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viernes, 8 de febrero de 2008

MADRE, Juan Cristóbal



No puedo decir que eres la más dulce o la más bella de la tierra

O que tus manos vuelan como pájaros heridos en el alba
Pero sí que eres para mí como la última batalla perdida de la iglesia
Como el primer resplandor maravilloso del otoño
Como el mejor ciruelo caído en los atardeceres del camino
Como esa postal inédita escondida por la abuela antes de morir
Entre las hojas apacibles del invierno
No puedo decir que tus sueños o desvelos nada significan
Frente a todas las avaricias y adversidades manchadas del planeta
Pero sí que sigues trabajando como antes en la cocina
Sin levantar la cabeza o tus musitadas esperanzas podridas en la arena
En estas circunstancias cómo decir que eres la más dulce
O la más bella de la tierra
O que tus manos vienen como pájaros heridos en el alba
No por cierto para recitar otra vez
Las eternas mentiras de un poema aprendido en el colegio
O hacer un álbum lleno de luceros y hortalizas y entregártelo en la mañana
Como un corazón de oro atravesado por infamias
O emborracharse (como una luna llena por los bosques
Después de darte un beso en la mejilla) con los amigos en la tarde
Al pie de un árbol sepultado por la nieve tenaz de las estrellas
O bailar como un tonto en los salones pálidos y sucios de la burocracia
O invitar a los parientes nietos tíos o sobrinos
Para que digan que eres la más dulce o la más bella de la tierra
Y que tus manos vienen como pájaros heridos en el alba
Y después la fotografía el pajarito la cervecita helada
Y al cabo de diez o veinte años de casada como hoy en las mareas
Y en tu vieja mecedora al pie de tu puerta apolillada
Decir orgullosa "allí estoy"
Como si nada hubiese transcurrido.

Juan Cristóbal,
Perú