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domingo, 11 de mayo de 2008

MADRE DE TODOS LOS DÍAS, Julio Carmona


Madre de todos los días
Y de esta noche social,
Madre que sufres y olvidas
Porque sabes perdonar.

Madre que frente al abismo
De la mentira y la muerte
Te yergues con tu cariño
Que es tu arma más potente.

Madre de la patria, madre
Del sol, la tierra y la espiga

En tu pecho hay vendavales
Para defender la vida.

Madre buena como el pan
Cuando alimentas a tu hijo,
Pero violento volcán
Contra el chacal y el felino.

Madre de todos los días,
Te yergues con tu cariño
Para defender la vida
Contra el chacal y el felino.

Julio Carmona,
Perú


sábado, 10 de mayo de 2008

LA MADRE EN CÉSAR VALLEJO, Danilo Sánchez Lihón


1. Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos

En múltiples poemas, así como en páginas sentidas de su prosa, César Vallejo evoca a su madre con amor entrañable. Hasta en su libro póstumo “Poemas Humanos”, escrito meses antes de morir, a los 46 años de edad, empieza diciendo:

Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande.

El poema XXIII de Trilce, publicado en 1922, está dedicado completamente a ella. Y comienza así:

Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos
pura yema infantil innumerable, madre.
Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente
mal plañidas, madre: tus mendigos.
Las dos hermanas últimas, Miguel que ha muerto
y yo arrastrando todavía
una trenza por cada letra del abecedario.

¿A quién se le ocurre expresarse de ese modo? “Tahona estuosa”. ¡Qué tal arrojo! ¡Y qué manera de tratar con la poesía! Porque, ¿quién lo entiende? De eso él no se preocupa. Había escrito en Los heraldos negros: “qui potest capere capiat” que quiere decir: El que pueda entender que entienda. ¿Arrogancia? ¿Capricho? No. Porque ya sea como sonido o ya sea como significado, madre es ciertamente tal como él lo dice: “tahona estuosa”. Cabal para el sentimiento y el concepto de madre. Así como Dios, en puro sonido, es “¡ommm!”, madre en puro sonido es “tahona estuosa”. En términos semánticos, tahona es: casa en donde se hace y se reparte el pan; y estuosa: íntima, cálida, abrigada.

2. Pero, ¡al fin la vida!

Y la madre es eso: tahona estuosa. Por algo dijo de Trilce:


“Sólo Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado en donde pudo quedar yerta mi pobre ánima viva”.


– ¿Y gorgas? –pregunta un alumno mío en San Marcos–. ¿Qué es?


Y, ciertamente. ¿A quién se le ocurre llamar a los hijos gorgas? ¡Gorgas!, que es alimento o comida para las aves. Y más concretamente de las aves de cetrería. ¿Y qué relación tiene el significado de esta palabra con los hijos pequeños de una mujer? Creo que toda. Absoluta y cabal analogía. Pero solamente a un genio se le ocurriría encontrar esa correspondencia. Y así cómo introduce este lenguaje total, introduce toda la vida, su biografía y su mundo. Y su muerte.


Porque uno de estos hermanos que él menciona en el poema, y lo dice, ya estaba muerto, hacía cinco años, pues Miguel murió el 22 de agosto de 1915 y este poema se escribió en 1920. Y su madre también ya era occisa, pues murió en 1918. Pero eso ¿qué importa? Aquí, con Vallejo, se transpone la vida y la muerte. Porque él conversa para adentro, para sí mismo. Habla de los insignificantes que resultan trascendentes, de lo nimio –como gorgas que resulta inusitado– de los cuatro mendigos que son él y sus hermanos pequeños.


¡Qué diferencia ¿no? con los grandes temas y con los autores con los cuales él ahora se equipara! Las batallas y los fastos de los dioses en Homero. El cielo, el purgatorio y el infierno en Dante. El amor, la duda o los celos, en Shakespeare. La exaltación de la vida y el mundo en Whitman. En Vallejo lo que se encumbra sin perder su condición humilde es la vida cotidiana, el hombre en sus funciones íntimas, como comer, ¡tan común y corriente! Pero, ¡al fin la vida!


3. El mundo con madre y sin madre

Y continúa:

En la sala de arriba nos repartías
de mañana, de tarde, de dual estiba,
aquellas ricas hostias de tiempo,
para que ahora nos sobrasen
cáscaras de relojes en flexión de las 24
en punto parados.

Hay dos mundos entonces. Uno es el de la sala de arriba en donde totalizando el día, en cual estiva, se repartían esas ricas hostias de tiempo que la madre ofrenda en esa comunión del amor total. Ese pan es sagrado, son hostias de tiempo que ella dona y entrega como sacerdotisa del amor maternal. Como aconteció en el mundo andino que fue destruido por mano codiciosa que impuso el saqueo y después la usura, mundo aquel del cual fuimos expulsados para habitar este otro en el cual somos reclusos y parias. Ese pan generoso es oblación y es sagrado. Tú lo diste, madre, y entonces es pan de amor, que ahora nos lo cobran. Y aquí se presenta la ruptura, lo quebrado y trágico: Y en vez de hostias de tiempo son cáscaras de relojes, sea salario, tiempo falso, mecánico y ajeno.

4. Tierna dulcera de amor

Madre, y ahora! Ahora, en cuál alvéolo
quedaría, en qué retoño capilar,
cierta migaja que hoy se me ata al cuello
y no quiere pasar...

Todo cambia cuando dice: “Madre, y ahora!”. El pan se ha convertido en migaja que en vez de pasar se ata al cuello por fuera. El pan nutricio se vuelve soga del ahorcado. En vez de pan para alimentar ahora es cuerda que aprisiona. Se cambió el mundo del afecto por el mundo sin madre, la cultura artificial del lucro se entrometió. Las fórmulas de la usura y la especulación se impusieron. El lenguaje de exaltado se ha tornado dolido, inhibido, no por los vocablos sino por la inflexión y el gesto, por la manera de hablar, por el tono confidente, de estupor y mohín. ¡Y pueblerino! Y todo medido en relación a una función básica cual es el acto de alimentarse y comer, de nutrirse.


La madre es bolo alimenticio, es bocado. En la primera instancia los bizcochos son dulces. En la segunda una migaja no es que se atasca sino que se ata al cuello. Y prosigue:


...Hoy que hasta
tus puros huesos estarán harina
que no habrá en qué amasar
¡tierna dulcera de amor,

5. En las cerradas manos recién nacidas

Así como en la poesía él llegó a lo real de lo real y a ser un poeta del dolor, del hambre y la orfandad, así en el amor de la madre llegó al amor que se traduce en pan. La madre es harina. Pero también es el cuenco donde se amasa el pan dulce, el bizcocho. Veamos: es el recipiente y la vasija, si no el amor no tiene forma ni estructura. La madre es contenido y continente, harina y utensilio, donde se pueda amasar el pan de la vida y ser el horno que lo cueza:


hasta en la cruda sombra, hasta en el gran molar
cuya encía late en aquel lácteo hoyuelo
que inadvertido lábrase y pulula ¡tú lo viste tánto!
en las cerradas manos recién nacidas.


Las figuras y metáforas son bucales u orales, también dentales y de la función de comer. Y del tener hambre. Pero luego sigue: “Tú lo viste tanto!” ¿Dónde? Tú lo adivinaste. ¿Dónde lo adivinó? “en las cerradas manos recién nacidas”. Es decir en los signos, en el mundo cifrado y secreto de la mano. Y aquí llegamos al enigma pleno y atroz, porque es en las cerradas manos de un recién nacido que solo el secreto de amor de una madre los expurga. Y otra vez estamos hundidos en el hecho cotidiano, inencontrable, salvo por el bendito y secreto amor de madre puesto en lo pequeño e insignificante: los trazos de una mano cerrada. ¡Oh atroz! ¡Oh desmesura! Fijarse la poesía, encontrar ella el secreto de todo, en las cerradas manos recién nacidas. ¿Qué estará allí? Todo. Allí está el mundo en su totalidad el mundo pasado, el presente y el futuro.

6. El alquiler del mundo donde nos dejas

Tal la tierra oirá en tu silenciar,
cómo nos van cobrando todos
el alquiler del mundo donde nos dejas
y el valor de aquel pan inacabable.

Poema de lo propio y ajeno. Lo propio y auténtico si viene de la madre. Fuera de ella es un mundo ajeno. Porque el mundo de la madre es generoso, del desprendimiento total que ella ampara, lo nutre, lo acoge y protege. Reino del puro amor, lo contrario es ajeno donde todo nos cobran y tenemos que pagarlo. Es el “alquiler” del mundo.


Y nos lo cobran, cuando, siendo nosotros
pequeños entonces, como tú verías,
no se lo podíamos haber arrebatado
a nadie; cuando tú nos lo diste,
¿di, mamá?

Es el poema del divorcio, del cambio desde una posición de generosidad hacia otra de desamparo y de necesidad. Y él militó y entregó la vida por restituir el mundo de la generosidad y la solidaridad humanas. Y se hizo paria, mendigo y excarcelario en el mundo de la necesidad, de lo ajeno y deshumanizado.

7. Madre, me voy mañana a Santiago

Pero hay otro texto de Trilce dedicado también a la madre y es el poema LXV escrito en mayo de 1920 antes de retornar a su terruño, Santiago de Chuco, cuando hacía dos años su madre ya había muerto. Y que dice:

Madre, me voy mañana a Santiago,
a mojarme en tu bendición y en tu llanto.
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
de llaga de mis falsos trajines.

Pese a que la madre está muerta va a confiarle a ella sus desengaños y el rosado de llaga de sus falsos trajines. Porque la madre es quien entiende de estas cosas. Y es centro, hondura y vastedad. Es llanto para comulgar, para mojarme en él, para empaparme. Que es agua y lluvia. Es este el poema del retorno a la tierra natal: El llanto es aquello tan hondo que no puede ser expresado de otro modo. Estoy acomodando mis desengaños. Te estoy llevando madre en mi maleta no regalos ni obsequios como en la sociedad de consumo, sino mi corazón, mi alma, mi cuerpo malherido. Te estoy llevando mis despojos, porque he luchado y qué mejor homenaje que este a ti. Te estoy llevando mi confesión que nos hace más humanos. Llevo mi alma indefensa y mi ser adolorido, equivocado ante ti que eres verdad y puro amor. Los llevo para que tú alivies todas mis quejas de solo oírlas. Ella está muerta, pero eso ¿qué importa? Lo importante es que llegue. Este es el himno del retorno.

8. La puerta del templo

Mojarme en tu llanto es una purificación. ¿No es cierto? ¿Qué más auténtica purificación para un hombre de a verdad? Porque el llanto no siempre es de pena, es también de identificación y reconocimiento. También de felicidad. De la madre viendo llegar al hijo. Aunque esté muerte. O aunque nosotros hayamos muerto. Lo importante es llegar por los caminos del regreso. Es el poema del retorno, de la repatriación, de la madre que ve llegar al hijo de sorpresa. El hijo pródigo arrepentido. Y del padre o madre que acogen. No importa que ella ya esté fallecida. Hace dos años que murió. Y él lo sabe. Entonces, ¿a quién se refiere?

Me esperará tu arco de asombro,
las tonsuradas columnas de tus ansias
que se acaban la vida.

Que se acaban la vida es una manera de hablar en el pueblo de Santiago de Chuco. He allí el gesto, el rictus, el detalle auténtico para hablar. Porque, ¿qué madre no espera a un hijo que está lejos como si le hubieran desgajando o cercenando el ser? ¿Y qué es o puede ser un arco de asombro? Desde los brazos, que se elevan de alegría, hasta las cejas o la frente. El mundo mismo es un arco de asombro. O puede ser la puerta del templo. Puesto que es llegada y es recibimiento. Es el encuentro. Pero puede también ser el nacer. Para cada madre el hijo estará siempre naciendo.

9. Estoy plasmando tu fórmula de amor

Me esperará el patio,
el corredor de abajo con sus tondos y repulgos
de fiesta.

Por si acaso, no es “toldos” sino tondos y repulgos de fiesta. Se refiere al adorno minúsculo que se hace al borde de las empanadas apretando el dedo índice y el pulgar. No es el mundo exterior, de la calle ni de la plaza pública que haría suponer la evocación de una fiesta pueblerina, sino que lo representa en el minúsculo e íntimo repulgo de las empanadas. Con estos elementos Vallejo se hizo universal.


...Me esperará mi sillón ayo,
aquel buen quijarudo trasto de dinástico
cuero, que para no más rezongando a las nalgas
tataranietas, de correa a correhuela.

Madre es la tierra pero también la casa; el corredor, el patio. Se describe la casa, ¡y en época de fiesta! Pero no solo es la casa sino el sitio que se ocupa en la mesa subido en el sillón ayo. “Me esperará mi sillón ayo,”. Solo la infancia nos espera y acoge. Solo una madre nos escucha y bendice nuestro “rosado de llaga” y nuestros desengaños. Solo la tierra nos acepta otra vez de regreso, cuando retornamos a ella incluso estando muy lejos.

10. Madre popular, andina y aldeana

Estoy cribando mis cariños más puros.
Estoy ejeando ¿no oyes jadear la sonda?
¿no oyes tascar dianas?
estoy plasmando tu fórmula de amor
para todos los huecos de este suelo.

La madre está muerta y él le reclama que le oiga. Que oiga al hijo y es natural, porque madre e hijo en la comunicación han tendido un lazo imperecedero. Reclama que sienta no solo lo que le dice sino aquello que ni él sabe lo que es. “Estoy ejeando” “no oyes jadear la sonda”, que es una inmersión en lo profundo de nuestro ser. Ahora bien, ¿cualquier madre puede inspirar un poema así? Desde que hay culturas sin madre, no. La inclinación del mundo actual con el fenómeno de la globalización tiende a eliminar el ser madre. Esta que inspira el poema es una madre popular, andina. Y aldeana. Por eso el mundo andino es reservorio moral e inspiración para la humanidad del presente y del futuro.


“estoy plasmando tu fórmula de amor”.


¿Que sabiduría es mayor que el ser madre? ¿Y qué fórmula más perfecta de amor real, ideal o utópico que el ser madre?

Oh si se dispusieran los tácitos volantes
para todas las cintas más distantes,
para todas las citas más distintas.
Así, muerta inmortal. Así.

11. La madre es casa eterna

“muerta inmortal” es: estuvimos aquí y es para siempre. Nos amamos, siquiera un instante y ese amor ya no desaparecerá jamás. Es para siempre. Enlazamos nuestras almas y nuestros cuerpos y eso no desaparecerá jamás. Es fórmula de amor. Bajo los dobles arcos de tu sangre, por donde hay que pasar tan de puntillas, que hasta mi padre para ir por allí, humildóse hasta menos de la mitad del hombre, hasta ser el primer pequeño que tuviste. Porque eso es el varón frente a la mujer como género: donde mi padre con ser mi padre se humilló hasta ser el primer pequeño en reverenciarte.

Así, muerta inmortal.
Entre la columnata de tus huesos
que no puede caer ni a lloros,


12. Muerta inmortal

y a cuyo lado ni el destino pudo entrometer
ni un solo dedo suyo.
Así, muerta inmortal.
Así.

Columnatas y arcos. ¿Dónde estamos? ¿Qué nos evoca todo esto? Por su puesto: el templo, la iglesia, el altar. Es el edificio para orar. En donde el padre humildóse hasta menos de la mitad de un hombre, es decir, donde se arrodilló. Desamparado ante ti, ¡misterio adorable!

Así, muerta inmortal. Así.

Ya para siempre nadie te puede olvidar. Y así sea hace dos, diez o mil años, iremos a mojarnos en su bendición y en su llanto. Es lo irrevocable, lo insustituible que ni siquiera puede caer ni a lloros. Es lo eterno, tanto que ni nuestra pena, ni nuestra tristeza al llorarla, la hará sucumbir ni dejar de ser. Es eterna la madre. Es muerta inmortal. ¿Quién puede atentar contra lo que es inmortal? ¿El destino? No. Ni él que todo lo cambia y rige, puede entrometer ni un dedo suyo. La madre es el misterio perfecto, el origen de la vida y ella contiene la fórmula del amor consumado.

13. Mundo con madre es el mundo andino

La cultura andina, pertenencia esencial de César Vallejo, a la cual da expresión, voz y palabra, está signada por el sentimiento, la emoción y el sentido de madre. Todo en ella es madre, relación consustancial, afectiva y de filiación con el origen, la matriz y lo sagrado de la creación. Es, además, afinidad profundamente tierna y dulce; con mucho candor. Y César Vallejo tenía esas claves y anagramas incrustados en el alma. Y la pena es que, salvo en su infancia, le tocó vivir después en un mundo ajeno a esas relaciones afables. Y he allí la clave del dolor que él encarna. Madre, para la cultura andina es también la tierra que se respeta, reverencia y adora, con la cual no cabe desunión posible. La vida es inherente a la naturaleza, que es la madre tierra. Y madre es hogar, casa, rincón familiar. Y se puede ser todo lo humilde que se quiera pero sin aquellas ubicaciones de madre el mundo resulta miserable.


Aunque pobre la cultura andina construye casa. César Vallejo fue un exiliado de un mundo de amor y de solidaridad hacia otro hosco y desalmado, sin madre. De allí que anheló tanto y militó en la causa de erigir un orden nuevo, una casa solidaria y una mañana eterna en que desayunemos todos. Quizá ningún personaje puede encarnar tanto a la cultura andina como la madre, honda, sublime, enigmática; representando el misterio de la vida, lo que está adentro, lo que se calla, con quien solo se puede establecer una relación de afecto y totalidad.

Lo opuesto a la madre es la nada. Su no existencia da lugar al abandono, la desolación y orfandad. Y madre es, además de un ser biológico, nuestra tierra, la casa, nuestro sitio en la mesa y en el fogón familiar a la hora del yantar. Mundo con madre es el universo andino. Y que es lo que nos hace regresar desde muy lejos a nuestros pueblos de origen y a la patria idolatrada de nuestra infancia. Y esos contenidos son esenciales en la trayectoria vital de César Vallejo, que se reflejan en su obra, que como poeta instintivo lo supo sentir y expresar.

14. La madre biológica de César Vallejo

Hay imágenes de doña María de los Santos Mendoza Gurreonero, extraídas de fotos de conjunto, de las cuales se ha recortado y separado su retrato. Se la ve honda y esencial, envuelta en un reboso raído, sin nada artificial que lo distinga, ni un arete, ninguna cinta, ni siquiera un anillo. Se la siente arcilla, gleba, espiga; de rasgos muy andinos, telúricos y bondadosos. Con ojos profundos, cabello lacio, pómulos salientes. Con mucha alma, pan, harina, amasijo. Sencilla, servicial y caritativa.


Agua clara de manantial, agua fresca; mujer andina sufrida y cabal.


Se llamó María de los Santos Mendoza Gurrionero, hija del sacerdote Baltazar Joaquín de Mendoza, quien fue natural de España. Su madre en cambio fue lugareña de Santiago de Chuco. Nació en esta villa el 1 de noviembre de 1850. Se casó a los 17 años, el 22 de junio de 1867, con Francisco de Paula Vallejo Benites, también hijo de sacerdote, en la iglesia matriz del pueblo.

15. Ser íntimo

Al casarse, su madre y hermana le donaron la casa donde ella nació y nacerían luego sus doce hijos, siendo el último César Vallejo Mendoza, a quien dio a luz a los 42 años y en cuyo parto estuvo a punto de morir. Doña María de los Santos falleció después de tener un proceso de fiebre alta que se declaró en el mes de julio de 1918, para complicarse después en una enfermedad dolorosa y mortal en su época: la angina de pecho, que inflama los órganos de la deglución y la respiración.


Murió el 8 de agosto de 1918, cuando César Vallejo se encontraba en Lima y aún no había publicado libro alguno. Los Heraldos negros, recién aparecería en julio del año 1919, aunque lleva fecha de edición de 1918. Su sepultura está identificada en el cementerio general, en la colina que domina el pueblo de Santiago de Chuco.

César Vallejo fue directo a la universalidad no despojándose ni renunciando a su ser íntimo, como es la esencia y el sentido de madre, sino cavando allí y engrandeciéndolo heroicamente.

Danilo Sánchez Lihón,

Perú

viernes, 9 de mayo de 2008

OH, PRIMAVERA INABORDABLE Y SIN FINAL..., Alexander Blok

Oh, primavera inabordable y sin final,
Inabordable y sin final como los sueños.
Te reconozco, vida. Te asumo.
Y bajo el tintineo de broqueles te saludo.

Yo te acojo, mala suerte,
Y doy mi bienvenida a los aciertos
Pues no hay nada oprobioso en los encantados
Paisajes del llanto, ni en el misterio de la ventana,

Asumo las discusiones que desvelan
La madrugada en las oscuras cortinas de la ventana,
Para que la encantadora primavera
Excite mis miradas dilatadas.

Asumo las aldeas desérticas
Y los pozos de las ciudades terrenales,
La diáfana extensión de los cielos
y la candidez de los trabajos serviles.

Yo salgo, vida, a tu encuentro en el umbral
Con los cabellos rizados por el viento impetuoso
Y el enigmático nombre de Dios
En los labios fríos y apretados...

Ante la hostilidad de este encuentro
Siempre me defiendo,
Tú nunca eres accesible
¡Y el sueño embriagador se nos escapa!

Y miro y sospecho esta hostilidad,
Odiando, maldiciendo y amando:
Por el suplicio, por la muerte,
Pero de todas formas yo te asumo, vida!

Alexander Blok,
Rusia

jueves, 8 de mayo de 2008

CARTA A SIMÓN BOLÍVAR, Manuela Sáenz


29 de febrero de 1825

Mi Libertador:

Sabe usted cómo ansío compartir el nacimiento de la vida. Conoce las veces que levanté mi voz airada por las condiciones ingratas que estamos compartiendo, de privación de sentimientos, de distancias y de ausencias reiteradas. ¿Cómo cambiar el sino que nos acompaña? ¿Qué debemos hacer para protestar frente a la realidad, y vencerla? ¿No podré, con usted, caminar llevando de la mano la ilusión convertida en la inocencia de voces infantiles? ¿Es que no fuimos elegidos para ser, además de amantes, hombre y mujer, padre y madre?

He interpelado a los Dioses de estas y otras tierras. Mi voz la han escuchado, si existen, los Achachilas de los Andes y el Cristo de la cruz de mis desvelos. Vea usted la fuerza que sale a borbotones del pecho que le da ritmo a su sangre, y que termina convertida en remanso cuando acepto resignada que otros son los mandatos que debo cumplir en este tiempo.

Y cuando llego a ese punto de sosiego, otra vez me vienen los rumores que acompañan mis angustias y me mantienen en vela buscando otras respuestas. No utilice su energía para reprender el acto de amor que voy a relatarle.

He recogido de usted la necesidad de encontrarle solución política a las diferencias que mantienen los patriotas de Lima y del Río de la Plata. En medio de ellas, están las provincias del Alto Perú, primeras en levantar las banderas de la libertad y las que mayor dificultades están debiendo sortear para alcanzarla.

La posición reflexiva del General San Martín en Guayaquil hace tres años, fortalece la necesidad de resolver la situación del Alto Perú con un estatuto político que le faculte a desarrollarse, respetando la decisión que le han hecho saber con insistencia y firmeza sus representantes. Por eso resulta injusta la airada comunicación que le hiciese llegar al General Sucre por la convocación a los diputados del Alto Perú a discutir su destino.

Si usted escucha la voz de su experiencia, desde Charcas, La Paz y Potosí, será más fácil establecer una relación positiva con V.E., que desde otras ciudades que mantienen algunas dificultades para resolver sus propias diferencias. Pero, y lo más importante, permitiría la construcción de un nuevo Estado en el que usted podría, desde el inicio, desarrollar la fuerza de la libertad sin las mezquindades que enfrenta permanentemente en la Gran Colombia. Esta república podría servirle para plasmar en ella los modelos democráticos tan caros a sus sueños y alejar las insinuaciones que rechaza tan airado cuando pretenden cambiar su condición de ciudadano por otra similar a la que termina de vencer.

Un pueblo agradecido con su espada y su voluntad de usted, puede ser el abono más extraordinario para que fortalezcan la justicia y las instituciones republicanas. He recogido de manera reservada algunas opiniones de la gente que le es fiel, y comparten el entusiasmo de ver nacer un estado con su nombre que tenga de usted el amor irrefrenable por la libertad.

Por eso le he puesto tanto empeño a esta encomienda que nadie me dio pero le pertenece, de dar nacimiento al fruto de mi entrega y que sobrevivirán nuestras vidas perpetuando su nombre. Permítame ayudar a multiplicar la libertad y juntos habremos logrado procrear una hija, que sólo usted y yo, sabremos es el producto de este sentimiento que desafía la barrera de los tiempos.

Ahora, que ya lo sabe, repréndame con indulgencia y con la dulzura con la que corrige los desvaríos de pueblos que aprenden a vivir su independencia. Su enojo será la mejor prueba que la Historia se construye con locuras de amor y de coraje. Y yo, veré nacer una hija que mantendrá en la eternidad mi tributo de reconocimiento a usted, gestado entre los nueve meses que están pasando desde el triunfo de Ayacucho y el primer aniversario de Junín.

Aliente la multiplicación de la vida y la libertad. Todos esperan su palabra para hacer más fácil el esfuerzo de ayudar a la Historia a reconocer su entrega por la causa de los pueblos.

Gozo con la idea como lo hago las veces que estoy en su compañía.

Manuela.

Manuela Sáenz,
Ecuador

(Texto proporcionado por la periodista Teo Zavala Palacios).

miércoles, 7 de mayo de 2008

CARTA A JENNY WESTPHALEN, Carlos Marx


Cumplidos 190 años del nacimiento de Carlos Marx (05-05-1818), bien vale rendirle homenaje publicando de él no un texto de análisis político, económico o estético, sino una carta de amor dirigida a su esposa, Jenny Westphalen, que refleja su gran sensibilidad y ternura, dignas de su talla de gigante.

21 de junio de 1856

Querida mía:

De nuevo te escribo porque me encuentro solo y porque me apena siempre tener que charlar contigo sin que lo sepas ni me oigas, ni puedas contestarme. Por más malo que sea tu retrato, me sirve perfectamente, y, ahora comprendo por qué hasta las "lóbregas madonnas", las más imperfectas imágenes de la Madre de Dios, podían encontrar celosos y hasta más numerosos admiradores que las imágenes buenas. En todo caso, ninguna de esas oscuras imágenes de madonna ha sido tan besada, ninguna ha sido mirada con tanta veneración y enternecimiento, ni adorada tanto como esta foto tuya, que si bien no es lóbrega, sí es sombría, y en modo alguno representa tu hermoso, encantador y "dulce" rostro que parece haber sido creado para los besos. Yo perfecciono lo que estamparon mal los rayos del sol y llego a la conclusión que mi vista, por muy descuidada que esté por la luz del quinqué, y el humo del tabaco, es capaz de representar imágenes no sólo en sueños, sino también en la realidad.

Te veo, siento, toda delante de mí, como de carne y hueso... el falso y vacío mundo se forma una idea superficial y equivocada de las personas. ¿Quién, entre mis numerosos calumniadores y maldicientes enemigos, me ha reprochado alguna vez valer para el papel de primer galán en cualquier teatro de segunda categoría? Pero es que soy así. Si esos canallas tuvieran siquiera una gota de sentido del humor, habrían garrapateado en el anverso "relaciones de producción y cambio" y en el reverso me habrían dibujado postrado a tus pies, "mire este dibujo y el otro", rezaría la inscripción. Pero los canallas son tontos y seguirán siendo necios in secula seculorum.*

La separación temporal es útil ya que la comunicación constante origina la apariencia de monotonía que lima la diferencia entre las cosas. Hasta las torres de cerca no parecen tan altas, mientras las minucias de la vida diaria, al tropezar con ellas crecen desmesuradamente. Lo mismo sucede con las pasiones: los hábitos consuetudinarios, que como resultado de la proximidad se apoderan del hombre por entero y toman forma de pasión, dejan de existir tan pronto desaparece del campo visual su objeto directo. Las pasiones profundas, que como resultado de la cercanía de su objetivo se convierten en hábitos consuetudinarios, crecen y recuperan su vigor bajo el mágico influjo de la ausencia.

Así es mi amor. Al punto que nos separa el espacio, me convenzo de que el tiempo le sirve a mi amor tan solo para lo que el sol y la lluvia le sirven a la planta: para que crezca. Mi amor por ti, cuando te encuentras lejos de mí, se presenta tal y como es en realidad: como un gigante; en él se concentra toda mi energía espiritual y todo el vigor de mis sentimientos.

Adiós, querida mía, te mando a ti y a nuestras hijas miles y miles de besos.

Tu Carlos

Carlos Marx,
Alemania

(Texto proporcionado por Rosina Valcárcel, quien a su vez lo ha tomado de la siguiente página digital:
http://cartasfamosas.blogspot.com/search/label/Carta%20d)



martes, 6 de mayo de 2008

LIBERTAD, Ángela Figuera


A tiros nos dijeron: cruz y raya.
En cruz estamos. Raya. Tachadura.
Borrón y cárcel nueva. Punto en boca.

Si observas la conducta conveniente,
Podrás decir palabras permitidas:
Invierno, luz, hispanidad, sombrero.
(Si se te cae la lengua de vergüenza,
Te cuelgas un cartel que diga: "Mudo",
Tiendes la mano y juntas calderilla.

Si calzas los zapatos según norma,
También podrás cruzar a la otra acera
Buscando el sol o un techo que te abrigue.

Pagando los impuestos puntualmente,
Podrás ir al taller o la oficina,
Quemarte las pestañas y las uñas,
Partirte el pecho y alcanzar la gloria.

También tendrás honestas diversiones:
El paso de un entierro, una película
De las debidamente autorizadas,
Fútbol del bueno, un vaso de cerveza,
Bonitas emisiones en la radio
Y misa por la tarde los domingos.

Pero no pienses "libertad", no digas,
No escribas "libertad", nunca consientas
Que se te asome al blanco de los ojos,
NI exhale su olorcillo por tus ropas,
Ni se te prenda a un rizo del cabello.

Y sobre todo, amigo, al acostarte,
No escondas "libertad" bajo tu almohada
Por ver si sueñas con mejores días.
No sea que una noche te incorpores
Sonambulando "libertad" y olvides
Y salgas a gritarla por las calles,
Descerrajando puertas y ventanas,
Matando los serenos y los gatos,
Rompiendo los faroles y las fuentes,
Y el sueño de los justos, porque entonces,
Punto final, hermano, y Dios te ayude.

Ángela Figuera,
España


lunes, 28 de abril de 2008

DE LA DUDA, Bertolt Brecht




Loada sea la duda! Os aconsejo que saludéis

Serenamente y con respeto

A aquel que pesa vuestra palabra como una moneda falsa.

Quisiera que fueseis avisados y no dierais

Vuestra palabra demasiado confiadamente.


Leed la historia. Ved

A ejércitos invencibles en fuga enloquecida.

Por todas partes

Se derrumban fortalezas indestructibles,

Y de aquella Armada innumerable al zarpar

Podían contarse

Las naves que volvieron.


Así fue como un hombre ascendió un día a la cima inaccesible,

Y un barco logró llegar

Al confín del mar infinito.

¡Oh hermoso gesto de sacudir la cabeza

Ante la indiscutible verdad!

¡Oh valeroso médico que cura

Al enfermo ya desahuciado!


Pero la más hermosa de todas las dudas

Es cuando los débiles y desalentados levantan su cabeza

Y dejan de creer

En la fuerza de sus opresores.


¡Cuánto esfuerzo hasta alcanzar el principio!

¡Cuántas víctimas costó!

¡Qué difícil fue ver

Que aquello era así y no de otra forma!


Suspirando de alivio, un hombre lo escribió un día en el

Libro del saber.


Quizá siga escrito en él mucho tiempo y generación tras generación
De él se alimenten juzgándolo eterna verdad.

Quizá los sabios desprecien a quien no lo conozca.

Pero puede ocurrir que surja una sospecha, que nuevas experiencias
Hagan conmoverse al principio. Que la duda se despierte.


Y que, otro día, un hombre, gravemente,

Tache el principio del libro del saber.

Instruido
Por impacientes maestros, el pobre oye

Que es éste el mejor de los mundos, y que la gotera

Del techo de su cuarto fue prevista por Dios en persona.

Verdaderamente, le es difícil

Dudar de este mundo.

Bañado en sudor, se curva el hombre construyendo la casa

En que no ha de vivir.


Pero también suda a mares el hombre que construye su
Propia casa.

Son los irreflexivos los que nunca dudan.

Su digestión es espléndida, su juicio infalible.

No creen en los hechos, sólo creen en sí mismos. Si llega el caso,
Son los hechos los que tienen que creer en ellos. Tienen

Ilimitada paciencia consigo mismos. Los argumentos

Los escuchan con oídos de espía.


Frente a los irreflexivos, que nunca dudan,

Están los reflexivos, que nunca actúan.

No dudan para llegar a la decisión, sino

Para eludir la decisión. Las cabezas

Sólo las utilizan para sacudirlas. Con aire grave

Advierten contra el agua a los pasajeros de naves hundiéndose.

Bajo el hacha del asesino,

Se preguntan si acaso el asesino no es un hombre también.

Tras observar, refunfuñando,

Que el asunto no está del todo claro, se van a la cama.

Su actividad consiste en vacilar.

Su frase favorita es: «No está listo para sentencia.»

Por eso, si alabáis la duda,

No alabéis, naturalmente,

La duda que es desesperación.


¿De qué le sirve poder dudar

A quien no puede decidirse?

Puede actuar equivocadamente

Quien se contente con razones demasiado escasas,

Pero quedará inactivo ante el peligro

Quien necesite demasiadas.

Tú, que eres un dirigente, no olvides

Que lo eres porque has dudado de los dirigentes.

Permite, por lo tanto, a los dirigidos

Dudar.

Bertolt Brecht,
Alemania