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sábado, 15 de enero de 2011

Fray Junípero: "Déjame dormir, mamá"

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir"
es el lema de http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/




Hijo mío, por favor,
de tu blando lecho salta.
Déjame dormir, mamá,
que no hace ninguna falta.

Hijo mío, por favor,
levántate y desayuna.
Déjame dormir, mamá,
que no hace falta ninguna.

Hijo mío, por favor,
que traigo el café con leche.
Mamá, deja que en las sábanas
un rato más aproveche.

Hijo mío, por favor,
que el Perú entero se afana.
¡Que no! ¡Que no me levanto
porque no me da la gana!

Hijo mío, por favor,
que el sol está ya en lo alto.
Déjame dormir, mamá,
no pasa nada si falto.

Hijo mío, por favor,
que es la hora del almuerzo.
Déjame, que levantarme
me supone mucho esfuerzo.

Hijo mío, por favor,
van a llamarte haragán.
Déjame, mamá, que nunca
me ha importado el qué dirán.

Hijo mío, por favor,
¿y si tu jefe se enfada?
Que no, mamá, déjame,
que no me va a pasar nada.

Hijo mío, por favor,
que ya has dormido en exceso.
Déjame, mamá, que soy
diputado del Congreso

y si falto a las sesiones
ni se advierte ni se nota.
Solamente necesito
acudir cuando se vota,

que los diputados somos
ovejitas de un rebaño
para votar lo que digan
y dormir en el escaño.

En serio, mamita mía,
yo no sé por qué te inquietas
si por ser culiparlante
cobro mi sueldo y mis dietas.

Lo único que preciso,
de verdad, mamá, no insistas,
es conseguir otra vez
que me pongan en las listas.

Hacer la pelota al líder,
ser sumiso, ser amable
y aplaudirle, por supuesto,
cuando en la tribuna hable.

Y es que ser parlamentario
fatiga mucho y amuerma.
Por eso estoy tan molido.
¡Déjame, mamá, que duerma!

Bueno, te dejo, hijo mío.
Perdóname, lo lamento.
¡Yo no sabía el estrés
que produce el Parlamento!


Fray Junípero (1713 - 1784) Religioso franciscano español .

¡Piensa que fue escrito por este franciscano en En España el 1700 y valora su vigencia también en el Perú!

jueves, 23 de diciembre de 2010

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: "Estas Navidades siniestras"

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de
http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/



Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tantos estruendos de cometas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de dinero para quedar bien por encima de nuestros recursos reales que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante despelote es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace 2.000 años en una caballeriza de miseria, a poca distancia de donde había nacido, unos mil años antes, el rey David. 954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran como si en realidad no lo creyeran. Lo celebran además muchos millones que no lo han creído nunca, pero les gusta la parranda, y muchos otros que estarían dispuestos a voltear el mundo al revés para que nadie lo siguiera creyendo. Sería interesante averiguar cuántos de ellos creen también en el fondo de su alma que la Navidad de ahora es una fiesta abominable, y no se atreven a decirlo por un prejuicio que ya no es religioso sino social.Lo más grave de todo es el desastre cultural que estas Navidades pervertidas están causando en América Latina. Antes, cuando sólo teníamos costumbres heredadas de España, los pesebres domésticos eran prodigios de imaginación familiar. El niño Dios era más grande que el buey, las casitas encaramadas en las colinas eran más grandes que la virgen, y nadie se fijaba en anacronismos: el paisaje de Belén era completado con un tren de cuerda, con un pato de peluche más grande que Un león que nadaba en el espejo de la sala, o con un agente de tránsito que dirigía un rebaño de corderos en una esquina de Jerusalén. Encima de todo se ponía una estrella de papel dorado con una bombilla en el centro, y un rayo de seda amarilla que había de indicar a los Reyes Magos el camino de la salvación. El resultado era más bien feo, pero se parecía a nosotros, y desde luego era mejor que tantos cuadros primitivos mal copiados del aduanero Rousseau.

La mistificación empezó con la costumbre de que losjuguetes no los trajeran los Reyes Magos -como sucede en España con toda razón-, sino el niño Dios. Los niños nos acostábamos más temprano para que los regalos llegaran pronto, y éramos felices oyendo las mentiras poéticas de los adultos. Sin embargo, yo no tenía más de cinco años cuando alguien en mi casa decidió que ya era tiempo de revelarme la verdad. Fue una desilusión no sólo porque yo creía de veras que era el niño Dios quien traía los juguetes, sino también porque hubiera querido seguir creyéndolo. Además, por pura lógica de adulto, pensé entonces que también los otros misterios católicos eran inventados por los padres para entretener a los niños, y me quedé en el limbo. Aquel día como decían los maestros jesuitas en la escuela primaria- perdía la inocencia, pues descubrí que tampoco a los niños los traían las cigüeñas de París, que es algo que todavía me gustaría seguir creyendo para pensar más en el amor y menos en la píldora.

Todo aquello cambió en los últimos treinta años, mediante una operación comercial de proporciones mundiales que es al mismo tiempo una devastadora agresión cultural. El niño Dios fue destronado por el Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el mismo Papa Noél de los franceses, y a quienes todos conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo tirado por un alce, y el abeto cargado de juguetes bajo una fantástica tempestad denieve. En realidad, este usurpador con nariz de cervecero no es otro que el buen san Nicolás, un santo al que yo quiero mucho porque es el de mi abuelo el coronel, pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y mucho menos con la Nochebuena tropical de la América Latina. Según la leyenda nórdica, san Nicolás reconstruyó y revivió a varios escolares que un oso había descuartizado en la nieve, y por eso le proclamaron el patrón de los niños. Pero su fiesta se celebra el 6 de diciembre y no el 25. La leyenda se volvió institucional en las provincias germanicas del Norte a fines del siglo XVIII, junto con el árbol de losjuguetes. y hace poco más de cien anos pasó a Gran Bretaña y Francia. Luego pasó a Estados Unidos, y éstos nos lo mandaron para América Latina, con toda una cultura de contrabando: la nieve artificial, las candilejas de colores, el pavo relleno, y estos quince días de consumismo frenético al que muy pocos nos atrevemos a escapar. Con todo, tal vez lo más siniestro de estas Navidades de consumo sea la estética miserable que trajeron consigo: esas tarjetas postales indigentes, esas ristras de foquitos de colores, esas campanitas de vidrio, esas coronas de muérdago colgadas en el umbral, esas canciones de retrasados mentales que son los villancicos traducídos del inglés; y tantas otras estupideces gloriosas para las cuales ni siquiera valía la pena de haber inventado la electricidad.

Todo eso, en torno a la fiesta más espantosa del año. Una noche infernal en que los niños no pueden dormir con la casa llena de borrachos que se equivocan de puerta buscando dónde desaguar, o persiguiendo a la esposa de otro que acaso tuvo la buena suerte de quedarse dormido en la sala. Mentira: no es una noche de paz y de amor, sino todo lo contrario. Es la ocasión solemne de la gente que no se quiere. La oportunidad providencial de salir por fin de los compromisos aplazados por indeseables: la invitación al pobre ciego que nadie invita, a la prima Isabel que se quedó viuda hace quince años, a la abuela paralítica que nadie se atreve a mostrar. Es la alegría por decreto, el cariño por lástima, el momento de regalar porque nos regalan, o para que nos regalen, y de llorar en público sin dar explicaciones. Es la hora feliz de que los invitados se beban todo lo que sobró de la Navidad anterior: la crema de menta, el licor de chocolate, el vino de plátano. No es raro, como sucede a menudo, que la fiesta termine a tiros. Ni es raro tampoco que los niños -viendo tantas cosas atroces- terminen por creer de veras que el niño Jesús no nació en Belén, sino en Estados Unidos.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Rosina Valcárcel: Violeta


Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir"
es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com



"Sonríes en el daguerrotipo que congeló tu imagen"
TELMA NAVA


Para vivir tuvo que resistir toda su existencia
Quién le arrancó el pan de los labios
Para vivir tuvo que ser mujer-musa Y compartir
Apenas íntimos lenguajes en el hogar de México
El temor y el coraje de vivir y morir
La vida tan ardua y tan simple
La muerte frágil abre el último capullo
Leve y bella se ilumina La foto sepia que escarchó su perfil
A pesar del tiempo y la adversidad no se ha caído su corazón
Testigo impar de mudanzas, aires
y romances.
Las cejas parecen escribir designios que sus ojos no dejan ver
Lo que Violeta insinúa en esa faz gitana de angular rasgo
Es el fuego Ese segundo extasiado para la inmortalidad
¿Es la gloria o una alucinación?
Mañana lo sabrás, madre mía

viernes, 10 de diciembre de 2010

John Lennon: 30 AÑOS: NOS HICIERON CREER

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir"
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Nos hicieron creer que el “gran amor”, sólo sucede una vez, generalmente antes de los 30 años.


No nos contaron que el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado.


Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad.


No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta.


Las personas crecen a través de la gente. Si estamos en buena compañía es más agradable.


Nos hicieron creer en una fórmula llamada "dos en uno": dos personas pensando igual, actuando igual... que era eso lo que funcionaba.


No nos contaron que eso tiene un nombre: anulación.


Que sólo siendo individuos con personalidad propia podremos tener una relación saludable.


Nos hicieron creer que el casamiento es obligatorio y que los deseos fuera de término, deben ser reprimidos.


Nos hicieron creer que los lindos y flacos son más amados.


Nos hicieron creer que sólo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos, y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad.


No nos contaron que estas fórmulas son equivocadas, frustran a las personas, son alienantes, y que podemos intentar otras alternativas.


Ah, tampoco nos dijeron que nadie nos iba a decir todo esto: cada uno lo va a tener que descubrir solito.


Y entonces, cuando estés “enamorado de ti mismo" podrás ser feliz y te enamorarás de alguien.


Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor... aunque la violencia se practica a plena luz del día.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Xurxo Martínez Crespo: LOS PAYASOS SUECOS DE VARGAS LLOSA CUBA, VENEZUELA, BOLIVIA

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Si así como miente escribe
y así como escribe miente
lo más seguro es que vive
como una bella durmiente.
08/12/10

Vargas Llosa se despachó contra sus fantasmas en su discurso de recepción del Premio Nobel. Llamó democracias payasas a las que no comulgan con sus ideas y ensalzó con su silencio al capitalismo salvaje de su otro país, España, que hace que sea el país europeo con mayor número de desempleados, drogadictos y personas que perdieron sus hogares a manos de los bancos a los que debían sus hipotecas.

“Payaso”, en el Perú, es un término altamente despectivo; llamó también payasos a todos los votantes bolivianos y venezolanos que votaron por sus respectivos presidentes, aunque no se refirió con esos términos a los presidentes de EUA como Bush, o a Blair o Aznar, y no olvidemos a individuos como Berlusconi, Sarkozy, racistas, misóginos, ignorantes y autoritarios.

Es paradójico que estos presidentes, Evo y Chávez, de repúblicas “payasas” de Bolivia y Venezuela hayan puesto tanto empeño en alfabetizar y cultivar a sus poblaciones, porque al final éstas podrán leer a Vargas Losa y su discurso, y, creo, con más preguntas que respuestas. Las estadísticas e informes de organizaciones internacionales así lo confirman; mientras la España que tanto admira Llosa sigue siendo el Estado con mayor índice en deserción escolar de toda Europa.

A España agradeció la difusión de su obra, cuando la verdad fueron catalanes nada sospechosos de españolistas, como Barral o Carmen Ballcells, los que le dieron la difusión internacional que tiene cuando él no era nadie, y a ambos los metió en el “solo saco” de una España “unitaria” que sólo existe en la “realidad ficticia” de Vargas. Otro olvido terrible.

Tuvo palabras duras Vargas Llosa para catalanes, gallegos y vascos que no quieren ser españoles ni seguir perteneciendo a un Estado español que los oprime cultural y económicamente. Otro olvido de Mario... él viene de un continente en el que sus clases más instruidas, hace 200 años, se unieron a pardos, indios y negros y dijeron a los españoles ¡Basta!

Ni una palabra crítica de Mario para los Estados Unidos, ni para los cientos de miles de muertos de sus políticas “preventivas” y de saqueo en África, Irak o Afganistán. Ni una referencia a una guerra basada en la mentira, máximo cuando él carga con el oprobio de haberse dado una vuelta por los escenarios de guerra como quien va de safari fotográfico con su hija Morgana, para producir el libro –bien remunerado– Diario de Irak con el que busca justificar ese genocidio.

Triste discurso para un hombre que nos señala un hecho evidente: se puede escribir bien y ser un mentiroso, rencoroso e ignorante.

De estos escritores, científicos, médicos, políticos está lleno el mundo. ¡Reconócelos!

xurxomartinez@cantv.net

sábado, 27 de noviembre de 2010

Anton Chejov: Poquita cosa

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir"
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Hace unos día invité a Yulia Vasilievna, la institutriz de mis hijos, a que pasara a mi despacho. Teníamos que ajustar cuentas.-Siéntese, Yulia Vasilievna -le dije-. Arreglemos nuestras cuentas. A usted seguramente le hará falta dinero, pero es usted tan ceremoniosa que no lo pedirá por sí misma... Veamos... Nos habíamos puesto de acuerdo en treinta rublos por mes...

-En cuarenta...

-No. En treinta... Lo tengo apuntado. Siempre le he pagado a las institutrices treinta rublos... Veamos... Ha estado usted con nosotros dos meses...

-Dos meses y cinco días...

-Dos meses redondos. Lo tengo apuntado. Le corresponden por lo tanto sesenta rublos... Pero hay que descontarle nueve domingos... pues los domingos usted no le ha dado clase a Kolia, sólo ha paseado... más tres días de fiesta...

A Yulia Vasilievna se le encendió el rostro y se puso a tironear el volante de su vestido, pero... ¡ni palabra!

-Tres días de fiesta... Por consiguiente descontamos doce rublos... Durante cuatro días Kolia estuvo enfermo y no tuvo clases... usted se las dio sólo a Varia... Hubo tres días que usted anduvo con dolor de muela y mi esposa le permitió descansar después de la comida... Doce y siete suman diecinueve. Al descontarlos queda un saldo de... hum... de cuarenta y un rublos... ¿no es cierto?

El ojo izquierdo de Yulia Vasilievna enrojeció y lo vi empañado de humedad. Su mentón se estremeció. Rompió a toser nerviosamente, se sonó la nariz, pero... ¡ni palabra!

-En víspera de Año Nuevo usted rompió una taza de té con platito. Descontamos dos rublos... Claro que la taza vale más... es una reliquia de la familia... pero ¡que Dios la perdone! ¡Hemos perdido tanto ya! Además, debido a su falta de atención, Kolia se subió a un árbol y se desgarró la chaquetita... Le descontamos diez... También por su descuido, la camarera le robó a Varia los botines... Usted es quien debe vigilarlo todo. Usted recibe sueldo... Así que le descontamos cinco más... El diez de enero usted tomó prestados diez rublos.

-No los tomé -musitó Yulia Vasilievna.

-¡Pero si lo tengo apuntado!

-Bueno, sea así, está bien.

-A cuarenta y uno le restamos veintisiete, nos queda un saldo de catorce...

Sus dos ojos se le llenaron de lágrimas...

Sobre la naricita larga, bonita, aparecieron gotas de sudor. ¡Pobre muchacha!

-Sólo una vez tomé -dijo con voz trémula-... le pedí prestados a su esposa tres rublos... Nunca más lo hice...

-¿Qué me dice? ¡Y yo que no los tenía apuntados! A catorce le restamos tres y nos queda un saldo de once... ¡He aquí su dinero, muchacha! Tres... tres... uno y uno... ¡sírvase!

Y le tendí once rublos... Ella los cogió con dedos temblorosos y se los metió en el bolsillo.

-Merci -murmuró.

Yo pegué un salto y me eché a caminar por el cuarto. No podía contener mi indignación.

-¿Por qué me da las gracias? -le pregunté.

-Por el dinero.

-¡Pero si la he desplumado! ¡Demonios! ¡La he asaltado! ¡La he robado! ¿Por qué merci?

-En otros sitios ni siquiera me daban...

-¿No le daban? ¡Pues no es extraño! Yo he bromeado con usted... le he dado una cruel lección... ¡Le daré sus ochenta rublos enteritos! ¡Ahí están preparados en un sobre para usted! ¿Pero es que se puede ser tan tímida? ¿Por qué no protesta usted? ¿Por qué calla? ¿Es que se puede vivir en este mundo sin mostrar los dientes? ¿Es que se puede ser tan poquita cosa?

Ella sonrió débilmente y en su rostro leí: "¡Se puede!"

Le pedí disculpas por la cruel lección y le entregué, para su gran asombro, los ochenta rublos. Tímidamente balbuceó su merci y salió... La seguí con la mirada y pensé: ¡Qué fácil es en este mundo ser fuerte!

miércoles, 24 de noviembre de 2010

José Luis Díaz-Granados*: Rivalidades y celos literarios

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
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“¡Nadie es tan necio que admire a Miguel de Cervantes!”, escribió alguna vez Lope de Vega, después de haber ridiculizado y perseguido hasta la saciedad al “Manco de Lepanto”, llegando al extremo de burlarse hasta de su aguda pobreza.

Durante largos años, Cervantes sufrió toda clase de ofensas y desaires por parte de quienes ostentaban el cetro de la cultura en la España del Siglo de Oro, y no sólo venían del celebrado autor de Fuenteovejuna, sino de otros letrados preclaros. Baltasar Gracián, aquel jesuita pesimista y barroco, en su libro Agudeza y arte del ingenio, publicado en 1642 -veinticinco años después de la muerte de Cervantes-, escribe que “no encuentra un solo rasgo ingenioso del Quijote digno de ser citado”. Y Quevedo, cuando se refiere a los escritores más representativos de su tiempo, apenas si alude a don Miguel, y esto solamente para señalar la extremada flacura de su personaje.

Por su parte, los hermanos Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, poetas de corte clásico muy faltos de emotividad, animaban en su casa tertulias en las que tomaban parte las luminarias de la época. A ellas asistía, invitado por conmiseración, el pobre Miguel de Cervantes, a quien muchos recordaban después porque, arrinconado, jamás intervenía en las conversaciones y cuando lo intentaba hacer producía hilaridad a causa de su tartamudez.

“Es decir, escribe Borges tres siglos más adelante, Cervantes fue casi invisible para sus contemporáneos”. Y agrega: “Su misma actuación militar en la jornada de Lepanto había sido tan olvidada que él mismo tuvo que recordar que debía su manquedad a aquella batalla”.

Con Shakespeare ocurrió algo semejante, sólo que al contrario de Cervantes, no tuvo entre sus contemporáneos rivales de peso. Las obras maestras que escribió ---Hamlet, Romeo y Julieta, Otelo, etc.---, pertenecían a la compañía teatral, no a su autor. Por lo tanto, Shakespeare también fue un escritor casi invisible para su tiempo.

Algunos letrados celosos de su prestigio, a quienes paradójicamente nadie recuerda, cuando aludían a su obra lo hacían para burlarse de sus comedias o para referirse a sus sugar sonnets (sonetos melosos o azucarados).

La rivalidad literaria no siempre está asociada a los celos. Hay escritores que pueden considerarse rivales y continuar siendo amigos entrañables. Tal es el caso de Louis Aragón y Paul Eluard, extraordinarios poetas del siglo XX, renovadores de la expresión lírica francesa, surrealistas insignes y comunistas militantes. O García Lorca y Rafael Alberti, encasillados en su etapa inicial como neopopularistas. O Jorge Amado y José Saramago, los más notables narradores lusitanos contemporáneos. En todos los casos, amigos y epígonos, se admiraban unos a otros sin antagonismos.

Por el contrario, cuando se trata de adversarios que tienen visiones del mundo encontradas, el asunto toma en ocasiones directrices amargas. André Gide (1869-1951), escribió novelas que desafiaban la moral cristiana y recreaban la sexualidad sin barnices ni pudores. Su rival, Paul Claudel (1868-1955), con quien cultivó una amistad distante, a la vez de una fecunda y enriquecedora correspondencia a lo largo de medio siglo, era católico, conservador y puritano. Gide se burlaba de él en sus artículos llamándolo “santurrón” y “fariseo” y éste se desquitaba calificando a aquel de “depravado sexual” y “gusano inmundo”.

Sin embargo, Gide obtuvo el Premio Nobel cuando todo hacía pensar que lo ganaría su rival. Cuentan que pocas horas después de haber fallecido Gide, Claudel recibió un telegrama firmado por aquel, que decía: “El infierno no existe. Puedes hacer locuras”.

En los años 50 se especulaba acerca de la presunta rivalidad entre William Faulkner y Ernest Hemingway, los novelistas estelares de la postguerra en Estados Unidos. Lectores y críticos tomaban partido: “Faulkner es más poético” o “Hemingway es más mesurado”, etc. En verdad, ambos se admiraban de lejos, y sólo una vez se conoció una reacción en las dos direcciones: cuando Faulkner afirmó en una entrevista que Hemingway era un buen narrador, pero que en su concepto “le faltaba valor para experimentar”, éste, iracundo, respondió que si algo le sobraba era valor y pasó a citar una a una sus incursiones en las dos guerras mundiales y en la contienda civil de España, amén de sus innumerables desafíos a la muerte en la selva africana.

También en los años 50 surgió una rivalidad, creada en parte por los fanáticos del uno y del otro, entre el filósofo Jean-Paul Sartre y el novelista y ensayista Albert Camus. Amigos íntimos, camaradas durante la resistencia en París, fustigadores de la ocupación nazi y orientadores del existencialismo, los dos sostuvieron una polémica pública en la revista Les Temps Modernes de Sartre, acerca de los temas fundamentales de su generación: el marxismo, el fantasma de Stalin, la filosofía y el destino de la humanidad. Ambos defendieron a muerte sus ideas y a la postre se rompió una amistad entrañable.

Camus ganó el Premio Nobel en 1957 y Sartre lo rechazó en 1964, para no sentirse encasillado en esa institución.

El notable dramaturgo irlandés George Bernard Shaw y el virtuoso novelista Gilbert K. Chesterton, no podían verse ni en pintura. Pero una vez se encontraron y éste, rechoncho y achaparrado, al contemplar la osamenta larga y lánguida de Shaw, le dijo en tono corrosivo: “¡Quien lo vea a usted pensará que en la Gran Bretaña se pasa hambre!”, a lo que el ágil autor de Androcles y el león, respondió señalando la panza de su contrincante: “¡Sí, pero también sabrán a quién echarle la culpa!”.

Y, bueno, qué decir de la rivalidad entre dos pesos pesados de nuestro continente mestizo: Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, ambos pertenecientes a la llamada generación del “Boom” y galardonados con el Nóbel de Literatura. Se admiran, se atacan, se olvidan mutuamente y vuelven al ring. Primero los distanció la actitud política –el primero, amigo íntimo de Fidel Castro; el otro, enemigo acérrimo--- y luego, un malentendido conyugal que dio como resultado el tremendo puñetazo del peruano al colombiano en 1976.

Sin embargo, al igual que lo acontecido en la acre enemistad entre Alberto Lleras y Alfonso López Michelsen, ambos recibieron al final la ansiada corona y luego reconocieron que fue totalmente inútil la caudalosa serie de mutuas arremetidas verbales y escritas propinadas con feroz persistencia durante más de medio siglo.

Envidia, egoísmo, vanidad, inseguridad, las rivalidades y celos en el mundo artístico y literario han existido siempre, desde que el mundo es mundo. Son juegos extraños que comenzaron con Caín y Abel. Y nunca se ha sabido a ciencia cierta si fueron hermanos, enemigos o adversarios o si fueron los protagonistas únicos de la más remota guerra mundial, causada por un endecasílabo perdido.



*José Luis Díaz-Granados (Santa Marta, 1946), poeta, novelista y periodista cultural. Su novela Las puertas del infierno (1985), fue finalista del Premio Rómulo Gallegos. Su poesía se halla reunida en un volumen titulado La fiesta perpetua. Obra poética, 1962-2002 (2003).