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miércoles, 7 de mayo de 2008

CARTA A JENNY WESTPHALEN, Carlos Marx


Cumplidos 190 años del nacimiento de Carlos Marx (05-05-1818), bien vale rendirle homenaje publicando de él no un texto de análisis político, económico o estético, sino una carta de amor dirigida a su esposa, Jenny Westphalen, que refleja su gran sensibilidad y ternura, dignas de su talla de gigante.

21 de junio de 1856

Querida mía:

De nuevo te escribo porque me encuentro solo y porque me apena siempre tener que charlar contigo sin que lo sepas ni me oigas, ni puedas contestarme. Por más malo que sea tu retrato, me sirve perfectamente, y, ahora comprendo por qué hasta las "lóbregas madonnas", las más imperfectas imágenes de la Madre de Dios, podían encontrar celosos y hasta más numerosos admiradores que las imágenes buenas. En todo caso, ninguna de esas oscuras imágenes de madonna ha sido tan besada, ninguna ha sido mirada con tanta veneración y enternecimiento, ni adorada tanto como esta foto tuya, que si bien no es lóbrega, sí es sombría, y en modo alguno representa tu hermoso, encantador y "dulce" rostro que parece haber sido creado para los besos. Yo perfecciono lo que estamparon mal los rayos del sol y llego a la conclusión que mi vista, por muy descuidada que esté por la luz del quinqué, y el humo del tabaco, es capaz de representar imágenes no sólo en sueños, sino también en la realidad.

Te veo, siento, toda delante de mí, como de carne y hueso... el falso y vacío mundo se forma una idea superficial y equivocada de las personas. ¿Quién, entre mis numerosos calumniadores y maldicientes enemigos, me ha reprochado alguna vez valer para el papel de primer galán en cualquier teatro de segunda categoría? Pero es que soy así. Si esos canallas tuvieran siquiera una gota de sentido del humor, habrían garrapateado en el anverso "relaciones de producción y cambio" y en el reverso me habrían dibujado postrado a tus pies, "mire este dibujo y el otro", rezaría la inscripción. Pero los canallas son tontos y seguirán siendo necios in secula seculorum.*

La separación temporal es útil ya que la comunicación constante origina la apariencia de monotonía que lima la diferencia entre las cosas. Hasta las torres de cerca no parecen tan altas, mientras las minucias de la vida diaria, al tropezar con ellas crecen desmesuradamente. Lo mismo sucede con las pasiones: los hábitos consuetudinarios, que como resultado de la proximidad se apoderan del hombre por entero y toman forma de pasión, dejan de existir tan pronto desaparece del campo visual su objeto directo. Las pasiones profundas, que como resultado de la cercanía de su objetivo se convierten en hábitos consuetudinarios, crecen y recuperan su vigor bajo el mágico influjo de la ausencia.

Así es mi amor. Al punto que nos separa el espacio, me convenzo de que el tiempo le sirve a mi amor tan solo para lo que el sol y la lluvia le sirven a la planta: para que crezca. Mi amor por ti, cuando te encuentras lejos de mí, se presenta tal y como es en realidad: como un gigante; en él se concentra toda mi energía espiritual y todo el vigor de mis sentimientos.

Adiós, querida mía, te mando a ti y a nuestras hijas miles y miles de besos.

Tu Carlos

Carlos Marx,
Alemania

(Texto proporcionado por Rosina Valcárcel, quien a su vez lo ha tomado de la siguiente página digital:
http://cartasfamosas.blogspot.com/search/label/Carta%20d)