(¿Por qué se incluye a Eielson y Sologuren en dicha Generación?): “Si se incluye a Eielson y a su grupo en el 50, no veo porqué no se incluye a Mario Florián y Gustavo Valcárcel. En realidad, esto no es así. Eielson y Sologuren se inician en la década del 40, publican desde el 40 y ganan premios nacionales en el 40. En esa década se origina, con mucha violencia, incluso con grescas como la del famoso Restaurante “El Patio”, la confrontación entre “puristas” y “sociales”, entre los llamados “Poetas del Pueblo” y los del “Mercurio Peruano”. No se puede olvidar que Florián y Eielson han sido laureados por sus libros “Urpi” y “Reinos”, dos libros claves de la década. La fricción clasista también saca chispas en la poesía”.


(¿Y Sebastián Salazar Bondy?): “SSB es el único sensible a los cambios dentro de los “puristas”, perceptibles en su producción teatral y poética, en su interés por el Perú. Si esto no es así, ¿cómo explicar su viraje, su enfrentamiento a los valores que exaltaban su propio grupo, que integró con Eielson, Sologuren, Deustua e incluso Carlos Alfonso Ríos? La creciente toma de posiciones políticas y revisiones estéticas alarma a sus compañeros de grupo, la retórica surrealista es sustituida por el realismo, los reinos metafóricos son relevados por los reinos de este mundo, aquí se evidencia la presión del 50”.


(¿Por qué esos poetas -los “puristas”- rechazaban la política?): “Yo creo que rechazaban determinadas políticas. En cambio, poetas como Juan Gonzalo Rose o Paco Bendezú sufren destierro por su lucha democrática antidictatorial, lo mismo que Manuel Scorza. Y también frente a hechos históricos como la revolución cubana. Algunos de la Generación del 50 rechazaban las nuevas propuestas estéticas e ideológicas que se iban imponiendo. En nuestra Generación ha corrido mucha sangre: De la Puente, Guillermo Lobatón, Juan Pablo Chang, Máximo Velando, Zapata Bodero, Mercado son héroes de nuestra liberación nacional, pertenecen a la Generación del 50. Ellos también defendieron la palabra del hombre.”


17 de julio de 2006


Juan Cristóbal,
Perú


martes, 27 de mayo de 2008

LAS ERAS DE JUNIO, Jorge Bacacorzo


Sabes lo que es una era?
Es un punto de partida
Y un final con nacimiento
Es decir un círculo de vida
Rodando con su muerte


Sabes lo que es una era?
Un lugar de piedra o limo duro
Donde se trillan las mieses
Y donde suenan a himnos primitivos
Los festejos por el parir de la tierra


Una era es también el cántaro
Donde fermenta el alma de la chicha
Que se le bebe el hombre
-Ente sabores de lluvia y de maíz-
Para añadirle bravura a su valor
Y cólera a su lava


Sabes lo que son las eras de junio?
Unos pedazos de mundo
Entre el chili y los montes
Donde las gentes siempre viven
Y mueren para arriba
Aunque las vayan matando
O las entierren con vida


Son las eras unos pedazos de mundo
Entre terremotos y vientos
Donde en un terrible mes de junio
Los hombres verdes que son los soldados
(Al rojo vivo y al humo en torres)
Segaron a hombres y mujeres
A niños y ancianos
Y hasta animales y cosas
Como queriendo acabar con la tierra


No me preguntes
Por qué no hay pavimento en las calles
Por qué hay claros en las vegas
Gentes ciegas y horadadas
Hombres sin cabeza y largos funerales
Pozos de sangre y de llantos en las casas
Turbas de moscas y gallinazos
Y perros aullando
O por qué las eras no tienen piso


No preguntes más
Vuelve las piedras a sus lugares
Cubre de hierbas la ceniza
Saca a los muertos
De los pantanos y las cuevas
Limpia de ataúd al vivo
Mata al gallinazo y atrae a los gorriones
Reanima al deudo ensimismado
En fin saca todo tu amor
Saca todo tu canto
Saca todo tu ancestro
De manzana y piedra
De pájaro y de buey
Y dalos a este lugar
Que a pesar de haber muerto tanto
Ya va a salir de nuevo a las troneras


Ya no preguntes más
Por las eras de junio
Vete a vivir a las albas que vienen


Ya no preguntes más


Junio es ahora
El santo y seña
De la muerte que vendrá
En nombre de la vida


Ya no preguntes más ¡atiza!


Jorge Bacacorzo,
Perú

lunes, 26 de mayo de 2008

CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO, Miguel Hernández



He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.


Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.


Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.


Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.


Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.


Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.


Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.


Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.


Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.


Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.


Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.


Miguel Hernández,


España

domingo, 25 de mayo de 2008

MADRE, Beethoven Medina



Madre (necesario silencio para que las hojas conversen)

Tu cabeza/ el viento/

Lentitud de las manos de la rosa

Para construir (con la desesperación de haberme mojado)

Castillos con mis granadas o aries solemne

-Sin tiempo a partir de cero-

Atado en último paso al resuello


Ahora con los desposeídos de lo nuestro

Sacándome la camisa cuando una estrella cambia de ubicación

Me desgrano en tus manos

Desvanecida luz/ dejando vacía mi caja/ mis años y esas agujas


La vida

Donde calcé el bivirí (abiertos corazones)

Y empecé a descolgar palabras

Frescos nísperos

-La violencia del brazo-

Cordel construido por tu llanto

Cuando un kilo de arroz no abastece a la alegría


La vida es un venado –anteriormente un árbol-

Copándose en tu vientre/ el suelo y su humedad / soy barro

Cabal en mis medidas

Deshojas espejos en mi voz

Eres un candil en noches de mis viajes

Abrigando la arena de mis pasos



Beethoven Medina,

Perú




sábado, 24 de mayo de 2008

NO TE SALVES, Mario Benedetti



No te quedes inmóvil
Al borde del camino
No congeles el júbilo
No quieras con desgana
No te salves ahora
Ni nunca
No te salves
No te llenes de calma
No reserves del mundo
Sólo un rincón tranquilo
No dejes caer los párpados
Pesados como juicios
No te quedes sin labios
No te duermas sin sueño
No te pienses sin sangre
No te juzgues sin tiempo

Pero si

Pese a todo
No puedes evitarlo
Y congelas el júbilo
Y quieres con desgana
Y te salvas ahora
Y te llenas de calma
Y reservas del mundo
Sólo un rincón tranquilo
Y dejas caer los párpados
Pesados como juicios
Y te quedas sin labios
Y te duermes sin sueño
Y te piensas sin sangre
Y te juzgas sin tiempo
Y te quedas inmóvil
Al borde del camino

Y te salvas

Entonces
No te quedes conmigo.

Mario Benedetti,
Uruguay

(Texto proporcionado por Roquelín Ramírez).


viernes, 23 de mayo de 2008

Recordando a Alfonso de Silva: amigo de Vallejo


Alfonso estás mirándome, lo veo
desde el plano implacable donde moran
lineales los siempres, lineales los jamases.
(Esa noche, dormiste, entre tu sueño
Y mi sueño, en la rue de Ribouté.)
Palpablemente
tu inolvidable cholo te oye andar
en París, te siente en el teléfono callar
y toca en el alambre a tu último acto
tomar peso, brindar
por la profundidad, por mí, por ti.


Yo todavía
compro "du vin, du lait, comptant les sous"
bajo mi abrigo, para que no me vea mi alma,
bajo mi abrigo, aquel, querido Alfonso,
y bajo el rayo simple de la sien compuesta;
yo todavía sufro, y tú, ya no, jamás, hermano!
(Me han dicho que en tus siglos de dolor,
amado sér,
amado estar,
hacías ceros de madera. ¿Es cierto?


En la "bo
îte de nuit", donde tocabas tangos,
tocando tu indignada criatura su corazón,
escoltado de ti mismo, llorando
por ti mismo y por tu enorme parecido con tu sombra,
monsieur Fourgat, el patrón, ha envejecido.
¿Decírselo? ¿Contárselo? No más,
Alfonso; eso, ya nó!


El Hotel des Ecoles funciona siempre
y todavía compran mandarinas;
pero yo sufro, como te digo,
dulcemente, recordando
lo que hubimos sufrido ambos, a la muerte de ambos,
en la apertura de la doble tumba,
de esa otra tumba con tu sér,
y de ésta de caoba con tu estar;
sufro, bebiendo un vaso de ti, Silva,
un vaso para ponerse bien, como decíamos,
y después, ya veremos lo que pasa...


Es este el otro brindis, entre tres,
taciturno, diverso,
en vino, en mundo, en vidrio, al que brindábamos
más de una vez al cuerpo,
y, menos de una vez, al pensamiento.
Hoy es más diferente todavía;
hoy sufro dulce, amargamente,
bebo tu sangre en cuanto a Cristo el duro,
como tu hueso en cuanto Cristo el suave,
porque te quiero, dos a dos, Alfonso,
y casi lo podría decir, eternamente.


César Vallejo,

Perú



jueves, 22 de mayo de 2008

MADRE, Carlos Oquendo de Amat



Tu nombre viene lento como las músicas humildes
Y de tus manos vuelan palomas blancas


Mi recuerdo te viste siempre de blanco
Como un recreo de niños que los hombres miran desde aquí distante.


Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura


A tu lado el cariño se abre como una flor cuando pienso.


Entre ti y el horizonte
Mi palabra está primitiva como la lluvia o como los himnos
Porque ante ti callan las rosas y la canción.


Carlos Oquendo de Amat,

Perú

(Escrito en 1925, publicado en “5 metros de poemas” en l927.

Texto proporcionado por Carlos Meneses).


lunes, 19 de mayo de 2008

LOS ENEMIGOS, Pablo Neruda


Ellos aquí trajeron los fusiles repletos

De pólvora, ellos mandaron el acerbo

Exterminio,

Ellos aquí encontraron un pueblo que cantaba,

Un pueblo por deber y por amor reunido,

Y la delgada niña cayó con su bandera,

Y el joven sonriente rodó a su lado herido,

Y el estupor del pueblo vio caer a los muertos

Con furia y con dolor.

Entonces, en el sitio

Donde cayeron los asesinados,

Bajaron las banderas a empaparse de sangre

Para alzarse de nuevo frente a los asesinos.

Por esos muertos, nuestros muertos,

Pido castigo.

Para los que de sangre salpicaron la patria,

Pido castigo.

Para el verdugo que mandó esta muerte,

Pido castigo.

Para el traidor que ascendió sobre el crimen,

Pido castigo.

Para el que dio la orden de agonía,

Pido castigo.

Para los que defendieron este crimen,

Pido castigo.

No quiero que me den la mano

Empapada con nuestra sangre.

Pido castigo.

No los quiero de embajadores,

Tampoco en su casa tranquilos,

Los quiero ver aquí juzgados

En esta plaza, en este sitio.

Quiero castigo

Pablo Neruda,

Chile

domingo, 18 de mayo de 2008

ARDIENTE SOMBRA, Juan ojeda


I


Abierto
Irremediablemente
Al fruto descarnado
De tu ausencia,
Atestado
De pieles nocturnas,
Cargando moradas
De polvo y osamentas:
Heme aquí,
Viendo a la muerte
Ocultar
El ruido profundo
De tu lámpara.


II


Ay, Javier,
Si vieras
Cómo escarbo en el aire
De las calles
Buscando inútilmente
Tu presencia.

Y sólo encuentro
Un adverso follaje
De días enterrados,
Sólo
Ácidas cuevas
Alejando tu distancia.


III


Y yo digo,
Y me repito
Golpeándome los párpados:


¿Quiénes osaron
Arrojar su abismo
Sobre el pecho fulgurante
Del poeta?


¿Quiénes,
Quiénes hundieron
Sus cuchillos
En el agua tranquila
De su pecho…?


IV

También la noche,
También
Su hueso ciñéndonos
De lápidas oscuras,
Inaugurando
Desoladas alamedas,
Mientras un vaho
De ojerosa espuma
Derriba los regresos.


Pero tu pecho jamás,
Jamás la noche
En la clara habitación
De tus andanzas.


V


¿Dónde la inscripción
Del diamante que golpea
Su luz bajo los días?


Ay, Javier,
Sólo tus manos viudas
Tocando ahora
El harpa iluminada
De la sombra.


Sólo tu sombra
Anegándonos de luz
La antigua estancia.


Juan Ojea,
Perú


sábado, 17 de mayo de 2008

LETANÍA A JAVIER HERAUD, Julio Carmona

Ay, Javier de las cortas primaveras,
francamente no he podido,
no he tenido valor
para llorarte. Tú comprendes,
altísimo gorrión, ay, río inagotable.

No te puedo mirar
en mis paredes (todas
las llenas: tu presencia vigila
mis poemas), repito: no te puedo tener
ante mi vida, sin tu sangre quemándome
la angustia, el amor, la rebeldía... Y...
ya ves, cuando quiero llorar
tus aguas rotas, te siento
en mi guitarra; siento
que me impones
su silencio desgarrado y unas ganas enormes de seguirte
o de odiar (mejor: seguir odiando todavía)
las gorras y las botas y
su correo negro
que vaciaron tus aguas
a ese río
de ti inagotable.

Me ha sucedido siempre,
Javier de eternas alboradas,
siempre que tu presencia
me renace en el pecho,
en la camisa,
en el sol
que voy tragándome sin asco...

Lo sé y te pido
perdón, hermano mío,
por no poder llorarte todavía,
por no poder decirte:
Camarada,
“Las montañas,
los pájaros
y el mar
para siempre nos
pertenecen.”


Julio Carmona,
Perú

viernes, 16 de mayo de 2008

EL RETORNO DE JAVIER, Cecilia Heraud

Cecilia recuerda a Javier

La presenta César Hildebrandt, en el espacio periodístico que le cede:


Cecilia Heraud Pérez, hermana de Javier, ha escrito el texto que hoy ocupa, con todo derecho, el espacio de esta columna que, en días pasados, recordó al poeta asesinado el 15 de mayo de 1963, hace exactamente 45 años. Ella tuvo la generosidad de agradecerme, en nombre de la familia Heraud, lo que yo apenas pude balbucear en aquellas líneas que ­evocaron la imagen de un poeta que sólo quería que su patria fuera hermosa y justa y que pereció acribillado en ­“ese paraje humeante” que más tarde, en su discurso de aceptación del premio Rómulo Gallegos, recordaría también, doliente e indignado, Mario Vargas Llosa. Hoy le toca a Cecilia recordar a su presente hermano. Que los encumbrados asistentes a la reunión que ha feriado a Lima se enteren de que el Perú no es sólo negocios y oportunidades. Que sepan que nuestro país tiene deudas viejas y deberes olvidados. Y que Javier Heraud también nos encarna y nos encara. (¡Pensar que hoy el buen Javier sería llamado, gracias al triunfo semántico de la Caverna, un terrorista!)

“Hace 45 años Javier Heraud fue muerto en el río Madre de Dios, en ese río enorme donde paradójicamente se ha instalado la base de lo que será el puente que unirá la carretera interoceánica que se espera traiga progreso y desarrollo en la zona. Hace 45 años, Puerto Maldonado, capital del departamento de Madre de Dios, era un pueblito de apenas unas cuadras y unos pocos miles de habitantes –no sé exactamente cuántos–.

Yo visité la tumba de mi hermano en noviembre de 1963, ­apenas unos meses después de su asesinato, y aprecié el atraso y el ­abandono. Javier, en realidad, iba de paso a Puerto Maldonado. No fue a quedarse ni a iniciar allí ninguna acción. Según versiones que recogí, el pueblo fue azuzado por curas y autoridades, los gamonales de siempre que tienen miedo a perder lo que tienen. Y lo mataron: a él, que sólo quería luchar por los pobres de su tierra.

Desde entonces acudí a su tumba en varias oportunidades y me hice amiga de algunos pobladores y autoridades, gente buena que cuidó la tumba de Javier con amor y dedicación. El cementerio “Los Pioneros” era un hermoso lugar donde paseaba y charlaba con Javier. El día de hoy su abandono es impresionante. Un lugar que debería ser la memoria colectiva del pueblo y sus precursores es un lugar abandonado, con maleza que no permite ver más allá de unos metros. La hermosa puerta de hierro fue clausurada y se abrió otra en una esquina, en lo que antes era el final del cementerio. Se ingresaba por allí y se lograba llegar casi sólo hasta la tumba de Javier. Lo demás estaba abandonado y hasta las tumbas habían sido destrozadas, no sé si por robos o por los traslados al nuevo cementerio.

Pero este 29 de abril la tumba de Javier estaba limpia y cuidada como siempre. Un cartel pegado decía: “Gracias hermanitas por venir a visitarme. Javier”. Ni el amigo que nos esperaba sabía que habíamos iniciado el viaje de regreso de Javier a Lima.

He dormido todo/ un año/ o tal vez he muerto/ sólo un tiempo/ no lo sé./ Pero sé que un año/ he estado ausente,/ sé que un año he descansado,/ sé que en ese tiempo/ las moras y las frutas/ secaban sus raíces/ triturándolas/ de sabor y regocijo/. Yo descansé/ en la tierra/ y felizmente/ mi corazón no se secó con la humedad/ del llanto,/ no sollozó,/ no reclamó tristezas pasadas/.

He vuelto ya./ Mamá, papá,/ he vuelto. Hermanos,/ aquí estoy/ como antes,/ cantando en las noches del invierno/ con mi seco corazón de pan y piedra/. Gustavo, tú has crecido/. ¿Y ya no cuentas/ con los dedos/ y ya no lees/ letra a letra/ y ya no sueñas/ con los tigres y elefantes?/ Es cierto, padres,/ hermanos, aquí estoy./

He estado un largo año/ tendido en la hierba del olvido/ cubierto por las hojas/ del ­amor y del otoño/. Ya he descansado un poco,/ lo confieso,/ yo partí/ sin despedirme,/ pero es que en mi corazón/ no cabían ya más flores/ en mi corazón no entraba ya/ el duro secreto de la vida/…

Y seguía caminando,/ pensando en el pan/ caliente de la casa,/ saboreando el arroz/ preparado por mi madre,/ sintiendo a mi cama con sus sábanas felices…/

Pues sí, trajimos a Javier de vuelta a Lima, a descansar junto a mi padre y cumpliendo un deseo vivo de mi madre. Ella misma firmó el poder que nos daba para iniciar las gestiones del traslado. Y lo hicimos con mucho amor.

Pedimos al Equipo Peruano de Antropología Forense para atenderlo como Javier se lo merecía. Yo deseo expresar la sensación que sentí cuando sus huesos aparecieron increíblemente ante nuestros ojos. Era como si Javier nos estuviese diciendo: “los he estado esperando 45 años”.

José Pablo y Franco han limpiado y recogido cuidadosamente el cúbito, el radio, el fémur, su mandíbula, sus dientes, vimos la muela del juicio apareciéndole, como justamente suele hacerlo, entre los 20 y 21 años (los que él tenía), su húmero, su tibia y peroné, su hermosa cabeza, su pelvis… Fue un regalo de hermano. Y el dolor de tantos años se transformó en ese consuelo que buscan todos los que pierden a un ser amado al que no pueden dar sepultura.

Hemos traído en ­avión a Javier, lo hemos tenido ­una noche con nosotros y lo hemos despedido los hermanos cantando Porque mi patria es hermosa,/ como una espada en el aire,/ y más grande ahora y/ más hermosa todavía,/ yo hablo y la defiendo con mi vida…
Y lo hemos sepultado junto a nuestro padre, según expreso deseo de esa mujer maravillosa que le dio vida y que ha vivido esperando este momento.

Por primera vez, al decolar el avión de Puerto Maldonado, no se me quebró la garganta por el llanto como cada vez que partía dejándolo solo en esas tierras. Ahora podremos visitarlo siempre y llevarle flores a su tumba. Si bien ­eso no lo devolverá con vida, sí nos dará consuelo y nos ­ayudará a ser mejores que antes, como él hubiese querido.

Cecilia Heraud,
Perú

jueves, 15 de mayo de 2008

Yo no me río de la muerte, Javier Heraud


HOMENAJE A JAVIER HERAUD


ELEGÍA


Tú quisiste descansar
En tierra muerta y en olvido.
Creías poder vivir solo
En el mar, o en los montes.
Luego supiste que la vida
Es soledad entre los hombres
Y soledad entre los valles.
Que los días que circulaban
En tu pecho sólo eran muestras
De dolor entre tu llanto. Pobre
Amigo. No sabías nada ni llorabas nada.

Yo nunca me río

De la muerte.

Simplemente

Sucede que

No tengo

Miedo

De

Morir

Entre

Pájaros y árboles.


Yo no me río de la muerte.
Pero a veces tengo sed
Y pido un poco de vida,
A veces tengo sed y pregunto
Diariamente, y como siempre
Sucede que no hallo respuestas
Sino una carcajada profunda
Y negra. Ya lo dije, nunca
Suelo reír de la muerte,
Pero sí conozco su blanco
Rostro, su tétrica vestimenta.


Yo no me río de la muerte.
Sin embargo, conozco su
Blanca casa, conozco su
Blanca vestimenta, conozco
Su humedad y su silencio.
Claro está, la muerte no
Me ha visitado todavía,
Y ustedes preguntarán: ¿qué
Conoces? No conozco nada.
Es cierto también eso.
Empero, sé que al llegar
Ella yo estaré esperando,
Yo estaré esperando de pie
O tal vez desayunando.
La miraré blandamente
(No se vaya a asustar)
Y como jamás he reído
De su túnica, la acompañaré,
Solitario y solitario.


Javier Heraud,

Perú