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martes, 15 de abril de 2008

ESPAÑA APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ , César Vallejo


Masa


Al fin de la batalla,
Y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
Y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”.
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:

“No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
Clamando: “Tanto amor y no poder nada contra la muerte”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
Con un ruego común: “¡Quédate hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
Le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
Incorporóse lentamente,
Abrazó al primer hombre; echóse a andar…


Mass

When the battle over,
And the fighter dead, a man came towards him
And said to him, “Don’t die, I love you so much!”
Butt he corpse, alas, went on dying.

Two men approached him and said again,
“Don’t leave us ¡Courage! Come back to life!”
Butt he corpse, alas, went on dying.

Twenty, a hundread, a thousand, five-hundread thousand
Came up to him, crying: “So much love and to be unable to overcome death!”
Butt he corpse, alas, went on dying.

Millions of individuals sorrounded him;
With a common request: “Brother, stay!”
Butt he corpse, alas, went on dying.

Then all the menof the Earth surrounded him;
Deeply moved, the sad corpse saw them;
He got up slowly, Embraced the first man, started to walk…

(Traducido al inglés por Ronald Hopper).


Masse

A la fin de la bataille
Et mort le combattant, un home vers lui s’avança
Et lui dit: “Ne meurs pas; je t’aime tant!”
Mais le cadáver, hélas! continua de mourir.

Deux autres vinrent à lui, lui répétant:
“Ne nous quitte pas! Courage! Reviens à la vie”
Mais le cadáver, hélas! continua de mourir.

Vingt, cent, mille, et cinq cent mille autres accoururent,
Clamant: “Tant d’amour, et ne rien pouvoir contre la mort!”
Mais le cadáver, hélas! continua de mourir.

Des millions d’hommes s’unirent
Dans une commune prière: “Reste-nous, frère!”
Mais le cadáver, hélas! continua de mourir.

Alors, tous les hommes de la terre l’entourèrent;
Le cadáver les vit, triste,èmotionné;
Lentement se dressa,
Prit le premier homme dans ses bras; se mit à marcher…

(Traducido al francés por: Georgette de Vallejo).

Masa

Auja majanacuy puchucaytam,
Majanacuj huañucun chayri, huc runa paypa casjanman chayaycuspan:
“¡Ama huañullaychu, nirajtam cuyayqui”, niycurja.
Ayañataj ¡huay! huiñaychacuspanri huañucuycuchcarja.

Iscay runaña asuycuspan musujmanta rimapayaycurjacu:
“¡Ama sajehuaycuchu! ¡Jalinchacuy! ¡Causayman cutirimuy!”, rispancu.
Ayañataj ¡huay! huiñaychacuspanri huañucuycuchcarja.

Hinaman payman chayaycurjacu iscay chunca, pachac,
Huaranja, pichja pachac huaranja runa
Japarillahuanña: “¡Hucnananaj cuyacuy imaynamá manaja
Atipanchu huañuypa callpanta!”, nispancu.
Ayañataj ¡huay! huiñaychacuspanri huañucuycuchcarja.

Huara-huaranjampiña huñunacuncu muyuriynimpi ruracuna
Huc simillapiña mañacuspancu: “¡Jeparicuy ñojaycuhuan huaujellay!”
Ayañataj ¡huay! huiñaychacuspanri huañucuycuchcarja.

Hinaptin tejsi muyuntinmanta runacunaña
Chaupicharjuncu; ayari chayña jahuarirjon paycunata llaquisja
Sonjon chaspisja;
Hinaman allichallamanta hatarirjuspan
Marjaricuycurja jayllampi caj runata; chaymantari puriyta jallaycurja …

(Traducido al quechua por Teodoro Meneses ).

(Textos proporcionados por Fransiles Gallardo).

Масса

В Конец сражения,
V
konets srabrrenia
И умершего боец, пришел человек

Y umershego boets, prishol chelavek
к нему .Y сказал ему:
k
ñemú . Y skazal yemú
"не умирай, любил тебя настолько! "

ne umerai, liuvil tibia nastolka
Но труп вздох! он продолжил умирать.

No trup vzdoj¡ on prodalrril umerat
К нему приблизились два и они повторили:

K ñemú priblizilis dva y oñi pavtarili
"не оставляй нас! Стоимость! Возвращайся в жизнь",

Ne
octabliai nas! Ctoimas! Basbrashaisia v rrizni
но труп вздох! он продолжил умирать.

No
trup vzdoj! on prodalrril umerat
Обратились к нему двадцать, сто, тысяча,
Obratilis
k nemú dbadsat, sto, tiisicha
пятьсот тысячи, Взывая:
piatsot
tiisicha, Vziibaya
"Настолько любовь и совсем не мочь против смерти ",

Nastolka lliubov y cavsiem ne moch protiv smerti
но труп вздох! он продолжил умирать.
No trup vzdoj! on prodalrril umerat
Его окружили миллионы индивидов,
cобщая просьба:
Yegvo akrurrili millioni indibidov
"Оставайся братом! ", но труп

Astavaicia Bratám!, no trup
Тогда, все мужчины земли окружили Его;

Tagda, vsie murrchinii zemlí akrurrili Egvo
их увидел грустный, взволнованный труп;
ij uvidel grustniei, vzvolnovanniei trup,
он присоединился медленно , Обнял первого человека;

on prisaediñilsia medlenna, Abñial pervovgva chelaveka
начал передвигаться в хождение
nachal peredvgatsia v jarrdenie


(Traducido al ruso por Jesús Ricse Villar, texto proporcionado por él mismo).

Massa

Finita la battaglia
E morto il combattente, a lui venne un uomo

E disse: "Non morire. Ti amo tanto."

Ahi, ma il cadavere seguitò a morire.

In due si avvicinarono e insistevano:
"Non lasciarci. Coraggio. Torna in vita."

Ahi, ma il cadavere seguitò a morire.

Accorsero venti, cento, mille, cinquecentomila,
Gridando: "Tanto amore, e nulla si può contro la morte".

Ahi, ma il cadavere seguitò a morire.

Lo circondarono milioni d'individui
Con preghiera comune: "Resat, fratello!"

Ahi, ma il cadavere seguitò a morire.

Allora tutti gli uomini della terra
Lo circondarono; li vide il cadavere triste, emozionato;

Si drizzò lentamente,

Abbracciò il primo uomo, si avviò.

(Traducido al italiano por Roberto Paoli. Texto Proporcionado por Sonia Castillo).




lunes, 14 de abril de 2008

ESPAÑA APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ, César Vallejo


Poema V

Solía escribir con su dedo grande en el aire:
"¡Viban los compañeros, Pedro Rojas!",
De Miranda de Ebro, padre y hombre,
Marido y hombre, ferroviario y hombre,
Padre y más hombre, Pedro y sus dos muertes.

Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Abisa a todos los compañeros pronto!

Palo en el que han colgado su madero,
Lo han matado;
¡Lo han matado al pie de su dedo grande!
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!

¡Viban los compañeros
A la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas
De Pedro
Y de Rojas, del héroe y del mártir!

Registrándole, muerto, sorprendiéronle
En su cuerpo un gran cuerpo, para
El alma del mundo,
Y en la chaqueta una cuchara muerta.

Pedro también solía comer
Entre las criaturas de su carne, asear, pintar
La mesa y vivir dulcemente
En representación de todo el mundo.
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,
Despierto o bien cuando dormía, siempre,
Cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.
¡Abisa a todos los compañeros, pronto!
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara viva para siempre!

Lo han matado, obligándole a morir
A Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquel
Que nació muy niñín, mirando al cielo,
Y que luego creció, se puso rojo
Y luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos.

Lo han matado suavemente
Entre el cabello de su mujer, la Juana Vásquez,
A la hora del fuego, al año del balazo
Y cuando andaba cerca ya de todo.

Pedro Rojas, así, después de muerto,
Se levantó, besó su catafalco ensangrentado,
Lloró por España
Y volvió a escribir con el dedo en el aire:
"¡Viban los compañeros! Pedro Rojas".

Su cadáver estaba lleno de mundo.

César Vallejo,
Perú

domingo, 13 de abril de 2008

UN ARTISTA DEL TRAPECIO, Franz Kafka


Un artista del trapecio –como se sabe, este arte que se practica en lo alto de las cúpulas de los grandes circos es uno de los más difíciles entre todos los asequibles al hombre– había organizado su vida de tal manera –primero por afán profesional de perfección, después por costumbre que se había hecho tiránica– que, mientras trabajaba en la misma empresa, permanecía día y noche en el trapecio. Todas sus necesidades –por otra parte muy pequeñas– eran satisfechas por criados que se relevaban a intervalos y vigilaban debajo. Todo lo que arriba se necesitaba lo subían y bajaban en cestillos construidos para el caso.

De esta manera de vivir no se deducían para el trapecista dificultades con el resto del mundo. Sólo resultaba un poco molesto durante los demás números del programa, porque como no se podía ocultar que se había quedado allá arriba, aunque permanecía quieto, siempre alguna mirada del público se desviaba hacia él. Pero los directores se lo perdonaban, porque era un artista extraordinario, insustituible. Además era sabido que no vivía así por capricho y que sólo de aquella manera podía estar siempre entrenado y conservar la extrema perfección de su arte.

Además, allá arriba se estaba muy bien. Cuando, en los días cálidos del verano, se abrían las ventanas laterales que corrían alrededor de la cúpula y el sol y el aire irrumpían en el ámbito crepuscular del circo, era hasta bello. Su trato humano estaba muy limitado, naturalmente. Alguna vez trepaba por la cuerda de ascensión algún colega de turné, se sentaba a su lado en el trapecio, apoyado uno en la cuerda de la derecha, otro en la de la izquierda, y charlaban largamente. O bien los obreros que reparaban la techumbre cambiaban con él algunas palabras por una de las claraboyas o el electricista que comprobaba las conducciones de luz, en la galería más alta, le gritaba alguna palabra respetuosa, si bien poco comprensible.

A no ser entonces, estaba siempre solitario. Alguna vez un empleado que erraba cansadamente a las horas de la siesta por el circo vacío, elevaba su mirada a la casi atrayente altura, donde el trapecista descansaba o se ejercitaba en su arte sin saber que era observado.

Así hubiera podido vivir tranquilo el artista del trapecio a no ser por los inevitables viajes de lugar en lugar, que le molestaban en sumo grado. Cierto es que el empresario cuidaba de que este sufrimiento no se prolongara innecesariamente. El trapecista salía para la estación en un automóvil de carreras que corría, a la madrugada, por las calles desiertas, con la velocidad máxima; demasiado lenta, sin embargo, para su nostalgia del trapecio.

En el tren, estaba dispuesto un departamento para él solo, en donde encontraba, arriba, en la redecilla de los equipajes, una sustitución mezquina –pero, en algún modo, equivalente– de su manera de vivir.

En el sitio de destino ya estaba enarbolado el trapecio mucho antes de su llegada, cuando todavía no se habían cerrado las tablas ni colocado las puertas. Pero para el empresario era el instante más placentero aquel en que el trapecista apoyaba el pie en la cuerda de subida y en un santiamén se encaramaba de nuevo sobre su trapecio. A pesar de todas estas precauciones, los viajes perturbaban gravemente los nervios del trapecista, de modo que, por muy afortunados que fueran económicamente para el empresario, siempre le resultaban penosos.

Una vez que viajaban, el artista en la redecilla como soñando, y el empresario recostado en el rincón de la ventana, leyendo un libro, el hombre del trapecio le apostrofó suavemente. Y le dijo, mordiéndose los labios, que en lo sucesivo necesitaba para su vivir, no un trapecio, como hasta entonces, sino dos, dos trapecios, uno frente a otro. El empresario accedió en seguida. Pero el trapecista, como si quisiera mostrar que la aceptación del empresario no tenía más importancia que su oposición, añadió que nunca más, en ninguna ocasión, trabajaría únicamente sobre un trapecio. Parecía horrorizarse ante la idea de que pudiera acontecerle alguna vez. El empresario, deteniéndose y observando a su artista, declaró nuevamente su absoluta conformidad. Dos trapecios son mejor que uno solo. Además, los nuevos trapecios serían más variados y vistosos.

Pero el artista se echó a llorar de pronto. El empresario, profundamente conmovido, se levantó de un salto y le preguntó qué le ocurría, y como no recibiera ninguna respuesta, se subió al asiento, lo acarició y abrazó y estrechó su rostro contra el suyo, hasta sentir las lágrimas en su piel. Después de muchas preguntas y palabras cariñosas, el trapecista exclamó, sollozando:

–Sólo con una barra en las manos, ¡cómo podría yo vivir!

Entonces, ya fue muy fácil al empresario consolarle. Le prometió que en la primera estación, en la primera parada y fonda, telegrafiaría para que instalasen el segundo trapecio, y se reprochó a sí mismo duramente la crueldad de haber dejado al artista trabajar tanto tiempo en un solo trapecio. En fin, le dio las gracias por haberle hecho observar al cabo aquella omisión imperdonable. De esta suerte, pudo el empresario tranquilizar al artista y volverse a su rincón.

En cambio, él no estaba tranquilo; con grave preocupación espiaba, a hurtadillas, por encima del libro, al trapecista. Si semejantes pensamientos habían empezado a atormentarle, ¿podrían ya cesar por completo? ¿No seguirían aumentando día por día? ¿No amenazarían su existencia? Y el empresario, alarmado, creyó ver en aquel sueño, aparentemente tranquilo, en que habían terminado los lloros, comenzar a dibujarse la primera arruga en la lisa frente infantil del artista del trapecio.

Franz Kafka,
Alemania


sábado, 12 de abril de 2008

ELEGÍA PLEBEYA POR LA COMPAÑERA QUE MURIÓ: IMILLA, Gamaliel Churata


Tuvo del lampo el brillo casto

Sus ojos dulzura de torrente tranquilo
Buena como flor que repta por los campos
Saturaba de amor la candidez del aire.

Vino a ser panacea de almas,
Sus sonrisas agua de cristal de alboradas;
Tenían sus hijos la fuerza de la hierba
Y, nobles como el Sol,
Como él se acostaron un día
Entre el arrebol de fauce herida...

Despertó para mi espíritu
Cuando el pleamar sonaba en la distancia
Y mi carne la tuvo aprisionada
Para siempre con los cinco garfios
Y las siete cañas musicales del cielo
... Pero se durmió en el tiempo:
¡Ala de rosa y pétalo de nube!

Amorosamente desde el cerro
Ve pasar el cortejo de kirkis
Y el llanto del pinkullo se pone azúcar
En su mirada que tanto adormeció adorando.

Fue buena, fue buena
Como es bueno el pan del pobre
Y la hediondez sencilla de la cocina todos los días.

Pero se fue, se fue
Y el aire limpio para beberse,
La pampa alhajada de lágrimas,
Las canciones que escarban en la tierra
Oro y esmeralda silvestre.

Nadie sabrá desde este día
Su lindo olor de salvia...

Para cantar más largo sus querencias
Todas las flautas del ande
Se van con ella llorando.

Gamaliel Churata,
Perú

viernes, 11 de abril de 2008

ARENGA AL PERUANO, Mario Florián


No te sientas pequeño, hombre común peruano,
Peruano de estos días, confirma tu grandeza
Delante de tu huésped, delante del foráneo
Que llegó de muy lejos a comer de tu mesa;

Que llegó de muy lejos a vivir en tu espacio,
Y a hablarte de su origen y a hablarte de su fuerza.
Tú desciendes del puma, tú desciendes del rayo.
Y en tus músculos duerme colosal fortaleza.

No te humilles. Despierta. Elévate, peruano.
Erígete. Ya es hora. Revive tu ejercicio
De amansador de mundos, de continentes bravos,
De forjador de imperios sobre los precipicios.

Levántate, peruano. Pisa, otra vez, tu tierra.
Que el horizonte vea tu figura broncínea
De semidiós, de cóndor. Despliega tu mirada
Y el poder de tus alas y tu aptitud antigua.

Vindícate en tu tierra… Porque estás en tu tierra
Desde hace eternidades… Y tu tierra te adora.
¡Exprésate, peruano! ¡Exprésate de nuevo!
¡Sé heroicidad, destino! ¡Levántate! ¡Ya es hora!

Mario Florián,
Perú


jueves, 10 de abril de 2008

LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO, Gabriel Celaya


Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
Mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
Fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
Como un pulso que golpea las tinieblas,
Cuando se miran de frente
Los vertiginosos ojos claros de la muerte,
Se dicen las verdades:
Las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
Que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
Piden ser, piden ritmo,
Piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
Con el rayo del prodigio,
Como mágica evidencia, lo real se nos convierte
En lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
Como el pan de cada día,
Como el aire que exigimos trece veces por minuto,
Para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
Decir que somos quien somos,
Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
Cultural por los neutrales
Que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
Y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
Y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
Que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
A la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
Con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
Y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
Como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.


Gabriel Celaya,

España.


(Texto proporcionado por Gustavo Pérez Hinojosa).

miércoles, 9 de abril de 2008

AUTOBIOGRAFIA, Juan Cristóbal


Me pervierto cuando hablo de mi vida
Cuando pienso en las raíces oscuras de mi sino
En la sinceridad imberbe de las plantas
En las heridas inocuas de los cielos
En los ojos infernales de los perros /
Mi vida / como veis /
Está llena de sapos y culebras
Alimañas y ladrones
Y no sé descifrar las miradas que me miran
Las palabras que me hablan
Los silencios que me quieren /
Por eso creo que la vida es una mierda
Un pedazo de locura atravesando los desiertos
Que nos hace creer -ingenuamente-
Que la felicidad es lo único valedero en el concierto
Para aceptar la delicia indispensable para ello:
Que la existencia es otra historia / otro espacio / otro modo
De ver la desvergüenza de los días
Los callejones intransitables de la muerte /
Pero todo /
Si lo entendéis bien / desde la miseria de los gritos /
No es sino una mentira inventada en el principio
Un desliz fatigado y envejecido en las ojeras de los gatos
Una forma reiterativa de amarrarnos a la mazmorra del olvido
A los mástiles palurdos y encebollados de los miedos /
Por eso envejezco sin hablarle a mis parientes
Sin mentarle la madre a los pendejos
Sin hacerle caso a los organilleros en los parques /
Y si miro de reojo a las muchachas
O fumo o sonrío en los prostíbulos baratos
Es una forma de agradecer a los vecinos
El estar vivo en este mundo
Soportando los chismes de la lluvia
Las injurias de los tontos
Y para hacerles creer a los incautos
Que me masturbo con las flores y las nubes y el mar
Picotón de las delicias
Cuando –en verdad-
Solo pienso en las figuras simiescas del delito
En los paisajes abandonados de las ruinas /
Por eso es que prefiero los fulgores desorbitados del pasado
A la codicia fervorosa y rudimentaria del futuro
Que siempre aparece y desaparece en las colinas
Como el rostro más oscuro y tenebroso de los tiempos /
De allí las preguntas que se me salen como trompos
Del fondo del pellejo:
¿Qué soy –realmente- en este mundo?:
¿Un moscardón rondando los arrabales de la noche?
¿Una sombra extraviada en los umbrales del delirio?
¿La melodía perdida y enloquecedora de los niños?
¿O ese geranio desatado en las tierras baldías del peligro ? /
Como las respuestas no llegan como quiero
No me queda más remedio
Que seguir siendo el silencio de una voz desconocida
Revelando sus secretos a la inocencia de la oruga
A los huevecitos pasados de los grillos /
Mientras siento desbocarse tiernamente mis aullidos
Como un fantasma
Por los restos de un universo sin sentido
Y entrar por esa puerta que jamás volverá abrirse
A no ser para encontrarse con las telarañas del vacío /
De este modo reconozco que la tristeza y la muerte
Son mis amigas y enemigas en el sueño
Compañeras inseparables de los mendigos y boxeadores
En el alba
De los poetas y jubilados en la tierra /
Y si se aman y comprenden
Como el sol cuando se arrecha con la luna en los hospicios
De la nada
Es porque les encanta viajar juntas
Hacerse arrumacos en todas las tabernas
Darse besitos en los asilos desesperados de la playa
Mientras derraman sus garbos y lisuras
Y sus voces insepultas
En todo el confín azul del universo

Juan Cristóbal,
Perú