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viernes, 25 de marzo de 2011

Otto René Castillo (1937-1967): VAMONOS PATRIA A CAMINAR

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de
http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/


Vámonos patria a caminar, yo te acompaño.

Yo bajaré los abismos que me digas.
Yo beberé tus cálices amargos.
Yo me quedaré ciego para que tengas ojos.
Yo me quedaré sin voz para que tú cantes.
Yo he de morir para que tú no mueras,
para que emerja tu rostro flameando al horizonte
de cada flor que nazca de mis huesos.

Tiene que ser así, indiscutiblemente.

Ya me cansé de llevar tus lágrimas conmigo.
Ahora quiero caminar contigo, relampagueante.
Acompañarte en tu jornada, porque soy un hombre
del pueblo, nacido en octubre para la faz del mundo.

Ay, patria,
a los coroneles que orinan tus muros
tenemos que arrancarlos de raíces,
colgarlos en un árbol de rocío agudo,
violento de cóleras del pueblo.
Por ello pido que caminemos juntos. Siempre
con los campesinos agrarios
y los obreros sindicales,
con el que tenga un corazón para quererte.


Vámonos patria a caminar, yo te acompaño.

viernes, 18 de marzo de 2011

Pablo Neruda: "No tan alto"

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de
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De cuando en cuando y a lo lejos
hay que darse un baño de tumba.

Sin duda todo está muy bien
y todo está muy mal, sin duda.

Van y vienen los pasajeros,
crecen los niños y las calles,
por fin compramos la guitarra
que lloraba sola en la tienda.

Todo está bien, todo está mal.

Las copas se llenan y vuelven
naturalmente a estar vacías
y a veces en la madrugada,
se mueren misteriosamente.

Las copas y los que bebieron.

Hemos crecido tanto que ahora
no saludamos al vecino
y tantas mujeres nos aman
que no sabemos cómo hacerlo.

Qué ropas hermosas llevamos!
Y qué importantes opiniones!

Conocí a un hombre amarillo
que se creía anaranjado
y a un negro vestido de rubio.

Se ven y se ven tantas cosas.

Vi festejados los ladrones
por caballeros impecables
y esto se pasaba en inglés.
Y vi a los honrados, hambrientos,
buscando pan en la basura.
Yo sé que no me cree nadie.
Pero lo he visto con mis ojos.

Hay que darse un baño de tumba
y desde la tierra cerrada
mirar hacia arriba el orgullo.

Entonces se aprende a medir.
Se aprende a hablar, se aprende a ser.
Tal vez no seremos tan locos,
tal vez no seremos tan cuerdos.
Aprenderemos a morir.
A ser barro, a no tener ojos.
A ser apellido olvidado.

Hay unos poetas tan grandes
que no caben en una puerta
y unos negociantes veloces
que no recuerdan la pobreza.
Hay mujeres que no entrarán
por el ojo de una cebolla
y hay tantas cosas, tantas cosas,
y así son, y así no serán.

Si quieren no me cran nada.

Sólo quise enseñarles algo.

Yo soy profesor de la vida,
vago estudiante de la muerte
y si lo que sé no les sirve
no he dicho nada, sino todo.

viernes, 11 de marzo de 2011

David Viñas: "La señora muerta"

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de
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Homenaje a David Viñas, que acaba de fallecer en su Buenos Aires querido. Una gran pérdida para las letras de Nuestra América. Argentina está de duelo: me aúno a su pesar.
Julio Carmona

—No me gusta el olor de la goma mojada — fue lo primero que dijo esa mujer.

Moure la miró un rato antes de contestar, pero no como lo había estado observando hasta ese momento, desde que la descubrió en la cola apoyada a medias contra la pared, con un gesto resignado e insolente a la vez. “Levante”, se dijo. “Levante seguro”, y le sonrió:

—No es goma lo que se está quemando.

—Ah, ¿no? —esa mujer lo miraba con desconfianza— ¿Qué es entonces?

—Inmundicias —murmuró Moure con malestar.

—¿Y de quién?

—De todos... de todos los de la cola. Hace dos días que vienen haciendo lo mismo.

Desde atrás, los que estaban en medio de la penumbra que flotaba sobre la calle, los empujaron para que avanzaran: ella se dio vuelta, apenas molesta de que la tocaran o de que le arrugaran el vestido, murmuró Ya va, ya me di cuenta, qué tanto, y avanzó unos pasos ceremoniosamente. Se había apoyado contra la chapa de un hotel y se miraba en el reflejo: era un enorme cuadrado de bronce y Moure advirtió que se palpaba los labios.

—¿Le duelen? —se le acercó.

—No. Estoy despeinada.

Y esa mujer seguía mirándose aunque esa chapa la reflejase deformada, con una boca más ancha y unos ojos estirados.

—Usted no tiene esa boca— señaló Moure.

Ella abrió y cerró la boca varias veces, como si estuviera en un parque de diversiones, con la desconfianza de un chico o de un provinciano:

—Sí, tengo una boca de muñeco —se juzgó con un aire despreciativo.

—No, no...— protestó Moure.

—Pero me gusta tener una boca así.

Unos metros más adelante se fue levantando un murmullo que aumentó la densidad y se prolongó un rato, como un moscardoneo. “No me puede fallar”, se propuso Moure. Una mujer con la cabeza cubierta con una pañoleta se le arrodilló delante, agachada la frente y parecía rezongar con una confusa irritación mientras se frotaba las manos; cuando la fila avanzó de nuevo, la mujer se fue arrastrando sobre las rodillas sin dejar de gangosear eso que decía, sin dejar de frotarse las manos.

—Rezan, ¿no?

—Sí —dijo Moure.

—Ah...—ella se persignó y lo hizo con torpeza, velozmente; parecía alarmada y miró ese cielo bajo como si hubiera escuchado el ruido de un avión y tratara de localizarlo. Pero el cielo estaba negro y no se veía nada. Después se tranquilizó, lo miró a Moure, se sonrió a medias, agradecida de algo y apoyó la cabeza contra la chapa del hotel.

—¿Está cansada? —la sostuvo Moure mientras se repetía “No me falla; no me puede fallar”. Al fin de cuentas, él había ido a la cola para eso.

Pero ella balanceaba la cabeza: eso no quería decir ni que sí ni que no, solamente que no estaba segura.

—¿Quiere irse?

—Cuando me sienta bien cansada.

Moure le oprimió el brazo:

—Pero mire que tenemos para rato.

Ella frunció las cejas:

—¿Lo dice en serio?

—Yo siempre hablo en serio.

—¿Y cuánto dice que falta?

Moure miró hacia delante y calculó dos cuadras, tres, una mancha larga que se estremecía en medio de la penumbra, los de atrás que volvieron a empujar con una pesadez insistente, la mujer de la pañoleta que seguía murmurando algo que no se entendía muy bien, ahí arrodillada, un soldado con una olla humeante que brilló bajo el farol:

—Unas tres horas —dijo.

—¿Tanto?

Moure presintió que a ella no le interesaba mucho

—Y, hay mucha gente —reflexionó.

—A la gente le gusta.

—¿Estar en la cola?

—Sí —dijo ella con desgano. Le gusta esperar algo, cualquier cosa...

La mujer arrodillada por momentos parecía irritarse con lo que rezaba, cabeceaba y fruncía la frente. “Esta noche no puede fallarme”, seguía pensando Moure. Y toda esa fila avanzaba muy lentamente, mucho más despacio que en una procesión. Moure calculó: allá adelante estarían por cruzar un puente, se le habrían roto las ruedas a un carro o el caballo se habría muerto en medio de la calle. Algo así pasaría. “Seguro”. Y había tan poca luz con esos trapos negros que envolvían los faroles y todo era tan borroso.

—¿Me permite? —ella se le apoyó bruscamente en un brazo, se descalzó, primero un pie, después el otro, y se los sobó con unos quejiditos de satisfacción. Pero cuando estaba en eso, volvieron a empujarla para que avanzase y ella repitió Ya está, ya va, no ven lo que estoy haciendo. Me van a pisar, tengo los pies desnudos... La mujer de la pañoleta levantó un momento la cabeza, verificó quién había dicho eso y siguió con su rezo.

—¿Un poco de sopa? —ofreció Moure.

—No —ella todavía estaba con los pies desnudos y pugnaba por mantener el equilibrio y calzarse— Me aburre la sopa.

—¿Ni un poco?

—No.

Moure señaló:

—Pero mire que le están ofreciendo...

Un soldado le había tendido una taza pero tuvo que recogerla, tenía una cara adormecida y se esforzaba por sonreírse: la contempló a esa mujer, intentó sonreírse con más convicción y lo único que logró fue un parpadeo, entonces la miró humildemente pero ella había hundido las manos en los bolsillos y sacudía los hombros:

—Me aburre la sopa —repetía— De chica, me la hacían tragar: de arvejas, de sémola, de verduras... Era un asco.

Moure sacó un cigarrillo y lo golpeó muchas veces antes de encenderlo. “Papa comida”, se felicitó. Estaban muy cerca de uno de esos montones de basura que habían quemado y que soltaban un calor denso, incómodo y un poco tembloroso; algunas personas salían de la fila, se acercaban, la cara y el pecho se les enrojecían y se quedaban un rato frotándose las manos como si estuvieran redondeando algo entre las palmas, un poco de harina o de barro. Después volvían a la fila y les susurraban a los dos que tenían al lado Vayan, vayan; no les dicen nada. Moure la codeó a esa mujer y señaló: otro se despegaba de la fila con una carrerita parecida, casi avergonzado, casi alegre.

—¿Fuma? —preguntó Moure.

Ella miró a los costados, atentamente, después un poco a la mujer que seguía arrodillada y rezongando:

—¿Aquí? ... —y no sacó las manos de los bolsillos.

Moure encendió el cigarrillo y largó unas bocanadas para que ella oliera: eso era bueno, caliente y llenaba la boca y el pecho. “Esto marcha solo”, se alegró. Ella le miraba la mano, sin indiferencia y de vez en cuando le espiaba los labios y la nariz se le hinchaba como si le costara respirar o como si todavía le molestara ese olor que había creído era de goma quemada.

—¿A usted le gustaba? —dijo de pronto.

Moure se sobresaltó para largó una lenta bocanada:

—¿Quién?

—La señora... ¿Quién va a ser sinó?

Moure tomó el cigarrillo entre las dos manos, lo acható y arrancó una hebra con la misma cautela con que se hubiera cortado una cutícula; después levantó la vista y la miró a esa mujer: era joven, tendría unos veinticinco, no mucho más. “Si me la pierdo soy un ...” Pero no se la iba a perder. Los de atrás empujaban, ésos no respetaban nada, no se dio por enterado y siguió mirándola: el cuello, ese pecho tan abierto, el vientre y la deseó bastante. Por fin dijo:

—Era joven...

—¿Usted cree que la podremos ver?

—Y, no sé. Habrá que esperar.

—Dicen que está muy linda.

—¿Sí?

—La embalsamaron. Por eso.

Había quedado un espacio entre ellos dos y la mujer arrodillada.

—Hay que correrse— dijo ella como si tratara de algo inevitable.

—Sí —advirtió Moure— Sí.

Y se quedaron mirando vagamente hacia delante: la mujer de la pañoleta se puso de pie y estuvo un buen rato observándose y tocándose las rodillas, un chico empezó a llorar y una mujer deslizó una mancha blanca sobre su mano y ahí la sostuvo y de nuevo pasaron los soldados, esta vez ofreciendo café, sin saltearse a nadie, desapasionadamente. Ella murmuró algo y Moure le escrutó la cara para ver qué quería. No. Me estaba acordando de algo. Nada más, dijo ella sin sacar las manos de los bolsillos; Moure advirtió que era de piel el sacón que tenía porque lo rozaba contra el dorso de la mano y pensó que le hubiera gustado acariciarlo con los dedos, con el pulgar sobre todo, pero no se animó.

—¿Vio? —era ella que señalaba con el mentón desganadamente.

Moure volvió la cabeza y vio a un hombre que orinaba al borde de la vereda y se sintió irritado, justamente irritado, porque ése podría haber ido a otro lugar o se hubiese aguantado o, en último caso, no se hubiera puesto en la fila, entre tantas mujeres, porque esas cosas siempre pasan y uno debe saber lo que se puede aguantar.

—Está mal, ¿no? —murmuró.

Pero ella se había apoyado contra una vidriera y bostezaba, olvidaba de sus pies y de ese hombre que orinaba, y lo hizo varias veces, porque no fue un solo bostezo prolongado sino una serie de tres o cuatro que la obligaron a fruncir la nariz y a secarse unas lágrimas con la punta del pañuelo.

—¿Tiene sueño?

Ella negó sin dejar de bostezar:

—Hambre tengo.

—¿Quiere...?

—Sí.

Y fue ella quien lo tomó del brazo y la que dijo que subieran a un auto y fueran primero a cualquier lugar. Algo cerca, fue lo único que exigió y no perentoriamente, sino como si recordara algún requisito o alguna ventaja. Se arrinconó a su lado en el auto y contemplaba sin ningún asombro las piernas de los que iban en las plataformas de los tranvías iluminados, a uno que llevaba sandalias, a los que la miraban largamente sin atreverse a sonreírse pero con muchas ganas de hacerlo cada vez que el auto se detenía en cualquier bocacalle. Cuando un marinero se inclinó un poco para verla mejor, ella golpeó con la mano en el vidrio. A ése lo espanté suspiró. Y usaba un perfume de malva, un perfume de vieja o de casa con pisos de madera. ¿Y cuánto querés? y Lo que vos quieras y el auto siguió corriendo. Moure se sintió agradecido, entusiasmado y le pasó el brazo sobre los hombros. Cerca, ¿no?, volvió a preguntar ella y Moure sacudió con la cabeza. Esa cola, la gente que esperaba con tanta indiferencia, amontonados, pasivos, la calle en tinieblas, él había esperado demasiado. Era lento y lo sabía, pero tampoco se podía atropellar. Pero ya estaba. Y solo, esas cosas se hacen solas. Cuanto más se piensa, sale peor. Cuando el coche se detuvo por primera vez y Moure advirtió que el chofer esperaba una nueva orden mirando el espejito, apenas dijo A otra. Pero cerca. Cuando ocurrió la segunda vez, eso de toparse con una puerta cerrada cuando alguien piensa exclusivamente, cálidamente en entrar de una vez y quedar a solas como dos chicos que se esconden dentro de un ropero para que el mundo de los adultos tan ordenado y con tanta gente que mira se desvanezca. Moure se empezó a irritar. No hay lugar —informaba el chofer— ¿Los llevo a otro? Sí, sí. Pronto. Y anduvieron dando vueltas por unas suaves calles arboladas y ella empezó a reírse porque sentía las manos de Moure que le oprimían las piernas, pero no como para acariciarla, como si fuera ella, es decir, una mujer, sino como si su piel fuera un pañuelo o una baranda o la propia ropa de Moure, algo de lo que se aferraba para secarse o para no caerse. Por favor... por favor, repetía Moure y le estrujaba la carne. También estaba la mirada del chofer, que delante de esos portones cerrados soltaba el volante como para dar explicaciones porque él no tenía nada que ver con todo esto. ¿Los llevo a otro? Sí. Pronto... Pero, pronto por favor. Y toparon con otro portón, una gran tabla pintada de gris cerrada con un candado, y la risa de esa mujer aumentó mientras Moure pensaba que lo que a ella le correspondía era quedarse en silencio, tomarlo de la mano y tranquilizarlo o pasarle los dedos por las sienes para que se le desarrugara la frente, pero las mujeres se ponen nerviosas y no sirven para nada y por eso son mujeres. El coche había parado por cuarta vez o sexta y el chofer repetía ese mismo ademán prescindencia.

—¿Todo está cerrado? —gritó Moure.

Los ojos del chofer apenas temblaron en ese espejito y ella se rió con una risa que le dobló la espalda.

—¡No te rías más, mujer! —la sacudió Moure.

Y ella sólo negó con la cabeza, sin hablar pero con más ganas de reírse, apretando los labios y no cubriéndose la boca con una mano.

—¿No se puede ir a otra parte? —Moure se había tomado del respaldo del chofer.

—Y, no se...

—¿Nada hay?

—Más lejos...

—¿Dónde?

—En la provincia.

—¿Seguro?

—No; seguro, no.

—Estaba de Dios que tenía que pasar esto —cabeceó Moure.

—Hay que aguantarse —el chofer permanecía rígido, conciliador— Es por la señora.

—¿Por la muerte de...? —necesitó Moure que lo precisaran.

—Sí, sí.

—¡Es demasiado por la yegua ésa!

Entonces bruscamente, esa mujer dejó de reírse y empezó a decir que no, con un gesto arisco, no, no, y a buscar la manija de la puerta.

—Ah, no... Eso sí que no. —murmuraba hasta que encontró la manija y abrió la puerta— Eso sí que no se lo permito... —Y se bajó.

martes, 8 de marzo de 2011

José Rouillón: En el Día Internacional de la Mujer

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de
http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/



Rosa Luxemburgo, comunista alemana, gran luchadora por los derechos de la mujer
y de la clase trabajadora.

En el Día Internacional de la Mujer.


Nuestro saludo a las mujeres.


Mujeres niñas,
mujeres adolescentes,
mujeres grandes,
mujeres chicas,
mujeres feas
mujeres lindas
mujeres más o menos
mujeres regañonas,
mujeres duras,
mujeres autoritarias,
mujeres habladoras,
mujeres con carácter,
mujeres dialogantes,
mujeres dulces,
mujeres tiernas,
mujeres acogedoras,
mujeres reflexivas,
mujeres críticas,
mujeres sonrientes,
mujeres pobres,
mujeres burguesas,
mujeres trabajadoras,
mujeres luchadoras,
mujeres combatientes,
mujeres madres,
mujeres esposas,
mujeres solteras,
mujeres religiosas,
mujeres ateas,
mujeres políticas.
mujeres sindicalistas.
mujeres artistas,
mujeres poetas,
mujeres cantantes,
mujeres compositoras,
mujeres deportistas.
mujeres maestras,
mujeres amas de casa,
mujeres educadoras,
mujeres intelectuales,
mujeres amantes,
mujeres ardientes,
mujeres soñadoras,
mujeres que nunca se cansan,
mujeres de acción,
mujeres revolucionarias,
mujeres militantes,
mujeres transformadoras.

¿falta alguna? ...¿un solo tipo de mujer? ¿mixturas? ... tú, por favor, lo completas!

A todas las mujeres que aman, siempre mujeres, -sin exclusiones- que quieren y trabajan por un mundo mejor, para que sea justo, fraterno y amoroso.

Nuestro respeto, saludo y homenaje.

José Rouillón

Foro-Red Paulo Freire-Perú.
 

domingo, 6 de marzo de 2011

Roberto Carrasquero: “Vargas Llosa... y la mediocridad de los ‘exquisitos’”

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de
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Con sus dientes de conejo
y con su mirada hirsuta
quiso darla de vencejo
y es sólo un hijo de fruta.

El capitalismo es el capitalismo aunque alquile intelectuales para hermosearse

La burguesía intelectual, cuando se asusta, se vuelve nazi-fascista. Una vez más, ellos anuncian su desesperación organizando ofensivas nazi-fascistas culteranas. Se dicen "demócratas" y agitan sus banderas conspirativas para fundamentar, con eufemismos a granel, los golpes de estado que sus jefes les encargan. Los apoya la oligarquía mediática, la santa iglesia, los usureros bancarios, los industriales depredadores y no pocos terratenientes traficantes de armas.

La ilustración neoliberal quiere dar cátedra de canalladas golpistas. Presentan libros, dictan conferencias, asesoran a delincuentes, cobran dividendos y se aplauden entre ellos. Son la mano armada, con sofismas y demagogia, encargada de maquillar las monstruosidades del capitalismo. Cobran con su mano "fina" las canonjías cultas y las propinas de vanidad mediática que su patrón les maicea. Y después... se premian entre sí, se citan mutuamente en sus tratados y se erigen monumentos de jactancias sin pudor. Vividores culteranos incubados en la ignorancia de los jefes que pagan para esconder su idiotez. (La de todos ellos).

¿Tiene sentido seguir denunciándolos? ¿Hay alguien que no sepa el calibre obsceno de los lebreles intelectuales cultivados para la lisonja docta? ¿Hay alguien que se trague sus cuentos? Si. Ellos mismos y sus congéneres. Y por eso los denunciamos. No por intelectuales, no por ser de derecha, no por reaccionarios, no por sus limitaciones ideológicas. No sólo, por eso, pues. Si especialmente por su mansedumbre mercantil ante los criminales que saquean, explotan y asesinan a los trabajadores que de verdad trabajan y producen la riqueza. Si por su complicidad sabihonda y cínica, su coautoría demagógica con represores, golpistas y saqueadores. Si los denunciamos por su impudicia y sus petulancias letradas, puestas al servicio de poderes que financian ideólogos para hundir a los pueblos en la ignorancia, la hambruna y la tristeza. Los denunciamos por serviles, por asociación criminal y por desvergüenza... entre otras monerías burguesas. Los denunciamos, se reúnan donde se reúnan.

La batalla de las ideas, la guerra simbólica y la lucha contra la alienación

Al otro lado de ese reino de estulticia "culta", en oposición y en combate histórico, la clase trabajadora sabe, bien que sabe, de qué serán capaces los lacayos con grados -y posgrados- fanfarrones y lambiscones en simultáneo. Sabe esa clase que sabe mucho, que se debe estar atento, en guardia teórica y metodológica, atentos a la cantidad y a la calidad de las agresiones burguesas, con un ojo al gato y otro al garabato. Sabe que esto es una guerra, incluso de "cuarta generación", en la que no hay punto de reposo ni en la lucha emancipadora de la conciencia ni en la tarea de construir lenguajes y herramientas filosóficas nuevas. Es decir socialistas. No hay descanso ni en la sintaxis ni en la síntesis, ni en la escuela ni en la cama, ni en la panza ni en el espíritu.

Ese saber de la clase trabajadora ya deja sentir sus resultado s más fortalecedores, por ejemplo: ya se sabe que, por cultos que se presuman los lacayos intelectuales del dinero, su payasada conceptual tiene por finalidad aplicar golpizas intelectuales (y no sólo) al quien se atreva a razonar la explotación y oponerse a ella. Ya se sabe que la servidumbre de los académicos -que se bajan los pantalones frente al jefe- tiene por meta sacrosanta la supresión de la libertad intelectual para los pueblos y la eternización del capitalismo trasvertido de "humanista", de "culto", de "científico", de "culto". Ya se sabe que en su infinita lambisconería los intelectuales burgueses harán hasta lo imposible por ganarse palmaditas del patrón en sus cabezas "geniales". Son mercenarios que ofertan charlatanería útil para secuestrar conceptos como "democracia", "libertad", "justicia"... cómo les encantan estos términos... cómo gozan tergiversándolos, cómo se esmeran en arrebatárselos a la historia, a la lucha de clases y a los triunfos de los pueblos para ofrecerlos, en la bandeja de plata de su estupidez, a sus amos.

Hoy está clara la nausea generalizada que provocan los discursos y las alianzas delincuenciales de los sabihondos mercantilizados. Su distancia galáctica de las bases sociales, su patanería academicista, su verborrea snob y su "buen vivir" parasitario, son sellos de clase indelebles en una lucha revolucionaria hacia el socialismo que ya identifica con claridad la clase de metralla que soltarán en cada sitio donde se encuentran.

Es fácil rastrear los orígenes y peripecias que cada uno de estos señoritos y señorones de la servidumbre intelectual ha debido cumplir para hacerse "notables" entre la inmundicia burguesa. Unos herederos directos, otros trepadores burócratas, algunos mezcla de todo... ninguno luchador social entre las bases, ninguno trabajador de la cultura en combate por la emancipación de la conciencia, de la panza, del estado del ánimo... ninguno crítico verdadero de la monstruosidad capitalista y neoliberal, ninguno, en fin, vinculado con las luchas justas de los pueblos. Todo lo contrario. De cada uno en la lista de los intelectuales serviles es posible cuantificar repertorios nutridos de canalladas, traiciones, componendas negociados para calumniar, perseguir, reprimir y criminalizar toda lucha social, toda fuerza liberadora, todo proyecto de sociedad sin amos y sin esclavo.

Hay que ver el calibre inmundo de las estupideces que "teorizan". El jefe de Krause, Octavio Paz, santón de todos los payasos intelectuales neoliberales, sólo como ejemplo, rezaba a los cuatro vientos, sin pudor alguno, arrodillado ante su dios Salinas de Gortari, artífice también del TLC: " El mercado libre es el sistema mejor -tal vez el único- para asegurar el desarrollo económico de las sociedades y el bienestar de las mayorías. Así como las libertades políticas, en regímenes democráticos, implican el respeto a los derechos de las minorías y de los individuos, el libre juego de las fuerzas económicas –liberado de la voluntad arbitraria del Estado tanto como de los monopolios privados- de be estar regido por la ley y por la sociedad misma, es decir, por los productores, los intermediarios y los consumidores. El mercado no puede ser un simple y ciego mecanismo sino que es el resultado de un acuerdo colectivo... " [1] Palabras de Octavio Paz pronunciadas en: "El siglo XX: La experiencia de la libertad". [2]

Hoy, semejante idiotez probó, además de su condición de ideología rastrera, cuál sería el rumbo, el desempeño y las tareas de todos los discípulos y los discipulitos que hoy andan, por todo el mundo, exhibiendo sus mansedumbres y sus canalladas al servicio de golpes de estado nuevos... en todos los sentidos. Aquí estaremos para denunciarlos e impedírselos, al lado de los pueblos dignos, como en Venezuela, como en Cuba, como en Bolivia, como en Ecuador... como en cualquier lugar donde florece el socialismo desde abajo.

[1] Paráfrasis homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez

[2] Octavio Buenabad: www.letraslibres.com/pdf.php?id=3009 y http://arbol-adentro.blogspot.com/2009/04/el-siglo-xx-la-experiencia-de-la.html

viernes, 4 de marzo de 2011

Juan Goytisolo: "Lo que no es noticia"

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
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Si apuntaran hacia USA
otro sería el cantar
¿sólo el que odia y abusa
tiene derecho a opinar?

Como sentaron los teóricos de las ciencias de la información, el contenido de una noticia varía en función de su probabilidad. Cuanto más improbable sea, mayor será aquél. Una pandemia que ocasione miles de muertos en África o que un jefe militar dé un golpe de Estado e instaure una dinastía tribal apenas es noticia. Lo sería en cambio si aquella acaeciera en la Unión Europea o alguno de sus presidentes decidiera perpetuar su mandato y nombrara heredero a su hijo. Ello causaría sorpresa y se convertiría en un notición.

Como es cotidiano, ya no se informa de las tropelías que sufren los palestinos en su propia tierra

Digo esto a propósito de lo que sucede en los territorios ocupados de Palestina desde hace décadas, y desgranaré unos cuantos ejemplos que, por previsibles, merecen apenas la atención de la prensa. Leemos un día, en un pequeño recuadro, que unos colonos extremistas israelíes incendiaron la mezquita de Beit Fajjar, una aldea situada al sur de Belén, y nos enteramos de paso de que es el cuarto ataque organizado por aquellos contra templos musulmanes en los últimos nueve meses: el contenido informativo de dichos actos vandálicos es escaso y no acapara por tanto los portales de los medios.

Si los palestinos de Hamás o de la Yihad Islámica prendieran fuego a cuatro sinagogas, los principales periódicos europeos y norteamericanos expondrían por el contrario, con todo lujo de detalles, el salvajismo de tales actos y sus editorialistas se rasgarían las vestiduras con justa indignación.

El que unos colonos ultras armados con kalashnikovs irrumpan en los campos vecinos de su asentamiento ilegal y corten a hachazos los olivos centenarios de quienes tienen la mala suerte de vivir en la tierra de sus ancestros no es noticia: ocurre muy a menudo en la Cisjordania ocupada.

Tampoco son noticia el que una familia palestina sea desalojada a la fuerza de su vivienda en Jerusalén Este conforme al inexorable proceso de israelización de la ciudad, ni la imparable construcción del Muro que aísla a las ciudades y aldeas cisjordanas e impone a sus habitantes unas condiciones de vida más crueles que las existentes en Sudáfrica en tiempos del apartheid, etcétera.

En cuanto a la situación reinante en el gueto misérrimo de Gaza, en donde se hacinan un millón y medio de palestinos sitiados por tierra, mar y aire, dicho atropello es considerado ya por algunos como un hecho natural del que son responsables los propios asediados por haber votado a Hamás.

El sufrimiento y la humillación cotidianos de los palestinos han dejado de ser noticia. Solo los episodios de violencia y ataques brutales, como la operación Plomo Fundido de diciembre 2008 en la que se machacó la Franja con bombas aéreas, obuses y fósforo blanco o el asalto a la flotilla humanitaria turca remueven a una opinión mundial aletargada por la reiteración de una violencia que es pan de todos los días.

La ceguera ideológica y religiosa de los ultras que dictan la política de Tel Aviv es solo comparable a la de quienes pretenden borrar del mapa al Estado judío. Ahmadineyad y Lieberman -con su luminosa idea de "realojar" a los palestinos en Jordania- se complementan y fortalecen recíprocamente con su funesta retórica. Únicamente quienes conservan un poco de lucidez y sentido de la justicia (no digo sentido común porque es muy poco común en los tiempos que corren) pueden abrir el camino que conduzca a la existencia de dos Estados con las fronteras internacionalmente reconocidas de antes de la Guerra de los Seis Días.

Desdichadamente, la escasa implicación de la Unión (o Desunión) Europea y la patética incapacidad de la Liga Árabe (un verdadero chiste) no ayudan a cimentar un acuerdo durable y equitativo. El "mensaje de las excavadoras" del que se lamentaba hace años Jeff Halper y el victimismo en el que se amparan los defensores del Gran Israel (el del Mediterráneo al Jordán, pues hay quien lo extiende hasta el Éufrates) son los peores enemigos de la paz a la que aspiran muchos israelíes y la mayoría de los palestinos. Para ello habrá que enterrar el lenguaje del viceministro de Defensa de Tel Aviv Matan Vilnaí, cuando hablaba de causar un holocausto a los palestinos si no cesaba el infructuoso lanzamiento de cohetes a Siderot y escuchar las palabras de alguien tan poco sospechoso de antisemitismo como el gran antropólogo recientemente fallecido, Claude Lévi-Strauss: "No puedo sentir como una herida abierta en el flanco la disgregación de los Pieles Rojas y reaccionar a la inversa cuando se trata de árabes palestinos".

No esperemos a que la mediatización por la prensa de sucesos como el de la embestida del automóvil de un mecenas de la remodelación urbanística de Jerusalén Este a los chiquillos que la apedreaban al pie de la muralla antigua de la ciudad nos recuerde las dimensiones de la tragedia vivida por un pueblo que nada tuvo que ver con la monstruosidad infinita del Holocausto. Debemos permanecer atentos al día a día de lo que acaece y que por ello mismo no es noticia.