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domingo, 3 de febrero de 2008

LA MAMADRE, Pablo Neruda



La mamadre viene por ahí,
Con zuecos de madera. Anoche
Sopló el viento del polo, se rompieron
Los tejados, se cayeron
Los muros y los puentes,
Aulló la noche entera con sus pumas,
Y ahora, en la mañana
Del sol helado, llega
Mi mamadre, doña
Trinidad Marverde,
Dulce como la tímida frescura
Del sol en las regiones tempestuosas,
Lamparita
Menuda y apagándose,
Encendiéndose
Para que todos vean el camino.

Oh, dulce mamadre
-Nunca pude
Decir madrastra-,
Ahora
Mi boca tiembla para definirte,
Porque apenas
Abrí el entendimiento
Vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro
La santidad más útil:
La del agua y la harina,
Y eso fuiste: la vida te hizo pan
Y allí te consumimos,
Invierno largo a invierno desolado
Con las goteras dentro
De la casa
Y tu humildad ubicua
Desgranando
El áspero
Cereal de la pobreza
Como si hubieras ido
Repartiendo
Un río de diamantes.

Ay mamá, cómo pude
Vivir sin recordarte
Cada minuto mío?
No es posible.
Yo llevo
Tu Marverde en mi sangre,
El apellido
Del pan que se reparte,
De aquellas
Dulces manos
Que cortaron del saco de la harina
Los calzoncillos de mi infancia,
De la que cocinó, planchó, lavó,
Sembró, calmó la fiebre,
Y cuando todo estuvo hecho,
Y ya podía
Yo sostenerme con los pies seguros,
Se fue, cumplida, oscura, al pequeño ataúd
Donde por vez primera estuvo ociosa
Bajo la dura lluvia de Temuco.

Pablo Neruda,
Chile

sábado, 2 de febrero de 2008

SER MADRE, Carlos Meneses


La madre se quitó el ojo derecho y fue a venderlo. Envió el producto de la venta por correo urgente y esperó ansiosa las noticias. Tiempo después recibió una carta escueta en la que le pedía más dinero. Vendió su pierna izquierda y todo su cabello gris, envió apresuradamente el dinero y esperó. La respuesta llegó con retraso, en realidad sólo fue un nuevo mensaje de clamorosa necesidad. Salió a la calle inmediatamente, ofreció su pecho escuálido y como cobró una miseria vendió también sus antebrazos y algunas de sus gastadas vértebras. El dinero íntegro salió ese mismo día. Pasaron semanas hasta que llegó un nuevo mensaje desesperado que movilizó a la anciana, que angustiada ofreció su vientre, su flaca y encorvada espalda, sus clavículas y la frente, quiso vender su ternura y su esperanza, pero no las aceptó ningún comerciante. El envío lo hizo sin perder tiempo. Como de costumbre, cuando llegó nueva carta las solicitudes fueron las mismas de siempre. Vendió su nariz, sus labios, su cráneo, su viejo e inútil sexo, su mano izquierda, y le rechazaron por falta de atractivos su memoria y sus antiguos sueños. Estaba segura de que tras esa remesa sí lo lograría. Cuando tras varias semanas llegó nueva carta supo que las cosas habían mejorado pero que aun tenía mucho camino que recorrer y, como siempre dijo que no le quedaba ni una moneda. Se quitó el ojo izquierdo, la pierna derecha, sus caderas desvencijadas, la arqueada columna vertebral, el corazón, su último suspiro. Pidió que le mandasen el producto de la venta con la mayor prontitud. Al día siguiente llegaba un alborozado telegrama: ¡Madre, no envíes más dinero, he triunfado!
Carlos Meneses,
Perú

viernes, 1 de febrero de 2008

ODA AL PAN, Alberto Hidalgo



El pan del pobre no es de harina,

El pan del pobre es de cemento.
Pronto se pone duro.

Mentira que es de trigo,
Es de jornal y es de hambre,
Es de sudor y madrugón inicuos.

Mentira que el hacerlo causa júbilo,
El pan es un trabajo
Y el trabajo un demonio.

El pobre siembra el grano
Y el grano da su beneficio al rico,
Porque el rico le vende el pan al pobre.

Mas sus respuestas los denuncian:
Al morderlo, el del rico vitorea,
El del pobre se queja.

Hay panes, panes, panes, muchos panes;
El del magnate, pan firmado,
Y el del mendigo, pan anónimo.

Pan con cara de lágrima,
Sublime
Porque sueña con él quien no lo tiene.

Pan con cara de risa,
Pan maldito.
Es el que no se da, pero se tira.

El de los personajes, pan aséptico,
Y el del obrero, el único
Contagiado de azadas y martillos.

Esto se acabará con una guerra
En la que el pan será la mejor arma,
Pan de verdad sustituyendo al hierro.

Pues vendrá día en que disparos
De pan se harán contra perversos
Y matará ese pan igual que el plomo.

Saldrán balas de pan
Por el pico de todos los cañones
A bombardearle el alma al egoísmo.

Aeronaves no entre continentes
Sino entre espíritu y espíritu
Han de llevar bombas de pan.

Bombas de pan contra la iniquidad,
Bombas de pan para quemar abusos,
Bombas de pan para incendiar el mal.

No clavel jactancioso,
Sino modesto pétalo de pan
Lucirá en el ojal de las solapas.

No condecoración más eminente
Podrá llevarse en la amistad del pecho
Que la ganada acrecentando el pan.

Se habrá de ver que lo que multiplica
Los panes no es ningún milagro
Sino la rosa de los corazones.

El saludo será cosa concreta,
Pues que dejando de invocar al día
Nos diremos "buen pan".

Las mujeres, incluso las más arduas,
Para saciar las gulas que despierten,
Regalarán el pan de una sonrisa.

No les será negado el pan de amor
A quienes sepan amasar los senos,
Los senos suaves porque son de miga.

Ya nunca nadie atribuirse el pan
Podrá, porque ha de ser, y para siempre,
Universal la propiedad del trigo.

Entonces por los siglos de los tiempos,
En paloma de paz volará el pan,
¡El pan, el pan, el pan, el pan!

Alberto Hidalgo,
Perú


jueves, 31 de enero de 2008

POEMA, Magda Portal



Ven, bésame!...

Qué importa que algo oscuro
Me esté royendo el alma
Con sus dientes?

Yo soy tuya y tú eres mío... bésame!
No lloro hoy... Me ahoga la alegría,
Una extraña alegría
Que yo no sé de dónde viene.

Tú eres mío... ¿Tú eres mío?...
Una puerta de hielo
Hay entre tú y yo:
Tu pensamiento!

Eso que te golpea en el cerebro
Y cuyo martillar
Me escapa...

Ven, bésame... ¿Qué importa?...
Te llamó el corazón toda la noche,
Y ahora que estás tú, tu carne y tu alma,
Qué he de fijarme en lo que has hecho ayer?
¡Qué importa!

Ven, bésame... tus labios,
Tus ojos y tus manos...
Luego... nada...
Y tu alma? Y tu alma!

Magda Portal,
Perú

miércoles, 30 de enero de 2008

A LOS HOMBRES FUTUROS, Bertolt Brecht


1

Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.

Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa

Revela insensibilidad. El que ríe

Es que no ha oído aún la noticia terrible,

Aún no le ha llegado.


¡Qué tiempos estos en que

Hablar sobre árboles es casi un crimen

Porque supone callar sobre tantas alevosías!

Ese hombre que va tranquilamente por la calle,

¿Lo encontrarán sus amigos

Cuando lo necesiten?


Es cierto que aún me gano la vida.

Pero, creedme, es pura casualidad. Nada

De lo que hago me da derecho a hartarme.

Por casualidad me he librado. (Si mi suerte acabara, estaría perdido.)

Me dicen: «¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!»

Pero ¿cómo puedo comer y beber

Si al hambriento le quito lo que como

Y mi vaso de agua le hace falta al sediento?

Y, sin embargo, como y bebo.


Me gustaría ser sabio también.

Los viejos libros explican la sabiduría:

Apartarse de las luchas del mundo y transcurrir

Sin inquietudes nuestro breve tiempo.

Librarse de la violencia,

Dar bien por mal,

No satisfacer los deseos y hasta

Olvidarlos: tal es la sabiduría.

Pero yo no puedo hacer nada de esto:

Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.


2

Llegué a las ciudades en tiempos del desorden,

Cuando el hambre reinaba.

Me mezclé entre los hombres en tiempos de rebeldía

Y me rebelé con ellos.

Así pasé el tiempo

Que me fue concedido en la tierra.


Mi pan lo comí entre batalla y batalla.

Entre los asesinos dormí.

Hice el amor sin prestarle atención

Y contemplé la naturaleza con impaciencia. Así pasé el tiempo

Que me fue concedido en la tierra.


En mis tiempos, las calles desembocaban en pantanos.

La palabra me traicionaba al verdugo.

Poco podía yo. Y los poderosos

Se sentían más tranquilos sin mí. Lo sabía

Así pasé el tiempo

Que me fue concedido en la tierra.


Escasas eran las fuerzas. La meta

Estaba muy lejos aún.

Ya se podía ver claramente, aunque para mí

Fuera casi inalcanzable.

Así pasé el tiempo

Que me fue concedido en la tierra.


3

Vosotros, que surgiréis del marasmo

En el que nosotros nos hemos hundido,

Cuando habléis de nuestras debilidades,

Pensad también en los tiempos sombríos

De los que os habéis escapado.

Cambiábamos de país como de zapatos

A través de las guerras de clases, y nos desesperábamos

Donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.

Y, sin embargo, sabíamos

Que también el odio contra la bajeza desfigura la cara.

También la ira contra la injusticia

Pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,

Que queríamos preparar el camino para la amabilidad

No pudimos ser amables.

Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos

En que el hombre sea amigo del hombre,

Pensad en nosotros

Con indulgencia.


Bertolt Brecht,

Alemania




martes, 29 de enero de 2008

POEMA, Mario Benedetti


Una cosa es morirse de dolor
Y otra cosa es morirse de vergüenza
Por eso ahora
Me podés preguntar
Y sobre todo
Puedo yo responder


Uno no siempre hace lo que quiere
Pero tiene el derecho de no hacer
Lo que no quiere


Llorá nomás botija
Son macanas
Que los hombres no lloran
Aquí lloramos todos


Gritamos berreamos moqueamos chillamos
Maldecimos
Porque es mejor llorar que traicionar
Porque es mejor llorar que traicionarse


Llorá
Pero no olvides


Mario Benedetti,

Uruguay




lunes, 28 de enero de 2008

PAISANA DE ORO, Mario Florián


Y te amo más que al fértil aguacero

Que hace ondular la mies, más que a la leche

Que bebí de mi madre, más que al recuerdo

Que la neblina de mi infancia teje.


Y te amo. Y nuevamente. Y otra vez.

Y otra vez hasta Dios. Nevará el tiempo

Sobre agua y peñascal y olvido y sangre.

¡Solamente a mi amor dejará ardiendo!


Arde mi corazón por tu hermosura

De esterilla vibrando, campesina;

Por tus ojos como ojos de paloma,

Por tus chapas de nube vespertina.


Llora mi corazón por tu adustez,

Teñida con la mora del orgullo,

Llora mi corazón por tu silencio,

Lloran mi soledad y mi pincullo.


Eres inaccesible a mi cariño.

Eres inaccesible a mi tristeza.

No por desamorada, inaccesible.

Inaccesible porque tienes tierra.


Porque de rumorosas greyes muchas

Eres dueña, de valles y majadas

Dueña, y hasta de pájaros y flores

Y cánticos y espumas, soberana.


Desheredado yo. Sólo son míos

El suspiro y el llanque y el arado

Y la orfandad y el sol y la tormenta

Y el grito que me fluye suplicando:


Tú para tus iguales. Yo me aparto

Anhelando una tierra dividida

Entre todos. ¡Haz, Dios, sobre la tierra

Descender tu centella socialista!


Mario Florián,

Perú