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jueves, 23 de diciembre de 2010

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: "Estas Navidades siniestras"

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de
http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/



Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tantos estruendos de cometas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de dinero para quedar bien por encima de nuestros recursos reales que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante despelote es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace 2.000 años en una caballeriza de miseria, a poca distancia de donde había nacido, unos mil años antes, el rey David. 954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran como si en realidad no lo creyeran. Lo celebran además muchos millones que no lo han creído nunca, pero les gusta la parranda, y muchos otros que estarían dispuestos a voltear el mundo al revés para que nadie lo siguiera creyendo. Sería interesante averiguar cuántos de ellos creen también en el fondo de su alma que la Navidad de ahora es una fiesta abominable, y no se atreven a decirlo por un prejuicio que ya no es religioso sino social.Lo más grave de todo es el desastre cultural que estas Navidades pervertidas están causando en América Latina. Antes, cuando sólo teníamos costumbres heredadas de España, los pesebres domésticos eran prodigios de imaginación familiar. El niño Dios era más grande que el buey, las casitas encaramadas en las colinas eran más grandes que la virgen, y nadie se fijaba en anacronismos: el paisaje de Belén era completado con un tren de cuerda, con un pato de peluche más grande que Un león que nadaba en el espejo de la sala, o con un agente de tránsito que dirigía un rebaño de corderos en una esquina de Jerusalén. Encima de todo se ponía una estrella de papel dorado con una bombilla en el centro, y un rayo de seda amarilla que había de indicar a los Reyes Magos el camino de la salvación. El resultado era más bien feo, pero se parecía a nosotros, y desde luego era mejor que tantos cuadros primitivos mal copiados del aduanero Rousseau.

La mistificación empezó con la costumbre de que losjuguetes no los trajeran los Reyes Magos -como sucede en España con toda razón-, sino el niño Dios. Los niños nos acostábamos más temprano para que los regalos llegaran pronto, y éramos felices oyendo las mentiras poéticas de los adultos. Sin embargo, yo no tenía más de cinco años cuando alguien en mi casa decidió que ya era tiempo de revelarme la verdad. Fue una desilusión no sólo porque yo creía de veras que era el niño Dios quien traía los juguetes, sino también porque hubiera querido seguir creyéndolo. Además, por pura lógica de adulto, pensé entonces que también los otros misterios católicos eran inventados por los padres para entretener a los niños, y me quedé en el limbo. Aquel día como decían los maestros jesuitas en la escuela primaria- perdía la inocencia, pues descubrí que tampoco a los niños los traían las cigüeñas de París, que es algo que todavía me gustaría seguir creyendo para pensar más en el amor y menos en la píldora.

Todo aquello cambió en los últimos treinta años, mediante una operación comercial de proporciones mundiales que es al mismo tiempo una devastadora agresión cultural. El niño Dios fue destronado por el Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el mismo Papa Noél de los franceses, y a quienes todos conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo tirado por un alce, y el abeto cargado de juguetes bajo una fantástica tempestad denieve. En realidad, este usurpador con nariz de cervecero no es otro que el buen san Nicolás, un santo al que yo quiero mucho porque es el de mi abuelo el coronel, pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y mucho menos con la Nochebuena tropical de la América Latina. Según la leyenda nórdica, san Nicolás reconstruyó y revivió a varios escolares que un oso había descuartizado en la nieve, y por eso le proclamaron el patrón de los niños. Pero su fiesta se celebra el 6 de diciembre y no el 25. La leyenda se volvió institucional en las provincias germanicas del Norte a fines del siglo XVIII, junto con el árbol de losjuguetes. y hace poco más de cien anos pasó a Gran Bretaña y Francia. Luego pasó a Estados Unidos, y éstos nos lo mandaron para América Latina, con toda una cultura de contrabando: la nieve artificial, las candilejas de colores, el pavo relleno, y estos quince días de consumismo frenético al que muy pocos nos atrevemos a escapar. Con todo, tal vez lo más siniestro de estas Navidades de consumo sea la estética miserable que trajeron consigo: esas tarjetas postales indigentes, esas ristras de foquitos de colores, esas campanitas de vidrio, esas coronas de muérdago colgadas en el umbral, esas canciones de retrasados mentales que son los villancicos traducídos del inglés; y tantas otras estupideces gloriosas para las cuales ni siquiera valía la pena de haber inventado la electricidad.

Todo eso, en torno a la fiesta más espantosa del año. Una noche infernal en que los niños no pueden dormir con la casa llena de borrachos que se equivocan de puerta buscando dónde desaguar, o persiguiendo a la esposa de otro que acaso tuvo la buena suerte de quedarse dormido en la sala. Mentira: no es una noche de paz y de amor, sino todo lo contrario. Es la ocasión solemne de la gente que no se quiere. La oportunidad providencial de salir por fin de los compromisos aplazados por indeseables: la invitación al pobre ciego que nadie invita, a la prima Isabel que se quedó viuda hace quince años, a la abuela paralítica que nadie se atreve a mostrar. Es la alegría por decreto, el cariño por lástima, el momento de regalar porque nos regalan, o para que nos regalen, y de llorar en público sin dar explicaciones. Es la hora feliz de que los invitados se beban todo lo que sobró de la Navidad anterior: la crema de menta, el licor de chocolate, el vino de plátano. No es raro, como sucede a menudo, que la fiesta termine a tiros. Ni es raro tampoco que los niños -viendo tantas cosas atroces- terminen por creer de veras que el niño Jesús no nació en Belén, sino en Estados Unidos.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Rosina Valcárcel: Violeta


Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir"
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"Sonríes en el daguerrotipo que congeló tu imagen"
TELMA NAVA


Para vivir tuvo que resistir toda su existencia
Quién le arrancó el pan de los labios
Para vivir tuvo que ser mujer-musa Y compartir
Apenas íntimos lenguajes en el hogar de México
El temor y el coraje de vivir y morir
La vida tan ardua y tan simple
La muerte frágil abre el último capullo
Leve y bella se ilumina La foto sepia que escarchó su perfil
A pesar del tiempo y la adversidad no se ha caído su corazón
Testigo impar de mudanzas, aires
y romances.
Las cejas parecen escribir designios que sus ojos no dejan ver
Lo que Violeta insinúa en esa faz gitana de angular rasgo
Es el fuego Ese segundo extasiado para la inmortalidad
¿Es la gloria o una alucinación?
Mañana lo sabrás, madre mía

viernes, 10 de diciembre de 2010

John Lennon: 30 AÑOS: NOS HICIERON CREER

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Nos hicieron creer que el “gran amor”, sólo sucede una vez, generalmente antes de los 30 años.


No nos contaron que el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado.


Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad.


No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta.


Las personas crecen a través de la gente. Si estamos en buena compañía es más agradable.


Nos hicieron creer en una fórmula llamada "dos en uno": dos personas pensando igual, actuando igual... que era eso lo que funcionaba.


No nos contaron que eso tiene un nombre: anulación.


Que sólo siendo individuos con personalidad propia podremos tener una relación saludable.


Nos hicieron creer que el casamiento es obligatorio y que los deseos fuera de término, deben ser reprimidos.


Nos hicieron creer que los lindos y flacos son más amados.


Nos hicieron creer que sólo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos, y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad.


No nos contaron que estas fórmulas son equivocadas, frustran a las personas, son alienantes, y que podemos intentar otras alternativas.


Ah, tampoco nos dijeron que nadie nos iba a decir todo esto: cada uno lo va a tener que descubrir solito.


Y entonces, cuando estés “enamorado de ti mismo" podrás ser feliz y te enamorarás de alguien.


Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor... aunque la violencia se practica a plena luz del día.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Xurxo Martínez Crespo: LOS PAYASOS SUECOS DE VARGAS LLOSA CUBA, VENEZUELA, BOLIVIA

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Si así como miente escribe
y así como escribe miente
lo más seguro es que vive
como una bella durmiente.
08/12/10

Vargas Llosa se despachó contra sus fantasmas en su discurso de recepción del Premio Nobel. Llamó democracias payasas a las que no comulgan con sus ideas y ensalzó con su silencio al capitalismo salvaje de su otro país, España, que hace que sea el país europeo con mayor número de desempleados, drogadictos y personas que perdieron sus hogares a manos de los bancos a los que debían sus hipotecas.

“Payaso”, en el Perú, es un término altamente despectivo; llamó también payasos a todos los votantes bolivianos y venezolanos que votaron por sus respectivos presidentes, aunque no se refirió con esos términos a los presidentes de EUA como Bush, o a Blair o Aznar, y no olvidemos a individuos como Berlusconi, Sarkozy, racistas, misóginos, ignorantes y autoritarios.

Es paradójico que estos presidentes, Evo y Chávez, de repúblicas “payasas” de Bolivia y Venezuela hayan puesto tanto empeño en alfabetizar y cultivar a sus poblaciones, porque al final éstas podrán leer a Vargas Losa y su discurso, y, creo, con más preguntas que respuestas. Las estadísticas e informes de organizaciones internacionales así lo confirman; mientras la España que tanto admira Llosa sigue siendo el Estado con mayor índice en deserción escolar de toda Europa.

A España agradeció la difusión de su obra, cuando la verdad fueron catalanes nada sospechosos de españolistas, como Barral o Carmen Ballcells, los que le dieron la difusión internacional que tiene cuando él no era nadie, y a ambos los metió en el “solo saco” de una España “unitaria” que sólo existe en la “realidad ficticia” de Vargas. Otro olvido terrible.

Tuvo palabras duras Vargas Llosa para catalanes, gallegos y vascos que no quieren ser españoles ni seguir perteneciendo a un Estado español que los oprime cultural y económicamente. Otro olvido de Mario... él viene de un continente en el que sus clases más instruidas, hace 200 años, se unieron a pardos, indios y negros y dijeron a los españoles ¡Basta!

Ni una palabra crítica de Mario para los Estados Unidos, ni para los cientos de miles de muertos de sus políticas “preventivas” y de saqueo en África, Irak o Afganistán. Ni una referencia a una guerra basada en la mentira, máximo cuando él carga con el oprobio de haberse dado una vuelta por los escenarios de guerra como quien va de safari fotográfico con su hija Morgana, para producir el libro –bien remunerado– Diario de Irak con el que busca justificar ese genocidio.

Triste discurso para un hombre que nos señala un hecho evidente: se puede escribir bien y ser un mentiroso, rencoroso e ignorante.

De estos escritores, científicos, médicos, políticos está lleno el mundo. ¡Reconócelos!

xurxomartinez@cantv.net

sábado, 27 de noviembre de 2010

Anton Chejov: Poquita cosa

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Hace unos día invité a Yulia Vasilievna, la institutriz de mis hijos, a que pasara a mi despacho. Teníamos que ajustar cuentas.-Siéntese, Yulia Vasilievna -le dije-. Arreglemos nuestras cuentas. A usted seguramente le hará falta dinero, pero es usted tan ceremoniosa que no lo pedirá por sí misma... Veamos... Nos habíamos puesto de acuerdo en treinta rublos por mes...

-En cuarenta...

-No. En treinta... Lo tengo apuntado. Siempre le he pagado a las institutrices treinta rublos... Veamos... Ha estado usted con nosotros dos meses...

-Dos meses y cinco días...

-Dos meses redondos. Lo tengo apuntado. Le corresponden por lo tanto sesenta rublos... Pero hay que descontarle nueve domingos... pues los domingos usted no le ha dado clase a Kolia, sólo ha paseado... más tres días de fiesta...

A Yulia Vasilievna se le encendió el rostro y se puso a tironear el volante de su vestido, pero... ¡ni palabra!

-Tres días de fiesta... Por consiguiente descontamos doce rublos... Durante cuatro días Kolia estuvo enfermo y no tuvo clases... usted se las dio sólo a Varia... Hubo tres días que usted anduvo con dolor de muela y mi esposa le permitió descansar después de la comida... Doce y siete suman diecinueve. Al descontarlos queda un saldo de... hum... de cuarenta y un rublos... ¿no es cierto?

El ojo izquierdo de Yulia Vasilievna enrojeció y lo vi empañado de humedad. Su mentón se estremeció. Rompió a toser nerviosamente, se sonó la nariz, pero... ¡ni palabra!

-En víspera de Año Nuevo usted rompió una taza de té con platito. Descontamos dos rublos... Claro que la taza vale más... es una reliquia de la familia... pero ¡que Dios la perdone! ¡Hemos perdido tanto ya! Además, debido a su falta de atención, Kolia se subió a un árbol y se desgarró la chaquetita... Le descontamos diez... También por su descuido, la camarera le robó a Varia los botines... Usted es quien debe vigilarlo todo. Usted recibe sueldo... Así que le descontamos cinco más... El diez de enero usted tomó prestados diez rublos.

-No los tomé -musitó Yulia Vasilievna.

-¡Pero si lo tengo apuntado!

-Bueno, sea así, está bien.

-A cuarenta y uno le restamos veintisiete, nos queda un saldo de catorce...

Sus dos ojos se le llenaron de lágrimas...

Sobre la naricita larga, bonita, aparecieron gotas de sudor. ¡Pobre muchacha!

-Sólo una vez tomé -dijo con voz trémula-... le pedí prestados a su esposa tres rublos... Nunca más lo hice...

-¿Qué me dice? ¡Y yo que no los tenía apuntados! A catorce le restamos tres y nos queda un saldo de once... ¡He aquí su dinero, muchacha! Tres... tres... uno y uno... ¡sírvase!

Y le tendí once rublos... Ella los cogió con dedos temblorosos y se los metió en el bolsillo.

-Merci -murmuró.

Yo pegué un salto y me eché a caminar por el cuarto. No podía contener mi indignación.

-¿Por qué me da las gracias? -le pregunté.

-Por el dinero.

-¡Pero si la he desplumado! ¡Demonios! ¡La he asaltado! ¡La he robado! ¿Por qué merci?

-En otros sitios ni siquiera me daban...

-¿No le daban? ¡Pues no es extraño! Yo he bromeado con usted... le he dado una cruel lección... ¡Le daré sus ochenta rublos enteritos! ¡Ahí están preparados en un sobre para usted! ¿Pero es que se puede ser tan tímida? ¿Por qué no protesta usted? ¿Por qué calla? ¿Es que se puede vivir en este mundo sin mostrar los dientes? ¿Es que se puede ser tan poquita cosa?

Ella sonrió débilmente y en su rostro leí: "¡Se puede!"

Le pedí disculpas por la cruel lección y le entregué, para su gran asombro, los ochenta rublos. Tímidamente balbuceó su merci y salió... La seguí con la mirada y pensé: ¡Qué fácil es en este mundo ser fuerte!

miércoles, 24 de noviembre de 2010

José Luis Díaz-Granados*: Rivalidades y celos literarios

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“¡Nadie es tan necio que admire a Miguel de Cervantes!”, escribió alguna vez Lope de Vega, después de haber ridiculizado y perseguido hasta la saciedad al “Manco de Lepanto”, llegando al extremo de burlarse hasta de su aguda pobreza.

Durante largos años, Cervantes sufrió toda clase de ofensas y desaires por parte de quienes ostentaban el cetro de la cultura en la España del Siglo de Oro, y no sólo venían del celebrado autor de Fuenteovejuna, sino de otros letrados preclaros. Baltasar Gracián, aquel jesuita pesimista y barroco, en su libro Agudeza y arte del ingenio, publicado en 1642 -veinticinco años después de la muerte de Cervantes-, escribe que “no encuentra un solo rasgo ingenioso del Quijote digno de ser citado”. Y Quevedo, cuando se refiere a los escritores más representativos de su tiempo, apenas si alude a don Miguel, y esto solamente para señalar la extremada flacura de su personaje.

Por su parte, los hermanos Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, poetas de corte clásico muy faltos de emotividad, animaban en su casa tertulias en las que tomaban parte las luminarias de la época. A ellas asistía, invitado por conmiseración, el pobre Miguel de Cervantes, a quien muchos recordaban después porque, arrinconado, jamás intervenía en las conversaciones y cuando lo intentaba hacer producía hilaridad a causa de su tartamudez.

“Es decir, escribe Borges tres siglos más adelante, Cervantes fue casi invisible para sus contemporáneos”. Y agrega: “Su misma actuación militar en la jornada de Lepanto había sido tan olvidada que él mismo tuvo que recordar que debía su manquedad a aquella batalla”.

Con Shakespeare ocurrió algo semejante, sólo que al contrario de Cervantes, no tuvo entre sus contemporáneos rivales de peso. Las obras maestras que escribió ---Hamlet, Romeo y Julieta, Otelo, etc.---, pertenecían a la compañía teatral, no a su autor. Por lo tanto, Shakespeare también fue un escritor casi invisible para su tiempo.

Algunos letrados celosos de su prestigio, a quienes paradójicamente nadie recuerda, cuando aludían a su obra lo hacían para burlarse de sus comedias o para referirse a sus sugar sonnets (sonetos melosos o azucarados).

La rivalidad literaria no siempre está asociada a los celos. Hay escritores que pueden considerarse rivales y continuar siendo amigos entrañables. Tal es el caso de Louis Aragón y Paul Eluard, extraordinarios poetas del siglo XX, renovadores de la expresión lírica francesa, surrealistas insignes y comunistas militantes. O García Lorca y Rafael Alberti, encasillados en su etapa inicial como neopopularistas. O Jorge Amado y José Saramago, los más notables narradores lusitanos contemporáneos. En todos los casos, amigos y epígonos, se admiraban unos a otros sin antagonismos.

Por el contrario, cuando se trata de adversarios que tienen visiones del mundo encontradas, el asunto toma en ocasiones directrices amargas. André Gide (1869-1951), escribió novelas que desafiaban la moral cristiana y recreaban la sexualidad sin barnices ni pudores. Su rival, Paul Claudel (1868-1955), con quien cultivó una amistad distante, a la vez de una fecunda y enriquecedora correspondencia a lo largo de medio siglo, era católico, conservador y puritano. Gide se burlaba de él en sus artículos llamándolo “santurrón” y “fariseo” y éste se desquitaba calificando a aquel de “depravado sexual” y “gusano inmundo”.

Sin embargo, Gide obtuvo el Premio Nobel cuando todo hacía pensar que lo ganaría su rival. Cuentan que pocas horas después de haber fallecido Gide, Claudel recibió un telegrama firmado por aquel, que decía: “El infierno no existe. Puedes hacer locuras”.

En los años 50 se especulaba acerca de la presunta rivalidad entre William Faulkner y Ernest Hemingway, los novelistas estelares de la postguerra en Estados Unidos. Lectores y críticos tomaban partido: “Faulkner es más poético” o “Hemingway es más mesurado”, etc. En verdad, ambos se admiraban de lejos, y sólo una vez se conoció una reacción en las dos direcciones: cuando Faulkner afirmó en una entrevista que Hemingway era un buen narrador, pero que en su concepto “le faltaba valor para experimentar”, éste, iracundo, respondió que si algo le sobraba era valor y pasó a citar una a una sus incursiones en las dos guerras mundiales y en la contienda civil de España, amén de sus innumerables desafíos a la muerte en la selva africana.

También en los años 50 surgió una rivalidad, creada en parte por los fanáticos del uno y del otro, entre el filósofo Jean-Paul Sartre y el novelista y ensayista Albert Camus. Amigos íntimos, camaradas durante la resistencia en París, fustigadores de la ocupación nazi y orientadores del existencialismo, los dos sostuvieron una polémica pública en la revista Les Temps Modernes de Sartre, acerca de los temas fundamentales de su generación: el marxismo, el fantasma de Stalin, la filosofía y el destino de la humanidad. Ambos defendieron a muerte sus ideas y a la postre se rompió una amistad entrañable.

Camus ganó el Premio Nobel en 1957 y Sartre lo rechazó en 1964, para no sentirse encasillado en esa institución.

El notable dramaturgo irlandés George Bernard Shaw y el virtuoso novelista Gilbert K. Chesterton, no podían verse ni en pintura. Pero una vez se encontraron y éste, rechoncho y achaparrado, al contemplar la osamenta larga y lánguida de Shaw, le dijo en tono corrosivo: “¡Quien lo vea a usted pensará que en la Gran Bretaña se pasa hambre!”, a lo que el ágil autor de Androcles y el león, respondió señalando la panza de su contrincante: “¡Sí, pero también sabrán a quién echarle la culpa!”.

Y, bueno, qué decir de la rivalidad entre dos pesos pesados de nuestro continente mestizo: Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, ambos pertenecientes a la llamada generación del “Boom” y galardonados con el Nóbel de Literatura. Se admiran, se atacan, se olvidan mutuamente y vuelven al ring. Primero los distanció la actitud política –el primero, amigo íntimo de Fidel Castro; el otro, enemigo acérrimo--- y luego, un malentendido conyugal que dio como resultado el tremendo puñetazo del peruano al colombiano en 1976.

Sin embargo, al igual que lo acontecido en la acre enemistad entre Alberto Lleras y Alfonso López Michelsen, ambos recibieron al final la ansiada corona y luego reconocieron que fue totalmente inútil la caudalosa serie de mutuas arremetidas verbales y escritas propinadas con feroz persistencia durante más de medio siglo.

Envidia, egoísmo, vanidad, inseguridad, las rivalidades y celos en el mundo artístico y literario han existido siempre, desde que el mundo es mundo. Son juegos extraños que comenzaron con Caín y Abel. Y nunca se ha sabido a ciencia cierta si fueron hermanos, enemigos o adversarios o si fueron los protagonistas únicos de la más remota guerra mundial, causada por un endecasílabo perdido.



*José Luis Díaz-Granados (Santa Marta, 1946), poeta, novelista y periodista cultural. Su novela Las puertas del infierno (1985), fue finalista del Premio Rómulo Gallegos. Su poesía se halla reunida en un volumen titulado La fiesta perpetua. Obra poética, 1962-2002 (2003).

sábado, 16 de octubre de 2010

Carlos Meneses: “Los dos Marios”

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Con motivo del Nobel otorgado a Mario Vargas Llosa se ha producido una verdadera explosión de comentarios. Como es normal, tratándose de un personaje de su talla, en esas críticas hay desde panegíricos hasta diatribas, pasando por los ceñidos análisis de su obra. No es raro encontrar a los que exclusivamente miran el comportamiento no del narrador sino del hombre. Y rechazan y atacan sus ideas. Esto ha determinado que en algunos casos se llegue a una disyuntiva: ¿hay un Mario bueno y otro malo? Y, más aún, que el Mario bueno que no es otro que el narrador supera al político y al periodista. Mientras que los que manejan la invectiva señalan, y no de buen talante, que el Mario malo es el defensor de ideas y comportamientos que no sólo no convencen sino que van en detrimento de los pueblos en especial del suyo, el Perú.

La obra de Vargas Llosa es muy extensa, en especial la narrativa. No siempre un escritor mantiene un mismo nivel a lo largo de por lo menos quince novelas. Nadie duda que el momento más destacado de esa trayectoria se produjo en el inicio de su carrera, cuando publicó tres novelas excelentes. La ciudad y los perros que denunciaba toda la turbiedad en los colegios militares. La casa verde que era un dechado de técnica narrativa, y Conversación en la Catedral mostrando los rincones tumefactos de la sociedad limeña con la colaboración de un diario y sus principales redactores. La Academia sueca, que es la que concede el Nobel, no ha hecho la menor referencia a estos méritos insoslayables. Quienes han leído con atención a Vargas consideran o podrían considerar que este premio corresponde a ese joven de los años sesenta. Cuando exclusivamente se le calificaba como un renovador o, algo más, un revolucionario de la narrativa en castellano, y también, claro que sí, de las ideas políticas.

En algunos artículos de los que defienden al Mario escritor, del adversario, el Mario al que llamaremos político, se nota que aceptan la parte que muchos llaman desagradable, fea o turbia (sea por la guerra del Petróleo en Irak o por su visión a favor de que la amazonía peruana sea explotada por capitales extranjeros) y sentencian que aunque exista el malo lo que vale es la superioridad del bueno. Esto es demostrativo de que están de acuerdo en la existencia de un Vargas negativo. La literatura nos puede dar muchos ejemplos de escritores con sombras de maldad cuya calidad literaria ha sobresalido por encima de lo nefasto: Ezra Pound, Villon, Arthur Rimbaud, y nuestro José S. Chocano. Vargas Llosa, hombre sobre todo inteligente, agita banderas como la libertad, la paz y naturalmente la verdad. Conceptos que se encuentran tanto en un bando como en otro. Que han perdido una parte de su valor precisamente por eso. La derecha aplaude su concepto de libertad. La izquierda reclama una libertad más amplia, la que abarque a todas las clases sociales sin distinción.

Pero no nos salgamos de las pautas trazadas. Mario Vargas Llosa desde 1970 viene mereciendo el premio Nobel, por esas tres excelentes novelas que no ha podido superar.

En el otro platillo de la balanza pondremos que, a esta altura de su existencia, 74 años de edad, quién no sabe lo que es Mario fuera del mundo de las letras.

viernes, 15 de octubre de 2010

Carlos Angulo Rivas: Vargas Llosa y el Nobel

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Conocida por todos la posición político-ideológica de Mario Vargas Llosa, sobra discutir el otorgamiento del Premio Nóbel de Literatura 2010 a su persona, refiriéndonos exclusivamente a su militancia actual de vocero hispano hablante del neoliberalismo, la globalización y la explotación inmisericorde del mundo de los pobres denunciada, inclusive, por Juan Pablo II como el “capitalismo salvaje.” Si merece o no merece el Nóbel de Literatura 2010 es la pregunta o interrogación de fondo, sobre todo luego de haber sido nominado a este galardón durantes los últimos 26 años de manera consecutiva, insistente y cargante; y, además, siempre apoyado por sus amigos y un lobby internacional de grupos de poder ajenos a la literatura.

A mí, personalmente, me sorprendió el anuncio de la Academia Sueca en dos aspectos principales: primero, por dárselo a un escritor profesional controvertido, impugnado y combatido en el ambiente intelectual ecuménico y enterado; y segundo, por un detalle difícil de digerir en términos literarios: se otorga el galardón al autor peruano, de 74 años de edad, “por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo." Una explicación poco convincente o tal vez una definición un poco rara, cuya indudable raíz política, sin referencias a la obra escrita del autor premiado, no tiene precedentes en la historia. Así doblemente sorprendido, confieso con sinceridad mi aturdimiento y la confusión frente a una mescolanza de opiniones celebrantes, henchidas de rústico nacionalismo cuando el autor premiado rechaza por escrito, cuantas veces puede, todo sentimiento de patria. Sin embargo, como de toda confusión emerge la luz, trataré en lo posible de esclarecer y de esclarecerme a mí mismo donde termina el escritor Mario Vargas Llosa y comienza a actuar y escribir el político.

Una revisión a los Premios Nóbel de la literatura latinoamericana, nos muestra la enorme diferencia acerca de las tesis o enunciaciones tenidas en cuenta en la premiación. A Gabriela Mistral “por su poesía lírica inspirada en poderosas emociones, haciendo de su nombre un símbolo de las aspiraciones idealistas del mundo latinoamericano en su integridad.” A Miguel Ángel Asturias “por sus vívidos alcances literarios, enraizados profundamente en los rasgos nacionales y las tradiciones de los pueblos originarios de América Latina.” A Pablo Neruda “por una poesía que con la acción de una fuerza elemental mantiene y conserva vivos el destino y los sueños de un continente.” A Gabriel García Márquez “por sus novelas e historias cortas, en las que la fantasía y el realismo están combinados en un riquísimo mundo de imaginación, donde se reflejan la vida del continente y sus conflictos.” A Octavio paz “por una escritura apasionada de amplios horizontes, caracterizada por una inteligencia sensitiva y de integridad humanista.” Como se observa, a simple vista, todas estas declaraciones están referidas a la vida y obra literaria de los autores premiados, distinción esquiva en el caso de Mario Vargas Llosa.

Una disquisición necesaria

Vargas Llosa es un escritor profesional, un narrador, un ensayista, un cronista estudioso, un periodista ilustrado con enorme acopio lingüístico, adquirido en largos años de prolífico productor de libros. Sería mentir no reconocerle cierto dominio de la técnica narrativa; y en esta trayectoria tiene el mérito de seguir escribiendo, es disciplinado, cauteloso con el lenguaje y productivo. Imposible negar en él, desde un punto de vista académico, relativos dominios del idioma castellano y su reconocida fama como intelectual y literato. A buen decir sería mezquino no reconocer los frutos logrados en más de cincuenta años de oficio como escritor. Este reconocimiento a su experiencia profesional, habiendo leído más del ochenta por ciento de sus libros de narrativa y ensayos, no me llega a convencer; y menos al aplauso fácil frente a la entrega del Premio Nóbel de Literatura 2010 porque, me parece, en ella se observa una decisión política de la Academia Sueca antes que literaria, ya que la totalidad de su prolífica obra intelectual nos deja el sinsabor de las carencias no cubiertas y de los vacíos difíciles de llenar sólo a través de laureles, recompensas y galardones, unos merecidos y otros no. Y, por supuesto, esta apreciación mía será sustentada más adelante.

Pero antes de ingresar de lleno a la valoración de la obra de Vargas Llosa, es preciso aclarar que una persona no puede estar dividida en dos, el lado positivo de escribir bien y el lado negativo de su confesión político-ideológica. Todo ser humano es una unidad donde el pensamiento y la acción convergen, van juntos y la inspiración está vinculada íntimamente a la propia identidad del individuo. Con el cuidado del estilo, la forma, el lenguaje, el poeta escribe su visión de la vida, expresa sus dolores, sus penas, sus alegrías, sus sueños, es decir, transmite su pensamiento integral en versos; en prosa el novelista es también un poeta que acomete la idea de transformar el mundo inmerso en el laberinto y el caos. Los artistas auténticos son quienes tratan de establecer un orden justo frente a acontecimientos que se suceden unos a otros, la literatura cumple el papel crítico de observar cómo va el mundo que nos rodea. Y, excepto sea un plumífero rentado o bien pagado, el escritor debe escribir bien, con claridad, lo que piensa. Vargas Llosa escribe lo que piensa y lo escribe bien, sin embargo, siendo un hombre defensor de las causas de extrema derecha en el planeta, contra los pobres, los necesitados y los indígenas; y siendo, además, un militante abanderado de los ricos y poderosos, no puede ser celebrado por la mayoría del pueblo peruano ni de Latinoamérica. Discrepo profundamente, por tanto, de quienes separan al escritor del político y realizan críticas vergonzantes como aquellas de ponderar sus escritos actuales y censurar sus ideas, cuando por más bellas que sean las formas de expresión el contenido es uno solo y transmite el radicalismo económico neoliberal, a veces de manera explícita y otras de forma subterránea. La dicotomía creada artificialmente por algunos intelectuales y escritores, arrimándose a Vargas Llosa, es inaceptable y peligrosa en los hombres y mujeres de izquierda.

El Perú no ha ganado un trofeo deportivo a celebrar de forma masiva y popular, la masa de celebrantes del flamante Premio Nóbel de Literatura 2010 ni siquiera ha leído un solo cuento del autor premiado; las clases medias se dejan llevar por la novelería y lo han leído poco; los ricos lo tienen en sus bibliotecas de adorno en los estantes, pero disfrutan en grande la celebración debido a su significado: la hipoteca del pensamiento nacional elevado a designios pontificios de un individuo escabroso en el arte de mentir en nombre de la democracia y la libertad. No se trata, pues, de sólo escribir bien y bonito, de explotar la hermosura del lenguaje, la calidad de las palabras, la sintaxis, la gramática y la concordancia; se trata también de los contenidos, los temas y los mensajes que se transmiten. Desde España, Vargas Llosa con sus libros, ensayos y artículos periodísticos, bombardea a América Latina amparado en la fama adquirida y trata de convencer a todos de las bondades de las dictaduras civiles neoliberales disfrazadas de democracia y de las libertades que sólo pueden tener los poderosos y adinerados; allí lo hemos visto y lo seguiremos viendo como activo militante en apoyo a los pinochetistas chilenos en la cabeza de Sebastián Piñera; en apoyo de la mafia de Alan García, la derecha peruana y los corruptos de todos los pelajes; en apoyo de las huestes criminales de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos en Colombia, de Felipe Calderón en México o Porfirio Lobo en Honduras, etc. Y por descontado en contra de los presidentes populares como Rafael Correa, Evo Morales llamado por él “indio acriollado”; Hugo Chávez tildado en sus crónicas de El País de “dictador caribeño” porque le viene en gana; de Fidel y Raúl Castro, Lula, Mújica. En fin, ese y no otro seguirá siendo su papel destructivo ajeno a las raíces originarias de nuestros pueblos latinoamericanos.

Dos etapas definidas

Ahora, en relación, al conjunto de su obra intelectual tenemos dos etapas definidas sin lugar a engaños. Dos etapas marcadas por la producción de sus libros. La primera, el intento de llegar a ser un novelista a carta cabal, un escritor auténtico mediante la ficción producto de la realidad vivida, la observación y la fantasía; la segunda, la del ensayista con un particular punto de vista inventor aunque desacertado, la del narrador de historias triviales, relatos ligeros y libros falsetes, narrativa más cercana a la del periodista de investigación. Mario Vargas Llosa, el escritor más joven del boom literario latinoamericano de los años sesenta del siglo pasado, se trepó al coche de la mano de los viejos: Alejo Carpentier (lo real maravilloso;) Julio Cortazar (la contra novela;) Juan Rulfo y Gabriel García Márquez (el mágico realismo.) Se hallaban allí también Ernesto Sábato, Juan Carlos o¬netti, Lezama Lima y Carlos Fuentes. Con tan magníficos autores alrededor, la suerte a futuro le comenzó a sonreír desde un inicio como escritor novicio tirado a caballo por los ya notables. Coinciden con esta época la revolución cubana y el auge de la narrativa latinoamericana existencial, influida por las lecturas de Joyce, Faulkner, Hesse, Kafka, Hemingway, Camus y Sartre, en cuanto a prosa se refiere y, en cuanto a poesía, por Vallejo, Neruda, Benedetti, Brecht, Hikmet, Machado, García Lorca y Hernández.

A Mario Vargas Llosa no le faltaron virtudes, en esa primera etapa empezó relatando sus vivencias más sentidas en novelas como en La Ciudad y los Perros, La Casa Verde y Conversación en la Catedral; el escritor aquí vuelca su conocimiento de forma auténtica, ambiente y personajes, aunque todavía exista un predominio lineal en la concepción novelística, característica muy propia en los profesores universitarios. En este proceso de evidente de maduración se observa algún desorden de orden narrativo y algunas faltas de correspondencia en los tiempos verbales, sobre todo en la enmarañada novela La Casa Verde, pero el colega visto con buenos ojos por los escritores amigos inicia el despegue, ya que existe en estas obras una identificación del autor con el relato. Varios críticos literarios han considerado este período de la obra de Vargas Llosa como una intención de posesionarse del espacio neoclásico realista, difícil camino abandonado a su suerte con la producción posterior donde, sin sobresaltos ni remordimientos, la ruptura inicia su declive y decadencia literaria voluntaria, transformado a propio albedrío en un producto comercial, una fabricación editorial de éxito. No exageramos porque el cambio, mudanza o permuta, a su segunda etapa es abrupto y vertical, determinante para su futuro inmediato como escritor de rango menor y novelista de entretenimiento cinematográfico, diversión y espectáculo. Pero es necesario remarcar que este resultado final de la decadencia respecto a los grandes novelistas de la historia, a pesar del Premio Nóbel logrado políticamente, no es sólo debido a su concepción política retrógrada y neofascista, sino a sus erradas formulaciones teóricas y empíricas de lo que, según él, debe ser la novela. Y precisamente en los ensayos de Vargas Llosa está la raíz del conflicto existencial de él como persona y narrador, impedimento para llegar a ser un novelista cabal, pues ellos no son otra cosa que una reiterada formulación de irracionalidad e individualismo.

El abultado volumen de su tesis universitaria en la Universidad Complutense de Madrid, el ensayo titulado García Márquez: historia de un deicidio (1971) marca el inicio de sus teorías empíricas y de sus enormes errores que lo han llevado a ser una fabricación comercial, un producto del mercado globalizado, de manera alguna un novelista universal. En aquella época cuando Vargas Llosa era, además de novelista novicio, crítico literario en la revista uruguaya Marcha, Ángel Rama, escritor, editor, crítico y ensayista uruguayo, estableció en célebre polémica los desaciertos de las insubstanciales tesis que, según el autor de Conversación en la Catedral, apuntaban a definir “qué es un escritor y especialmente un novelista.” Aquí Rama lo acusa de usar metáforas más que definiciones críticas fundadas y demuele con argumentos precisos el concepto irracionalista de Vargas Llosa, aquella afirmación en la que dice y aún sostiene: “el escritor no elige sus temas sino que es elegido por ellos.” En la polémica Rama insiste en el gran número de incoherencias de la tesis, en los errores de información y en el desconocimiento de gran parte de la obra de García Márquez, acusando a Vargas Llosa de irracional, elitista e individualista, por subestimar el aspecto social en la creación literaria y colocarse de forma velada como opuesto al cambio revolucionario y al progreso de América Latina.

Y no le faltó razón a Ángel Rama, fallecido en el accidente de aviación en Madrid junto a Manuel Scorza, pues Mario Vargas Llosa insistió en sus tesis originarias respecto a la novela y las comenzó a poner en práctica a partir de Pantaleón y las Visitadoras, novelilla de entretenimiento a fin de escandalizar con sexo y prostitución, basada en la acumulación de partes militares “secretos,” memorias, documentación administrativa, cartas y recortes de periódicos, la llamada “materia prima” alcanzada al escritor cómodamente instalado en el hotel de turistas de Iquitos, y por consiguiente, con cero de conocimiento personal y real de la selva amazónica. La producción posterior a esta ruptura con la tradición de la novela, incluidos los variados estilos, descalifica a Vargas Llosa como un grande de este genero literario y lo ubica en la narrativa ligera, la crónica ilustrada y el periodismo de investigación. Peor aún cuando no dándose por vencido, a pesar de las críticas recibidas, insistió, entre otros ensayos, con tres característicos que redondean su tarea de narrador lineal sin mayores aportes a la humanidad, me refiero a tres libros esenciales vinculados a sus tesis erradas respecto a la novela: La Orgía Perpetúa,” “La Utopía Arcaica,” y “La Verdad de las Mentiras.” En este contexto teórico desarrollado por Vargas Llosa se distinguen premisas reiterativas de sus conceptos iniciales, alimentadas con justificaciones de “robos,” “saqueos” “hurtos literarios” de canteras inimaginables en bien de la literatura, en pocas palabras plagios de plagios adornados por la inteligencia y el dominio del idioma del escritor. De allí parte el absolutismo de Vargas Llosa cuando afirma que el escritor debe valerse de todo y “el logro de una novela depende exclusivamente de su forma, no de los temas.”

Una verdadera lástima por lo bien que escribe y lo mal que utiliza Mario Vargas Llosa la técnica para hacer novelas sin trascendencia vital y humana. La tía Julia y el Escribidor, la Historia de Mayta, ¿Quien mató a Palomino Molero? El Hablador, Elogio de la Madrastra, Lituma en los Andes, Los Cuadernos de don Rigoberto, La Fiesta del Chivo, El Paraíso en la otra Esquina, Travesuras de niña Mala, etc. precisamente siguen la teoría de la información, la documentación, los archivos, las memorias, los periódicos; la “materia prima” de Vargas Llosa para producir libros comerciales. Y nos lo dice con toda frescura porque la novela es la forma y no el contenido ni los temas, el naturalismo descriptivo adornado y distorsionado a merced del autor, por el buen decir. No menciono a la Guerra del Fin del Mundo (1981) entre las obras citadas en este párrafo, porque este libro está fuera de la norma y al parecer, fue el último intento de hacer novela aunque muchos críticos señalan un “saqueo” a la obra de los brasileños Joao Guimaraes Rosas y Euclides Da Cunha. En realidad, todo buen escritor es en gran parte autobiográfico y sus novelas capítulos excepcionales de su propia vida intelectual, moral, mística y contemplativa, el copiar ilustrado y ostentoso no cabe en esta nomenclatura. En la primera etapa, Mario Vargas Llosa empezó a ser un novelista, en la segunda termina como un narrador recreativo donde predomina el estilo del ensayista, del analista ilustrado y el periodista de investigación, lugar donde la imaginación, la fantasía, el sueño, no aparecen y el vuelo de la prosa desaparece.

La literatura, poesía y novela, es un proceso imposible de alejarlo de las grandes problemáticas de la humanidad. El tema de la barbarie de la civilización o de la civilización de la barbarie no puede ser eludido; y menos debe criticarse el pasado haciendo abstracción del presente. César Vallejo es el dolor humano transmitido por las privaciones, por las injusticias vividas en el mundo; Pablo Neruda es hijo de América y hermano de los indígenas; en su segunda etapa Mario Vargas Llosa es un hombre no identificado con su nación ni su herencia, es como él mismo explica: “el escritor es egoísta por sí mismo para poder escribir” le faltó agregar soberbio por naturaleza y envidioso por conducta. La intelectualidad, la cultura, los poetas, escritores, ensayistas, pintores, dramaturgos, músicos, constituyen la reserva moral de un país, Vargas Llosa renunció hace tiempo, este Premio Nobel de carácter político, inmerecido por la literatura, no está en las buenas manos que debieran ni hacen honor a la Academia Sueca, cuya designación este año carece de relativa unanimidad y se halla fuera de consenso.

jueves, 7 de octubre de 2010

Jan-David Gelles: "La utopía arcaica" de Mario Vargas Llosa

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir"
es el lema de http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/


Es absurdo hablar de "utopía arcaica", la
utopía es proyección a un futuro
imposible. Atribuirle eso a
Arguedas es insultarlo.  
I. Arguedas y su mundo

El escritor peruano Mario Vargas Llosa ha publicado reciente-mente un libro titulado "La utopía arcaica". Se trata de un ensayo sobre la vida y la obra de José María Arguedas, otro muy conocido escritor peruano. Voy a comenzar presentándoles una introducción a la vida y la obra de Arguedas basándome en el libro de Vargas Llosa, para luego pasar a exponer la tesis central del libro: la tesis de la "utopía arcaica" en Arguedas.

Vargas Llosa comienza su libro narrando el final trágico de la vida del novelista peruano: Arguedas se disparó un balazo en la sien en un baño de la Universidad Agraria de Lima el 28 de noviembre de 1969. Además de muy destacado novelista, Arguedas ejercía la antropología. Al morir bordeaba los 59 años de edad.

Vargas Llosa recoge un testimonio dado por el propio Arguedas, publicado originalmente por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), que es esclarecedor acerca de su personalidad. Unos años antes, en 1965, se realizó una mesa redonda sobre su novela "Todas las sangres" en el IEP en Lima con la participación de destacados intelectuales —entre ellos críticos literarios, sociólogos, economistas, etc.— y del propio Arguedas. "Todas las sangres", el título de la obra, se refiere a todas las razas, todas las culturas y todas las clases sociales del Perú. La novela tuvo mucho impacto y era considerada por el propio Arguedas como su obra cumbre.

Ahora bien, en la mesa redonda se hicieron críticas muy fuertes a "Todas las sangres", tanto desde el punto de vista literario como desde el punto de vista sociológico. Y esa misma noche, después de la discusión —esto consta en un manuscrito descubierto posteriormente— Arguedas escribía (cito directamente de la publicación titulada "¿He vivido en vano?" del IEP):

"Creo que hoy mi vida ha dejado de tener razón de ser...Casi demostrado por dos sabios sociólogos y un economista, [también hoy] que mi libro "Todas las sangres" es negativo para el país, no tengo nada que hacer ya en este mundo".

Vargas Llosa, que conoció y trató personalmente a Arguedas, afirma que la desesperación que el novelista expresa no es fingida. Vargas Llosa describe a Arguedas como una persona de carácter "hipersensible" y lo compara de manera parabólica con una muela que se ha hipersensibilizado y a la que todo le produce dolor.

En "Todas las sangres", la novela de Arguedas a la que me acabo de referir y, en general, en toda su obra literaria, la naturaleza tiene una importancia muy singular. En la realidad ficticia que él crea en su narrativa, la naturaleza es una naturaleza "animada" o "humanizada" como la ha llamado Vargas Llosa en su libro. En "Todas las sangres", por ejemplo, los cerros tutelares —el Pukasira y el Apukintu— tienen almas, nombres, y se manifiestan a los hombres de distintas maneras. También los árboles —nos dice Vargas Llosa— son personajes siempre importantes en los cuentos y novelas de Arguedas. Como ejemplo de esto último, hay un pasaje que he encontrado en "Los ríos profundos" (otra de las novelas célebres de Arguedas) sobre un árbol en la casa del tío del joven Ernesto en el Cusco:

"Un árbol de cedrón perfumaba el patio, a pesar de que era bajo y de ramas escuálidas. El pequeño árbol mostraba trozos blancos en el tallo; los niños debían de martirizarlo".

Y al abandonar la casa de su tío, el joven Ernesto se encuentra en frente del camión que lo va a transportar de allí y toda está listo para partir. Pero se acuerda del pequeño árbol, corre hasta el patio y se despide de él.

Habría que agregar acá que el personaje del joven Ernesto de "Los ríos profundos" tiene rasgos autobiográficos con el autor. Ernesto también muestra ternura con los animales. El personaje se lamenta que la gente aplaste y mate a unos grillos alados, insectos que, dice, tienen una voz "dulcísima", son "inofensivos" y de figura "graciosa". Y para que no corran peligro los aparta de las aceras.

Esa "operación de rescate" de grillos alados me hace recordar un suceso que narra Witold Gombrowicz, escritor polaco que residió muchos años en Argentina. En uno de sus diarios cuenta el dilema que se le presenta cuando advierte en una playa miles de escarabajos que el viento ha volteado y que están patas arriba tostándose al sol. No puede, naturalmente, salvar a todos y se siente inútil y angustiado.

Los escarabajos de Gombrowicz, a su vez, me hacen recordar una anécdota amena del libro de Vargas Llosa: en la vida real Arguedas maneja un auto Volkswagen (popularmente conocido como "escarabajo") y se refería a éste como a su "hijo de fierro".

Para comprender esa sensibilidad y sentido de la naturaleza en Arguedas, es muy importante hablar de su infancia. En su libro, Vargas Llosa recoge sobre este tema datos de diversas fuentes (entre ellas del propio Arguedas). Nacido en 1911 en Andahuaylas, una pequeña ciudad del departamento de Apurimac en la sierra sur del Perú, no había cumplido aún 3 años cuando sufrió la desgracia de la muerte de su madre. El padre de Arguedas, que era abogado de profesión, se casó por segunda vez y el niño pasó a vivir con su madrastra. Pero el padre de Arguedas vivía alejado de su hijo porque tenía que recorrer los pueblos de la sierra en busca de trabajo.

Arguedas vivió entonces a merced de su madrastra y de un hermanastro y fue tratado de manera hostil. La madrastra lo relegó a la posición de uno de los sirvientes indios de la casa. Fue acogido y criado por los indios e indias de la servidumbre y su idioma constante fue el quechua. Él, que era blanco y de familia hispanohablante, recibió amparo y protección de la servidumbre india cuando niño.

Naturalmente, Arguedas recordaba con mucho amor a esos indios e indias. Años mas tarde, como adulto y autor con dominio perfecto del castellano, los temas centrales de su obra serían las injusticias, la violencia y el racismo contra el indio. Según Vargas Llosa, en Arguedas escribir significaba primeramente una "responsabilidad social" ("literatura comprometida" es otro término que usa Vargas Llosa).

En su obra narrativa, Arguedas describe la explotación económica del indio y su lucha contra el terrateniente blanco. En sus cuentos y novelas, Arguedas también muestra los maltratos y el desprecio que sufre el indio. Por ejemplo, el ingeniero Cabrejos de "Todas las sangres" le pregunta al indio Rendón Willka sí de verdad no puede decir in-ge-nie-ro. Rendón Willka se dirige a él como "patrón inginiero", pronunciando mal el castellano. Cabrejos le recita seguidamente el "A, Bi, Ci" al indio, burlándose de él.

Sin embargo, la vida en el mundo andino recreado en las obras de Arguedas no es solamente sufrimiento y explotación, como lo señala acertadamente Vargas Llosa en su libro. La vida, al mismo tiempo que crueldad, es rito, espectáculo, canto, danza. En general, la ceremonia —al igual que la violencia— es un "componente básico" de la realidad arguediana, según expresión de Vargas Llosa.

II. La utopía arcaica en Arguedas

¿A qué se refiere el título del libro de Vargas Llosa? ¿En qué consiste la tesis de la "utopía arcaica"? Según Vargas Llosa, en la obra literaria de Arguedas habría a la vez que un anhelo de reivindicación campesina —sobre lo cual me acabo de referir— un proyecto utópico. Este proyecto utópico consistiría en querer restablecer un Perú antiguo o arcaico de tipo colectivista, tradicional, rural y mágico-religioso. La "utopía arcaica" estaría hecha de creencias como el andinismo: los Andes, por sus características geográficas y culturales, representarían una forma más profunda y auténtica de humanidad que los desiertos y valles de la Costa.

En la obra literaria de Arguedas se vería expresada una fantasía histórica según la cual el pueblo quechua creó en los Andes una civilización moralmente superior a la occidental y que sobrevive en los indios de hoy. La obra de Arguedas sería, de acuerdo a Vargas Llosa, parte de una tendencia reaccionaria dentro de la corriente indigenista en la literatura y, en algunos momentos, tendría hasta un sesgo racista (un racismo al revés).

No comparto la tesis de la "utopía arcaica" que ensaya Vargas Llosa. El análisis que hace en su libro abarca lo más importante de la obra narrativa de Arguedas y es muy minucioso; sin embargo, yo me voy a limitar a resumir brevemente el análisis que expone sobre "Yawar Fiesta".

"Yawar Fiesta" es la primera novela de Arguedas y su tema central es una corrida de toros en los Andes. Arguedas, según confesión propia, y siguiendo el relato de Vargas Llosa, se hallaba de vacaciones en el pueblo serrano de Puquio en 1935 y asistió a una corrida como la que describe en "Yawar Fiesta". Uno de los capeadores indios de la corrida fue destrozado por un toro y éste suceso habría servido de inspiración para uno de los personajes de la novela.

En la novela, siguiendo la reseña que Vargas Llosa hace de "Yawar Fiesta", la corrida de toros india genera un conflicto que enfrenta a las razas y clases sociales de Puquio. El conflicto es provocado por una decisión del gobierno central de prohibir la corrida de toros indianizada —con capeadores espontáneos, dinamita, borrachera y enjalmas— y de reemplazarla por una corrida ortodoxa.

Seguidamente cito textualmente de "La utopía arcaica" (págs. 135 y 137):

"La historia está presentada con la habilidad necesaria para que, al final, al lector no le quepa duda sobre la conclusión que el narrador quiere hacerle compartir: que quienes se empeñan en suprimir el yawarpunchay [la corrida de toros indianizada] no entienden ni respetan las costumbres, las creencias y los ritos de los indios y, en verdad, quieren despojar a éstos de algo precioso: su identidad.[...]. Y para el narrador —portavoz evidente en esto del José María Arguedas que escribió "Yawar Fiesta "— desindianizar a los indios es un crimen todavía peor que explotarlos, discriminarlos y maltratarlos. "

Es importante notar en el pasaje que he leído que Vargas Llosa hace portavoz al narrador de "Yawar Fiesta" de las simpatías personales del escritor Arguedas. Es decir, según el supuesto de Vargas Llosa, habría una coincidencia entre las ideas que expresa el narrador de la novela y el anhelo personal de Arguedas de derrotar a los que se oponen a la fiesta porque la consideran una manifestación de atraso. Los personajes de "Yawar Fiesta" que quieren acabar con el espectáculo y que finalmente son derrotados son —como lo señala Vargas Llosa— los serranos alimeñados, los costeños prejuiciosos contra lo andino y los mestizos e indios aculturados, los cholos. [Nota: aculturado es aquel que recibe y asimila elementos culturales de otro grupo humano].

La derrota de éstos personajes en la novela es "la derrota de la razón", según expresión de Vargas Llosa, frente a ese mundo antiguo y apegado a la tradición de los indios. Por lo ya señalado, Vargas Llosa concluye que Arguedas opta por la versión más radical y excluyente de las distintas versiones del indigenismo: la versión racial y cultural.

Yo pienso que es probable, como argumenta Vargas Llosa, que haya una coincidencia entre las ideas que expresa el narrador de "Yawar Fiesta" y las ideas personales de Arguedas. Sin embargo, creo también que es importante guardar una distancia crítica frente al texto y hacer una separación entre el autor y su obra. Aunque yo esté de acuerdo con la afirmación de Vargas Llosa que "el creador recrea el mundo a su imagen y semejanza" (pág. 154), no siempre es legítimo identificar a un autor con ciertos personajes de su obra o con el narrador (o narradores) de ellas. Se me ocurre, por ejemplo, que Arguedas podría estar totalmente opuesto a los espectáculos de las corridas de toros, indianizadas u ortodoxas, por el amor que sentía con los animales y lo cruel de esa costumbre. ¿Son acaso los sueños eróticos de don Rigoberto, personaje de la última novela de Vargas Llosa, atribuibles a su autor como propios?

Sea como fuere, supongamos que Vargas Llosa está en lo correcto y que la victoria de los indios en la novela es "una victoria simbólica" (expresión de Vargas Llosa, pág.. 145) de esa cultura mágica y ceremonial, arcaica y andina, quechua y rural. Ahora bien, todos sabemos que la corrida de toros es una tradición típicamente española. Es más, el toro es un animal que no existía en América hasta la llegada de los españoles. El toro junto con la vaca, el caballo, el perro, la gallina y el cerdo, fue importado por los españoles y no era conocido por la gente de los Andes (véase al respecto, por ejemplo, el libro "La invención de América mestiza" del venezolano Arturo Uslar Pietri).

Yo me pregunto entonces, ¿cómo se puede hablar de una "utopía arcaica" (o antigua) cuando Arguedas estaría defendiendo una tradición mestiza? Es una tradición mestiza porque la corrida de los Andes no es ya una corrida típicamente española sino que ha sido modificada con elementos indígenas. Por lo dicho, concluyo que —en todo caso— el Arguedas de "Yawar Fiesta" buscaría conservar una cultura, que no es ya la cultura antigua de los indios, sino una cultura modificada por el encuentro con los españoles.

Según Vargas Llosa, para dar otro ejemplo, Arguedas sentía tan "profundamente" el panteísmo como los personajes indios de "Todas las sangres" (pág. 275). Vargas Llosa identifica a Arguedas con la religiosidad de los personajes indios de la novela y no con la de los personajes blancos; tampoco considera la posibilidad que Arguedas no sea religioso. Esa identificación de Arguedas con los valores y creencias tradicionales lo harían supuestamente un enemigo del progreso.

Para generalizar, el análisis que presenta Vargas Llosa sobre los textos literarios de Arguedas sigue la misma lógica que los ya expuestos. El procedimiento es igual: Vargas Llosa identifica a Arguedas con ciertos personajes o el narrador (o narradores) de su obra, con aquellos que (supuestamente) exponen los valores y las costumbres tradicionales de la cultura quechua.

Por lo anteriormente referido, sobre la necesidad de hacer una distinción entre el escritor y su obra literaria, habría sido importante que Vargas Llosa en su libro citara de manera más extensa textos no literarios de Arguedas sobre su visión del Perú.. Al analizar extensamente cartas, artículos periodísticos, ensayos, etc. de Arguedas se podría rechazar (o se podría corroborar) la tesis de la "utopía arcaica".

Hay un texto corto de Arguedas que se titula "No soy un aculturado", que figura como epílogo de su novela póstuma "El zorro de arriba y el zorro de abajo", donde explica cuáles fueron los ideales que intentó realizar. En mi opinión, el ideal que Arguedas expone es el de un Perú moderno —multiracial v multicultural— muy lejos de una utopía de corte reaccionario o retrógrado. He preparado copias del texto y las personas que tengan interés en leer más detalladamente las palabras de Arguedas pueden acercarse al final de la charla.

Arguedas se pregunta en el texto que voy a repartir, siendo el año 1969, lo siguiente:

"¿Hasta dónde entendí el socialismo? No lo se bien. Pero no mató en mí lo mágico".

En el planteamiento de Arguedas se hace presente una tensión entre el ideal de la modernidad, por un lado, y el ideal de la diversidad cultural, por el otro. Según mi interpretación, el progreso para Arguedas sería una síntesis o compromiso entre ambos ideales opuestos.

Para Vargas Llosa, por el contrario, modernizarse es abolir lo mágico-religioso y renunciar a las creencias y costumbres tradicionales (pág. 251). El camino a la modernidad, según las posiciones conocidas de Vargas Llosa, va a llegar a través de la libertad y el mercado. La disyuntiva que nos plantea Vargas Llosa es clara: modernidad o atraso.

Para Arguedas, la disyuntiva entre 'modernidad o atraso' que plantea Vargas Llosa sería la manifestación misma del atraso, porque niega la cultura con la cual él se identifica y quiere conservar. Para Vargas Llosa, como he repetido, ese ideal cultural conservador que hay en Arguedas es signo de atraso. Es interesante notar, además, que la crítica de Vargas Llosa a Arguedas, de ser supuestamente antimoderno, la comparte —aunque desde posiciones ideológicas distintas— con la izquierda revolucionaria que busca crear "el hombre nuevo" de la revolución. Esa aspiración revolucionaria se opone al ideal cultural conservador de Arguedas.

El Perú, casi 30 años después de la muerte de Arguedas, ha pasado por muchísimos cambios. En lo que concierne a los aspectos culturales y de organización de la sociedad, ¿se ha ido el Perú acercando a la visión de Arguedas durante el tiempo transcurrido? La respuesta de Vargas Llosa es que el Perú de hoy, el Perú Chicha o Informal de su último capítulo, está cada día más lejos de los ideales de Arguedas. Yo estoy de acuerdo con la respuesta de Vargas Llosa y basta notar que el Perú se ha convertido en un país predominantemente urbano (más del 70% de la población del Perú de hoy vive en centros urbanos).

III. Conclusión

Sin duda, Vargas Llosa ha profundizado mucho sobre la vida y la obra de Arguedas. Vargas Llosa es un gran conocedor de las obras de escritores como Luis E. Valcárcel, Ciro Alegría, Juan Rulfo, Augusto Roa Bastos, etc. y en su libro sitúa la obra de Arguedas en el contexto de las diferentes tendencias que existen en el movimiento indigenista de la literatura peruana y latinoamericana. Vargas Llosa escoge, además, una estructura que —a mi parecer— es muy apropiada para el libro porque intercala capítulos sobre la vida de Arguedas con capítulos sobre su obra, y de ésta manera nos llega a mostrar la relación tan cercana que existe entre ambas.

En resumen, quisiera señalar que la vida de Arguedas tampoco corrobora ninguna especie de fantasía utópica. Arguedas fue maestro de castellano y también traductor de canciones y poemas quechuas; era serrano pero vivía en la costa y viajaba frecuentemente al extranjero; llegó a ser profesor universitario y obtuvo reconocimiento a nivel nacional e internacional, pero no dejó nunca de identificarse con los marginados.

Termino con una cita tomada de "Todas las sangres". Es Matilde, un personaje de la novela, que le dice a su esposo, el terrateniente blanco y serrano Fermín, refiriéndose a la "sociedad" de Lima:

"Hablan del Perú con menos conocimiento que del Congo".

Yo estoy convencido que la frase que acabo de leerles tiene, por instantes, vigencia para todos los peruanos, y no solamente para los limeños o los costeños que reflexionan sobre el Perú. El Perú, como habrán podido comprender, es un país grande y diverso. Todos los peruanos, en algún momento, deberían sentirse reconocidos en esa frase de Arguedas, incluyendo el que habla.

Muchas gracias.

domingo, 3 de octubre de 2010

Julio Carmona: Vallejo en los infiernos, ¿Una biografía novelada o una novela biográfica?

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
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Carátula de la novela de
Eduardo González Viaña

Con esta novela, Eduardo González Viaña ha cumplido con el encargo que le hiciera Antenor Orrego (hace ya muchos años). Escribir sobre el momento más grave en la vida de César Vallejo. Esto lo refiere el mismo autor en la Introducción a Vallejo en los infiernos. Y no nos queda aquí sino repetir la pregunta del título, esta novela es: ¿una biografía novelada o una novela biográfica?

Y se puede responder que se trata, en realidad, de lo segundo: una novela biográfica. Porque en ella hay más elementos de ficción (como que al lector se le diga lo que piensan o sienten los personajes en momentos claves de lo que, supuestamente, ocurrió en “la vida real”). Y en este caso debemos convenir en que la novela se sirve de la biografía para desarrollar sus propios fines; es decir, que la ficción toma vuelo desde el trampolín de la realidad, y no se sumerge y diluye en la veracidad de los hechos. Pero al adoptar esta opción no se debe olvidar que los hechos evidentes, históricos (por todos conocidos), no pueden ni deben ser alterados. Vallejo en los infiernos tiene, pues, algo de los dos géneros (novela y biografía), aunque con mayor peso de lo novelesco (y, en algunos casos, incurriendo en el olvido antes advertido).

En esta novela, la incidencia de lo biográfico se centra en un acontecimiento de la vida del protagonista: la acusación por la que nuestro vate tuvo que pasar varios meses en prisión. Y tiene el mérito de ilustrar sus pormenores y de esclarecer algunos puntos clave que se requerían para zanjar la verdad de los hechos. Aunque, tal vez, el aspecto más relevante y mejor logrado sea la ambientación carcelaria. Claro que sólo quien haya estado en ese trance puede calibrar la dimensión de lo sufrido por el protagonista, y podrá sopesar las razones de Vallejo para que llegara a esta terrible confesión: “El momento más grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del Perú”. En gran medida, pues, el autor de la novela logra recrear ese ambiente espeluznante, infernal. El título mismo –de aparente truculencia–, al terminar la lectura, da la sensación de que constituye un acierto. Porque no es sólo el círculo dantesco de la prisión en sí, son muchos los círculos en vorágine que configuran a ese infierno: la kafkiana angustia judicial, la incertidumbre aplastante de un presente inamovible, la deshumanización contextual, etc.

En ese sentido –de revelar pormenores de la vida del poeta– está también la confirmación de que la “andina y dulce Rita, de junco y capulí” se apellidaba Uceda, y puede resultar siendo la madre del conductor de las guerrillas del 65, Luis de la Puente Uceda, y esto es algo que, con tino, el autor deja sin explicitar, como respetando ese derecho del lector a ir atando cabos y soltando rienda a su intuición.

En el mismo orden de ideas queda la explicación del viaje a París. Por un acto encomiable de solidario desprendimiento por parte de Antenor Orrego, quien le cedió un pasaje que debió compartir con Julio Gálvez Orrego, y se hace justicia también a este último personaje que poco aparece en las biografías del poeta, y que, identificado con la causa republicana en España, finalmente –se nos dice– murió fusilado por la falange fascista.

Asimismo, hay otros datos de la vida familiar en Santiago de Chuco que, si bien no culminan el cuadro biográfico total, constituyen rápidos esbozos que matizan el tema central ya aludido, a manera de escorzos difuminados que ya de por sí aportan el ingrediente de misterio que es más propio de la novela.

Y entrando al ámbito novelesco, propiamente, consideramos que ese ingrediente de misterio referido se vuelve por momentos excesivo, porque se apoya de manera exacerbada en la dimensión de los sueños. Todos los personajes sueñan. Y los sueños son premonitorios y anunciadores de hechos que van a ser confirmados por el futuro. Por ejemplo, se dice que Vallejo “Le preguntó si sabía algo acerca del Músico, y Mataporgusto se quedó asombrado. –¡Qué raro! (le contesta) Había soñado que usted me preguntaría por él”. (p. 240). En otro momento (de los muy profusos que hay) un chamán en la prisión le había augurado su futuro y –dice el narrador– “las ilusiones sugeridas por el vuelo con el sampedro lo desconcertaban. ¿Un barco lo sacaría de la prisión? ¿Qué tenía que ver Antenor con ese barco? ¿Y el destino era París? ¿Por qué París? ‘Usted mismo lo sabrá algún día –le dijo el chamán y agregó–: hay que tomar los sueños más en serio’.” (p. 251). Sí, seguramente, hay que hacerlo; pero no al extremo de que la novela raye en lo inverosímil. No ocurre esto –valga el descargo– en el caso del hermano Miguel Vallejo que hace anuncios a futuro, el de su propia y temprana muerte, por ejemplo, o el viaje de Vallejo. Pero es un misterio verosímil. Pues se sabe de casos reales que confirman ese tipo de premoniciones. Aunque el mismo Vallejo estaba en contra de ellas; dice: “El poeta profetiza creando nebulosas sentimentales, vagos protoplasmas, inquietudes constructivas de justicia y bienestar social. Lo demás, la anticipación expresa y rotunda de hechos concretos, no pasa de un candoroso expediente de brujería barata y es cosa muy fácil. Basta ser un inconsciente con manía de alucinado. Así hacen las sibilas vulgares. No importa que se realice o no lo que anuncian.” (El arte y la revolución). Lo censurable es el abuso, atosigante, de dicho recurso.

Al margen de ese elemento excesivamente romántico del sueño y de lo esotérico, podemos convenir en que la estructura de esta novela tiene mucho de construcción arquitectónica, y de arquitectura moderna pues le da énfasis a lo funcional. Y así vemos que todas sus partes, desde diversos ángulos en ese bifronte espacio de novela y biografía, se encuentran interrelacionadas como vasos comunicantes, pasadizos interconectados, ambientes matizados por el claroscuro de lo incierto y lo apodíctico.

Obviamente, no vamos a referirnos a los elementos conclusivos de la historia, pues de hacerlo estaríamos atentando contra el interés tanto del autor como del lector: que la obra se difunda (interés del autor) y no que se la cuenten (interés del lector). Pero, para concluir esta apreciación sobre la confluencia de lo narrativo con lo biográfico, debemos señalar que hay una cierta imprecisión respecto del elemento “personajes”, el mismo que, como se sabe, complementa a los del espacio y de la historia, para coronar el logro que optimice a la novela, que es, en última instancia, lo que importa.

La novela empieza con el ingreso del protagonista a la cárcel y, más precisamente, a la celda infernal. Allí se desarrolla una escena dantesca. Un sujeto descomunal, mimetizado con la oscuridad ambiental, amenaza al poeta con matarlo. Esta decisión, extraña, más propia de un manicomio, se hace verosímil por la sugerencia de que sus acusadores –gente con poder económico e influencia política– han maquinado dicha acción. Hasta allí no hay problema. El problema surge a partir del desenlace, pues antes de que pudiera consumar el crimen, el agresor es trabado en su avance por otro preso, y, finalmente, ambos se aniquilan, mutuamente. Y, entonces, quedan flotando dos preguntas: ¿quién es el hombre que defendió a Vallejo? y ¿qué es lo que lo impulsó a hacerlo, al extremo de matar y dejarse matar? Y es una pregunta que se espera ver resuelta en los capítulos sucesivos, porque esa acción compleja no puede atribuirse al azar ni tampoco quedar flotando en el vacío.

Pero lo más desconcertante es que en el capítulo 3 el personaje, ya mencionado aquí, Mataporgusto le habla del “loco” que ha intentado matarlo, y Vallejo sigue atentamente la relación de datos sobre él, pero no pregunta para nada por el otro preso que lo salvó y murió en el intento. Incluso en el capítulo 6 hay otra alusión a los dos cadáveres, cuando uno de los presos entra a la oficina del alcaide (contigua al ambiente en que están los muertos), donde Vallejo se encuentra preventivamente, y le anuncia que va a cortar las cabezas de los occisos, pues tiene un trato con el alcaide en ese sentido, y Vallejo se mantiene indiferente ante el problema aquí planteado, no manifiesta ninguna inquietud por su salvador. Es más, se dice que el sujeto “entró en el cuarto contiguo provisto de un pequeño serrucho y se quedó allí más de media hora”, y haciendo alarde de un humor macabro (que trasunta cierto mal gusto) se dice que “Solo se escuchaba un sonido rítmico y la voz del hombrecito: Aserrín, aserrán,/ los maderos de San Juan. (sic)/ Piden queso, piden pan./ Aserrín, aserrán…” (p. 122).

Y, al llegar al capítulo 14, cuando a Vallejo ya lo han pasado a una celda menos tétrica, se tiene la sensación de que ahí está la respuesta. El nuevo compañero de celda le hace referencia a un hombre que ha tenido influencia en su vida, y entonces dice Vallejo: “Conozco al hombre de quien habla. Es Pedro Losada. Pedro Losada me salvó la vida –aseguró.” (p. 274). Pero aun cuando la pesquisa lectora crea haber encontrado el cabo suelto, pues daría respuesta a la primera pregunta (¿quién es el hombre que defendió a Vallejo?), sin embargo quedaría pendiente todavía la segunda (¿qué es lo que lo impulsó a hacerlo, al extremo de matar y dejarse matar?).

En el capítulo 21 se vuelve a mencionar a Pedro Losada, explicándose lo aseverado por Vallejo: “Pedro Losada me salvó la vida”; pero ¿dónde es que ocurrió esto? En Santiago de Chuco. El día que acaecieron los sucesos en los que se le involucra, mas no en la prisión de Trujillo. Pedro losada nunca llegó a ésta, al menos no lo hizo en el momento en que está Vallejo. Y, aun cuando finalmente fue capturado en Santiago de Chuco para ser conducido a Trujillo, es asesinado en el trayecto. Entonces, vuelven a quedar sin respuesta las inquisiciones preliminares: ¿quién es el hombre que lo defendió en la celda? y ¿qué es lo que lo impulsó a hacerlo, al extremo de matar y dejarse matar? Y hasta el momento de terminar la lectura de la novela, sigue siendo un misterio sin resolver.

Otro desfase del elemento “personajes”, es el relacionado con Haya de la Torre, que no tuvo nada que ver con el suceso de la prisión de Vallejo, y es irrelevante que hubiera sido él quien lo presentara a Antenor Orrego; máxime si es incluido falseando los hechos porque en uno de sus pocos encuentros se llega al extremo de decir que “Iban a ser amigos para toda la vida” (p. 193), cuando bien se sabe que Vallejo rompió con Haya, no sólo política sino amicalmente; al extremo que se puede relacionar la anécdota de sus años de bohemia juvenil, cuando se cuenta que Vallejo hace un brindis llamándolo “Pichón de cóndor”, seguramente por su perfil parecido al de esa ave de rapiña; y lo más probable es que, estando Vallejo en París y adherido ya al marxismo, al momento de escribir su célebre poema “Telúrica y magnética” y, recordando a su “Perú al pie del orbe”, preguntara y respondiera entre paréntesis “(¿Cóndores? ¡Me friegan los cóndores!)”, en clara alusión al susodicho.

Es decir, la presencia de Haya en la novela es un flagrante ripio, con el agravante de ser introducido tergiversando la historia. Leamos: “Los pensamientos político y filosófico de Orrego y Haya de la Torre se convertiría (sic) en una propuesta continental para que toda la América al sur del Río Grande se uniera, escogiera un camino socialista y rechazara cualquier injerencia de Estados Unidos en la construcción de su destino.” (pp. 193-194). Y bien se sabe que esa “unión continental” es una ilusión, y menos que se pueda realizar sin la revolución previa de cada país, revolución que en el Perú, inicialmente –en el año 32–, fue traicionada por Haya, y después negada hasta los límites del macartismo y el fascismo; era, pues, desde sus orígenes, una propuesta demagógica y reaccionaria; y aquello del “camino socialista” fue desterrado del vocabulario aprista desde sus inicios (de ahí la ruptura con Mariátegui y Vallejo), y, por último, ‘la no injerencia de Estados Unidos’ fue descartada también del programa aprista desde la publicación de El antiimperialismo y el Apra (1926, según los apristas), en el que no se sostiene la tesis de que el Apra sea antiimperialista, sino la explicación de cuál era su posición en relación con el movimiento antiimperialista en auge en aquellos años, y su conclusión fue: ‘aceptar el lado bueno del imperialismo y rechazar su lado malo’: obviamente, una propuesta demagógica y reaccionaria más.

Además hay otro desacuerdo histórico relacionado –sintomáticamente– con la figura de José Carlos Mariátegui; dice: “… un grupo de oficiales del Ejército dio una golpiza al joven pensador José Carlos Mariátegui, inmóvil en su silla de inválido.” (p. 308). Y lo cierto es que en esa época Mariátegui todavía no usaba “silla de inválido”, esto va a ocurrir a su regreso de Europa y después de que le amputaran la pierna; en la época de la agresión (anterior al viaje a Europa), todavía se mantenía en pie aunque evidenciando una ostensible cojera. El hecho de la agresión es narrado así por María Wiesse: “… un grupo de militares exasperados, enfurecidos por las ideas expuestas en "Malas tendencias: El deber del Ejército y el deber del Estado", ataca al joven escritor. Lo insultan y lo golpean, sin tener en cuenta su endeble condición física [no, invalidez ni postración]. Por dos veces se repite la agresión; una, en la calle, otra, en la imprenta de El Tiempo, donde se editaba Nuestra Época. Un fornido oficial encabeza el ataque contra el ‘cojito’. Y después de la agresión viene el duelo. Mariátegui no sabe manejar las armas, pero acepta el desafío y se dirige una mañana al campo donde ha de realizarse. [¿Se dirige al duelo en “silla de inválido”?] Los pa-drinos han de intervenir para evitar un asesinato, que así habría sido, en caso de efectuarse el duelo, en condiciones tan desiguales. Mariátegui ha soportado valientemente la cobarde agresión; foetazos, patadas, puñetazos. Ha ido al campo del desafío sin saber cómo se toma una pistola o un sable. Un clamor de indignación se levanta, en toda la ciudad, contra los agresores del escritor; es tan vehemente esa indignación, es tan encendida la reprobación contra el hecho, que el Ministro de Guerra se ve obligado a renunciar su cargo.” (Obras completas, tomo 10, cursiva y corchetes nuestros, negrita de la autora).

Por último, no podemos evitar hacer lo que acostumbramos en este tipo de comentarios: denunciar las que consideramos deficiencias de la edición. Y empezamos por la carátula. No nos parece un buen retrato pictórico, aunque tal vez sea una aplicada o académica pintura fotográfica. En segundo lugar, nos parece excesiva la cantidad de preámbulos. Hay una presentación, un prólogo, un proemio y una introducción. Para nuestro gusto, ha podido omitirse la presentación y el proemio (o derivarlos al final como epílogo o colofón). Y para consumar nuestra desazón está el sello editorial del Congreso de la res pública. Realmente, el solo pensar que quienes “habitan” ese edificio (iba a decir adefesio) son la antípoda de César Vallejo (en todos los sentidos; incluido, por cierto, el presentador del libro y presidente del antro) me pone los pelos de punta. Y el hecho me llevó a pergeñar este breve “testamento ológrafo” (a la manera de Sebastián Salazar Bondy):

Si algo pudiera pedir
Ya para después de muerto:
Es que ni un libro de mí
Lo patrocine el Congreso.

Y lo más lapidario de esta aceptación editorial es que en el mismo libro se dice lo siguiente: “El Congreso era la sede del entendimiento y la repartija entre los líderes de un bando y otro. El gobierno podía llegar allí a fáciles acuerdos secretos con los líderes de la oposición. A los dueños del país y a los empresarios extranjeros les bastaba con negociar, (sic) o comprarse a los parlamentarios”. Es decir, ¿supone el autor que las cosas han cambiado hogaño?; ¿por qué no sigue el ejemplo (honrando el apellido) de quien él mismo llama –líneas más adelante– “el maestro del anarquismo, Manuel González Prada”, y de quien dice que “renunció al círculo político que él mismo había creado cuando aquel se enredó en las componendas parlamentarias.”? (p. 211). Ejemplo éste que es reiterado en las pp. 262-263: en palabras premonitorias de Antenor Orrego, cuando le dice a Haya de la Torre: “Terminarás como Manuel González Prada, que organizó un partido y tuvo que renunciar a él. Lo hizo porque sus compañeros lo utilizaban como una herramienta para llegar al Congreso.” Y, por supuesto, no se equivocó Orrego en lo que respecta a los compañeros de Haya, pero no en lo referente a éste, ya que ni renunció ni cuestionó a sus discípulos su afición por el Congreso sino que, más bien, les incentivó el gusto convenciéndolos de que ‘el Parlamento es el primer poder del Estado’. Y, más adelante, insiste Orrego: “Ya te lo digo, los políticos se harán dueños de tu partido. Si no es durante tu vida, será después y borrarán uno a uno tus principios. Los irán mediatizando hasta hacerlos desaparecer. La revolución no existirá para ellos, sino el Parlamento y los gozos del poder.” Con esas requisitorias esgrimidas por el narrador es por demás inconsecuente que el autor admita sea editada su novela por esa institución despreciable y, lo que es más decisivo, despreciada por el protagonista de la misma.

Pasando a los errores textuales en sí, una vez más nos encontramos con las ya casi proverbiales fallas de construcción. Y, para colmo, otra vez figura en los créditos el nombre del corrector, Jorge Coaguila que, al parecer, trabaja para todas las editoriales (pues en una crítica precedente a ésta lo encontramos figurando también en esa novela criticada de otra editorial), pero con tan poco profesionalismo que, en realidad, da vergüenza ajena. Pareciera que su presencia como corrector es sólo nominal, y no hace honor al mérito. Vamos, a continuación (sin ser exhaustivos), a consignar algunos errores (poniendo entre paréntesis lo cuestionado -sic- o lo que debió decir):

“Cuando hablo de nosotros, me refiero al (a) Trilce, una agrupación literaria que se formó ese año.” (p. 27)

“Pocos artistas he conocido después que (se) parecieran a mis amigos en su generosidad y en su desmesura.” (Id.)

“Fue también quien lo (le) dio un techo…” (p. 30)

“Con la que (sic) cantidad de cielos que recorre…” (p. 51)

“Aquí dice que entró a las (sic) ayer a las seis de la tarde.” (p. 93)

“Esos que proclaman que la educación deber (debe) de ser gratuita.” (164)

“Saluden a la señorita. Preséntese (preséntense) como caballeros.” (p. 293)

“Vallejo soñó muchas veces en (con) el búfalo parado…” (301)

“Vallejo y su amigo (…) eran excelente (s) bailarines.” (343)

Aunque no todos los errores pasan al débito del corrector. Algunos hay que sumarlos al del autor. Por ejemplo, en el primer capítulo nos dice que Vallejo es amenazado con una comba. En la p. 36 se lee: “¿Sabes lo que es esto? Es una comba…”; pero, después, la comba se convierte en martillo: “-¡Levántate, muerto! –insistía el tipo del martillo…” (p. 38), y ahí mismo dice: “Se escucharon martillazos y más gritos”, para –otra vez volver a hablarse de comba: “El matón de la comba…”, p. 39.

Y paro de contar o, mejor, de criticar.

Ver también en el siguiente vínculo: http://t.co/Qp4uD8K


César Vallejo y Georgette Phillipart

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Julio Carmona: A Violeta Carnero de Valcárcel. In memoriam

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de
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Violeta Carnero de Valcárcel
A Violeta Carnero de Valcárcel, la conocí personalmente –si mal no recuerdo– allá por el año 2006. A pesar de haber vivido yo en Lima por un espacio de veinte años (1966-1986), nunca tuve la oportunidad de ni siquiera conversar con ella, aunque la conocía de vista y de lejos cuando asistió con Gustavo Valcárcel al Primer Encuentro de Poetas realizado en Chiclayo (conservo un libro de poemas autografiado por el poeta). O sea que con Gustavo tampoco hubo una cercanía amical. Producto también de mis aprehensiones cívicas (por entonces era –y creo seguir siéndolo– un tanto renuente a acercarme a los poetas consagrados). Incluso con la hija de ambos, Rosina Valcárcel (también consagrada poeta), tuve muy pocas oportunidades de tratarla durante mi permanencia en Lima, pese a habernos encontrado en eventos populares o de haber compartido un premio de poesía (en los años setenta). Pero, allá por el año de 1999, tuvo que pasarme la desgracia de tener un problema judicial (de injusticia laboral, cometida –por supuesto– contra mí) para que se diera la oportunidad de acercarnos amicalmente. Rosina, con esa generosidad que la caracteriza me apoyó con una nota periodística, con un desprendimiento inusual y sin ningún compromiso, pues ni siquiera habíamos cultivado hasta entonces una mínima amistad. Pero esa circunstancia me llevó a buscarla en su domicilio para manifestarle mi gratitud. Y desde entonces hemos edificado una amistad de la que no sólo me siento orgulloso, sino que cuido como si en realidad se tratase de cultivar una rosa (como la rosa de Martí). Entonces, cada vez que voy a Lima lo primero que hago es telefonear a mi amiga Rosina. Y ella, siempre generosa, reserva un lapso de su tiempo para vernos y conversar e intercambiar libros y abrazos y besos. Y, a propósito de besos, en uno de esos encuentros, acordamos con Rosina ir un día a visitar a Violeta. Y, al momento de saludarnos con un beso en la mejilla, se generó un lapsus y nos besamos en los labios. Es una anécdota maravillosa. Y allí pude constatar que, definitivamente, la sabiduría popular es totalmente acertada, comprobé en esa ocasión que “de tal palo, tal astilla”: Rosina es un reflejo del inmenso afecto que irradiaba Violeta. Cada quien con su propia personalidad, pero ambas unidas por una calidad humana singularísima. Violeta Carnero era un amor de persona. Me recibió con una demostración de aprecio que pocas veces he experimentado. Y con una sinceridad a prueba de cualquier duda. Y en los últimos años la he llamado muchas veces desde Piura para saludarla y recibir con su cálida voz la seguridad de que a mujeres y madres como ella muy bien les viene la expresión vallejiana de “Muerta inmortal”. Al día siguiente de recibir la noticia de su pase a la inmortalidad (a donde ha ido a encontrarse con su amado Gustavo), volví a difundir un poema que escribí el mismo día que la conocí en su casa. Al poco tiempo volví a dedicarle otro poema que ahora quiero –de manera virtual– hacerle llegar a Gustavo Valcárcel, como expresión de mi rendido reconocimiento al gran aporte que ambos le han hecho al pueblo peruano con su vida feraz.

CARTA ABIERTA A GUSTAVO VALCÁRCEL

Le robé un beso a tu esposa,
Inmenso poeta, Gustavo
(Un pétalo más a la rosa
No le hace menoscabo).

Pero sabes que ese beso
Tiene el don de carta abierta:
Como el fruto del cerezo
Llega a toda voz despierta.

Y a miles veo en soslayo
Dando besos a Violeta,
Convertidos en vasallos

De sus lágrimas discretas,
Pues no deja de haber mayo
Que no llore a su poeta.



De izquierda a derecha: Gustavo Valcárcel, Violeta Carnero,
Manuel Scorza y Juan Gonzalo Rose


martes, 21 de septiembre de 2010

Juan Víctor Alfaro: EL SUEÑO DEL CAMINO

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de
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Es verdad: despierto en la mañana de ti mismo
Esperando tu otra palabra para saber que existo
Ese fondo de espejo a mi rostro distinto
Esa risa sin miedo transmitida a mi instinto

Es cierto: el mundo existe sin mí pero yo vivo
En la eterna condena de verme repetido
Encerrado en las nubes de nuestro sueño arisco
Ese que en nuestra infancia muerta descubrimos

Es verídico:
Todo esto que te digo
Pero ¿dónde se encuentra la hoz que corte su espino
Dónde el golpe certero del airado martillo?

El seguirlo soñando es mi heroico destino.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Gustavo Valcárcel: CARTA A VIOLETA

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de
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Violeta voló como una pajarita,

sus ojos se cerraron a las 7 de la noche del miércoles 15 de septiembre del 2010.


Violeta Carnero Hoke ¡PRESENTE!



"Su nombre vivirá a través de los siglos".
Federico Engels

GUSTAVO VALCÁRCEL: Carta a Violeta


(A Ana María e Ignacio MAGALONI)




Te escribo desde tu propio hogar
Ciudad de México, 19 de noviembre,
enfermo como estoy en nuestra cama vieja
sintiendo despeñárseme la sangre
en pos de ti, río inacabable.


Sobre la almohada, a mi lado,
tibio yace tu último sueño
ahora en cambio la ciudad acoge
tu vehemencia de ola, tu vigilia de amor,
recorriendo el pan nuestro
que hoy día te lo debemos todos.


Antes yo te escribía desde mi juventud
convertida en un gran reloj de cárcel
en romance de piedra, en pasto policial,
en tristeza y tristeza de mis ojos proscritos.
Incomunicado, entonces te escribía
desde una celda o cueva
donde tu nombre era lo único viviente.


Luego seguí escribiéndote
desde Antofagasta, frente al Mar Pacífico,
desde Puerto Barrios, frente al Mar Atlántico,
desde Oaxaca, frente al tiempo,
desde ti, frente al cielo, en la orilla del mundo.


Y aun cuando te miran mis hijos fijamente
me parece que son frases sus miradas
de un alfabeto que fui incapaz de escribir.


Después de tantos meses de silencio
sentí esta mañana el deseo de escribirte
de escribirte una cosa muy sencilla:
para tanto amor, hemos sufrido poco
para tanto amor, hemos hablado poco
para tanto amor, no hemos vivido nada.


Vivir – ¿me oyes? –, vivir un día nuevo
en el que nadie nos persiga
ni nadie nos embargue
ni se nos corte la luz por unos pesos
ni se nos acuse de extranjeros.
Vivir un día nuevo
en que trabajemos sin lágrimas ni odios
pudiendo sentirnos camaradas de todos
y en el que por fin nos sea devuelto
el Perú de tus entrañas, nuestro Perú del llanto.


Vivir –¿me oyes?–, vivir un día nuevo
en el que la verguenza no nos astille el ojo
como cuando se enteran nuestros hijos
de esta paternal orfandad de dos monedas.


Vivir un día nuevo. Un día, en suma,
en el que podamos cantar todos los hombres
después de sentarnos en la yerba
a jugar a la comidita
–como dice nuestra hija–
sin que a nadie le falte que comer.


Sobre esta nueva vida deseaba escribirte
ahora que marchaste temprano a rescatar
nuestros libros del camarada Lenin
nuestros cuadros de Flores y Gutiérrez
y tu reloj y mi reloj embargados por los mercaderes.


Desde la calle me llega
el gorjeo de nuestros pequeños peregrinos
la sinfonía de la clase obrera
el clamor del mundo.
Estoy enfermo, solo, y este quinto piso
parece un subterráneo sin ustedes.


¿No demorarás?
Sobre la almohada, a mi lado,
tibio yace tu último sueño.
Encargo a mis versos una rosa para él
pero hasta la flor de la palabra
cuando quedo solo
no puede olvidar la espina
del tiempo que sufrí.


Ven pronto, cielo junto al cielo,
surca calles, vuelas plazas,
sube corriendo los pisos de nuestra altísima pobreza.
Aquí te espero, en esta cama vieja,
que tanto tiene de mí,
de tus sueños cercanos, de tus cartas lejanas,
de nuestros desvelos por los compañeros
los presos del Perú y el mundo
los perseguidos del Perú y el mundo
los explotados del Perú y el mundo.


Ven pronto, estrella y mar, música terrestre
aquí te espero y mientras llegas
empezaré a amar el porvenir
hecho luz entre tus ojos
pan en las manos de los niños
leche en tus senos, ala en tu voz,
verso en tu cuerpo, rayo en tus labios
eternidad en tu grito de gran madre
rosa roja en tu pasión de comunista
y alba en todo lo tuyo que me estoy llevando al sueño.


Escribiéndote duermo, camarada,
seguro de que, al despertarme, juntos
gozaremos el resto de la lucha
tomados de la mano hasta que caiga yo
hasta que quepan mis huesos en la tierra nuestra
hasta que mi sangre se despeñe en ti
río inacabable, vida, vida . . .


GUSTAVO VALCÁRCEL