Dispuesto a naufragar, hallé una tabla
de salvación que me llevó a tus playas;
mudo de amor, tenía rota el habla
del corazón, rodeado de una malla
de soledad; sorteaba oscuras vallas,
corría como loco y a la diabla,
tratando de impedir que no te vayas
recién llegado a ti, y, a rajatabla,
yo que creí estar muerto, cobro vida;
que me creí acabado, reflorezco;
puesto a jubilación, me revalidas…
y, desde ese reflote, no te ofrezco
ni un mundo, ni una estrella, ni una huida;
solo yo, a tus pies: que es donde crezco.
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