Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
Y una mujer que sostenía un niño contra su seno pidió:
Háblanos de los niños.
Y él dijo: Vuestros hijos no son hijos vuestros. Son los
hijos y las hijas de la Vida, deseosa de sí misma. Vienen a
través vuestro, pero no vienen de vosotros. Y, aunque
están con vosotros, no os pertenecen. Podéis darles
vuestro amor, pero no vuestros pensamientos. Porque
ellos tienen sus propios pensamientos. Podéis albergar
sus cuerpos, pero no sus almas. Porque sus almas
habitan en la casa del mañana que vosotros no podéis
visitar, ni siquiera en sueños. Podéis esforzaros en ser
como ellos, pero no busquéis el hacerlos como vosotros.
Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el
ayer. Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos,
como flechas vivientes, son impulsados hacia delante.
El Arquero ve el blanco en la senda del infinito y os
doblega con su poder para que su flecha vaya veloz y
lejana. Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os
doblegue. Porque, así como Él ama la flecha que vuela,
así ama también el arco, que es estable.