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viernes, 15 de febrero de 2008

CARTA A VIOLETA, Gustavo Válcarcel



Te escribo desde tu propio hogar

Ciudad de México, 19 de noviembre,
Enfermo como estoy en nuestra cama vieja
Sintiendo despeñárseme la sangre
En pos de ti, río inacabable.

Sobre la almohada, a mi lado
Tibio yace tu último sueño
Ahora en cambio la ciudad acoge
Tu vehemencia de ola, tu vigilia de amor,
Recorriendo el pan nuestro
Que hoy día te lo debemos todos.

Antes yo te escribía desde mi juventud
Convertida en un gran reloj de cárcel
En romance de piedra, en pasto policial,
En tristeza y tristeza de mis ojos proscritos.
Incomunicado, entonces te escribía
Desde una celda o cueva
Donde tu nombre era lo único viviente.

Luego seguí escribiéndote
Desde Antofagasta, frente al Mar Pacífico,
Desde Puerto Barrios, frente al Mar Atlántico,
Desde Oaxaca, frente al tiempo,
Desde ti, frente al cielo, en la orilla del mundo.

Y aun cuando te miran mis hijos fijamente
Me parece que son frases sus miradas

De un alfabeto que fui incapaz de escribir.

Después de tantos meses de silencio
Sentí esta mañana el deseo de escribirte
De escribirte una cosa muy sencilla:
Para tanto amor, hemos sufrido poco,
Para tanto amor, hemos hablado poco,
Para tanto amor, no hemos vivido nada.

Vivir -¿me oyes?- vivir un día nuevo
En el que nadie nos persiga
Ni nadie nos embargue
Ni se nos corte la luz por unos pesos
Ni se nos acuse de extranjeros.

Vivir un día nuevo
En el que trabajemos sin lágrimas ni odios
Pudiendo sentirnos camaradas de todos
Y en el que por fin nos sea devuelto
El Perú de nuestras entrañas, nuestro Perú del llanto.

Vivir -¿me oyes?- vivir un día nuevo
En el que la vergüenza no nos astille el ojo
Como cuando se enteran nuestros hijos
De esta paternal orfandad de dos monedas.

Vivir un nuevo día. Un día, en suma,
En el que podamos cantar todos los hombres
Después de sentarnos en la yerba
A jugar a la comidita
-Como dice nuestra hija-
Sin que a nadie le falte de comer.

Sobre esta nueva vida deseaba escribirte
Ahora que marchaste temprano a rescatar
Nuestros libros del camarada Lenin
Nuestros cuadros de Flores y Gutiérrez
Y tu reloj y mi reloj embargados por los mercaderes.

Desde la calle me llega
El gorjeo de nuestros pequeños peregrinos
La sinfonía de la clase obrera
El clamor del mundo.

Estoy enfermo, solo, y este quinto piso
Parece un subterráneo sin ustedes.

¿No demorarás?
Sobre la almohada, a mi lado,
Tibio yace tu último sueño.
Encargo a mis versos una rosa para él
Pero hasta flor de la palabra
Cuando quedo solo
No puedo olvidar la espina
Del tiempo que sufrí.

Ven pronto, cielo junto al cielo,
Surca calles, vuela plazas,
Sube corriendo los pisos de nuestra altísima pobreza.

Aquí te espero, en esta cama vieja,
Que tanto tiene de mí,
De tus sueños cercanos, de tus cartas lejanas,
De nuestros desvelos por los compañeros
Los presos del Perú y el mundo
Los perseguidos del Perú y el mundo
Los explotados del Perú y el mundo.

Ven pronto, estrella y mar, música terrestre
Aquí te espero y mientras llegas
Empezaré a amar el porvenir
Hecho luz entre tus ojos
Pan en las manos de los niños
Leche en tus senos, ala en tu voz,
Verso en tu cuerpo, rayo en tus labios
Eternidad en tu grito de gran madre
Rosa roja en tu pasión de comunista
Y alba en todo lo tuyo que me estoy llevando al sueño.

Escribiéndote duermo, camarada,
Seguro de que, al despertarme, juntos
Gozaremos el resto de la lucha
Tomados de la mano hasta que caiga yo
Hasta que quepan mis huesos en la tierra nuestra
Hasta que mi sangre se despeñe en ti
Río inacabable, vida, vida...

Gustavo Valcárcel,
Perú

jueves, 14 de febrero de 2008

ELOGIO DE LA INFANCIA, Juan Ojeda



Porque será la tierra en sus dones primeros:
Herbajes fecundos, el ruido del tordo en los riscos,
Y agua sonando, sonando. Vivimos
Esperando un objeto de presagios, la razón
De una edad nueva, el tiempo de las vides tiernas,
No tierra árida, no oscuros promontorios.

¿Quiénes murmuran allí, en esos huesos blancos?

Hendimos las raíces en un desierto de osamentas,
Mansiones recamadas de ámbar, pedrería
En las escalinatas, dorado acanto
Sobre los capiteles. Oh ciudades, éstas son las ruinas.

Construiremos, niño, la nave fuerte
Y desde allí, descendiendo a las breñas:
Las ramas plateadas sobre la fuente,
El musgo en luminosa profusión, la escarcha
Brillando en cada hoja violeta, el polen rosado. Pero mira:
Comerciantes obesos, cabritilla y vestimenta olorosa a espliego,
La charla a mediodía bajo los pórticos tallados,
Devaneo y miseria. Nosotros esperamos otra tierra.

¿Qué presente o pasado nos conduce
A nutrir el tiempo futuro? La delectación en la carne,
El café a medianoche después de una agotadora lectura.
¡Conocimientos! ¡Conocimientos! La sonrisa aparente.
Noche (como si el tiempo fuera la noche), a dónde caminamos?

“Por aquí permanecemos durante el verano, de día
Comemos langostas y en la tarde hacemos el amor.
Estas son las ruinas, hijo mío; no andes con prevaricadores,
Recibe consejo y prudencia que serán caminos en la noche.
Mira estas manos, bésalas
Y participa en el reino de la muerte, hijo mío.
No bebas agua impura; nuestros antepasados
Bebían en vajilla de plata, nosotros erramos
Con el candelabro quebrado, las manos quebradas,
La impostura útil. ¿Ves estos vestidos? La orla
Está gastada, el resplandor de otros tiempos
Gastado y nuestros cráneos vacíos”.

¡Oh infancia de futuros siglos, ya se escucha
La humana muchedumbre, se insinúan
Los tiempos de un orden nuevo!

Porque la tierra, niño, te cobijará
En sus dones eternos, porque ya se avecina
La edad de una historia fecunda: mira, mira estas ruinas.
Luego caminemos hacia los montes fértiles.

Juan Ojeda,
Perú


miércoles, 13 de febrero de 2008

POEMAS, Víctor Mazzi Trujillo



Poética

¿Quién ha traído esa luz
Que desciende hasta el corazón del agua
Donde los peces sueñan un secreto velamen?

¿Quién soltó esa flecha
Que aún vuela a través del bosque
Llevando un oscuro designio sin nombre?

¿Quién hizo esa melodía
Que llega cautelosa y descalza
Redactando azules mandatos de lluvia?
¿Quién, corazón, mío, quién?


Diario vivir

Tus ojos, mis manos, las voces
Erigen un árbol de aurirosados frutos,
Inclinan un rayo, tienden mil pájaros
Y salvan al dios del esfuerzo
Que transpira en la tierra.
Somos la presencia de la flor y la abeja,
El zumo de la sangre.
De nuestro amor crece la hiedra,
Se levanta la melodía nupcial del fuego,
Nácenle cifras azules al tiempo.
No hay obras ni edificios
Que no sepan de nuestro hondo misterio.
Somos el palpitante latido del mundo,
La clara verdad de la vida.


Canción a golpe de vida

Sin otro instrumento
Que una lata cualquiera
Me he puesto a cantar.

Golpeo la lata y canto,
Canto y golpeo la lata
(Un golpe de quebranto
Y otro de percusión).

Golpe a golpe va creciendo
El ritmo de mi canción.
No tengo otro medio
De lograr comunicación.

De este modo, claro está,
Muchas veces me equivoco,
Golpeo el canto y lato
Dentro de mi preocupación.

Víctor Mazzi Trujillo,
Perú

martes, 12 de febrero de 2008

EL ABRAZO QUE NO MUERE, Bartolomeo Vanzetti



He hablado tanto de mí mismo
que casi olvido mencionar a Sacco.
Sacco es también un obrero,
desde su niñez un experto obrero,
amante del trabajo,
con buen empleo y una buena paga,
una cuenta de banco, una esposa buena y amable,
dos lindos hijos y un hogar pequeño y limpio
a la orilla del bosque, cerca de un arroyo.

Sacco es un corazón, una fe, un carácter, un hombre;
un hombre amante de la naturaleza, de la humanidad;
un hombre que lo dio todo, que sacrificó todo
a la causa de la libertad y su amor al hombre:
dinero, descanso, ambición terrena,
su propia esposa, sus hijos, él mismo
y su propia vida.

Sacco no ha soñado nunca robar, asesinar.
Ni él ni yo nos hemos llevado jamás a la boca
un pedazo de pan, desde nuestra niñez al día de hoy,
que no hayamos ganado con el sudor
de nuestra frente. Nunca.

Oh, sí, como alguien lo ha dicho
yo puedo ser más ingenioso que él;
mejor conversador, pero muchas, muchas veces
al escuchar su voz cordial resonando con fe sublime,
al considerar su sacrificio supremo, al recordar su heroísmo
me sentí pequeño ante su grandeza
y me encontré a mí mismo luchando por contener
las lágrimas de mis ojos,
y calmar mi corazón
impidiendo a mi garganta sollozar frente a él:
este hombre llamado ladrón y asesino y sentenciado a muerte.

Pero el nombre de Sacco vivirá
en el corazón de la gente y en su gratitud
cuando los huesos de Katzmann
y los vuestros hayan sido dispersados por el tiempo;
cuando vuestro nombre,
vuestras leyes e instituciones
y vuestro falso dios
sean apenas un borroso recuerdo
de un pasado maldito en que el hombre
era lobo del hombre.

[...]

Si no hubiera sido por esto

yo podría haber gastado mi vida
hablando en las esquinas a gente burlona.
Podría haber muerto inadvertido, ignorado, un fracaso.
Ahora no somos un fracaso.
Ésta es nuestra carrera y nuestro triunfo. Nunca
en toda nuestra vida pudimos esperar hacer tal trabajo
por la tolerancia, por la justicia, por la comprensión
del hombre por el hombre
como ahora lo hacemos por accidente.
Nuestras palabras, nuestras vidas,
nuestros dolores... ¡nada!
La toma de nuestras vidas
-vidas de un buen zapatero y un pobre
vendedor ambulante de pescado- ¡todo!
Ese último momento nos pertenece:

esa agonía es nuestro triunfo.

Bartolomeo Vanzetti,
EE. UU.


(Último Discurso en la Corte; puesto en verso inglés por Selden Rodman, traducido por Augusto Monterroso).


lunes, 11 de febrero de 2008

ASÍ SON, José Agustín Goytisolo


Su profesión se sabe es muy antigua
Y ha perdurado hasta ahora sin variar
A través de los siglos y civilizaciones.

No conocen vergüenza ni reposo
Se emperran en su oficio a pesar de las críticas
Unas veces cantando
Otras sufriendo el odio y la persecución
Mas casi siempre bajo tolerancia.

Platón no les dio sitio en su República.

Creen en el amor
A pesar de sus muchas corrupciones y vicios
Suelen mitificar bastante la niñez
Y poseen medallones o retratos
Que miran en silencio cuando se ponen tristes.

Ah curiosas personas que en ocasiones yacen
En lechos lujosísimos y enormes
Pero que no desdeñan revolcarse
En los sucios jergones de la concupiscencia
Sólo por un capricho.

Le piden a la vida más de lo que ésta ofrece.

Difícilmente llegan a reunir dinero
La previsión no es su característica
Y se van marchitando poco a poco
De un modo algo ridículo
Si antes no les dan muerte por quién sabe qué cosas.

Así son pues los poetas
Las viejas prostitutas de la Historia.

José Agustín Goytisolo,
Barcelona


domingo, 10 de febrero de 2008

ME QUEDO, Carlos Luis Saénz



Yo me quedo -viniendo-
Con los versos
Claros y humildes, casi franciscanos,
De la rosa es la rosa y su milagro,
O, esta mañana el viento
Ha engendrado la espiga
Útil y bella como la amapola.
Con ellos
En la tierra me quedo.
Este es el reino innumerable
En donde, a cada instante,
El milagro infinito se renueva para el canto.
Froto mi lámpara y lo miro.
Y en la propia palabra lo consigno
Con algo de su luz
Para quien quiera oírmelo y cantarlo.
Aquí hay cimas y abismos.
Sin embargo, amo el verso sencillo:
El apretón de manos con toda la amistad
Del pecho conmovido; decirte:
“Eres hermosa”. Decir: “Anímate,
No estás solo,
Pobre negrito de Little Rock”.
Encontrarme en los otros
Lo mejor de la vida,
Como el agua de lluvia
En las hojuelas de las yerbecillas.
Hacer el bien, sentirlo y proclamarlo
De alba en alba,
Con la belleza noble
Y perdurable
Que yo logre poner en mi palabra.

Carlos Luis Sáenz,
Costa Rica


sábado, 9 de febrero de 2008

RECUERDO DE INFANCIA, Félix grande



Hoy el periódico traía sangre igual que de costumbre
Venía chorreando como la tráquea de un ternero sacrificado
He visto chotos cabras vacas durante su degüello
Bajo el agujero del cuello una orza se va llenando de sangre
Los animales se contraen en sacudidas cada vez más nimias
De pronto ya no respiran por la nariz ni por la boca
Sino por la abertura que la navaja hizo en la tráquea
En la cual aparecen burbujas a cada nueva respiración
A menudo parece que están completamente muertos
Y no obstante se agitan una o dos veces suavemente
Ahora sus ojos ya no miran tienen como una niebla
Un colorcillo de color indeterminado que recuerda al ceniza
Entonces el carnicero se incorpora con las manos manchadas
Y procede a desollar y trocear al animal cadáver
Para después pesarlo venderlo en porciones hacer su negocio

Hoy el periódico traía sangre lo mismo que otros días
Acaso unos cuantos estertores más que de hábito
Pero cómo saberlo hay países que no especifican
Por ejemplo el departamento de estado no da las cifras de sus bajas
Únicamente les agrega apellidos
Bajas insignificantes bajas ligeras bajas moderadas

Hoy el periódico traía sangre en volumen considerable
Y mientras leo pacientemente civilizadamente el intento
De justificación de esos destrozos escrito de sutil manera
Recuerdo vacas cabras chotos la gran orza en el suelo
Y recuerdo imagino pienso que unos cuantos carniceros
Continúan desollado troceando pesando en sus básculas
Haciendo su negocio mediante esos pobres animales sacrificados.

Félix Grande,
Mérida (Badajoz)