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lunes, 16 de noviembre de 2009

Julio Carmona: "Hay que cesar al César"

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.


“La mujer del César no sólo debe ser honesta sino también parecerlo”, dice el famoso aforismo. Y bien se sabe que ningún deshonesto va a admitir que lo es. Porque la “regla de oro” de todo delincuente es reclamar inocencia. El raciocinio de éstos es que una sola palabra te puede hundir o te puede salvar: si dices “sí” en lugar de decir “no”. Pero lo decisivo para la validez de ese “¡Soy inocente!” es que esté refrendado por una conducta irreprochable.

¿Cómo creerle al magistrado que no va a hacer variar los resultados de las denuncias que se ventilan en contra de la universidad que le ha pagado los gastos de un viaje internacional? Ningún servidor público (especialmente entre los políticos y los jurídicos) debe aceptar ningún especial trato ni contrato con ninguna institución ni pública ni privada. ¿Un juez trabajando en una Universidad, hoy por hoy que las universidades tienen tantos recursos por los cuales muchas de sus autoridades se convierten en corruptas?

La duda de su honestidad surge cuando uno se pregunta: ¿esa universidad le habría dado el especial trato o contrato si no fuera magistrado? El servidor público no sólo debe ser honesto sino también parecerlo. Y la única manera de parecerlo es rechazando cualquier compromiso que ponga en tela de juicio su honestidad. ¡Qué saludable fuera enterarse en los próximos días que, por ejemplo, un solo juez (entre los muchos que hay) ha renunciado a ser profesor en la Universidad que le ofreció ese cargo adicional!

Sé que es mucho pedir. Porque estamos en el Perú. Y en el Perú hasta los presidentes siempre han encontrado argumentos para justificar sus incongruencias. Si un ex Presidente se acoge a la prescripción de su juicio para presumir de una inocencia no probada (porque prescripción no es sinónimo de inocencia), ¿qué se puede esperar de otros servidores públicos que hacen de sus cargos un modelo para censurar?

Y lo más censurable de esas inconductas es que se convierten en espejos para la juventud. Si la autoridad lo hace ¿por qué no el común mortal que no tiene ninguna otra obligación que salir adelante a como dé lugar, en un país en el que las oportunidades no están a la vuelta de la esquina?

Aunque siempre habrá oportunidad para todo aquel que sin el menor reparo justifica sus deshonestidades con esta frase que es el sumun del oportunismo: “Siempre juego a ganador.” Sí, pero no olvides que el premio es el olvido o el deshonor.