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jueves, 10 de enero de 2008

LOS MALOS POEMAS, Juan Gonzalo Rose


No los destruyas.
No los eches
al pozo de los cielos.

Tal vez ellos retornen
después que la belleza
se haya ido.

Cuando la soledad
camine libremente
de la cama hasta el patio
y mi casa parezca
-al ojo del infante-
algún enorme erizo.

Entonces,
quizás entre sus líneas
descubras un instante
inadvertido;
la palabra extraviada
en domingos zoológicos;
algo más verdadero que lo hermoso.

Nadie sabe.
Consérvalos.

Cambia tu piel. También
la piel del mundo.
Pero el poema queda
guardando su misterio.

Tal vez no hay en tu cuerpo
-todavía-
esa única lámpara
con la que puedes verlo.

Juan Gonzalo Rose,

Perú.

LO FATAL, Rubén Darío


Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,

Y más la piedra dura porque ésa ya no siente,

Pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

Ni mayor pesadumbre que la vida consciente:

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

Y el temor de haber sido y un futuro terror...

Y el espanto seguro de estar mañana muerto,

Y sufrir por la vida y por la sombra y por

Lo que no conocemos y apenas sospechamos,

Y la carne que tienta con sus frescos racimos,

Y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

Y no saber a dónde vamos,

Ni de dónde venimos...



Rubén Darío,

Nicaragua.



miércoles, 9 de enero de 2008

LA CARTA EN EL CAMINO, Pablo Neruda



Adiós, pero conmigo

serás, irás adentro

de una gota de sangre que circule en mis venas

o fuera, beso que me abrasa el rostro

o cinturón de fuego en mi cintura.

Dulce mía, recibe

el gran amor que salió de mi vida

y que en ti no encontraba territorio

como el explorador perdido

en las islas del pan y de la miel.

Yo te encontré después

de la tormenta,

la lluvia lavó el aire

y en el agua

tus dulces pies brillaron como peces


Adorada, me voy a mis combates.


Arañaré la tierra para hacerte una cueva

y allí tu Capitán

te esperará con flores en el lecho.

No pienses más, mi dulce,

en el tormento

que pasó entre nosotros

como un rayo de fósforo

dejándonos tal vez su quemadura.

La paz llegó también porque regreso

a luchar a mi tierra,

y como tengo el corazón completo

con la parte de sangre que me diste

para siempre,

y como

llevo

las manos llenas de tu ser desnudo,

mírame,

mírame,

mírame por el mar, que voy radiante,

mírame por la noche que navego,

y mar y noche son los ojos tuyos.

No he salido de ti cuando me alejo.

Ahora voy a contarte:

mi tierra será tuya,

yo voy a conquistarla,

no sólo para dártela,

sino que para todos,

para todo mi pueblo.

Saldrá el ladrón de su torre algún día.

Y el invasor será expulsado.

Todos los frutos de la vida

crecerán en mis manos

acostumbrados antes a la pólvora.

Y sabré acariciar las nuevas flores

porque tú me enseñaste la ternura.

Dulce mía, adorada,

vendrás conmigo a luchar cuerpo a cuerpo

porque en mi corazón viven tus besos

como banderas rojas,

y si caigo, no sólo

me cubrirá la tierra

sino este gran amor que me trajiste

y que vivió circulando en mi sangre.

Vendrás conmigo,

en esa hora te espero,

en esa hora y en todas las horas,

en todas las horas te espero.

Y cuando venga la tristeza que odio

a golpear a tu puerta,

dile que yo te espero

y cuando la soledad quiera que cambies

la sortija en que está mi nombre escrito,

dile a la soledad que hable conmigo,

que yo debí marcharme

porque soy un soldado,

y que allí donde estoy,

bajo la lluvia o bajo

el fuego,

amor mío, te espero.

Te espero en el desierto más duro

y junto al limonero florecido:

en todas partes donde esté la vida,

donde la primavera está naciendo,

amor mío, te espero.

Cuando te digan "Ese hombre

no te quiere", recuerda

que mis pies están solos en esa noche, y buscan

los dulces y pequeños pies que adoro.

Amor, cuando te digan

que te olvidé, y aun cuando

sea yo quien lo dice,

cuando yo te lo diga,

no me creas,

quién y cómo podrían

cortarte de mi pecho

y quién recibiría

mi sangre

cuando hacia ti me fuera desangrando?

Pero tampoco puedo

olvidar a mi pueblo.

Voy a luchar en cada calle,

detrás de cada piedra.

Tu amor también me ayuda:

es una flor cerrada

que cada vez me llena con su aroma

y que se abre de pronto

dentro de mí como una gran estrella.


Amor mío, es de noche.


El agua negra, el mundo

dormido, me rodean.

Vendrá luego la aurora

y yo mientras tanto te escribo

para decirte: "Te amo".

Para decirte "Te amo", cuida,

limpia, levanta,

defiende

nuestro amor, alma mía.

Yo te lo dejo como si dejara

un puñado de tierra con semillas.

De nuestro amor nacerán vidas.

En nuestro amor beberán agua.

Tal vez llegará un día

en que un hombre

y una mujer, iguales

a nosotros,

tocarán este amor, y aún tendrá fuerza

para quemar las manos que lo toquen.

Quiénes fuimos? Qué importa?

Tocarán este fuego

y el fuego, dulce mía, dirá tu simple nombre

y el mío, el nombre

que tú sola supiste porque tú sola

sobre la tierra sabes

quién soy, y porque nadie me conoció como una,

como una sola de tus manos,

porque nadie

supo cómo, ni cuándo

mi corazón estuvo ardiendo:

tan sólo

tus grandes ojos pardos lo supieron,

tu ancha boca,

tu piel, tus pechos,

tu vientre, tus entrañas

y el alma tuya que yo desperté

para que se quedara

cantando hasta el fin de la vida.


Amor, te espero.


Adiós, amor, te espero.


Amor, amor, te espero.


Y así esta carta se termina

sin ninguna tristeza:

están firmes mis pies sobre la tierra,

mi mano escribe esta carta en el camino,

y en medio de la vida estaré

siempre

junto al amigo, frente al enemigo,

con tu nombre en la boca

y un beso que jamás

se apartó de la tuya.


Pablo Neruda,
Chile.

martes, 8 de enero de 2008

RECETA DE MUJER, Vinicius de Moraes


Las muy feas que me perdonen,
Pero la belleza es fundamental. Es necesario
Que haya algo de flor en todo eso,
Algo de danza, algo de haute couture
En todo eso (o entonces
Que la mujer se socialice elegantemente en azul, como en la República Popular China). No hay términos medios posibles. Es necesario
Que todo eso sea bello. Es necesario que de pronto
Se tenga la impresión de ver una garza apenas posada y que un rostro adquiera de vez en cuando ese color sólo aprehensible en el tercer minuto de la aurora.
Es necesario que todo eso sea sin ser, pero que se refleje y germine
En la mirada de los hombres. Es necesario, es absolutamente necesario
Que todo sea bello e inesperado. Es necesario que unos párpados cerrados
Recuerden un poema de Éluard y que se acaricie en unos brazos
Alguna cosa más allá de la carne: que se los toque
Como al ámbar de una tarde. Ah, dejadme deciros
Que es necesario que la mujer que allí está como la corola ante el pájaro
Sea bella o por lo menos tenga un rostro que recuerde un templo y
Sea ligera como un resto de nube: pero que sea una nube
Con ojos y nalgas. Las nalgas son importantísimas. Los ojos,
Y esto ni se discute, que miren con cierta maldad inocente. Una boca
Fresca (¡nunca húmeda!) móvil, viva, es también obstinadamente requerible. Es necesario que las extremidades sean flacas: que los huesos
Despunten, sobre todo la rótula al cruzar las piernas, y las pélvicas puntas
En el abrazo de una cintura móvil. Gravísimo es sin embargo el problema de las clavículas: una mujer sin sabrosas clavículas
Es como un río sin puentes. Indispensable
Es que haya una hipótesis de barriguita, e inmediatamente
La mujer se eleve como un cáliz, y que sus senos
Sean de estilo greco-romano, antes que gótico o barroco,
Y puedan iluminar la oscuridad con una capacidad mínima de cinco velas.
Es absolutamente preciso que el cráneo y la columna vertebral
Se vislumbren ligeramente… ¡y que exista un gran latifundio dorsal!
Los miembros que terminen como astas, pero que haya un cierto volumen de muslos
Y que sean lisos, lisos como un pétalo y cubiertos de suavísimo vello
Absolutamente sensible a la caricia en sentido contrario.
Es aconsejable en la axila un dulce césped de aroma propio
Apenas sensible (¡un mínimo de productos farmacéuticos!).
Preferibles son sin duda los cuellos largos
De forma que la cabeza dé a veces la impresión
De no tener nada que ver con el cuerpo, y la mujer nos recuerde
Flores sin misterio. Pies y manos deben contener elementos góticos
Discretos. La piel debe ser fresca en las manos, en los brazos, en la espalda y en la cara,
Pero los recovecos e interioridades deben tener una temperatura nunca inferior A 37° centígrados, capaces eventualmente de provocar quemaduras
De primer grado. Los ojos, que sean de preferencia grandes
Y de rotación por lo menos tan lenta como la de la tierra; y
Que se sitúen siempre más allá de un invisible muro de pasión
Que es necesario sobrepasar. Que la mujer sea alta en principio. O, si es baja, que tenga la actitud mental de los altos pináculos.
Ah, que la mujer dé siempre la impresión de que, si se cierran los ojos,
Al abrirlos ella no estará más presente
Con su sonrisa y sus intrigas.
Que ella surja, no venga; parta, no vaya;
Y que posea una cierta capacidad de enmudecer súbitamente y hacernos beber
La hiel de la duda. Oh, principalmente
Que ella no pierda nunca, no importa en qué mundo,
No importa en qué circunstancias, su infinita volubilidad
De pájaro; y que acariciada en el fondo de sí misma
Se transforme en esfera sin perder su gracia de ave; y que exhale siempre
El imposible perfume; y destile siempre
La embriagante miel; y cante siempre el inaudible canto
De su combustión; y no deje de ser nunca la eterna danzarina
De lo efímero; y en su incalculable imperfección
Constituya la cosa más bella y perfecta de toda la innumerable creación.

Vinicius de Moraes,
Brasil.


lunes, 7 de enero de 2008

RIPIOS DE LA TERCERA EDAD, Wystan Hugh (W.H.) Auden



Nuestra Tierra en 1969
Ya no es el planeta que considero mío,
Me refiero a ese mundo que me da fuerza
Para mantener el caos lejos de mí.

Mis paisajes y climas paradisíacos
Son invenciones de la era eduardiana
Cuando los baños requerían mucho sitio
Y antes de comer se bendecía la mesa.

El automóvil, los aeroplanos
Son cacharros útiles pero profanos:
La ingeniería con que yo sueño
Funciona con agua o con vapor.

La razón me pide que apruebe
La bombilla, pero sigue sin gustarme:
Me provoca más admiración
Un quemador en el descansillo.

Ya derroté a mis fantasmas familiares,
Sin embargo nunca cuestioné sus valores:
Su ética protestante del trabajo
Me parecía práctica y piadosa.

Cuando las parejas cantaban duetos,
Era inmoral tener deudas:
Hasta que me muera seguiré
Pagando lo que compro al contado.

El misal que conocíamos
Era el de 1662: Aunque no están mal los sermones de moda,
Las reformas de la liturgia son horribles.
Por supuesto, el sexo, como siempre,

Era el más tentador de los misterios,
Pero los quioscos todavía no vendían
Toda esa pornografía maniquea.
El Habla era cortés, era un Arte,

Como no eructar o no tirarse pedos:
No consigo decidir qué es peor,
La Antinovela o el Verso Libre.
Tampoco estoy a gusto con los académicos

Que investigan símbolos y mitos:
Me considero un hombre de letras
Que intenta escribir para sus mayores.
¿Acaso es la permisividad

Un éxito de la educación?
Eran más sanas aquellas aulas donde nos sentaban
Y nos forzaban a estudiar latín y griego.
Y si hay una Brecha Generacional

(Aunque sospecho que la palabra apesta),
¿A quién hay que culpar? A los viejos o los jóvenes
Que no quieren aprender su Lengua Materna.
Pero al menos, el Amor no es un estado

Que se halle en vogue o anticuado,
Y tengo amigos de verdad, lo admito,
Con quien sentarme a comer aquí y ahora.
¿Alienado, yo? ¡Huevadas!

Sólo soy
Un ciudadano leal que debe pelearse
Para conseguir aquello que me parece
Más familiar con lo que es Real.


W.H. Auden,
Inglaterra.

domingo, 6 de enero de 2008

TIEMPOS DE CONDENA, Rafael Alberti



Tiempos tristes, feroces,

de condenas a muerte,
de prolongadas sombras en aullidos y llantos.
No se puede dormir y si se duerme,
el sueño es una cárcel clavados los cerrojos.

Tiempos en que el amor pena sobresaltado,
roto por las llamadas urgentes a la lucha,
en que pueden sacarlo a la fuerza del lecho
para ser fusilado una lívida aurora.
tiempos malditos de diarias súplicas,
de noches angustiadas en espera del día,
de ese negro minuto en que una mano helada
tacha sin vacilar la vida de los hombres.

Tiempos desesperados,
infelices, sombríos,
en que es casi un delito el contemplar las flores,
alabar los azules del mar y la armonía
del vuelo de las aves que en otoño se alejan.

Pero a pesar de tantos años oscuros,
tiempos también del alma que en su alto desconsuelo
espera que la luz se filtre entre la sangre
y se establezca en paz por encima de todo.

Rafael Alberti,
España.


sábado, 5 de enero de 2008

POEMAS, Bertolt Brecht



PRIMERO COGIERON A...

Primero cogieron a los comunistas,
y yo no dije nada porque yo no era un comunista.
Luego se llevaron a los judíos,
y no dije nada porque yo no era un judío.
Luego vinieron por los obreros,
y no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista.
Luego se metieron con los católicos,
y no dije nada porque yo era protestante.
Y cuando finalmente vinieron por mí
no quedaba nadie para protestar.


MUCHAS MANERAS DE MATAR


Hay muchas maneras de matar.

Pueden meterte un cuchillo en el vientre.
Quitarte el pan.
No curarte de una enfermedad.
Meterte en una mala vivienda.
Empujarte hasta el suicidio.
Torturarte hasta la muerte por medio del trabajo.
Llevarte a la guerra, etc...
Sólo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado.

Bertolt Brecht,
Alemania.