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sábado, 9 de enero de 2010

Thea Delavault: Federico García Lorca: Maestro de la poesía y del teatro español del siglo XX

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com


 
Maestro de la poesía y del teatro español del siglo XX, disfrutó de una vida breve e intensa entre dos fechas claves en la historia de España, el Año del Desastre (1898) y la Guerra Civil (1936). Su rastro es inolvidable. Poeta y dramaturgo; Nació: el 5 de junio de 1898 (en Fuente Vaqueros, Granada). Murió: el 19 de agosto de 1936 (en Granada), asesinado por los soldados falangistas al comenzar la Guerra Civil. Destaca por: su poesía, por su diferencia al resto y por ser víctima, injusta, de una guerra . ¿Sabías que? el poeta perteneció a la Generación del 27


“La obra maestra era él.” (Buñuel, 1984)


Federico García Lorca, el poeta español más famoso del siglo XX y el mayor dramaturgo desde el Siglo de Oro, vivió una vida corta pero intensa entre dos fechas clave en la historia de España, el Año del Desastre (1898) y la Guerra Civil (1936). Creció en un pequeño pueblo de Granada, Fuente Vaqueros, rodeado de naturaleza y de gente sencilla que ni siquiera soñaba con traspasar los límites del municipio y que vivía para trabajar la tierra. Sin embargo, la familia de Federico era inusual. A su saneada situación económica se unía el gran talento musical y artístico que poseía. Los padres de Federico, liberales y católicos, eran ávidos lectores y grandes amantes de la literatura. Como mera anécdota, en su libro Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca, el hispanista Ian Gibson cuenta cómo su madre leía obras de Victor Hugo en la cocina a sus sirvientes, y cómo a ellos se les saltaban las lágrimas de emoción.


Lorca heredó el talento de su familia. Era un artista innato: a menudo sorprendía a sus invitados con una canción o se tiraba al suelo fingiendo que moría (un número que solía hacer en las fiestas para asustar a la gente). Cuando leía sus poemas en alto, su audiencia quedaba extasiada con sus palabras y su presencia. Todo lo que hacía, lo hacía con duende. Pablo Neruda dijo de él que era “mágico y moreno y traía la felicidad”, aunque en ocasiones también podía ponerse melancólico.


A pesar de que sus vecinos eran prácticamente analfabetos y de que vivían en un ambiente humilde, eran gente de carácter y de gran personalidad. Lorca les describió junto a su entorno en poemas y obras con tal sensibilidad y magia que muy pronto se convirtió en el líder de una generación literaria vanguardista, la Generación del 27. Entre sus coetáneos y amigos estaban Luis Cernuda, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti y María Zambrano. En la mítica Residencia de Estudiantes de Madrid entabló amistad con el poeta Pablo Neruda, el artista catalán Salvador Dalí y el director de cine Luis Buñuel.


El poeta granadino fue quien dijo: “En todos los países, la muerte es un fin. Llega y se corren las cortinas. En España, no. En España se levantan… Un muerto en España está más vivo como muerto que en ningún sitio del mundo” (1933). Y en Lorca esto no pudo ser más cierto. El 9 de agosto de 1936, al comienzo de la Guerra Civil, los soldados falangistas –para los que Lorca representaba todo lo que odiaban- le arrastraron a un descampado, le dispararon y tiraron su cuerpo a una fosa. Se convirtió al instante en un mártir y un mito. Tras su muerte, el Gobierno de Franco trató de borrar su rastro por completo. Se prohibieron y censuraron sus libros hasta la muerte del dictador en 1975. Dicen que los soldados trataron de callarle, de cortarle la lengua, pero sólo pudieron silenciar al poeta temporalmente, ya que tras su muerte, su voz se siguió escuchando con más fuerza.


Lorca murió hace 70 años y desde entonces los homenajes a su figura han sido constantes. El 19 de agosto de 2006, un grupo de artistas, escritores y políticos de todo el mundo se reunieron para conmemorar el 70 aniversario de su fusilamiento. En noviembre 2007 se celebró un homenaje al poeta granadino en la Casa-Museo Huerta de San Vicente de Granada. 31 artistas realizaron obras de distintas disciplinas que se expusieron en la residencia de verano de Federico, complementando su arquitectura, su decoración y su ambiente. Por ejemplo, Cristina Iglesias, realizó un mural colocado frente a la cama del poeta, para que él pudiera verlo tumbado en ella; Franz West elaboró una escultura con imágenes del poeta; Enrique Morente creó la banda sonora de la exposición, adaptando, como ya había hecho antes, varios poemas de Federico. Distintas disciplinas se dieron la mano en esta exposición, que dada la importancia literaria e histórica de Lorca, no será la última. En septiembre 2006 se estrenó además el documental Lorca, el mar deja de moverse -dirigido por Emilio Ruiz Barrachina-, basado en la muerte del poeta granadino y en las circunstancias que la rodearon, que se han vuelto igual de fascinantes que su vida. El documental trata varios aspectos, entre ellos qué fue de su cuerpo y si se debería iniciar su búsqueda. Este tema sugiere otros más polémicos relacionados con la Ley de la Memoria Histórica y con el tratamiento del Gobierno español al silencio que rodea a la Guerra Civil. Sólo ahora, quizá debido al nuevo Gobierno de izquierdas de Zapatero, se empiezan a realizar leves intentos para comprender e interpretar lo que realmente ocurrió.


Lorca el poeta:


“El silencio sin estrellas, huyendo en sonsonete, cae donde el mar bate y canta su noche llena de peces.” (Lorca, Preciosa y el viento, 1928)


Lorca trabajó la poesía desde que empezó a escribir, aunque probablemente sus versos ya florecían en su cabeza mucho antes. Su primera colección de poemas, Impresiones y paisajes, se publicó en 1918. Un momento crucial en la carrera literaria de Lorca fue la Fiesta del Cante Jondo en 1922, un festival folklórico y gitano donde encontró la inspiración para su obra. El Poema del Cante Jondo (1931) y el Primer Romancero Gitano (1928) le convirtieron en el ‘poeta de Andalucía’. El fuerte choque cultural que supuso el exilio a Estados Unidos, dio lugar a una de sus obras más conocidas, Poeta en Nueva York (1940). A pesar de lo que sufrió por estar lejos de su familia durante tanto tiempo, se convirtió en un magnifico embajador de Andalucía por donde fuera que pasara.


Lorca el dramaturgo:


“Creo sinceramente que el teatro no es ni puede ser otra cosa que emoción y poesía, en la palabra, en la acción y en el gesto.” (Lorca, 1931)


La primera obra teatral de Lorca, El maleficio de la mariposa, trataba del amor imposible entre una cucaracha y una mariposa. Fue un completo fracaso. Afortunadamente esto no desanimó a Lorca, que se dedicó a desarrollar aún más su teatro experimental, utilizando desde marionetas hasta un drama surrealista –rebelándose así contra el teatro realista de la clase media–. En 1931 fue nombrado director de la compañía de teatro estudiantil La Barraca, subvencionada por el Gobierno, que viajó por toda España representando piezas clásicas españolas en pueblos que no habían visto jamás una obra de teatro. En esta época escribió una serie de obras, conocidas como ‘tragedias folklóricas’, que se convirtieron en sus piezas más famosas: Bodas de sangre, Yerma y La Casa de Bernarda Alba. Las tres relatan las dificultades a las que las mujeres se enfrentaban en la España rural. La estrecha relación que tenía con su madre, el ser el único hijo varón y el más joven de la familia y su homosexualidad, pudieron ser los factores que caracterizaron la mirada de Federico, uno de los escritores que mejor han retratado a la mujer en la literatura. Escribió una sola obra sobre el amor homosexual, El Público, que data de 1930 y que hasta 1970 no vio la luz.


En todas su obras, su imaginería era rica y metafórica, pero cuando le preguntaban por ella, aseguraba que lo único que hacía era describir su entorno, sin tratar de embellecerlo o exagerarlo. Su mundo era así de sustancioso y mágico, y el teatro le permitía emplazarlo en el escenario.


Hay voces que son imposibles de acallar, al igual que hay miradas que por más que se eviten, atrapan a quien se cruza ante ellas. Federico García Lorca poseía ambas cosas y la capacidad de transmitirlas mediante la palabra. Su palabra. El legado de nuestra historia.




sábado, 2 de enero de 2010

Winston Orrillo: "¿Qué hacías con esa máscara?"



Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de

Qué hacías con esa máscara de vieja. Con esa máscara que no cae con tu cuerpo que todavía está como para correrse un derby. Con ese par de pechos que, debajo de la blusa, aún parecen un dúo de lebreles, imposibles de dominar con mano inexperta. Qué hacías con esa máscara de vieja la mañana del primero de enero, cuando te vi pasar a través de la vidriera del bar , yo tomándome un cafecito-cortado, y tú como queriendo huir de ti misma, seguramente en fuga de alguna aventura de fin de año, quizá con el jefe o alguno de sus amigos influyentes, que se quedó dormido entre tus piernas de mambera que, en la década del 50, enloquecían a toda nuestra pandilla de la calle Naranjos, con tus dieciséis años y tus aires de muchacha decente, blanquita, caída por que no sé qué maldición en ese barrio de zambos y mestizos pobres. Y como eras de las muchachitas del colegio señordelamisericordia, ni siquiera mirabas para acá, para donde estábamos los que salíamos, todos mugrosos, torpes, mataperros, del ntroescolarrepúblicaargentina (por la mañana) o colegio 377 (por la tarde): era lo mismo, la misma mugre la misma tristeza que silbaba a tu paso, que te seguía, que sería capaz —con placer— de olerse tus peditos. Pero tú, ni la tos, ni volteabas. Y no eran pocas cuadras: te esperábamos, allí en la catorce de Antonio Miró Quesada: en la puerta de la capillita adonde nuestros cuerpos pringosos nunca se atreverían a penetrar. Allí había una virgencita cuyos colores crema y celeste eran todo un desafío para nuestros uniformes caqui llenos de parches, para nuestros temblores de muchachitos que preferían la oscuridad de los cuartos arratonados a esas luces celestiales que, entonces, no columbrábamos aún apócrifas.
Además, la virgencita estaba en la gruta, junto a una caída de agua, elemento con el que no guardábamos las mejores relaciones. Porque entonces era lindo verte salir, y sentíamos que en realidad salías de la gruta, que tú eras la misma virgen —líquida, celeste, sin nombre (hasta ahora no sé cómo te llamas, pero ya no importa). Salías y el aire se congelaba. No, no eras la única: salía un enjambre, pero todas las otras, bien puesto el uniforme azul marino, el cuello blanco, redondo, pulquérrimo; todas las otras eran una mancha gris. Tú, la estrella, el candil que encendía esas malditas tardes sebosas de junio. Y empezaba la procesión: cuadra catorce, cuadra trece, cuadra doce, doblar por la Plazuela Buenos Aires (la pila seca y llena de cucarachas) a la izquierda. La heladería Susuki (nunca hubo dinero para comerse uno); la casa Nakasone (donde, para Navidad trabajaban todas las ninfas del Barrio), el paradero inicial de la de la Cocharcas-José Leal (todavía existe: monumento histórico, con los mismos ómnibuses en los que empezaron nuestros pegamentos a los cuerpos femeninos). Y luego la Iglesia de las misas de doce de los domingos. La iglesia donde fuimos zampados todos nosotros a la pila bautismal, a pesar de que existía la otra, la del Carmen (nunca llegué a explicarme esta suerte de rivalidad entre las dos catedrales de los Barrios Altos). Pero nuestra procesión pasaba por el frente de la Iglesia de Cocharcas, y se detenía en una suerte de genuflexión de opereta. Allí, cinco metros adelante, ella y su cohorte (nunca puede distinguir quiénes la acompañaron durante los años que duró nuestro recorrido). En la esquina de Huánuco (tal el nombre de la calle de la Iglesia) y Puno, la falange se dividía. Quedaban ella y un apéndice (que tampoco puedo recordar, identificar, señalar), que doblaban a la derecha, remontando el jirón Puno. Mis feligreses y yo hacíamos una suerte de alto, reconocíamos el terreno, y avanzábamos, justo a tiempo para verla detenerse a la puerta de una de esas casas de altos-y-bajos donde, un besito fugaz, se despedía de su acompañanta y penetraba, con ese método que se usaba antes (¡qué tiempos aquéllos!), de introducir la mano por una ventanita y abrir uno mismo la puerta. Por supuesto, nunca, en todos esos años, volteó hacia nosotros. Y menos, es claro, nosotros le dirigimos algo más que nuestras miradas misérrimas, suplicantes y asimismo devoradoras. Luego, cuando vimos que su cuerpo iba creciendo, como crecen esos frutos que tú sientes prontos a caer de los árboles... Ella misma que crecía como un huerto que nosotros columbrábamos debajo del uniforme azul. Su paso que fue tornándose más terreno, diríamos. Su metamorfosis de niña a mujer la apreciábamos por una suerte de —diríamos— descenso a la tierra. Nunca oímos su voz, porque ni fuimos capaces de acercarnos a la `distancia necesaria´ pero la imaginábamos; y la sentíamos entonces más segura de sí misma, como más seguros nos parecían sus gestos, en aquel invierno del cincuenta y siete, cuando la vimos por última vez. Desde entonces, hasta una tarde, veinte años después, detrás de la ventanilla de "Caja" de un añoso diario limeño: cobraba por los avisos. Yo no recuerdo ya si llegué a poner el mío, paralizado como me quedé; pero estuve mirándola; esperé casi una hora hasta que se puso de pie. Su cuerpo era el mismo: guitarra flamenca, movimientos de colibrí. No me detuve en su rostro, pero en cada uno de sus pliegues prematuros me pareció encontrar los vericuetos de los Barrios Altos: las caídas de la infancia-­adolescencia; aquel sabor agridulce, cuyo recuerdo no pude soportar mucho tiempo, pues salí de ese vestíbulo corriendo, como perseguido por los fantasmas que, ahora, han vuelto con esa máscara de vieja con la que te veo vadear el río de la mañana del primero de enero, como cuando te internabas, corriente-arriba, en el jirón Puno, cuadra final, a la derecha de la iglesia de Cocharcas, en el Paraíso Perdido de los Barrios Altos.


www.luiseaguilera.blogspot.com

Luis E. Aguilera

domingo, 27 de diciembre de 2009

Eduardo Galeano: Me caí del mundo y no sé cómo se entra....

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com



(Para mayores de 30)

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco..

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.

¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables!

¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!

¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!

¡Es más!

¡Se compraban para la vida de los que venían después!

La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.

Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.

¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?

¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?

¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!!

¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor.. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo'.Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado . Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!! Pero por Dios.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para pone r en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo,pegatina en el cabello y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.




domingo, 20 de diciembre de 2009

Atahualpa Yupanqui: Las Preguntitas

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com



Un día yo pregunté:
Abuelo, ¿dónde está Dios?

Mi abuelo se puso triste,
y nada me respondió.


Mi abuelo murió en los campos,
sin rezo ni confesión.
Y lo enterraron los indios
flauta de caña y tambor.


Al tiempo pregunté yo:
Padre, ¿qué sabe de Dios?
Mi padre se puso serio
y nada me respondió.


Mi padre murió en la mina
Al fondo del Socavón.
Color de sangre minera
tiene el oro del patrón!


Más luego yo poregunté:
Hermano, ¿dónde está Dios?
Mi hermano bajo los ojos
Y nada me respondió.


Mi hermano vive en el monte
Y no conoce una flor:
Sudor, la malaria, la serpiente,
es la vida del leñador.


Y que nadie le pregunte
si sabe dónde está Dios.
Por su casa no ha pasao
Tan importante señor.


Yo canto por los caminos
Y cuándo estoy en prisión,
oigo las voces del pueblo
que cantan mejor que yo.


Hay un asunto en la tierra
más importante que Dios.
Y es que nadie escupa sangre
pa' que otro viva mejor.


Si Dios vela por los pobres,
Tal vez si, tal vez no.
Lo seguro es que él almuerza
en la mesa del patrón.



martes, 15 de diciembre de 2009

Horacio Ferrer y Astor Piazzola: "Balada para mi muerte"

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
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Amigos de BOSQUE DE PALABRAS, hasta hoy he estado publicando una "entrada" diaria en este blog (y cuando estuvo en observación por el servidor blogger lo hice por emial). En adelante, voy a ingresar una entrada por semana. Mi trabajo de creación y de investigación así me lo exigen. Espero, con todo, seguir en contacto. A continuación presento el siguiente poema/canción:



Moriré en Buenos Aires, será de madrugada,
guardaré mansamente las cosas de vivir,
mi pequeña poesía de adioses y de balas,
mi tabaco, mi tango, mi puñado de esplín.


Me pondré por los hombros, de abrigo, toda el alba,
mi penúltimo whisky quedará sin beber,
llegará, tangamente, mi muerte enamorada,
yo estaré muerto, en punto, cuando sean las seis.

Hoy que Dios me deja de soñar,
a mi olvido iré por Santa Fe,
sé que en nuestra esquina vos ya estás
toda de tristeza, hasta los pies.
Abrazame fuerte que por dentro
me oigo muertes, viejas muertes,
agrediendo lo que amé.
Alma mía, vamos yendo,
llega el día, no llorés.


Moriré en Buenos Aires, será de madrugada,
que es la hora en que mueren los que saben morir.
Flotará en mi silencio la mufa perfumada
de aquel verso que nunca yo te supe decir.


Andaré tantas cuadras y allá en la plaza Francia,
como sombras fugadas de un cansado ballet,
repitiendo tu nombre por una calle blanca,
se me irán los recuerdos en puntitas de pie.


Moriré en Buenos Aires, será de madrugada,
guardaré mansamente las cosas de vivir,
mi pequeña poesía de adioses y de balas,
mi tabaco, mi tango, mi puñado de esplín.


Me pondré por los hombros, de abrigo, toda el alba,
mi penúltimo whisky quedará sin beber,
llegará, tangamente, mi muerte enamorada,
yo estaré muerto, en punto, cuando sean las seis,
cuando sean las seis, ¡cuando sean las seis!

lunes, 14 de diciembre de 2009

José M. Vallejo: "Las de Caín de José Saramago"

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
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A sus 87 años de edad, el Nóbel de la literatura, José Saramago, no pertenece al grupo de escritores que amparados en la fama se inclinan por los temas triviales o insubstanciales, tendencia, hoy en día, animada por la narrativa ligera y sesgada a la frivolidad, puesta en boga por Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa después de sus éxitos iniciales con la novela social. Cambio trágico y desafortunado donde prima el significado mercantilista de la producción literaria. De acuerdo a este enfoque divergente entre los literatos citados, vemos que en su reciente libro Caín, el profundo escritor portugués vuelve a cogerse de la Biblia y de la religión para mostrarse irónico, impío y mordaz, todo ello en consonancia a su declarado ateísmo practicante.


La versión bíblica del asesinato de Abel por parte de su hermano Caín, ambos habiendo ofrecido a Dios lo mejor de su realización, en el caso del muerto las mejores crías de sus ovejas y en el del fratricida los mejores frutos de sus cosechas, es llevada magistralmente al ridículo. Se explota ahí al máximo el absurdo de una concepción de resentimiento celoso, de enojo superfluo, hasta llegar a la envidia criminal. La preferencia de Dios por Abel, sin motivo aparente, contra Caín es aprovechada en la narración con la finalidad de demostrar que el justo Señor, el ser supremo de la bondad, de la equidad y la rectitud, no era de fiarse. Pero el fondo del asunto es, como en el caso de Adán y Eva, la desobediencia y el castigo correspondiente, esencia desde el principio de una domesticación del ser humano a través de un poder abstracto omnipresente representado por Dios y por extensión por la iglesia y la jerarquía eclesiástica, los representantes divinos en la tierra. En tales circunstancias, Saramago, rescata a Caín de los castigos celestiales, en tanto acusa a ese Dios bíblico como el autor intelectual del crimen cometido.


No es la primera vez, ya hace una veintena de años, el Nóbel portugués se ingenió un ataque a la religión cristiana, madre ideológica del mundo occidental, a través de su muy discutido libro “El Evangelio según Jesucristo,” cosa que le valió la censura de los católicos y un veto del gobierno de su país para competir en el Premio Europeo de Literatura. La insistencia en el tema religioso, primero, mediante un punto de vista irónico de los evangelios de Marcos, Mateo, Juan y Lucas (Nuevo Testamento) y ahora utilizando a Caín para traerse abajo el Antiguo Testamento de los judíos y libro sagrado de los cristianos como referencia histórica, persigue, no cabe duda, la desmitificación de la Biblia. Las definiciones de Dios, el demonio, la dicotomía entre el bien y el mal, y sus consecuencias de pecados y perdones, de glorias purificadas y fuegos eternos, son temas tratados en función del dominio ideológico. Temas inventados por los hombres, asevera el escritor Saramago y por consiguiente, despojados de toda divinidad, son manejados humanamente hasta demostrar la existencia de una acumulación de absurdos. En realidad, inventando milagros nuevos y profecías, ridiculizando los mensajes y los salmos, las negociaciones entre Dios y el Diablo o entre el hombre y el diablo como el pacto de Mefistófeles con el doctor Fausto en la obra del poeta Goethe; y observando de manera natural que fue María Magdalena quien desvirgó a Jesús de Nazareth, Saramago se engolosina literariamente con la fantasía, la imaginación, el sueño y la invención.


Especialista en los escenarios fantásticos, descritos en largas sentencias, estilo torrencial de cierta manera vocalizado, José Saramago explota casi siempre una perspectiva subversiva acerca de los eventos históricos y contra el orden establecido. A los temas polémicos, el día a día de la humanidad, con un lenguaje sencillo como el utilizado en sus libros “El año de la muerte de Ricardo Reis,” “La balsa de Piedra,” “Ensayo sobre la Ceguera,” “Ensayo sobre la Lucidez,” “El Viaje del Elefante” entre otras obras célebres, se suma el tema religioso. Y precisamente con su nuevo libro Caín trata de despojarle a la Biblia el carácter de abecedario sagrado, más aún cuando la mayoría, sin haberla leído, la acepta como palabra divina o la voz de Dios. Esta intención de desmitificación bíblica subsiste con ironía y humor a lo largo de la narrativa, tal si fuera un complemento necesario de la visión escéptica postulada en “Los evangelios según Jesucristo.”


Para el escritor lusitano desmitificar a la Biblia no constituye una tarea difícil. El ingenio en el manejo de la sátira cumple con creces la tarea impuesta, pues se comienza y se termina con una secuencia de descubrimientos de situaciones absurdas, donde la recurrencia a Dios a fin de explicar lo inexplicable resulta risible cuando desaparece la lógica del razonamiento elemental y se le reemplaza por el dogma con la finalidad de exponer la fantasía como realidad aceptable. La secuencia de descubrimientos, en cuyos relatos simples destaca lo absurdo y fantasmagórico, se aproxima a la concepción de lo “real maravilloso” perteneciente al escritor cubano Alejo Carpentier. La Biblia a fin de cuentas termina sin línea demarcatoria entre lo real y lo fantástico, en una atmósfera surrealista donde lo supernatural es de representación absolutista y no resulta divulgada como cuestionable.


En estos tiempos de mezcolanza sincrética entre lo pagano y lo religioso, cuando la Navidad ya no pertenece sólo a los cristianos sino se hizo universal y por ejemplo, en Norteamérica, es la más grande fiesta mercantil y comercial habida, con sus luces de colores, pintorescos árboles adornados de regalos, Santa Claus y trineos musicales, Caín ante el olvido de que esta fiesta se debe al nacimiento de Jesús y no a la parafernalia del consumismo desenfrenado, resulta un libro creyente mirando el nuevo mundo que se avecina. Ya tenemos también un avance en este camino con las difundidas novelas de Harry Potter, donde se destaca un mundo sin iglesias, sin cleros ni fe religiosa. La Biblia desmitificada parece ser la búsqueda de Saramago, más todavía cuando ridiculiza los textos asombrosos y los hechos extraordinarios, imbuidos de fantasía en su totalidad, presentados como sucesos concretos ocurridos en el tiempo y el espacio. Rechazo, en realidad, a la creación de un grupo de hombres de inventiva, cuyas versiones mágicas en la mayoría de sus aspectos sirven a un propósito: el ejercer dominio sobre los hombres no pensantes. Se valen de esta manera de los misterios de la existencia misma, rodeados de información elaborada con el fin primordial de impartir la dominación mental.


Saramago en Caín no explica su ateismo, se vale de él para tratar de explicarse irónicamente por qué la gran mayoría es creyente sin importarle el ridículo de aceptar absurdos extravagantes, además sin darse la oportunidad de explicarse lo desconocido. El escritor toma distancia punzante y mordaz respecto a la fantasía y lo mágico, puesto que lo supernatural bíblico no se explica sino se acepta por venir de Dios. De ahí que, el Nóbel de la literatura convierte a la Biblia, por segunda vez, en una especie de novela “mágico realista” escrita por muchos autores sin acuerdo entre ellos, una obra digna de los cuentos infantiles por la simpleza de sus inverosímiles argumentos.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Rocío Silva Santisteban: Clo & Meche

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com




Hace cien años murieron dos de las mujeres pioneras del periodismo de nuestro país: me refiero a Clorinda Matto y a Mercedes Cabello. Ellas representaron no solo el esfuerzo de las primeras mujeres ilustradas por el conocimiento –tuvieron la suerte de ser educadas por maestras que les enseñaron idiomas, por padres que les abrieron las puertas de sus bibliotecas y de sus mentes– y por la búsqueda de justicia –en el caso de la cusqueña Clorinda por los indígenas, Mercedes por las propias mujeres– sino también la pluma de las primeras peruanas que decidieron escribir en revistas y periódicos para participar a través de la prensa en el debate público.




Grimanesa Martina Matto Usandivaras nació en Calca, Cusco, en 1852. Luego de casarse con el comerciante Joseph Turner escribe una serie de “Tradiciones cusqueñas” que le dan mucho prestigio. Después de enviudar a los 28 años se traslada a Arequipa donde dirigió La Bolsa, y finalmente cuando llegó a Lima lo hizo para dirigir una de las revistas más importantes de la época: El Perú Ilustrado. Por la misma fecha (1889) publicó Aves sin nido, novela que causó un gran revuelo pues en sus páginas denunciaba las inmoralidades del clero (un hombre y una mujer no pueden culminar su amor porque se enteran que son hermanos e “hijos de cura”). La Iglesia no olvidaría la ofensa, y pocos meses más tarde, el arzobispo de Lima denunció a la severa Clorinda de “pornógrafa” por publicar en El Perú Ilustrado el cuento “Magdala” de Henrique Coelho Netto (se insinúa una relación non santa entre Jesús y María Magdalena). La excusa fue perfecta: Clorinda es ex comulgada y debe renunciar a la revista. Aves sin nido engrosa el index de libros prohibidos y, como es lógico, se convierte en un best seller. A los pocos años, luego de intentar sacar adelante una pequeña imprenta, Matto es repudiada por Nicolás de Piérola y su casa e imprenta son saqueadas. Tiene que salir del Perú y finalmente muere en Buenos Aires.




La vida de Mercedes Cabello tampoco fue un lecho de rosas, a pesar de que, gracias al apoyo de su familia, Cabello se convierte en una de las primeras intelectuales peruanas del s.XIX. Quizás uno de los motivos fue su estirpe moqueguana: en ese entonces una especie de centro cultural y bibliófilo bastante activo, donde Mercedes pudo aprender varios idiomas y disfrutar de las excelentes bibliotecas de su padre y de su tío. A los 22 años se traslada a Lima y luego se casa con el médico Urbano Carbonera, quien, paradójicamente, la contagia del mal que la llevaría a la “parálisis general progresiva” primero, y a la muerte después: la sífilis. Mercedes Cabello escribió encendidas defensas de la educación de la mujer y varias novelas, dos de las cuales fueron las más conocidas: Blanca Sol y El conspirador, una denuncia frontal contra el gobierno de Nicolás de Piérola.




Clorinda tenía la mirada severa, los ojos encapotados, lentes redondos y una boca muy fina. En uno de sus retratos clásicos se le ve como una severa matrona, con un sombrero de visera y flores de tocado. Por el contrario, Mercedes no usaba lentes, los ojos eran grandes y las cejas muy pobladas, el pelo ensortijado y la cara cuadrada. Clorinda intentó ser sutil y fue una mujer muy astuta; Mercedes nunca tuvo pelos en la lengua y sus denuncias siempre fueron directas y en voz alta. Ambas fueron repudiadas: Clorinda huyó al exilio, Mercedes al manicomio.




Gracias al temple de ambas, se abrieron muchos caminos que nosotras, hoy, transitamos con tanta fluidez. Acá en el Perú las mujeres les debemos –como se dijo sobre Simone de Beauvoir en Francia– todo. ¡Les debemos todo!