domingo, 2 de marzo de 2008
SEÑORAS Y SEÑORES, Fernando Lamberg
POEMA LXV
En la vida uno tiene compañía.
En la muerte está solo.
Pero, ¿qué compañía se puede tener
En un planeta lleno de furia?
Nosotras, las grandes familias
Sentimos esa asfixia,
La falta del oxígeno.
Creemos que nada puede consolarnos.
Llegó el tenis de la hora final,
El golf del último crepúsculo,
El polo del potro agonizante,
El skí de la nieve más fría.
¿Qué será de nosotras,
Las familias de tradición,
Si sopla un viento nuevo,
Si se enciende la fragua de la rebeldía
Si cada cual cree que puede ser amo.
Ya lo dijo Ortega:
Las masas se rebelan.
No aceptan la existencia
De esta selecta minoría.
No creen que las rosas necesitan quince generaciones para florecer,
No aceptan que un galgo de raza tiene heráldica,
Que el vino se envejece,
Que la porcelana debe tener fragua especial,
Que la historia no es de descamisados.
Pero sopla este viento maléfico,
Se acercan los obreros,
Llegan los campesinos,
Hay tanta gente que nadie ha presentado,
Tantas muchachas sin estreno en sociedad,
Tantos muchachos de colegios modestos.
Aparecen personas que nunca habíamos visto,
Seres de ninguna embajada,
Mujeres sin teléfono,
Hombres sin automóvil,
Tanta gente sospechosa de proletariado.
¿Y qué haremos ahora?
¿Por qué nos acorralan?
¿Por qué no entienden que el sol nos pertenece,
Que la luna es madrina,
Las estrellas cuñadas,
Que la tierra necesita al patrón,
Que la fábrica requiere ejecutivos?
Suena esta marea mortal para nosotros.
Las estatuas no nos defienden.
Los jardines no atajan esos pasos.
Angélica, Asunción, Rodolfo,
Frutos genealógicos,
Racimos de nuestra vid,
Defiéndannos.
No dejen que estos pasos rompan nuestras baldosas,
Que estas manos quiebren nuestra vajilla.
Defiéndannos en nombre
De lo más sagrado:
La propiedad y la familia.
Fernando Lamberg,
Chile
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