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lunes, 21 de enero de 2008

¿QUIÉN DIJO MIEDO?, Alberto Hidalgo


Le apuntarán con rifles a la región del saco
El saco ha de dejarles perforar la camisa
La camisa de cándida permitirá que lleguen hasta el pecho
El pecho sabrá ahí mismo convertirse en rosa
La rosa echará pétalos por los cuatro costados de la sangre
La sangre comedida irá a aumentarle su caudal al río
El río asumirá la empurpurada fisonomía del obrero
Y el obrero sin pausas ha de seguir pidiendo
Pidiendo que le aumenten el salario aunque después sus restos vayan a exagerar el cementerio
Otros verán que tiene sus razones el salario para creer que es poco lo que le da a la casa La casa tiene esposa
A la esposa le cuelgan como flecos los hijos
A los hijos no hay pan que no les ladre
No hay ladrido pequeño que no implore un juguete
Ni juguete tan tonto que se ponga furioso porque lo rompe un niño
Pero al niño de veras solamente lo encarga la madre cuando sabe que ha llegado el aumento
Al aumento le dan de bofetadas sin asco los patrones e irreductible la inclemencia de éstos
Al perro de juguete
Al chico que lo ladra
Y a la madre atrevida que lo compra
No les queda otra cosa que la huelga
La huelga es la antesala de la muerte
La muerte son hileras de fusiles
Los fusiles son seres expertos en el arte de asesinar camisas
Las camisas se abrigan con los sacos
Los sacos son parientes de los pechos
En los pechos revientan las rosas de la sangre
Y la sangre nunca para hasta que llega al río
Y ese río de espantos desemboca
Inapelable
Inexorablemente
En el mar sin perdones
De la revolución


Alberto Hidalgo,

Perú