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sábado, 18 de diciembre de 2010

Rosina Valcárcel: Violeta


Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir"
es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com



"Sonríes en el daguerrotipo que congeló tu imagen"
TELMA NAVA


Para vivir tuvo que resistir toda su existencia
Quién le arrancó el pan de los labios
Para vivir tuvo que ser mujer-musa Y compartir
Apenas íntimos lenguajes en el hogar de México
El temor y el coraje de vivir y morir
La vida tan ardua y tan simple
La muerte frágil abre el último capullo
Leve y bella se ilumina La foto sepia que escarchó su perfil
A pesar del tiempo y la adversidad no se ha caído su corazón
Testigo impar de mudanzas, aires
y romances.
Las cejas parecen escribir designios que sus ojos no dejan ver
Lo que Violeta insinúa en esa faz gitana de angular rasgo
Es el fuego Ese segundo extasiado para la inmortalidad
¿Es la gloria o una alucinación?
Mañana lo sabrás, madre mía

viernes, 10 de diciembre de 2010

John Lennon: 30 AÑOS: NOS HICIERON CREER

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir"
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Nos hicieron creer que el “gran amor”, sólo sucede una vez, generalmente antes de los 30 años.


No nos contaron que el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado.


Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad.


No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta.


Las personas crecen a través de la gente. Si estamos en buena compañía es más agradable.


Nos hicieron creer en una fórmula llamada "dos en uno": dos personas pensando igual, actuando igual... que era eso lo que funcionaba.


No nos contaron que eso tiene un nombre: anulación.


Que sólo siendo individuos con personalidad propia podremos tener una relación saludable.


Nos hicieron creer que el casamiento es obligatorio y que los deseos fuera de término, deben ser reprimidos.


Nos hicieron creer que los lindos y flacos son más amados.


Nos hicieron creer que sólo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos, y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad.


No nos contaron que estas fórmulas son equivocadas, frustran a las personas, son alienantes, y que podemos intentar otras alternativas.


Ah, tampoco nos dijeron que nadie nos iba a decir todo esto: cada uno lo va a tener que descubrir solito.


Y entonces, cuando estés “enamorado de ti mismo" podrás ser feliz y te enamorarás de alguien.


Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor... aunque la violencia se practica a plena luz del día.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Xurxo Martínez Crespo: LOS PAYASOS SUECOS DE VARGAS LLOSA CUBA, VENEZUELA, BOLIVIA

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Si así como miente escribe
y así como escribe miente
lo más seguro es que vive
como una bella durmiente.
08/12/10

Vargas Llosa se despachó contra sus fantasmas en su discurso de recepción del Premio Nobel. Llamó democracias payasas a las que no comulgan con sus ideas y ensalzó con su silencio al capitalismo salvaje de su otro país, España, que hace que sea el país europeo con mayor número de desempleados, drogadictos y personas que perdieron sus hogares a manos de los bancos a los que debían sus hipotecas.

“Payaso”, en el Perú, es un término altamente despectivo; llamó también payasos a todos los votantes bolivianos y venezolanos que votaron por sus respectivos presidentes, aunque no se refirió con esos términos a los presidentes de EUA como Bush, o a Blair o Aznar, y no olvidemos a individuos como Berlusconi, Sarkozy, racistas, misóginos, ignorantes y autoritarios.

Es paradójico que estos presidentes, Evo y Chávez, de repúblicas “payasas” de Bolivia y Venezuela hayan puesto tanto empeño en alfabetizar y cultivar a sus poblaciones, porque al final éstas podrán leer a Vargas Losa y su discurso, y, creo, con más preguntas que respuestas. Las estadísticas e informes de organizaciones internacionales así lo confirman; mientras la España que tanto admira Llosa sigue siendo el Estado con mayor índice en deserción escolar de toda Europa.

A España agradeció la difusión de su obra, cuando la verdad fueron catalanes nada sospechosos de españolistas, como Barral o Carmen Ballcells, los que le dieron la difusión internacional que tiene cuando él no era nadie, y a ambos los metió en el “solo saco” de una España “unitaria” que sólo existe en la “realidad ficticia” de Vargas. Otro olvido terrible.

Tuvo palabras duras Vargas Llosa para catalanes, gallegos y vascos que no quieren ser españoles ni seguir perteneciendo a un Estado español que los oprime cultural y económicamente. Otro olvido de Mario... él viene de un continente en el que sus clases más instruidas, hace 200 años, se unieron a pardos, indios y negros y dijeron a los españoles ¡Basta!

Ni una palabra crítica de Mario para los Estados Unidos, ni para los cientos de miles de muertos de sus políticas “preventivas” y de saqueo en África, Irak o Afganistán. Ni una referencia a una guerra basada en la mentira, máximo cuando él carga con el oprobio de haberse dado una vuelta por los escenarios de guerra como quien va de safari fotográfico con su hija Morgana, para producir el libro –bien remunerado– Diario de Irak con el que busca justificar ese genocidio.

Triste discurso para un hombre que nos señala un hecho evidente: se puede escribir bien y ser un mentiroso, rencoroso e ignorante.

De estos escritores, científicos, médicos, políticos está lleno el mundo. ¡Reconócelos!

xurxomartinez@cantv.net

sábado, 27 de noviembre de 2010

Anton Chejov: Poquita cosa

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Hace unos día invité a Yulia Vasilievna, la institutriz de mis hijos, a que pasara a mi despacho. Teníamos que ajustar cuentas.-Siéntese, Yulia Vasilievna -le dije-. Arreglemos nuestras cuentas. A usted seguramente le hará falta dinero, pero es usted tan ceremoniosa que no lo pedirá por sí misma... Veamos... Nos habíamos puesto de acuerdo en treinta rublos por mes...

-En cuarenta...

-No. En treinta... Lo tengo apuntado. Siempre le he pagado a las institutrices treinta rublos... Veamos... Ha estado usted con nosotros dos meses...

-Dos meses y cinco días...

-Dos meses redondos. Lo tengo apuntado. Le corresponden por lo tanto sesenta rublos... Pero hay que descontarle nueve domingos... pues los domingos usted no le ha dado clase a Kolia, sólo ha paseado... más tres días de fiesta...

A Yulia Vasilievna se le encendió el rostro y se puso a tironear el volante de su vestido, pero... ¡ni palabra!

-Tres días de fiesta... Por consiguiente descontamos doce rublos... Durante cuatro días Kolia estuvo enfermo y no tuvo clases... usted se las dio sólo a Varia... Hubo tres días que usted anduvo con dolor de muela y mi esposa le permitió descansar después de la comida... Doce y siete suman diecinueve. Al descontarlos queda un saldo de... hum... de cuarenta y un rublos... ¿no es cierto?

El ojo izquierdo de Yulia Vasilievna enrojeció y lo vi empañado de humedad. Su mentón se estremeció. Rompió a toser nerviosamente, se sonó la nariz, pero... ¡ni palabra!

-En víspera de Año Nuevo usted rompió una taza de té con platito. Descontamos dos rublos... Claro que la taza vale más... es una reliquia de la familia... pero ¡que Dios la perdone! ¡Hemos perdido tanto ya! Además, debido a su falta de atención, Kolia se subió a un árbol y se desgarró la chaquetita... Le descontamos diez... También por su descuido, la camarera le robó a Varia los botines... Usted es quien debe vigilarlo todo. Usted recibe sueldo... Así que le descontamos cinco más... El diez de enero usted tomó prestados diez rublos.

-No los tomé -musitó Yulia Vasilievna.

-¡Pero si lo tengo apuntado!

-Bueno, sea así, está bien.

-A cuarenta y uno le restamos veintisiete, nos queda un saldo de catorce...

Sus dos ojos se le llenaron de lágrimas...

Sobre la naricita larga, bonita, aparecieron gotas de sudor. ¡Pobre muchacha!

-Sólo una vez tomé -dijo con voz trémula-... le pedí prestados a su esposa tres rublos... Nunca más lo hice...

-¿Qué me dice? ¡Y yo que no los tenía apuntados! A catorce le restamos tres y nos queda un saldo de once... ¡He aquí su dinero, muchacha! Tres... tres... uno y uno... ¡sírvase!

Y le tendí once rublos... Ella los cogió con dedos temblorosos y se los metió en el bolsillo.

-Merci -murmuró.

Yo pegué un salto y me eché a caminar por el cuarto. No podía contener mi indignación.

-¿Por qué me da las gracias? -le pregunté.

-Por el dinero.

-¡Pero si la he desplumado! ¡Demonios! ¡La he asaltado! ¡La he robado! ¿Por qué merci?

-En otros sitios ni siquiera me daban...

-¿No le daban? ¡Pues no es extraño! Yo he bromeado con usted... le he dado una cruel lección... ¡Le daré sus ochenta rublos enteritos! ¡Ahí están preparados en un sobre para usted! ¿Pero es que se puede ser tan tímida? ¿Por qué no protesta usted? ¿Por qué calla? ¿Es que se puede vivir en este mundo sin mostrar los dientes? ¿Es que se puede ser tan poquita cosa?

Ella sonrió débilmente y en su rostro leí: "¡Se puede!"

Le pedí disculpas por la cruel lección y le entregué, para su gran asombro, los ochenta rublos. Tímidamente balbuceó su merci y salió... La seguí con la mirada y pensé: ¡Qué fácil es en este mundo ser fuerte!

miércoles, 24 de noviembre de 2010

José Luis Díaz-Granados*: Rivalidades y celos literarios

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
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“¡Nadie es tan necio que admire a Miguel de Cervantes!”, escribió alguna vez Lope de Vega, después de haber ridiculizado y perseguido hasta la saciedad al “Manco de Lepanto”, llegando al extremo de burlarse hasta de su aguda pobreza.

Durante largos años, Cervantes sufrió toda clase de ofensas y desaires por parte de quienes ostentaban el cetro de la cultura en la España del Siglo de Oro, y no sólo venían del celebrado autor de Fuenteovejuna, sino de otros letrados preclaros. Baltasar Gracián, aquel jesuita pesimista y barroco, en su libro Agudeza y arte del ingenio, publicado en 1642 -veinticinco años después de la muerte de Cervantes-, escribe que “no encuentra un solo rasgo ingenioso del Quijote digno de ser citado”. Y Quevedo, cuando se refiere a los escritores más representativos de su tiempo, apenas si alude a don Miguel, y esto solamente para señalar la extremada flacura de su personaje.

Por su parte, los hermanos Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, poetas de corte clásico muy faltos de emotividad, animaban en su casa tertulias en las que tomaban parte las luminarias de la época. A ellas asistía, invitado por conmiseración, el pobre Miguel de Cervantes, a quien muchos recordaban después porque, arrinconado, jamás intervenía en las conversaciones y cuando lo intentaba hacer producía hilaridad a causa de su tartamudez.

“Es decir, escribe Borges tres siglos más adelante, Cervantes fue casi invisible para sus contemporáneos”. Y agrega: “Su misma actuación militar en la jornada de Lepanto había sido tan olvidada que él mismo tuvo que recordar que debía su manquedad a aquella batalla”.

Con Shakespeare ocurrió algo semejante, sólo que al contrario de Cervantes, no tuvo entre sus contemporáneos rivales de peso. Las obras maestras que escribió ---Hamlet, Romeo y Julieta, Otelo, etc.---, pertenecían a la compañía teatral, no a su autor. Por lo tanto, Shakespeare también fue un escritor casi invisible para su tiempo.

Algunos letrados celosos de su prestigio, a quienes paradójicamente nadie recuerda, cuando aludían a su obra lo hacían para burlarse de sus comedias o para referirse a sus sugar sonnets (sonetos melosos o azucarados).

La rivalidad literaria no siempre está asociada a los celos. Hay escritores que pueden considerarse rivales y continuar siendo amigos entrañables. Tal es el caso de Louis Aragón y Paul Eluard, extraordinarios poetas del siglo XX, renovadores de la expresión lírica francesa, surrealistas insignes y comunistas militantes. O García Lorca y Rafael Alberti, encasillados en su etapa inicial como neopopularistas. O Jorge Amado y José Saramago, los más notables narradores lusitanos contemporáneos. En todos los casos, amigos y epígonos, se admiraban unos a otros sin antagonismos.

Por el contrario, cuando se trata de adversarios que tienen visiones del mundo encontradas, el asunto toma en ocasiones directrices amargas. André Gide (1869-1951), escribió novelas que desafiaban la moral cristiana y recreaban la sexualidad sin barnices ni pudores. Su rival, Paul Claudel (1868-1955), con quien cultivó una amistad distante, a la vez de una fecunda y enriquecedora correspondencia a lo largo de medio siglo, era católico, conservador y puritano. Gide se burlaba de él en sus artículos llamándolo “santurrón” y “fariseo” y éste se desquitaba calificando a aquel de “depravado sexual” y “gusano inmundo”.

Sin embargo, Gide obtuvo el Premio Nobel cuando todo hacía pensar que lo ganaría su rival. Cuentan que pocas horas después de haber fallecido Gide, Claudel recibió un telegrama firmado por aquel, que decía: “El infierno no existe. Puedes hacer locuras”.

En los años 50 se especulaba acerca de la presunta rivalidad entre William Faulkner y Ernest Hemingway, los novelistas estelares de la postguerra en Estados Unidos. Lectores y críticos tomaban partido: “Faulkner es más poético” o “Hemingway es más mesurado”, etc. En verdad, ambos se admiraban de lejos, y sólo una vez se conoció una reacción en las dos direcciones: cuando Faulkner afirmó en una entrevista que Hemingway era un buen narrador, pero que en su concepto “le faltaba valor para experimentar”, éste, iracundo, respondió que si algo le sobraba era valor y pasó a citar una a una sus incursiones en las dos guerras mundiales y en la contienda civil de España, amén de sus innumerables desafíos a la muerte en la selva africana.

También en los años 50 surgió una rivalidad, creada en parte por los fanáticos del uno y del otro, entre el filósofo Jean-Paul Sartre y el novelista y ensayista Albert Camus. Amigos íntimos, camaradas durante la resistencia en París, fustigadores de la ocupación nazi y orientadores del existencialismo, los dos sostuvieron una polémica pública en la revista Les Temps Modernes de Sartre, acerca de los temas fundamentales de su generación: el marxismo, el fantasma de Stalin, la filosofía y el destino de la humanidad. Ambos defendieron a muerte sus ideas y a la postre se rompió una amistad entrañable.

Camus ganó el Premio Nobel en 1957 y Sartre lo rechazó en 1964, para no sentirse encasillado en esa institución.

El notable dramaturgo irlandés George Bernard Shaw y el virtuoso novelista Gilbert K. Chesterton, no podían verse ni en pintura. Pero una vez se encontraron y éste, rechoncho y achaparrado, al contemplar la osamenta larga y lánguida de Shaw, le dijo en tono corrosivo: “¡Quien lo vea a usted pensará que en la Gran Bretaña se pasa hambre!”, a lo que el ágil autor de Androcles y el león, respondió señalando la panza de su contrincante: “¡Sí, pero también sabrán a quién echarle la culpa!”.

Y, bueno, qué decir de la rivalidad entre dos pesos pesados de nuestro continente mestizo: Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, ambos pertenecientes a la llamada generación del “Boom” y galardonados con el Nóbel de Literatura. Se admiran, se atacan, se olvidan mutuamente y vuelven al ring. Primero los distanció la actitud política –el primero, amigo íntimo de Fidel Castro; el otro, enemigo acérrimo--- y luego, un malentendido conyugal que dio como resultado el tremendo puñetazo del peruano al colombiano en 1976.

Sin embargo, al igual que lo acontecido en la acre enemistad entre Alberto Lleras y Alfonso López Michelsen, ambos recibieron al final la ansiada corona y luego reconocieron que fue totalmente inútil la caudalosa serie de mutuas arremetidas verbales y escritas propinadas con feroz persistencia durante más de medio siglo.

Envidia, egoísmo, vanidad, inseguridad, las rivalidades y celos en el mundo artístico y literario han existido siempre, desde que el mundo es mundo. Son juegos extraños que comenzaron con Caín y Abel. Y nunca se ha sabido a ciencia cierta si fueron hermanos, enemigos o adversarios o si fueron los protagonistas únicos de la más remota guerra mundial, causada por un endecasílabo perdido.



*José Luis Díaz-Granados (Santa Marta, 1946), poeta, novelista y periodista cultural. Su novela Las puertas del infierno (1985), fue finalista del Premio Rómulo Gallegos. Su poesía se halla reunida en un volumen titulado La fiesta perpetua. Obra poética, 1962-2002 (2003).

sábado, 16 de octubre de 2010

Carlos Meneses: “Los dos Marios”

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Con motivo del Nobel otorgado a Mario Vargas Llosa se ha producido una verdadera explosión de comentarios. Como es normal, tratándose de un personaje de su talla, en esas críticas hay desde panegíricos hasta diatribas, pasando por los ceñidos análisis de su obra. No es raro encontrar a los que exclusivamente miran el comportamiento no del narrador sino del hombre. Y rechazan y atacan sus ideas. Esto ha determinado que en algunos casos se llegue a una disyuntiva: ¿hay un Mario bueno y otro malo? Y, más aún, que el Mario bueno que no es otro que el narrador supera al político y al periodista. Mientras que los que manejan la invectiva señalan, y no de buen talante, que el Mario malo es el defensor de ideas y comportamientos que no sólo no convencen sino que van en detrimento de los pueblos en especial del suyo, el Perú.

La obra de Vargas Llosa es muy extensa, en especial la narrativa. No siempre un escritor mantiene un mismo nivel a lo largo de por lo menos quince novelas. Nadie duda que el momento más destacado de esa trayectoria se produjo en el inicio de su carrera, cuando publicó tres novelas excelentes. La ciudad y los perros que denunciaba toda la turbiedad en los colegios militares. La casa verde que era un dechado de técnica narrativa, y Conversación en la Catedral mostrando los rincones tumefactos de la sociedad limeña con la colaboración de un diario y sus principales redactores. La Academia sueca, que es la que concede el Nobel, no ha hecho la menor referencia a estos méritos insoslayables. Quienes han leído con atención a Vargas consideran o podrían considerar que este premio corresponde a ese joven de los años sesenta. Cuando exclusivamente se le calificaba como un renovador o, algo más, un revolucionario de la narrativa en castellano, y también, claro que sí, de las ideas políticas.

En algunos artículos de los que defienden al Mario escritor, del adversario, el Mario al que llamaremos político, se nota que aceptan la parte que muchos llaman desagradable, fea o turbia (sea por la guerra del Petróleo en Irak o por su visión a favor de que la amazonía peruana sea explotada por capitales extranjeros) y sentencian que aunque exista el malo lo que vale es la superioridad del bueno. Esto es demostrativo de que están de acuerdo en la existencia de un Vargas negativo. La literatura nos puede dar muchos ejemplos de escritores con sombras de maldad cuya calidad literaria ha sobresalido por encima de lo nefasto: Ezra Pound, Villon, Arthur Rimbaud, y nuestro José S. Chocano. Vargas Llosa, hombre sobre todo inteligente, agita banderas como la libertad, la paz y naturalmente la verdad. Conceptos que se encuentran tanto en un bando como en otro. Que han perdido una parte de su valor precisamente por eso. La derecha aplaude su concepto de libertad. La izquierda reclama una libertad más amplia, la que abarque a todas las clases sociales sin distinción.

Pero no nos salgamos de las pautas trazadas. Mario Vargas Llosa desde 1970 viene mereciendo el premio Nobel, por esas tres excelentes novelas que no ha podido superar.

En el otro platillo de la balanza pondremos que, a esta altura de su existencia, 74 años de edad, quién no sabe lo que es Mario fuera del mundo de las letras.

viernes, 15 de octubre de 2010

Carlos Angulo Rivas: Vargas Llosa y el Nobel

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Conocida por todos la posición político-ideológica de Mario Vargas Llosa, sobra discutir el otorgamiento del Premio Nóbel de Literatura 2010 a su persona, refiriéndonos exclusivamente a su militancia actual de vocero hispano hablante del neoliberalismo, la globalización y la explotación inmisericorde del mundo de los pobres denunciada, inclusive, por Juan Pablo II como el “capitalismo salvaje.” Si merece o no merece el Nóbel de Literatura 2010 es la pregunta o interrogación de fondo, sobre todo luego de haber sido nominado a este galardón durantes los últimos 26 años de manera consecutiva, insistente y cargante; y, además, siempre apoyado por sus amigos y un lobby internacional de grupos de poder ajenos a la literatura.

A mí, personalmente, me sorprendió el anuncio de la Academia Sueca en dos aspectos principales: primero, por dárselo a un escritor profesional controvertido, impugnado y combatido en el ambiente intelectual ecuménico y enterado; y segundo, por un detalle difícil de digerir en términos literarios: se otorga el galardón al autor peruano, de 74 años de edad, “por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo." Una explicación poco convincente o tal vez una definición un poco rara, cuya indudable raíz política, sin referencias a la obra escrita del autor premiado, no tiene precedentes en la historia. Así doblemente sorprendido, confieso con sinceridad mi aturdimiento y la confusión frente a una mescolanza de opiniones celebrantes, henchidas de rústico nacionalismo cuando el autor premiado rechaza por escrito, cuantas veces puede, todo sentimiento de patria. Sin embargo, como de toda confusión emerge la luz, trataré en lo posible de esclarecer y de esclarecerme a mí mismo donde termina el escritor Mario Vargas Llosa y comienza a actuar y escribir el político.

Una revisión a los Premios Nóbel de la literatura latinoamericana, nos muestra la enorme diferencia acerca de las tesis o enunciaciones tenidas en cuenta en la premiación. A Gabriela Mistral “por su poesía lírica inspirada en poderosas emociones, haciendo de su nombre un símbolo de las aspiraciones idealistas del mundo latinoamericano en su integridad.” A Miguel Ángel Asturias “por sus vívidos alcances literarios, enraizados profundamente en los rasgos nacionales y las tradiciones de los pueblos originarios de América Latina.” A Pablo Neruda “por una poesía que con la acción de una fuerza elemental mantiene y conserva vivos el destino y los sueños de un continente.” A Gabriel García Márquez “por sus novelas e historias cortas, en las que la fantasía y el realismo están combinados en un riquísimo mundo de imaginación, donde se reflejan la vida del continente y sus conflictos.” A Octavio paz “por una escritura apasionada de amplios horizontes, caracterizada por una inteligencia sensitiva y de integridad humanista.” Como se observa, a simple vista, todas estas declaraciones están referidas a la vida y obra literaria de los autores premiados, distinción esquiva en el caso de Mario Vargas Llosa.

Una disquisición necesaria

Vargas Llosa es un escritor profesional, un narrador, un ensayista, un cronista estudioso, un periodista ilustrado con enorme acopio lingüístico, adquirido en largos años de prolífico productor de libros. Sería mentir no reconocerle cierto dominio de la técnica narrativa; y en esta trayectoria tiene el mérito de seguir escribiendo, es disciplinado, cauteloso con el lenguaje y productivo. Imposible negar en él, desde un punto de vista académico, relativos dominios del idioma castellano y su reconocida fama como intelectual y literato. A buen decir sería mezquino no reconocer los frutos logrados en más de cincuenta años de oficio como escritor. Este reconocimiento a su experiencia profesional, habiendo leído más del ochenta por ciento de sus libros de narrativa y ensayos, no me llega a convencer; y menos al aplauso fácil frente a la entrega del Premio Nóbel de Literatura 2010 porque, me parece, en ella se observa una decisión política de la Academia Sueca antes que literaria, ya que la totalidad de su prolífica obra intelectual nos deja el sinsabor de las carencias no cubiertas y de los vacíos difíciles de llenar sólo a través de laureles, recompensas y galardones, unos merecidos y otros no. Y, por supuesto, esta apreciación mía será sustentada más adelante.

Pero antes de ingresar de lleno a la valoración de la obra de Vargas Llosa, es preciso aclarar que una persona no puede estar dividida en dos, el lado positivo de escribir bien y el lado negativo de su confesión político-ideológica. Todo ser humano es una unidad donde el pensamiento y la acción convergen, van juntos y la inspiración está vinculada íntimamente a la propia identidad del individuo. Con el cuidado del estilo, la forma, el lenguaje, el poeta escribe su visión de la vida, expresa sus dolores, sus penas, sus alegrías, sus sueños, es decir, transmite su pensamiento integral en versos; en prosa el novelista es también un poeta que acomete la idea de transformar el mundo inmerso en el laberinto y el caos. Los artistas auténticos son quienes tratan de establecer un orden justo frente a acontecimientos que se suceden unos a otros, la literatura cumple el papel crítico de observar cómo va el mundo que nos rodea. Y, excepto sea un plumífero rentado o bien pagado, el escritor debe escribir bien, con claridad, lo que piensa. Vargas Llosa escribe lo que piensa y lo escribe bien, sin embargo, siendo un hombre defensor de las causas de extrema derecha en el planeta, contra los pobres, los necesitados y los indígenas; y siendo, además, un militante abanderado de los ricos y poderosos, no puede ser celebrado por la mayoría del pueblo peruano ni de Latinoamérica. Discrepo profundamente, por tanto, de quienes separan al escritor del político y realizan críticas vergonzantes como aquellas de ponderar sus escritos actuales y censurar sus ideas, cuando por más bellas que sean las formas de expresión el contenido es uno solo y transmite el radicalismo económico neoliberal, a veces de manera explícita y otras de forma subterránea. La dicotomía creada artificialmente por algunos intelectuales y escritores, arrimándose a Vargas Llosa, es inaceptable y peligrosa en los hombres y mujeres de izquierda.

El Perú no ha ganado un trofeo deportivo a celebrar de forma masiva y popular, la masa de celebrantes del flamante Premio Nóbel de Literatura 2010 ni siquiera ha leído un solo cuento del autor premiado; las clases medias se dejan llevar por la novelería y lo han leído poco; los ricos lo tienen en sus bibliotecas de adorno en los estantes, pero disfrutan en grande la celebración debido a su significado: la hipoteca del pensamiento nacional elevado a designios pontificios de un individuo escabroso en el arte de mentir en nombre de la democracia y la libertad. No se trata, pues, de sólo escribir bien y bonito, de explotar la hermosura del lenguaje, la calidad de las palabras, la sintaxis, la gramática y la concordancia; se trata también de los contenidos, los temas y los mensajes que se transmiten. Desde España, Vargas Llosa con sus libros, ensayos y artículos periodísticos, bombardea a América Latina amparado en la fama adquirida y trata de convencer a todos de las bondades de las dictaduras civiles neoliberales disfrazadas de democracia y de las libertades que sólo pueden tener los poderosos y adinerados; allí lo hemos visto y lo seguiremos viendo como activo militante en apoyo a los pinochetistas chilenos en la cabeza de Sebastián Piñera; en apoyo de la mafia de Alan García, la derecha peruana y los corruptos de todos los pelajes; en apoyo de las huestes criminales de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos en Colombia, de Felipe Calderón en México o Porfirio Lobo en Honduras, etc. Y por descontado en contra de los presidentes populares como Rafael Correa, Evo Morales llamado por él “indio acriollado”; Hugo Chávez tildado en sus crónicas de El País de “dictador caribeño” porque le viene en gana; de Fidel y Raúl Castro, Lula, Mújica. En fin, ese y no otro seguirá siendo su papel destructivo ajeno a las raíces originarias de nuestros pueblos latinoamericanos.

Dos etapas definidas

Ahora, en relación, al conjunto de su obra intelectual tenemos dos etapas definidas sin lugar a engaños. Dos etapas marcadas por la producción de sus libros. La primera, el intento de llegar a ser un novelista a carta cabal, un escritor auténtico mediante la ficción producto de la realidad vivida, la observación y la fantasía; la segunda, la del ensayista con un particular punto de vista inventor aunque desacertado, la del narrador de historias triviales, relatos ligeros y libros falsetes, narrativa más cercana a la del periodista de investigación. Mario Vargas Llosa, el escritor más joven del boom literario latinoamericano de los años sesenta del siglo pasado, se trepó al coche de la mano de los viejos: Alejo Carpentier (lo real maravilloso;) Julio Cortazar (la contra novela;) Juan Rulfo y Gabriel García Márquez (el mágico realismo.) Se hallaban allí también Ernesto Sábato, Juan Carlos o¬netti, Lezama Lima y Carlos Fuentes. Con tan magníficos autores alrededor, la suerte a futuro le comenzó a sonreír desde un inicio como escritor novicio tirado a caballo por los ya notables. Coinciden con esta época la revolución cubana y el auge de la narrativa latinoamericana existencial, influida por las lecturas de Joyce, Faulkner, Hesse, Kafka, Hemingway, Camus y Sartre, en cuanto a prosa se refiere y, en cuanto a poesía, por Vallejo, Neruda, Benedetti, Brecht, Hikmet, Machado, García Lorca y Hernández.

A Mario Vargas Llosa no le faltaron virtudes, en esa primera etapa empezó relatando sus vivencias más sentidas en novelas como en La Ciudad y los Perros, La Casa Verde y Conversación en la Catedral; el escritor aquí vuelca su conocimiento de forma auténtica, ambiente y personajes, aunque todavía exista un predominio lineal en la concepción novelística, característica muy propia en los profesores universitarios. En este proceso de evidente de maduración se observa algún desorden de orden narrativo y algunas faltas de correspondencia en los tiempos verbales, sobre todo en la enmarañada novela La Casa Verde, pero el colega visto con buenos ojos por los escritores amigos inicia el despegue, ya que existe en estas obras una identificación del autor con el relato. Varios críticos literarios han considerado este período de la obra de Vargas Llosa como una intención de posesionarse del espacio neoclásico realista, difícil camino abandonado a su suerte con la producción posterior donde, sin sobresaltos ni remordimientos, la ruptura inicia su declive y decadencia literaria voluntaria, transformado a propio albedrío en un producto comercial, una fabricación editorial de éxito. No exageramos porque el cambio, mudanza o permuta, a su segunda etapa es abrupto y vertical, determinante para su futuro inmediato como escritor de rango menor y novelista de entretenimiento cinematográfico, diversión y espectáculo. Pero es necesario remarcar que este resultado final de la decadencia respecto a los grandes novelistas de la historia, a pesar del Premio Nóbel logrado políticamente, no es sólo debido a su concepción política retrógrada y neofascista, sino a sus erradas formulaciones teóricas y empíricas de lo que, según él, debe ser la novela. Y precisamente en los ensayos de Vargas Llosa está la raíz del conflicto existencial de él como persona y narrador, impedimento para llegar a ser un novelista cabal, pues ellos no son otra cosa que una reiterada formulación de irracionalidad e individualismo.

El abultado volumen de su tesis universitaria en la Universidad Complutense de Madrid, el ensayo titulado García Márquez: historia de un deicidio (1971) marca el inicio de sus teorías empíricas y de sus enormes errores que lo han llevado a ser una fabricación comercial, un producto del mercado globalizado, de manera alguna un novelista universal. En aquella época cuando Vargas Llosa era, además de novelista novicio, crítico literario en la revista uruguaya Marcha, Ángel Rama, escritor, editor, crítico y ensayista uruguayo, estableció en célebre polémica los desaciertos de las insubstanciales tesis que, según el autor de Conversación en la Catedral, apuntaban a definir “qué es un escritor y especialmente un novelista.” Aquí Rama lo acusa de usar metáforas más que definiciones críticas fundadas y demuele con argumentos precisos el concepto irracionalista de Vargas Llosa, aquella afirmación en la que dice y aún sostiene: “el escritor no elige sus temas sino que es elegido por ellos.” En la polémica Rama insiste en el gran número de incoherencias de la tesis, en los errores de información y en el desconocimiento de gran parte de la obra de García Márquez, acusando a Vargas Llosa de irracional, elitista e individualista, por subestimar el aspecto social en la creación literaria y colocarse de forma velada como opuesto al cambio revolucionario y al progreso de América Latina.

Y no le faltó razón a Ángel Rama, fallecido en el accidente de aviación en Madrid junto a Manuel Scorza, pues Mario Vargas Llosa insistió en sus tesis originarias respecto a la novela y las comenzó a poner en práctica a partir de Pantaleón y las Visitadoras, novelilla de entretenimiento a fin de escandalizar con sexo y prostitución, basada en la acumulación de partes militares “secretos,” memorias, documentación administrativa, cartas y recortes de periódicos, la llamada “materia prima” alcanzada al escritor cómodamente instalado en el hotel de turistas de Iquitos, y por consiguiente, con cero de conocimiento personal y real de la selva amazónica. La producción posterior a esta ruptura con la tradición de la novela, incluidos los variados estilos, descalifica a Vargas Llosa como un grande de este genero literario y lo ubica en la narrativa ligera, la crónica ilustrada y el periodismo de investigación. Peor aún cuando no dándose por vencido, a pesar de las críticas recibidas, insistió, entre otros ensayos, con tres característicos que redondean su tarea de narrador lineal sin mayores aportes a la humanidad, me refiero a tres libros esenciales vinculados a sus tesis erradas respecto a la novela: La Orgía Perpetúa,” “La Utopía Arcaica,” y “La Verdad de las Mentiras.” En este contexto teórico desarrollado por Vargas Llosa se distinguen premisas reiterativas de sus conceptos iniciales, alimentadas con justificaciones de “robos,” “saqueos” “hurtos literarios” de canteras inimaginables en bien de la literatura, en pocas palabras plagios de plagios adornados por la inteligencia y el dominio del idioma del escritor. De allí parte el absolutismo de Vargas Llosa cuando afirma que el escritor debe valerse de todo y “el logro de una novela depende exclusivamente de su forma, no de los temas.”

Una verdadera lástima por lo bien que escribe y lo mal que utiliza Mario Vargas Llosa la técnica para hacer novelas sin trascendencia vital y humana. La tía Julia y el Escribidor, la Historia de Mayta, ¿Quien mató a Palomino Molero? El Hablador, Elogio de la Madrastra, Lituma en los Andes, Los Cuadernos de don Rigoberto, La Fiesta del Chivo, El Paraíso en la otra Esquina, Travesuras de niña Mala, etc. precisamente siguen la teoría de la información, la documentación, los archivos, las memorias, los periódicos; la “materia prima” de Vargas Llosa para producir libros comerciales. Y nos lo dice con toda frescura porque la novela es la forma y no el contenido ni los temas, el naturalismo descriptivo adornado y distorsionado a merced del autor, por el buen decir. No menciono a la Guerra del Fin del Mundo (1981) entre las obras citadas en este párrafo, porque este libro está fuera de la norma y al parecer, fue el último intento de hacer novela aunque muchos críticos señalan un “saqueo” a la obra de los brasileños Joao Guimaraes Rosas y Euclides Da Cunha. En realidad, todo buen escritor es en gran parte autobiográfico y sus novelas capítulos excepcionales de su propia vida intelectual, moral, mística y contemplativa, el copiar ilustrado y ostentoso no cabe en esta nomenclatura. En la primera etapa, Mario Vargas Llosa empezó a ser un novelista, en la segunda termina como un narrador recreativo donde predomina el estilo del ensayista, del analista ilustrado y el periodista de investigación, lugar donde la imaginación, la fantasía, el sueño, no aparecen y el vuelo de la prosa desaparece.

La literatura, poesía y novela, es un proceso imposible de alejarlo de las grandes problemáticas de la humanidad. El tema de la barbarie de la civilización o de la civilización de la barbarie no puede ser eludido; y menos debe criticarse el pasado haciendo abstracción del presente. César Vallejo es el dolor humano transmitido por las privaciones, por las injusticias vividas en el mundo; Pablo Neruda es hijo de América y hermano de los indígenas; en su segunda etapa Mario Vargas Llosa es un hombre no identificado con su nación ni su herencia, es como él mismo explica: “el escritor es egoísta por sí mismo para poder escribir” le faltó agregar soberbio por naturaleza y envidioso por conducta. La intelectualidad, la cultura, los poetas, escritores, ensayistas, pintores, dramaturgos, músicos, constituyen la reserva moral de un país, Vargas Llosa renunció hace tiempo, este Premio Nobel de carácter político, inmerecido por la literatura, no está en las buenas manos que debieran ni hacen honor a la Academia Sueca, cuya designación este año carece de relativa unanimidad y se halla fuera de consenso.