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domingo, 4 de enero de 2015

Julio Carmona: La fuga de Miguel

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com


En el último mes del año 2014, salió a la luz la última novela —publicada— de Miguel Gutiérrez, con el escueto título de Kymper. Miguel Gutiérrez es, sin duda alguna, un excelente narrador. A la altura de los más encumbrados. Y no necesita el espaldarazo de ningún Nobel o de algún novel. Ese es, pues, un asunto que no está en discusión. Y esto lo digo porque, en un intercambio de opiniones en una red de comunicación virtual, alguien anunció que ya estaba leyendo la novela aludida y expresó que estaba «bien escrita», expresión que —por decir lo menos— no pasa de ser un pleonasmo, una redundancia, una tautología. Nadie podrá decir que en alguna de las novelas de Miguel Gutiérrez se dé lo contrario, es decir, que esté «mal escrita». Por eso es que mi opinión contradictora fue: Lo que se espera de Miguel Gutiérrez es que produzca esa «buena novela» que hace mucho tiene proyectado. Y agregué que: para ser considerada una buena novela no basta con que esté bien escrita.

Y en efecto, ese propósito de escribir una «buena novela» Miguel Gutiérrez lo viene insinuando en varios textos desde el año 1996, tal es el caso de la siguiente expresión suya: «Antes que las ideas me cautivó mi propia relación con la novela (…) que me dio una razón para vivir…» (Celebración de la novela, p. X). Posteriormente, en su libro de ensayos La invención novelesca (2008), narra que, en un interrogatorio policial, le preguntaron: «¿Cuál es su mayor aspiración?» Y que él respondió: «Escribir una buena novela». Y concluye la anécdota así: «… yo no mentí. Ni fue un subterfugio, ni una verdad a medias. Hoy, once años después, puedo afirmarlo: fue la verdad más plena. La única que realmente ha importado en mi vida.» (p. 113). Es más, en el año 2007, escribió lo siguiente: «… he acentuado cierto espíritu heterodoxo que siempre estuvo en mí, y he añadido una razonable dosis de escepticismo a todas mis certezas sociales humanas.» (El pacto con el diablo, p. 16). Si, por confesión de parte, desde esos lejanos tiempos (que van de 1996 a 2008), su relación con escribir una buena novela era el norte de su vida, de ello se deduce que él mismo descartaba la posibilidad de que sus novelas anteriores a esas fechas, incluida La violencia del tiempo, pudieran ser consideradas con la calificación de ser «buenas novelas», insinuación que, no por provenir del mismo creador, tiene que ser aceptada como definitiva.  

Ahora que he leído la novela, de exiguo título pero de amplio volumen, Kymper, me ratifico en lo dicho, que coincide con la perogrullesca expresión: «está bien escrita». Pero —siempre hay un «pero» porque, como decía el viejo filósofo Hegel, «para todo hay argumento»—: Para mí, no es «la buena novela» que se propone o que promete escribir Miguel Gutiérrez. No es este el lugar indicado para demostrar la certeza del aserto. Un trabajo más minucioso y amplio exige esa constancia (algo similar a lo que hice con su novela anterior Confesiones de Tamara Fiol, y que difundí en revistas especializadas). Aquí solo me limitaré a dar sustento a la idea sugerida en el título de este artículo.

Pero volvamos a la novela última que nos ocupa. Su título corresponde al apellido del protagonista, «Kymper», quien vive a salto de mata, fugitivo y perseguido por tres fuerzas tenebrosas que buscan saldar cuentas en relación con hechos de su pasado, es decir, con su historia personal que, quiérase o no, pertenece a la historia social. Primero, el comando Rodrigo Franco, del primer gobierno aprista, lo persigue para vengar la muerte que diera a un dirigente estudiantil de esa facción política, ocurrida en la década del sesenta del siglo pasado. Segundo, un grupo de aniquilamiento de Sendero Luminoso, igual lo acusa de haber proporcionado a las fuerzas armadas del Estado la ubicación y destrucción en la selva de un campamento de ese grupo sedicioso. Y, tercero, su esposa, madre de sus dos hijos, igual quiere que pague con su vida por el abandono en que los dejara.

Contra todas estas acusaciones, Kymper tiene argumentos de defensa o justificación. Pero la fuga le permite ir saldando cuentas consigo mismo respecto de sus propias inculpaciones por haber pretendido renunciar —él mismo lo piensa— «a todo activismo político, al colocarme (eso pensé yo) al margen de la Historia.» (p. 283, cursiva del original). Pensamiento este que coincide con lo expresado por el autor en el «Reconocimiento» que hace como epílogo del libro, donde afirma que la novela: «en una de sus dimensiones narra las peripecias de un individuo que pretende colocarse al margen de la Historia.» (p. 605). Y todas las justificaciones que esgrime el protagonista —incluido el recuento de sus relaciones sentimentales, un tanto atosigante, dígase de paso—, dan la impresión de no tener otro objetivo que transferir al personaje los conflictos ideológicos del autor, quien con el argumento de tomar partido exclusivamente por la novela y de haberse trazado un solo fin (de 1997 para adelante): de llegar a escribir «una buena novela», no ha hecho sino capitular de sus principios primigenios que implicaban la obligación de no desarraigar su historia personal de la historia social, al momento de desarrollar su trabajo intelectual o artístico/literario.

Empero, finalmente, el autor no pudo ver cumplida su pretensión de «colocarse al margen de la Historia.» Y es esta —reiteramos— una idea de Miguel Gutiérrez que adoptó la siguiente forma: «En adelante, mi único partido sería la novela, pasase lo que pasase en mi país, en mi familia, en mi vida” (p. 206), idea que fue planteada en su ensayo La invención novelesca: Y también dice: en China «viví en carne propia la gran contradicción entre mi vocación de novelista y los requerimientos de un accionar de acuerdo a las ideas asumidas.» (p. 273). Pero, viendo los hechos objetivamente, Miguel Gutiérrez no ha sido fiel a su propuesta, en primer término, porque no ha escrito hasta ahora «una buena novela» (con la excepción de Hombres de caminos y La violencia del tiempo, saludadas como tales, en su oportunidad, por todos los críticos), y, en segundo lugar, porque no ha escapado de los avatares ocurridos en su país o en la realidad. Una evasión así se puede considerar que se dio en las novelas posteriores a La violencia del tiempo, es decir: La destrucción del reino, Babel el paraíso, Un mundo sin Xochitl, Una pasión latina, que enfocan temas más bien esotéricos o circunscritos a conflictos existenciales rayanos en el individualismo. Y, si esta contradicción de no haber escrito una buena novela con Kymper, se da en el plano del arte, en lo que se refiere a la política (en que tampoco ha cumplido con su propósito de evadirse de toda relación con lo que pasase «en mi país, en mi familia, en mi vida») se constata que con esta novela (como también ocurre con la novela precedente Confesiones de Tamara Fiol) ese tema de la política se presenta como la pretensión del autor de saldar cuentas con un pasado incumplido, pues, en ese sentido, cabe preguntar: ¿por qué ahora hay una descalificación absoluta del partido Sendero Luminoso, de su dirigente principal y de su ideología que en los años ochenta (y específicamente en su ensayo sobre la generación del ’50, que él mismo considera que «suscitó tantas controversias y enojos» —Celebración…, Ibídem) merecían lo opuesto: una reivindicación rotunda y sorpresiva?

Esta reseña la hice sin haber leído una entrevista periodística hecha a Miguel Gutiérrez, conocida por mí con posterioridad, en la que, de soslayo, responde a la pregunta precedente; ahí dice: «En los primeros años de la lucha armada impulsada por Sendero, políticos, intelectuales y artistas de izquierda padecieron horribles crisis de conciencia por no haber tomado las armas como lo demanda el marxismo revolucionario. Precisamente de este clima de mala conciencia surgieron, por ejemplo, los senderólogos. En cuanto a mí, exorcicé mis sentimientos de culpa adoptando el partido de la novela.» Idea que confirma el leitmotiv de esta reseña. Y me atrevo a adelantar —lo que voy a profundizar en otro trabajo— que Kymper no hace sino demostrar que toda evasión de la realidad es ilusoria, porque con ese plan o afán de fuga por la persecución del pasado, no se consigue sino volver al mismo punto de partida, al inicio de la huida. Huir de la vida para no morir es acercarse a la muerte. El apurar las ficciones de un futuro incierto es convertirse en perseguido de un pasado real, concreto, implacable: nuestra realización no es resultado de nuestro futuro sino de nuestro presente que ipso facto es pasado.
 

lunes, 29 de diciembre de 2014

Julio Carmona: ÉTICA DOCENTE

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com

Si la moral es la legislación conductual que la sociedad impone al ciudadano, la ética es el trasfondo moral que a sí mismo se impone cada ciudadano individual. Por eso se califica de inmoral a quien conociendo las restricciones conductuales en la sociedad, hace caso omiso de ellas. Y, asimismo, se llama amoral a quien se encuentra despojado de todo condicionamiento moral, es decir, un ignorante, irredento de toda consideración. El primero es condenable socialmente (no judicialmente) por quienes sí respetan y cumplen con las normas morales, y se le señala como un transgresor de la ética; cuando esa transgresión es involuntaria, se espera y se acepta la enmienda; en caso contrario —si no existe enmienda— la condena es irrevocable, y no solo eso, sino que se le debe trasladar al rango de lo amoral.

En el caso de quienes pueden y deben evitar transgredir las normas, o rectificarse por su transgresión, se debe ubicar a personas con cierta formación profesional o laboral (empleados de los sectores público/privado, trabajadores del campo y la ciudad con nivel de civismo y con mayor razón si se trata de egresados de estudios superiores). Y deviene imperativo categórico si se trata de un servidor público que ostenta cargo administrativo relevante, como —por poner un ejemplo— ser Secretario General de una Universidad Nacional, porque una de las prohibiciones que establece el Código de Ética de la función pública, dice que: «El servidor público está prohibido de obtener o procurar beneficios o ventajas indebidas, para sí o para otros, mediante el uso de su cargo, autoridad, influencia o apariencia de influencia.» (Artículo 8°, inciso 2).

Hago esta reflexión sobre el tema, recordando un caso que observé cuando estudiaba secundaria. En cierta ocasión, la autoridad del colegio dispuso que los estudiantes pintasen sus aulas y las pusieran bajo la égida de alguna personalidad paradigmática (y se iba a premiar al aula mejor acondicionada). Y cuando las aulas estuvieron dispuestas observé que una de ellas (no precisamente la mía, sino de un año superior) había sido designada con el nombre de uno de nuestros más queridos profesores. Y cuando le tocó clase en la mía yo lo felicité. Él retrucó que no era nada meritorio, pues se había hecho sin su consentimiento, y no tuvo oportunidad de evitarlo. Y dijo que no era ético rendir homenaje institucional a una persona viva, y que incurrían en esa falta de ética tanto quien hacía la propuesta como quien la aceptaba. Y concluyó que esperaba se hiciera la rectificación al año siguiente cuando mis compañeros y yo pasásemos a dicha aula. Y así fue. Hicimos justicia. Borramos el nombre de dicho profesor y elegimos otro ya finado, y con una trayectoria impecable de moralidad y ética a toda prueba, es decir, ya imposible de ser variada, posibilidad que no se da en personas que están con vida y mucho menos con aquellas que se pasan de vivas y que muy sueltas de huesos aceptan el hecho, con un amoralismo raigal.

Ahora bien, si la reflexión tiene asidero en un hecho pasado, obviamente es aplicable a futuro y también al presente (tres instancias de la historia: de la magna o nacional, de la pequeña o institucional y de la doméstica o personal). Y, sin ambages, aquí me refiero a un caso lamentable y ya consumado, ocurrido en la Universidad Nacional de Piura. A la refacción que se ha hecho de un pabellón de aulas antiguo se le ha puesto el nombre de un profesor que el único pergamino que ostenta es ser el profesor más antiguo en función. Pero la lógica más elemental conduce a determinar que debe haber otros profesores tan antiguos como él aunque cesantes, a quienes tampoco se les podría designar para un homenaje como el aquí comentado por el impedimento ético ya aludido. Sin embargo, también es de suponer que, en la historia académica de la Universidad Nacional de Piura, tiene que existir otro docente ya fallecido y de digna y eficiente performance profesional, docente y decente, a quien se puede honrar para que también su nombre honre a la institución que lo designa.

Todavía se está a tiempo para la rectificación ética. De lo contrario, el baldón ya infringido derivará en inmoralidad —de quien lo ofrece y de quien lo acepta— por saber que no es ético el acto de marras, y no obstante haber incurrido en él, o devendrá acto amoral por saberse o sentirse huérfanos de todo principio ético.


 

lunes, 8 de diciembre de 2014

CONFESIÓN DE PARTE

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com


 
No tenía que dejar un testimonio

De mi paso por parte del desierto

De su sed de sus hambres y demonios

De amores vivos y cariños muertos…

Pero la lluvia me estropeó el armonio

Y culpables los cuervos de mis tuertos

Tuve que resignarme al matrimonio

De mi pureza y mi embarrado huerto

Yo no busqué esa forma de decirme

Ella me halló mientras hurgaba el hueco

Y me envolvió en su urdimbre y maldecirme

No iba a reverdecer mis sueños secos

Caballero no más antes de irme

De las voces sin luz opté ser eco
 
 
Julio César Carmona

jueves, 13 de noviembre de 2014

SI PUEDO / SÍ PUEDO

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com


 
Dado a desesperar estando alegre

Imposible decir todo se puede

Y menos cosechar los años verdes

Era mirar amores disolverse

O convertir licores en vinegre

Preso de una maraña de paredes

La única escapatoria era el recuerde

El conviértase el traicione o el disfuerce

Solo un escape en medio del marasmo

Una salida en contra del espanto

Como en dos sendas interpuesto un quiasmo

Todo menos la huida bajo el manto

Todo menos correrse de este espasmo

Todo lo tiene la ilusión del canto
 

Julio Carmona
 
 

lunes, 6 de octubre de 2014

REALISTA

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com

Aunque sé que mi voz no será oída

En las nubes del poder o en su basura

Hago como el amor o la hermosura

Que van bajando y se creen de subida

Despertando en cualquier amanecida

Y en brazos sin sospecha de locura

Eso es morir de luces en oscuras

Con ganas infinitas encendidas

No se desprecia nunca lo ofrecido

Aunque un mísero beso sea la ofrenda

Todo es digno de ser muy bienvenido

La flor en cieno también es pudenda

Si la vida ni la muerte eligen nido

Aunque la suerte a veces las remienda

 

Julio Carmona
 
 
 
 
 
 
 
 
 

viernes, 5 de septiembre de 2014

ASUMO Y ARRESTO

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com


ASUMO Y ARRESTO


Un día más que sumo a este rosario

Un día más de ser lobo estepario

Un día más de amarte solidario

Un día más de verte solo a diario

Mas sospecho una luz en el candado

Mas soy franco no me siento encerrado

Mas te siento aun lejana a mi lado

Y más te amo y más encarcelado

Esa es la historia del amor primero

Esa es la gloria de la vida en cero

Esa es la noria y ese el cenicero

Por ellos poemo amo y esculturo

Por ellos sueño y por ti en lo oscuro

Por ellos y por ti vivo y remuero

 

Julio Carmona

domingo, 10 de agosto de 2014

TODOS SOMOS PALESTINOS

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com


Ha caído una bomba en mi destino

En mi cráneo en mis pies en mi intestino

Ha caído de la mano de un dios fino

Una bomba de hondo odio asesino

Al minuto de andar por mi camino

Me ha caído un balazo clandestino

Una espada del Damocles más porcino

Asida a un puño vil luciferino

Yo me sentí peruano ruso chino

Alemán canadiense argentino

Chileno japonés francés marino

Todas las sangres y todos los vinos

Sentí de todo el mundo herido el trino

Hoy por hoy todos somos palestinos