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martes, 5 de febrero de 2008

EL APELLIDO, Nicolás Guillén


I

Desde la escuela

Y aún antes… Desde el alba, cuando apenas

Era una brizna yo de sueño y llanto,

Desde entonces,

Me dijeron mi nombre. Un santo y seña

Para poder hablar con las estrellas.

Tú te llamas, te llamarás…

Y luego me entregaron

Esto que veis escrito en mi tarjeta,

Esto que pongo al pie de mis poemas:

Las trece letras

Que llevo a cuestas por la calle,

Que siempre van conmigo a todas partes.

¿Es mi nombre, estáis ciertos?

¿Tenéis todas mis señas?

¿Ya conocéis mi sangre navegable,

Mi geografía llena de oscuros montes,

De hondos y amargos valles

Que no están en los mapas?

¿Acaso visitasteis mis abismos,

Mis galerías subterráneas

Con grandes piedras húmedas,

Islas sobresaliendo en negras charcas

Y donde un puro chorro

Siento de antiguas aguas

Caer desde mi alto corazón

Con fresco y hondo estrépito

En un lugar lleno de ardientes árboles,

Monos equilibristas,

Loros legisladores y culebras?

¿Toda mi piel (debí decir),

Toda mi piel viene de aquella estatua

De mármol español? ¿También mi voz de espanto,

El duro grito de mi garganta? ¿Vienen de allá

Todos mis huesos? ¿Mis raíces y las raíces

De mis raíces y además

Estas ramas oscuras movidas por los sueños

Y estas flores abiertas en mi frente

Y esta savia que amarga mi corteza?

¿Estáis seguros?

¿No hay nada más que eso que habéis escrito,

Que eso que habéis sellado

Con un sello de cólera?

(¡Oh, debí haber preguntado!)

Y bien, ahora os pregunto:

¿No veis estos tambores en mis ojos?

¿No veis estos tambores tensos y golpeados

Con dos lágrimas secas?

¿No tengo acaso

Un abuelo nocturno

Con una gran marca negra

(Más negra todavía que la piel),

Una gran marca hecha de un latigazo?

¿No tengo pues

Un abuelo mandinga, congo, dahomeyano?

¿Cómo se llama? ¡Oh, sí, decidmelo!

¿Andrés? ¿Francisco? ¿Amable?

¿Cómo decís Andrés en Congo?

¿Cómo habéis dicho siempre

Francisco en dahomeyano?

En mandiga ¿cómo se dice Amable?

¿O no? ¿Eran, pues, otros nombres?

¡El apellido, entonces?

¿Sabéis mi otro apellido, el que me viene

De aquella tierra enorme, el apellido

Sangriento y capturado, que pasó sobre el mar

Entre cadenas, que pasó entre cadenas sobre el mar?

¡Ah, no podéis recordarlo!

Lo habéis disuelto en tinta inmemorial.

Lo habéis robado a un pobre negro indefenso.

Lo escondisteis, creyendo

Que iba a bajar los ojos yo de la vergüenza.

¡Gracias!

¡Os lo agradezco!

¡Gentiles gentes, thank you!

Merci!

Merci bien!

Merci beaucoup!

Pero no… ¿Podéis creerlo? No.

Yo estoy limpio.

Brilla mi voz como un metal recién pulido.

Mirad mi escudo: tiene un baobab,

Tiene un rinoceronte y una lanza.

Yo soy también el nieto,

Biznieto,

Tataranieto de un esclavo.

(Que se avergüence el amo)

¿Seré Yelofe?

¿Nicolás Yelofe, acaso?

¿O Nicolás Bakongo?

¿Tal vez Guillén Banguila?

¿O Kumbá?

¿Quizá Guillén Kumbá?

¿O kongué?

¿Pudiera ser Guillén Kongué?

¡Oh, quién lo sabe!

¡Qué enigma entre las aguas!

II

Siento la noche inmensa gravitar

Sobre profundas bestias,

Sobre inocentes almas castigadas;

Pero también sobre voces en punta,

Que despojan al cielo de sus soles,

Los más duros,

Para condecorar la sangre combatiente.

De algún país ardiente, perforado

Por la gran flecha ecuatorial,

Sé que vendrán lejanos primos,

Remota angustia mía disparada en el viento;

Sé que vendrán pedazos de mis venas,

Sangre remota mía,

Con duro pie aplastando las hierbas asustadas;

Sé que vendrán hombres de vidas verdes,

Remota selva mía,

Con su dolor abierto en cruz y el pecho en llamas.

Sin conocernos nos reconoceremos en el hambre,

En la tuberculosis y en la sífilis,

En el sudor comprado en bolsa negra,

En los fragmentos de cadenas

Adheridos todavía a la piel;

Sin conocernos nos reconoceremos

En los ojos cargados de sueños

Y hasta en los insultos como piedras

Que nos escupen cada día

Los cuadrumanos de la tinta y el papel.

¿Qué ha de importar entonces

(¡Qué ha de importar ahora!)

¡Ay! mi pequeño nombre

De trece letras blancas?

¡Ni el mandinga, bantú,

Yoruba, dahomeyano

Nombre del triste abuelo ahogado

En tinta de notario?

¿Qué importa, amigos puros?

¡Oh, sí, puros amigos,

Venid a ver mi nombre!

Mi nombre interminable,

Hecho de interminables nombres;

El nombre mío, ajeno,

Libre y mío, ajeno y vuestro,

Ajeno y libre como el aire.



Nicolás Guillén,

Cuba

lunes, 4 de febrero de 2008

LA LIMPIDEZ, Octavio Paz


La limpidez

(Quizá valga la pena

Escribirlo sobre la limpieza

De esta hoja)

No es límpida:

Es una rabia

(Amarilla y negra

Acumulación de bilis en español)

Extendida sobre esta página

¿Por qué?

La vergüenza es ira

Vuelta contra uno mismo:

Si

Una nación entera se avergüenza

Es león que se agazapa

Para saltar.

(Los empleados

Municipales lavan la sangre

En la plaza de los sacrificios).

Mira ahora,

Manchada

Antes de haber dicho algo

Que valga la pena,

La limpidez.

Octavio Paz,

México

domingo, 3 de febrero de 2008

LA MAMADRE, Pablo Neruda



La mamadre viene por ahí,
Con zuecos de madera. Anoche
Sopló el viento del polo, se rompieron
Los tejados, se cayeron
Los muros y los puentes,
Aulló la noche entera con sus pumas,
Y ahora, en la mañana
Del sol helado, llega
Mi mamadre, doña
Trinidad Marverde,
Dulce como la tímida frescura
Del sol en las regiones tempestuosas,
Lamparita
Menuda y apagándose,
Encendiéndose
Para que todos vean el camino.

Oh, dulce mamadre
-Nunca pude
Decir madrastra-,
Ahora
Mi boca tiembla para definirte,
Porque apenas
Abrí el entendimiento
Vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro
La santidad más útil:
La del agua y la harina,
Y eso fuiste: la vida te hizo pan
Y allí te consumimos,
Invierno largo a invierno desolado
Con las goteras dentro
De la casa
Y tu humildad ubicua
Desgranando
El áspero
Cereal de la pobreza
Como si hubieras ido
Repartiendo
Un río de diamantes.

Ay mamá, cómo pude
Vivir sin recordarte
Cada minuto mío?
No es posible.
Yo llevo
Tu Marverde en mi sangre,
El apellido
Del pan que se reparte,
De aquellas
Dulces manos
Que cortaron del saco de la harina
Los calzoncillos de mi infancia,
De la que cocinó, planchó, lavó,
Sembró, calmó la fiebre,
Y cuando todo estuvo hecho,
Y ya podía
Yo sostenerme con los pies seguros,
Se fue, cumplida, oscura, al pequeño ataúd
Donde por vez primera estuvo ociosa
Bajo la dura lluvia de Temuco.

Pablo Neruda,
Chile

sábado, 2 de febrero de 2008

SER MADRE, Carlos Meneses


La madre se quitó el ojo derecho y fue a venderlo. Envió el producto de la venta por correo urgente y esperó ansiosa las noticias. Tiempo después recibió una carta escueta en la que le pedía más dinero. Vendió su pierna izquierda y todo su cabello gris, envió apresuradamente el dinero y esperó. La respuesta llegó con retraso, en realidad sólo fue un nuevo mensaje de clamorosa necesidad. Salió a la calle inmediatamente, ofreció su pecho escuálido y como cobró una miseria vendió también sus antebrazos y algunas de sus gastadas vértebras. El dinero íntegro salió ese mismo día. Pasaron semanas hasta que llegó un nuevo mensaje desesperado que movilizó a la anciana, que angustiada ofreció su vientre, su flaca y encorvada espalda, sus clavículas y la frente, quiso vender su ternura y su esperanza, pero no las aceptó ningún comerciante. El envío lo hizo sin perder tiempo. Como de costumbre, cuando llegó nueva carta las solicitudes fueron las mismas de siempre. Vendió su nariz, sus labios, su cráneo, su viejo e inútil sexo, su mano izquierda, y le rechazaron por falta de atractivos su memoria y sus antiguos sueños. Estaba segura de que tras esa remesa sí lo lograría. Cuando tras varias semanas llegó nueva carta supo que las cosas habían mejorado pero que aun tenía mucho camino que recorrer y, como siempre dijo que no le quedaba ni una moneda. Se quitó el ojo izquierdo, la pierna derecha, sus caderas desvencijadas, la arqueada columna vertebral, el corazón, su último suspiro. Pidió que le mandasen el producto de la venta con la mayor prontitud. Al día siguiente llegaba un alborozado telegrama: ¡Madre, no envíes más dinero, he triunfado!
Carlos Meneses,
Perú

viernes, 1 de febrero de 2008

ODA AL PAN, Alberto Hidalgo



El pan del pobre no es de harina,

El pan del pobre es de cemento.
Pronto se pone duro.

Mentira que es de trigo,
Es de jornal y es de hambre,
Es de sudor y madrugón inicuos.

Mentira que el hacerlo causa júbilo,
El pan es un trabajo
Y el trabajo un demonio.

El pobre siembra el grano
Y el grano da su beneficio al rico,
Porque el rico le vende el pan al pobre.

Mas sus respuestas los denuncian:
Al morderlo, el del rico vitorea,
El del pobre se queja.

Hay panes, panes, panes, muchos panes;
El del magnate, pan firmado,
Y el del mendigo, pan anónimo.

Pan con cara de lágrima,
Sublime
Porque sueña con él quien no lo tiene.

Pan con cara de risa,
Pan maldito.
Es el que no se da, pero se tira.

El de los personajes, pan aséptico,
Y el del obrero, el único
Contagiado de azadas y martillos.

Esto se acabará con una guerra
En la que el pan será la mejor arma,
Pan de verdad sustituyendo al hierro.

Pues vendrá día en que disparos
De pan se harán contra perversos
Y matará ese pan igual que el plomo.

Saldrán balas de pan
Por el pico de todos los cañones
A bombardearle el alma al egoísmo.

Aeronaves no entre continentes
Sino entre espíritu y espíritu
Han de llevar bombas de pan.

Bombas de pan contra la iniquidad,
Bombas de pan para quemar abusos,
Bombas de pan para incendiar el mal.

No clavel jactancioso,
Sino modesto pétalo de pan
Lucirá en el ojal de las solapas.

No condecoración más eminente
Podrá llevarse en la amistad del pecho
Que la ganada acrecentando el pan.

Se habrá de ver que lo que multiplica
Los panes no es ningún milagro
Sino la rosa de los corazones.

El saludo será cosa concreta,
Pues que dejando de invocar al día
Nos diremos "buen pan".

Las mujeres, incluso las más arduas,
Para saciar las gulas que despierten,
Regalarán el pan de una sonrisa.

No les será negado el pan de amor
A quienes sepan amasar los senos,
Los senos suaves porque son de miga.

Ya nunca nadie atribuirse el pan
Podrá, porque ha de ser, y para siempre,
Universal la propiedad del trigo.

Entonces por los siglos de los tiempos,
En paloma de paz volará el pan,
¡El pan, el pan, el pan, el pan!

Alberto Hidalgo,
Perú


jueves, 31 de enero de 2008

POEMA, Magda Portal



Ven, bésame!...

Qué importa que algo oscuro
Me esté royendo el alma
Con sus dientes?

Yo soy tuya y tú eres mío... bésame!
No lloro hoy... Me ahoga la alegría,
Una extraña alegría
Que yo no sé de dónde viene.

Tú eres mío... ¿Tú eres mío?...
Una puerta de hielo
Hay entre tú y yo:
Tu pensamiento!

Eso que te golpea en el cerebro
Y cuyo martillar
Me escapa...

Ven, bésame... ¿Qué importa?...
Te llamó el corazón toda la noche,
Y ahora que estás tú, tu carne y tu alma,
Qué he de fijarme en lo que has hecho ayer?
¡Qué importa!

Ven, bésame... tus labios,
Tus ojos y tus manos...
Luego... nada...
Y tu alma? Y tu alma!

Magda Portal,
Perú

miércoles, 30 de enero de 2008

A LOS HOMBRES FUTUROS, Bertolt Brecht


1

Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.

Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa

Revela insensibilidad. El que ríe

Es que no ha oído aún la noticia terrible,

Aún no le ha llegado.


¡Qué tiempos estos en que

Hablar sobre árboles es casi un crimen

Porque supone callar sobre tantas alevosías!

Ese hombre que va tranquilamente por la calle,

¿Lo encontrarán sus amigos

Cuando lo necesiten?


Es cierto que aún me gano la vida.

Pero, creedme, es pura casualidad. Nada

De lo que hago me da derecho a hartarme.

Por casualidad me he librado. (Si mi suerte acabara, estaría perdido.)

Me dicen: «¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!»

Pero ¿cómo puedo comer y beber

Si al hambriento le quito lo que como

Y mi vaso de agua le hace falta al sediento?

Y, sin embargo, como y bebo.


Me gustaría ser sabio también.

Los viejos libros explican la sabiduría:

Apartarse de las luchas del mundo y transcurrir

Sin inquietudes nuestro breve tiempo.

Librarse de la violencia,

Dar bien por mal,

No satisfacer los deseos y hasta

Olvidarlos: tal es la sabiduría.

Pero yo no puedo hacer nada de esto:

Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.


2

Llegué a las ciudades en tiempos del desorden,

Cuando el hambre reinaba.

Me mezclé entre los hombres en tiempos de rebeldía

Y me rebelé con ellos.

Así pasé el tiempo

Que me fue concedido en la tierra.


Mi pan lo comí entre batalla y batalla.

Entre los asesinos dormí.

Hice el amor sin prestarle atención

Y contemplé la naturaleza con impaciencia. Así pasé el tiempo

Que me fue concedido en la tierra.


En mis tiempos, las calles desembocaban en pantanos.

La palabra me traicionaba al verdugo.

Poco podía yo. Y los poderosos

Se sentían más tranquilos sin mí. Lo sabía

Así pasé el tiempo

Que me fue concedido en la tierra.


Escasas eran las fuerzas. La meta

Estaba muy lejos aún.

Ya se podía ver claramente, aunque para mí

Fuera casi inalcanzable.

Así pasé el tiempo

Que me fue concedido en la tierra.


3

Vosotros, que surgiréis del marasmo

En el que nosotros nos hemos hundido,

Cuando habléis de nuestras debilidades,

Pensad también en los tiempos sombríos

De los que os habéis escapado.

Cambiábamos de país como de zapatos

A través de las guerras de clases, y nos desesperábamos

Donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.

Y, sin embargo, sabíamos

Que también el odio contra la bajeza desfigura la cara.

También la ira contra la injusticia

Pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,

Que queríamos preparar el camino para la amabilidad

No pudimos ser amables.

Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos

En que el hombre sea amigo del hombre,

Pensad en nosotros

Con indulgencia.


Bertolt Brecht,

Alemania