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jueves, 24 de enero de 2008

LA GENTE SABE LO QUE LA TIERRA SABE, Carl Sandburg


La gente sabe lo que la tierra sabe,

Los números pares e impares de la tierra,

Y lo que el suave viento cálido del verano marchita

O el encresparse de la impetuosa ventisca blanca;

A ninguno de ellos se le detiene,

Ninguno dice otra cosa que:

“No estoy discutiendo. Te digo.”

El antiguo poblador del desierto estaba gris

Y entrecano de tanto ver el sol:

“Por mí no importa si llueve.

Yo he visto llover.

Pero me gustaría que alguna vez

Lloviera pronto.

Así mi hijo podrá verlo.

Él nunca ha visto llover.”

“Aquí en el desierto”,

Dijo la primera mujer que lo dijo:

“El primer año no crees

Lo que los demás te cuentan

Y el segundo año no crees

Lo que tú mismo te cuentas.”

“Yo te dejo, yo te dejo”,

Cantaba tejiendo la mujer de Sonora.

“Yo te dejo,

Eres para un tonto de Sonora.”

Y el tonto habló de ella,

Tomando vino la mencionó:

“Ella puede enseñar a bailar a un par de zancos.”

“¿Qué es el este? ¿Has estado alguna vez en el este?”

Preguntó la mujer de Nueva Jersey a la chiquilla,

La diminuta niña que crecía en Arizona, quien dijo:

“Sí, he estado en el este,

El este es donde los árboles se interponen

Entre tú y el cielo.”

Por qué –otra niña, en Cleveland, Ohio,

En Cuyahoga, Ohio, preguntó:

“¿Papá,

De qué es propaganda

La luna?”

Y el chico de Winnetka, Illinois, que quería saber:

“¿Hay un tren tan largo que no se puedan contar los vagones?

¿Hay un pizarrón tan largo que contenga todos los números?”

¿Y ese ateniense de cuyo pecho el año pasado

Una delegación colocó una medalla para decir al mundo

He aquí un poeta campeón de peso pesado?

De pie, sobre una goleta de dos palos,

Arrojó su medalla bien lejos en el seno del mar.

“¿Y por qué no?

¿Alguien ha dado alguna vez una medalla al océano?

¿Qué poeta iguala a la música del mar?

¿Y dónde está el símbolo del pueblo si no en el mar?”

“¿Falta mucho para la próxima ciudad?”,

Preguntó el viajero de Arkansas

Al que se le consoló diciéndole:

“Parece más lejos de lo que es

Pero ya verás que no.”

Seis pies y seis pulgadas medía Davy Tipton

Y tenía las proporciones

Del rey de los pilotos del Misisipí,

Llenaba casi la timonera

Y asía el timón con una carcajada:

“Los grandes ríos deben tener grandes hombres.”

En el último tramo de una pista de carreras

En el corazón del país del pasto azul,

En Lexington, Kentucky,

Esparcieron las cenizas de un hombre

Que así lo había ordenado en su testamento.

Amaba los caballos

Y quiso que su polvo se mezclara

Con los cascos voladores del último tramo.


Carl Sandburg,
EE.UU.

miércoles, 23 de enero de 2008

CARTA I, Nazim Hikmet



Mi única en el mundo:
“Estalla mi cabeza, mi corazón flaquea” -dices en tu última carta-.
“Me moriría, si llegan a colgarte, si te pierdo”.
Tú vivirás, mujer,
Y mi recuerdo, igual que una humareda
Se perderá en el viento.
Tú vivirás, hermana del leonado cabello que tanto amo.
Los muertos no preocupan más de un año
A los que viven en el siglo XX.
La muerte...
Un hombre que se mece colgado de una cuerda:
A semejante muerte
Mi corazón no puede resignarse.
Pero, querida,
Tranquilízate:
Si la mano velluda de algún oscuro cíngaro
Termina echándome la soga al cuello,
Ellos en vano mirarán
En los ojos azules de Nazim
Para ver allí el miedo.
En el alba de mi última mañana
Veré a todos, a ti y a mis amigos,
Y llevaré tan sólo bajo tierra
La pesadumbre de un canto inconcluso.
Mujer,
Abeja mía del corazón de oro,
La de más dulces ojos que la miel:
¡Para qué te habré escrito que pedían mi muerte!
El proceso recién ha comenzado.
No se arranca, nomás, la cabeza a un hombre
Como se arranca un rábano.
Vamos, no te preocupes:
Tal posibilidad es muy lejana.
Si tienes unos pesos,
Cómprame un par de calzoncillos largos,
Pues todavía sufro de aquel reuma en la pierna.
Y no olvides que la mujer de un preso
No debe tener negros pensamientos.


Nazim Hikmet,
Turquía

martes, 22 de enero de 2008

LOS NUEVE MONSTRUOS, César Vallejo



I, desgraciadamente,

El dolor crece en el mundo a cada rato,

Crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,

Y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces

Y la condición del martirio, carnívora, voraz,

Es el dolor dos veces

Y la función de la yerba purísima, el dolor

Dos veces

Y el bien de ser, dolernos doblemente.

Jamás, hombres humanos,

Hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,

En el vaso, en la carnicería, en la aritmética!

Jamás tanto cariño doloroso,

Jamás tan cerca arremetió lo lejos,

Jamás el fuego nunca

Jugó mejor su rol de frío muerto!

Jamás, señor ministro de salud, fue la salud

Más mortal

Y la migraña extrajo tánta frente de la frente!

Y el mueble tuvo en su cajón dolor,

El corazón, en su cajón, dolor,

La lagartija, en su cajón, dolor.

Crece la desdicha, hermanos hombres,

Más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece

Con la res de Rousseau, con nuestras barbas;

Crece el mal por razones que ignoramos

Y es una inundación con propios líquidos,

Con propio barro y propia nube sólida!

Invierte el sufrimiento posiciones, da función

En que el humor acuoso es vertical

Al pavimento,

El ojo es visto y esta oreja oída,

Y esta oreja da nueve campanadas a la hora

Del rayo, y nueve carcajadas

A la hora del trigo, y nueve sones hembras

A la hora del llanto, y nueve cánticos

A la hora del hambre y nueve truenos

Y nueve látigos, menos un grito.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,

Por detrás, de perfil,

Y nos aloca en los cinemas,

Nos clava en los gramófonos,

Nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente

A nuestros boletos, a nuestras cartas;

Y es muy grave sufrir, puede uno orar…

Pues de resultas

Del dolor, hay algunos

Que nacen, otros crecen, otros mueren,

Y otros que nacen y no mueren, otros

Que sin haber nacido, mueren, y otros

Que no nacen ni mueren (son los más)

Y también de resultas

Del sufrimiento, estoy triste

Hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,

De ver al pan, crucificado, al nabo,

Ensangrentado,

Llorando, a la cebolla,

Al cereal, en general, harina,

A la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,

Al vino, un ecce-homo,

Tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!

¡Cómo, hermanos humanos,

No deciros que ya no puedo y

Ya no puedo con tánto cajón,

Tánto minuto, tánta

Lagartija y tánta

Inversión, tánto lejos y tánta sed de sed!

Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?

¡Ah! Desgraciadamente, hombres humanos,

Hay, hermanos, muchísimo que hacer.


César Vallejo,
Perú


lunes, 21 de enero de 2008

¿QUIÉN DIJO MIEDO?, Alberto Hidalgo


Le apuntarán con rifles a la región del saco
El saco ha de dejarles perforar la camisa
La camisa de cándida permitirá que lleguen hasta el pecho
El pecho sabrá ahí mismo convertirse en rosa
La rosa echará pétalos por los cuatro costados de la sangre
La sangre comedida irá a aumentarle su caudal al río
El río asumirá la empurpurada fisonomía del obrero
Y el obrero sin pausas ha de seguir pidiendo
Pidiendo que le aumenten el salario aunque después sus restos vayan a exagerar el cementerio
Otros verán que tiene sus razones el salario para creer que es poco lo que le da a la casa La casa tiene esposa
A la esposa le cuelgan como flecos los hijos
A los hijos no hay pan que no les ladre
No hay ladrido pequeño que no implore un juguete
Ni juguete tan tonto que se ponga furioso porque lo rompe un niño
Pero al niño de veras solamente lo encarga la madre cuando sabe que ha llegado el aumento
Al aumento le dan de bofetadas sin asco los patrones e irreductible la inclemencia de éstos
Al perro de juguete
Al chico que lo ladra
Y a la madre atrevida que lo compra
No les queda otra cosa que la huelga
La huelga es la antesala de la muerte
La muerte son hileras de fusiles
Los fusiles son seres expertos en el arte de asesinar camisas
Las camisas se abrigan con los sacos
Los sacos son parientes de los pechos
En los pechos revientan las rosas de la sangre
Y la sangre nunca para hasta que llega al río
Y ese río de espantos desemboca
Inapelable
Inexorablemente
En el mar sin perdones
De la revolución


Alberto Hidalgo,

Perú


domingo, 20 de enero de 2008

FUE UNA ALEGRÍA DE UNA SOLA VEZ, Miguel Hernández


Fue una alegría de una sola vez,

De esas que no son nunca más iguales.

El corazón, lleno de historias tristes,

Fue arrebatado por las claridades.


Fue una alegría como la mañana,

Que puso azul el corazón, y grande,

Más comunicativo su latido,

Más esbelta su cumbre aleteante.


Fue una alegría que dolió de tanto

Encenderse, reírse, dilatarse.

Una mujer y yo la recogimos

Desde un niño rodeado de su carne.


Fue una alegría en el amanecer

Más virginal de todas las verdades.

Se inflamaban los gallos y callaron

Atravesados por su misma sangre.


Fue la primera vez de la alegría,

La sola vez de su total imagen.

Las otras alegrías se quedaron

Como granos de arena entre los mares.


Fue una alegría para siempre sola,

Para siempre dorada, destellante.

Pero es una tristeza para siempre,

Porque apenas nacida fue a enterrarse.



Miguel Hernández,

España


sábado, 19 de enero de 2008

ESTE AMOR, Jacques Prevert


Este amor
Tan violento
Tan frágil
Tan tierno
Tan desesperado
Este amor
Bello como el día
Y malo como el tiempo
Cuando hay mal tiempo
Este amor tan sincero
Este amor tan hermoso
Tan feliz
Tan jovial
Y tan pobrecillo
Trémulo como un chiquillo en la oscuridad
Y tan seguro de sí mismo
Como un hombre tranquilo en lo más hondo de la noche
Este amor que da miedo a los demás
Que los hace hablar
Que los hace palidecer
Este amor acechado
Porque nosotros lo acechamos
Acosado herido pisoteado destrozado negado olvidado
Porque nosotros lo hemos acosado herido pisoteado destrozado negado olvidado
Este amor íntegro
Tan vivo todavía
Y pleno de sol
Es el tuyo
Es el mío
Ese que ha sido
Este algo siempre nuevo
Y que no ha cambiado
Tan verdadero como una planta
Tan tembloroso como un pájaro
Tan cálido tan vivo como el verano
Ambos podemos juntos
Alejarnos y retornar
Olvidarlo
Y después dormirnos
Despertarnos padecer envejecer
Dormirnos de nuevo
Soñar con la muerte
Despertarnos sonreír y reír
Y rejuvenecer
Nuestro amor sigue allí
Obstinado como un borrico
Viviente como el deseo
Cruel como la memoria
Absurdo como el arrepentimiento
Tierno como los recuerdos
Frío como el mármol
Bello como el día
Frágil como un niño
Nuestro amor nos mira sonriendo
Y nos habla sin decir nada
Y yo lo escucho tembloroso
Y grito
Grito por ti
Grito por mí
Y le suplico
Por ti por mí por todos los que se aman
Y los que se han amado
Sí le grito
Por ti por mí y por todos
Los que no conozco
Quédate
Allí donde estás
Allí donde estuviste antes
Quédate
No te muevas
No te vayas
Nosotros los que somos amados
Te hemos olvidado
Pero no nos olvides tú
Sólo te teníamos a ti en el mundo
No permitas que nos volvamos indiferentes
Cada vez mucho más lejos
Y desde donde sea
Danos señales de vida
Mucho más tarde desde el rincón de un bosque
En la selva de la memoria
Surge de repente
Tiéndenos la mano
Y sálvanos

Jacques Prévert,
Francia

viernes, 18 de enero de 2008

ESPERANDO A LOS BÁRBAROS, Konstantino Kavafis


¿Qué esperamos reunidos en el ágora?

Los bárbaros llegarán hoy.

¿Por qué la tranquilidad en el senado?

Porque los bárbaros llegarán hoy.

¿Por qué los senadores no legislan?

¿Qué nuevas leyes van a dictar?

Cuando los bárbaros lleguen

Harán sus propias leyes.

¿Por qué se levantó tan temprano el emperador?

¿Por qué está sentado en la puerta Mayor de la ciudad,

En su alto trono, suntuoso y coronado?

Porque los bárbaros llegarán hoy,

Y el emperador espera recibir a su jefe.

Ha preparado un pergamino

Donde le confiere títulos y honores.

¿Por qué nuestros cónsules y pretores

Lucen hoy sus rojas y rebordadas togas,

Sus brazaletes de amatista,

Y anillos con relucientes esmeraldas?

Por qué empuñan bastones riquísimos,

Con oro y plata cincelados?

Porque los bárbaros llegarán hoy,

Y esas cosas deslumbran a los bárbaros.

¿Por qué no acuden hoy los oradores como siempre a decir sus discursos?

Porque los bárbaros llegarán hoy,

y les aburre la elocuencia y la palabrería.

¿Por qué la repentina inquietud y confusión?

(Los rostros se han vuelto graves.)

¿Por qué tan rápido los ciudadanos

Vacían las plazas y las calles,

Y regresan a sus casas pensativos?

Porque cayó la noche y los bárbaros no llegaron,

Y gente que viene de la frontera

Asegura que ya no existen los bárbaros.

Y ahora,

¿Qué sucederá sin los bárbaros?

Estos hombres al menos ofrecían una solución.



Konstantino Kavafis,
Grecia