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sábado, 14 de junio de 2008

BALADA DE LA ESPERANZA, Jorge Luis Roncal

Déjennos contarles a los niños
Que esta sombra ya se desvanece
Déjennos decirles
Que sus caritas pálidas
Como canciones tristes de invierno
Sus bracitos delgados
Y sus llantos
Van a disiparse con el sol de un nuevo día
Y es que en nuestros campos
La hoguera ya se extiende
Hasta que una fila interminable
De sauces encendidos
Incendie el cielo gris de las ciudades
Estalle en las paredes empolvadas
Hasta que el viento del amor
Arranque de raíz la oscuridad
La mala siembra
Y la ternura florezca en nuestro suelo
Y los enamorados
Se miren sin angustias
Se posean sin apuros
Y la historia
Sean todos los hombres
Construyendo la hermosura colectiva

Jorge Luis Roncal,
Perú



viernes, 13 de junio de 2008

EL PUÑADO DE TERRONES, Julio Nelson



Al segundo canto del gallo el poblado se anima.
Se encienden los fogones y callosas manos
Toman las herramientas heladas del frío del alba.
Balan las ovejas y con los gruñones cerdos
Caminan a los campos, arreados por un pastorcillo
De cinco años o seis (o tal vez de cuatro).
Las pollas se acercan cautelosas al fogón
E insinuantes reclaman el puñado de cebada
(El maíz pertenece a los hombres y a las pollas la cebada
Y serán celestes sus huevos como piedras marinas).
Resoplan los asnos bajo la cegadora luz
Cargados de los costales para la magra cosecha.
Baten el silencio y la luz. De una choza brota un suspiro,
De otra una canción desgarradora (el llanto es aquí cantado:
Un canto a lo irreparable). Y de nuevo el silencio.
Si miras desde una cumbre el poblado, lo ves
Como un montón de piedras o terrones dispuestos al azar
En la falda de la montaña. Y en torno de ti
El viento, el silencio y las ingentes montañas.
Y te preguntas por el sentido de ese puñado de terrones
Que no figura en mapa alguno, el sentido
Del denuedo de los hombres en las exiguas parcelas,
Del llanto tenaz de la morena criatura envuelta en andrajos
Y del cortejo de los jóvenes bajo los árboles.
Un denuedo, un llanto, un suspiro, un cortejo de milenios.
Entretanto y sin que lo notes avanza la mañana.


Julio Nelson,
Perú


jueves, 12 de junio de 2008

CINCO RAZONES PURAS PARA COMPROMETERSE (CON LA HUELGA), Cesáreo Martínez


DONDE SE HABLA DE LA NATURALEZA Y SUS CRIATURAS


Como todos los animales transparentes de la tierra así como las aves
Sensitivas y más famosas, el hombre tiene que comer para vivir.
La vida es la única realidad azul que nos cautiva.
Y la tierra es hermosa, blanca, cuando la vida canta en su aire puro.
Todos los peces rojos y las mariposas nítidas hemos nacido para brillar bajo este cielo.
Y bajo este cielo nos reproducimos dando chillidos:
Nace el jabalí que a flecha suena
Nace el nogal muy contento de sí
Rasca la cucaracha, por qué no?
Y nace el hombre muy alto, sonoro, para pasearse
Después del trabajo,
En las partes más visibles de este mundo.
El hombre es el hombre (aunque sea peruano) se le vea por donde se le mire
Hay fosforescencias de árboles por donde pasa y una música azul mayor
En el día teje para pernoctar en la noche (o viceversa)
Y practica raramente la soledad nocturna
Observado por el mar,
Cuando los animales muy adustos duermen como niños.
En el día teje y así aporta con su aroma y su fuerza.
Quién, que haya tejido una red, un papel o edificio no ha besado sus oficios?
Los animales son sensibles, carnudos, y con la cabeza ladeada saludan al cielo.
Los animales sueñan a escasos palmos del hombre
Sus murmullos son suaves como la lluvia sobre el pasto
Los animales sueñan
Pero no el sueño del hombre que es sueño animal,
Sueño
Que degüella y da vida
El hombre ara soñar necesita recolectar todos los colores de la tierra,
Necesita agua fresca y las estrellas le echan su luz como un bálsamo.
Los hombres trabajan desde que amanece persiguiendo la pepa de la vida
Y para vivir, señores del poder, el hombre tiene que comer.
La vida es la única realidad azul que nos cautiva.
El hombre hijo de las larvas más relucientes,
Salido como un fuego de los mares rojos
No es uno solo
Ni es millones como se ve
El hombre es de dos clases o tres, a lo mucho, según trabaje
O se corte las uñas, a la luz de la luna, mirando
El lomo rosado de este mundo.
Hay el que defiende la vida con su vida, con el pecho de sus manos.
Por éste cantan los ríos resplandeciendo la noche
Y hay el que ha nacido para joder y extiende la sarna sobre todo lo ancho y azul
Repartiendo el miedo, bien encapuchado con su Estado.
A nosotros, señores del poder, nos ampara la confianza de la luz.
Así vive el hombre, en sus días de oro, camino
De la perfección.
Y así, bajo el sol, fueron saliendo estos cedazos de amor llamados curiosamente
Chavín, Viet-Nam, Chile, Arizona o Cotahuasi
Nombres de pueblos que han andado por sus caminos
Alimentándose,
Tomando agua en sus propias manos, a su tiempo.
Y para procurarnos comida en este país, señores del poder,
Hemos convertido la noche
En días interminables, hemos gastado nuestros cuerpos inútilmente
Mas no conseguimos evitar el rencor de nuestros hijos en la mesa vacía.
En esta comarca, señores del poder, hace siglos que la vida es imposible.
Imposible la inocencia del viento y en el mercado danza la pesadilla
Panza la escasez omnipotente y con botas, sencillamente siniestra
Como la boca de una metralleta en mi pecho.


Cesáreo Martínez,
Perú


miércoles, 11 de junio de 2008

LOS JUSTOS, Jorge Luis Borges



Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.

El que agradece que en la tierra haya música.

El que descubre con placer una etimología.

Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.

El ceramista que premedita un color y una forma.

Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada

Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.

El que acaricia a un animal dormido.

El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.

El que agradece que en la tierra haya Stevenson.

El que prefiere que los otros tengan razón.

Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.


Jorge Luis Borges,

Argentina


(Texto proporcionado por Christina Castello).



martes, 10 de junio de 2008

USINA, Raúl González Tuñón


Cualquier tarde.
Yo anduve por sus muelles
Sombríos, largos de fluviales nombres
-Marne, Loire, Oise, Seine-.


Las aguas sucias de petróleo y aceite.


Hablo del riachuelo proletario, abandonado,
A los pies de París
Arrastrándose
Igual que esos pontones de maderas cansadas
Que cargan vino, cemento y cereales
Y por la noche cuidan los perros guardianes.


Esos perros lanudos, atorrantes, tan humanos,
De sordos ladridos y turbias miradas
Que a veces cuelgan en los viejos puentes
Una tristeza dolorosa y extraña.


Boliches para obreros y ladrones
Que al mediodía comen carne de buey y hablan
De cosas importantes.


Mostradores maduros de puñetazos y de canciones
Moscas aplastadas contra los vidrios por los mocosos sin calzones.


Es para esas usinas sordas de oxidados soles,
De gruesas lluvias
-que me ahoga este poema.


Raúl González Tuñón,
Argentina


lunes, 9 de junio de 2008

BREVE ANTOLOGÍA, Álvaro Yunque


FE


Sentado en el tranvía, pensativo,
Decíame: ¿Es que en vano corre el tiempo?,
¿Es que siempre ignorancias e injusticias
Flagelarán al infelice pueblo?,
¿Es que siempre habrá mansos que soporten
La servidumbre y siempre habrá soberbios?
¿Es que aun la electrofuerza no propulsa?
¡Sangre hecha luz!, ¿El carro del progreso?
¡Y qué honda tristeza me invadía
Paralizándome como un veneno!
Mas, sentado a mi diestra, con su traje
De labor sucio y roto, vi un obrero;
Y, ¡oh, júbilo!, ¡Aquel hombre miserando
Tenía un libro en sus callosos dedos!;
¡Y lo leía cavilosamente!
¡Qué proficua lección me dio ese obrero!
Entreví el ideal por los suburbios
Sembrando ideas, dando sentimientos;
¡Y en vez de mi dolor, sentí pujante,
Que una ola de fe me alzaba el pecho!


VERSOS AL CLARO DE LUNA


Claro de luna: espíritu del mármol,
¡Quién poseyera tu serenidad!
Mi carne de hombre en ti se hunde gozosa,
Como en un luminoso manantial;
Mi carne de hombre cuya voz es eco
De la quejumbre de la humanidad.


Vagando por las calles solitarias y mudas
Como venas exhaustas del tísico arrabal;
Pensando en la miseria y el dolor que esconden
Estas casuchas que me ven pasar;
Me dije: ¡Quién gozara, claro de luna olímpico,
De esa pentélica serenidad
De no sentirte en nada culpable de lo triste
Y de lo malo que en los hombres hay!


Pero él me dijo: "Sufres porque aun no amas a todos,
Porque aun tu amor sólo a los puros das;
Ya ves como me entrego sin inquirir razones,
Me entrego todo a toda la ciudad.
Sé que sólo hago bien y voy sereno
Porque conmigo mismo me hallo en paz".


Oh, el hermano de todos, feliz claro de luna;
¡Quién poseyera esa felicidad!




NIÑOS DEL ARRABAL


Allí donde la urbe no llega todavía
O donde dejó algunas casitas olvidadas:
Ranchos de paja y barro,
Casuchones de latas,
Que caminar parecen hacia ella,
Como para alcanzarla;
Juegan los niños sucios y descalzos
De mejillas carnosas y brillantes miradas.


¡Y son hermosos estos niños sucios
Bajo el redondo sol, junto a la inmensa pampa!


En tanto muge la ciudad oscura
Por la nasal sirena de sus fábricas.
Libres y hermosos corren y al sol juegan los niños;
Como frutas maduran estos frutos con alma.


Y frutas son, tan sólo hermosas frutas
Que en un festín de ricos han de ser devoradas:
Los niños en la fábrica almorzados,
Las niñas como postre y con champaña.


¡Pienso en esto y los puños
Se me hacen dos garras;
Pienso en esto y los gritos
Hierven en mi garganta!


Álvaro Yunque,

Argentina


domingo, 8 de junio de 2008

PALMAS Y GUITARRA, César Vallejo



Ahora, entre nosotros, aquí,
Ven conmigo, trae por la mano a tu cuerpo
Y cenemos juntos y pasemos un instante la vida
A dos vidas y dando una parte a nuestra muerte.
Ahora, ven contigo, hazme el favor
De quejarte en mi nombre y a la luz de la noche teneblosa
En que traes a tu alma de la mano
Y huimos en puntillas de nosotros.

Ven a mí, sí, y a ti, sí,
Con paso par, a vernos a los dos con paso impar,
Marcar el paso de la despedida.
¡Hasta cuando volvamos! ¡Hasta la vuelta!
¡Hasta cuando leamos, ignorantes!
¡Hasta cuando volvamos, despidámonos!

¿Qué me importan los fusiles?,
Escúchame;
Escúchame, ¿qué impórtanme,
Si la bala circula ya en el rango de mi firma?
¿Qué te importan a ti las balas,
Si el fusil está humeando ya en tu olor?
Hoy mismo pesaremos
En los brazos de un ciego nuestra estrella
Y, una vez que me cantes, lloraremos.
Hoy mismo, hermosa, con tu paso par
Y tu confianza a que llegó mi alarma,
Saldremos de nosotros, dos a dos.
¡Hasta cuando seamos ciegos!
¡Hasta
Que lloremos de tánto volver!

Ahora,
Entre nosotros, trae
Por la mano a tu dulce personaje
Y cenemos juntos y pasemos un instante la vida
A dos vidas y dando una parte a nuestra muerte.
Ahora, ven contigo, hazme el favor
De cantar algo
Y de tocar en tu alma, haciendo palmas.
¡Hasta cuando volvamos! ¡Hasta entonces!
¡Hasta cuando partamos, despidámonos!

César Vallejo,

Perú